Hay un héroe de capa extraña que levantó el trofeo más preciado del mundo y lo trajo de regreso al país 36 años después. Hay otro que es un tipo simple y es un simple conductor de grupos que siempre fracasaba en su intento de no llorar en público y que fue el orfebre de un viejo anhelo argentino. Está el autor del disco más vendido en la historia del país que, treinta años después de su lanzamiento, volvió a enseñar a qué se parece el amor después del amor. Hay uno que suele actuar muy bien y que interpretó con maestría al hombre común que le exigió a la justicia “nunca más”.
Hay uno que fue un actor italiano, que cuando no es piloto es cineasta, que a veces es médico o cocinero, y que siempre es un activista, un filántropo empedernido al que le gusta embarcarse en misiones humanitarias. Está el empresario de medios que asumió un nuevo desafío y consolidó en el prime time de los canales de noticias a una señal joven. Y hay otro que antes era DJ y que ahora es la referencia de los unicornios argentinos en el mundo de las finanzas.
Un Lionel que es Messi y otro Lionel que se completa con Scaloni. Un Rodolfo al que le dicen Fito y cuyo apellido es Páez. Hay un Ricardo que es Darín y un Enrique que se apellida Piñeyro. Hay un Ávila que tiene dos nombres: Juan y Cruz. Y hay un Miguel al que le dicen Mike y tiene Santos de apellido.
Son los siete argentinos del año, según la mirada de Infobae. Un perfil de cada uno intenta explicar por qué.
LIONEL MESSI por Roi Tamagni
El año en el que cambió su vida para siempre y coronó con la Copa del Mundo su extraordinaria carrera
Lionel Messi
Primero se derrumbó por la emoción y se fundió en una marea de abrazos: todos querían celebrar con él. Apenas se pudo recuperar, salió corriendo con los brazos abiertos hacia los palcos, hacia su familia. No lloraba: las lágrimas habían sido una parte ya lejana de su historia con la selección argentina. Ahora su sonrisa era ancha, enorme. Tenía una alegría que achinaba sus ojos. Una felicidad tan genuina que dominaba cada uno de sus gestos. “Ya está, ya está”, les decía a la distancia, agitando sus brazos de lado a lado. Toda una definición de lo que acababa de ocurrir.
Una frase simple, pero con varios mensajes. El “ya está” de Lionel Messi no hablaba tanto de un cierre, sino de un nuevo comienzo. Algo se destrabó.
El 2022 será un año inolvidable. Un punto de inflexión en el que superó los últimos niveles bloqueados del extenso y completo videojuego de su carrera deportiva. Un año que empezó con cachetazos deportivos, críticas desmedidas y desaires de los fanáticos europeos, y terminó con el sueño cumplido de alzar la Copa del Mundo. A los 35 años tal vez lo más importante sea que deja un legado intangible: rendirse por el qué dirán no es una opción. Habían pasado más de seis años de aquel 27 de junio del 2016 en el que renunció a la Selección luego de perder la cuarta final consecutiva. El 18 de diciembre de 2022, Leo se trepó a una cumbre mucho más alta, que pocos pudieron alcanzar, la que siempre persiguió y por la que continuó luchando.
Lionel Messi besa el trofeo de la Copa del Mundo mientras sostiene el premio al mejor jugador del torneo tras la victorias 4-2 ante Francia por penales en la final, el domingo 18 de diciembre de 2022, en Lusail, Qatar (AP Foto/Manu Fernández)
La nueva historia se había empezado a escribir hace un año, cuando tachó la cuenta pendiente de ser campeón con la mayor en la Copa América 2021. Cuando, semanas más tarde, presentó el trofeo ante su familia en el Monumental, sí lloró. Fueron lágrimas de emoción, de rabia, de sacarse el peso de encima de que sus seres queridos hayan sufrido por las críticas injustas que le arrojaron durante tantos años a él por la cabeza. No importaba qué clase magistral daba en su carrera, siempre había críticos que, por elección o por conveniencia, estaban preparados para buscarle alguna falla. “Un día Messi nos va a devolver las Malvinas y le vamos a criticar que se olvidó de ponerse la escarapela”, escribió la cuenta de Twitter En Una Baldosa hace una década.
“Pasamos por muchas cosas con mi familia, con todo lo que yo sé que ellos sufrieron cuando me mataban en la Selección, cuando tenían que comerse muchísimas cosas, cuando día tras día prendían la tele y escuchaban que me criticaban, o deslizaban cuestiones que no eran ciertas. Pasaron por mucho sufrimiento, yo también. Después de haber conseguido la Copa América y cerrar todo, pensé en ellos. Sabía la felicidad que sentían en ese momento”, reconoció Messi pocos meses antes del Mundial.
Lionel Messi alza el trofeo de campeón del mundo tras la victoria 4-2 ante Francia por penales en la final, el domingo 18 de diciembre de 2022, en Lusail, Qatar (AP Foto/Martin Meissner)
Pero el fútbol tenía, al menos, una página más para él. Tal vez, la más sobresaliente de su vida. El 2022 fue el año de los desafíos cumplidos. Arrancó la temporada entre críticas de la prensa y silbidos de los fanáticos en Francia. Las cosas en el PSG no estaban saliendo al nivel de las expectativas del público cuando se formó el tridente estelar con Mbappé y Neymar. La eliminación ante Real Madrid en Champions League se completó con un escenario insólito: la revista France Football lo dejó afuera de los 30 elegidos para el Balón de Oro, a pesar de sus 14 asistencias y 11 goles en 34 partidos que significaron un título para su club.
Leo terminó su temporada debut en Francia, la primera lejos de su Barcelona adoptivo, con sed de revancha. Estaba viviendo algo inédito: cómodo en la Selección y en una situación inestable y algo molesta en su club.
En la primera parte del nuevo semestre ya convirtió 12 goles y repartió 14 asistencias en 19 presentaciones. PSG ya fue campeón en la Supercopa francesa, lidera la Ligue 1 con cinco puntos de distancia sobre el segundo y se prepara para el gran examen ante Bayern Múnich en octavos de final de la Champions League. De todas maneras en estos últimos meses, siempre se lo vio enfocado en un objetivo más lejano: el Mundial de Qatar.
Kylian Mbappé y Lionel Messi pugnan por el balón durante la final de la Copa Mundial entre Argentina y Francia. Leo no sólo fue campeón del mundo sino que jugó su mejor Mundial (AP Foto/Manu Fernández)
El cierre del año fue glorioso, el gran corolario de una carrera inigualable. No sólo fue campeón del mundo sino que jugó su mejor Mundial en su quinto intento. Para cualquiera que haya visto los partidos parece imposible rebatir su influencia en los resultados, la trascendencia en el juego y el aporte significativo en cada partido.
Más allá de las impresiones, los datos duros tampoco dejan espacio al debate: hizo 7 goles y brindó 3 asistencias. Y con 35 años disputó los 792 minutos de Argentina en el Mundial. No abandonó jamás la cancha, rubro en el que sólo lo acompañan Otamendi y Dibu Martínez. Hizo goles en fase de grupos y en cada instancia de playoffs (primer jugador en la historia en conseguirlo). La versión más destacada que se haya visto de Lionel, aunque parezca una afirmación aventurada porque lleva 15 años superándose semana a semana.
Messi en familia, con Antonela, sus hijos y sus padres, celebra la Copa del Mundo (REUTERS/Molly Darlington)
El momento en el que besó el trofeo poco antes de levantarlo por primera vez cerró para siempre el debate. Es posible que algunos todavía encuentren alguna gema sin pulir del tesoro para hacer su negocio en el mercado hater, pero ¿cuánto más se puede discutir a Messi después de Qatar? Campeón, figura futbolística y líder indiscutido. Porque , para algunos, si algún ítem le faltaba completar era el del liderazgo. “Está liderando esta selección de una forma que me encanta. Me gusta verlo enojado, me gusta verlo muy participativo en muchas cuestiones que quizás antes podíamos verlo tanto. Ese liderazgo a él lo caracterizó, siempre luchó por nosotros desde dentro y ahora en una cancha está siendo más líder que nunca”, lo definió su ex compañero Pablo Zabaleta ante Infobae horas antes de la hora señalada ante Francia.
Si mantiene las cifras extraordinarias de su primer semestre con el PSG, su temporada será recordada por siempre como la de un extraterrestre que decidió venir al planeta a jugar al fútbol; alguien a quien la edad no lo influye. Pero incluso si baja algunos peldaños y encamina una regularidad propia de un Dios más terrenal, el resto de los futbolistas de todos modos tendrá que competir por el segundo lugar. En un par de meses deberán darle el octavo Balón de Oro de su trayectoria y los supuestos eruditos del deporte, que lo dejaron afuera de ¡los 30! mejores de la temporada anterior por no haber tenido su típico año anómalo, deberán hacer un mea culpa por apuntar contra un genio que en sus primeros meses fuera de su casa por primera vez había necesitado un tiempo de adaptación.
Lionel Messi celebra con el trofeo ante los hinchas tras ganar el Mundial (AP Foto/Martin Meissner)
“Fue difícil hacer el cambio a esta edad. En Barcelona tenía todo. La adaptación de los nenes fue espectacular, que era nuestro principal temor. Pero el primer día de colegio de ellos fue terrible. Con Antonela (Roccuzzo) salimos los dos llorando, no entendíamos nada. Nos preguntábamos qué estábamos haciendo ahí. Fue todo nuevo para mí. Esta temporada va a ser diferente, ya conozco al club y a la ciudad. Estoy más acomodado”, había explicado en una entrevista en la que dejó en claro su sed de revancha. Y, para colmo, todo eso a pocos meses del Mundial.
Transcurrieron 11 años, casi 4200 días, desde aquella jornada en la que Argentina perdió con Uruguay en la Copa América 2011 que se celebró en el país. La primera gran decepción para él en el rol de referente. Silbidos crueles de su gente y los comentarios más despiadados desde el periodismo. En el medio, hace seis años, la renuncia por la cuarta final perdida. Y el regreso renovado con un tropezón en el Mundial 2018 que puso en jaque todo, que pareció que la historia no tendría un final feliz, pero esa eliminación temprana se convirtió en la piedra angular para la reconstrucción. Tres veces campeón con Argentinaen un puñado de meses para pasar a la historia, para enterrar todo el sufrimiento que debió transitar entre las finales perdidas y las críticas sin fin.
Cuatro millones de personas salieron a la calle para recibir a la selección, el martes 20 de diciembre de 2022, tras su coronación en el Mundial (AP Foto/Rodrigo Abd)
El 2022 será por siempre el año del “Ya está”. Aunque no terminó nada, es un “ya está” de guardar las malas en el arcón de los recuerdos. Es un “ya está” para dejar atrás el extenso padecimiento y disfrutar de la camiseta de su país el tiempo que la lleve. “Quiero disfrutar unos partidos siendo campeón del mundo”, dijo. Porque ahora también puede disfrutar con la selección.
Ah, y también canta el himno a los gritos. Pero capaz todavía haya alguien que crea que le faltó ponerse la escarapela en la final contra Francia.
============================================================
RICARDO DARÍN, por Hinde Pomeraniec
Su extraordinaria composición del personaje del fiscal Strassera en Argentina, 1985 trascendió las fronteras del espectáculo
Ricardo Darín
“La historia no la escriben tipos como yo”.
Eso dice el fiscal Julio Strassera. En realidad, eso dice el personaje del fiscal Julio Strassera interpretado por Ricardo Darín, en la película del año y en uno de los actos políticos más relevantes de este 2022 que termina.
¿Y con quiénes se escribe la historia?
Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre basada en el histórico Juicio a las Juntas, se estrenó en las salas de cine el 29 de septiembre de este año. Vamos a corregir o, mejor, a aclarar: lo correcto sería decir que se estrenó en las salas de cine independiente porque las grandes cadenas se negaron a exhibirla porque no estaban de acuerdo con que tres semanas después del estreno la película fuera a estar disponible en la plataforma Prime Video. Pese a las presiones y al boicot, más de un millón de personas la vieron en el cine y la cifra de espectadores siguió y aún sigue creciendo en las casas, a toda hora (extraoficialmente, cuatro millones de personas la vieron en la plataforma).
Acudir al cine en masa también puede ser un gesto político.
Argentina, 1985 está inspirada en la historia real de los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, que en 1985 se atrevieron a investigar y enjuiciar a la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina.
Hijo de actores (Ricardo Darín y Renée Roxana) y hermano de la actriz Alejandra Darín, conoce el éxito y la popularidad desde hace muchos años y quien sigue su carrera sabe que el galancito canchero quedó hace rato en las viejas fotos de las revistas y que el actor y el hombre de ideas para el espectáculo ganó espacio en su vida profesional y también en el amor indiscutible del público.
Hace tiempo que lo suyo va más allá de la actuación en cine, teatro y TV. Su trabajo como director de cine y teatro y como productor de cine (tiene junto con su hijo Chino Darín una productora, Kenya Films, que lleva el nombre de la bulldog francesa a la que amaba y que murió este año) ampliaron su horizonte y, con pasión e inteligencia, se convirtió en uno de esos artistas que garantizan esa magia excepcional que cruza la calidad con la divulgación y el entretenimiento. Es lo que ocurre cuando las películas o las obras ya no tienen nombre y la frase apenas contempla su apellido: “Fuimos a ver la película nueva de Darín”, diremos. Y eso explicará todo.
Ricardo Darín por tres: el galancito de las telenovelas, el actor de cine que se lució en Nueve Reinas y el artista consagrado que aplaude el mundo
Por años la imagen perdurable de Darín fue la de Marcos, el pícaro en decadencia de Nueve reinas, la película dirigida por Fabián Bielinsky (quien también lo dirigió en El aura) y estrenada en el 2000. En esa oportunidad el clima de la historia quedó asociado en el inconsciente colectivo con el apocalipsis social y económico que estalló en diciembre de 2001, una tristeza crónica que recién este año pudo recostarse en su lugar histórico a partir del triunfo en el Mundial de Qatar, que, a su modo, resignificó el mes y el momento del año.
El Strassera de Darín, con una actuación memorable y plena de humanidad, matices y emociones contenidas, llegó en otro momento clave para una población ahogada por la decepción y las crisis sucesivas y permitió revivir una era de esperanza democrática y de fe en la Justicia.
Argentina, 1985 se estrenó en un tiempo oscuro para el mundo de las ideas, un tiempo en el que cruje la democracia en el mundo y lo que parecía un consenso definitivo acerca del mejor sistema político comienza a deshilacharse. Es en este contexto cuando alguien como Strassera, tan idealista como asustado, un hombre gris a quien la vida coloca ante una oportunidad extraordinaria, un funcionario obediente pero también una persona cuyo afán de Justicia puede hacerlo avanzar por sobre todos los temores, puede aparecer como un modelo. Es alguien del pasado, sí, pero que regresa para decirnos algo en tiempos de negacionismos y amenazas autoritarias. Una figura que retorna para hablar de los jóvenes y para hablarles a los jóvenes de hoy y explicarles el riesgo irreparable de jugar fuerte con el sistema.
Ricardo Darín como Julio Strassera, el fiscal del Juicio a las Juntas, en la película Argentina, 1985
El entusiasmo arrasador por la película protagonizada por Darín fue sin dudas uno de los actos políticos del año; el otro fue la pasión todoterreno por la selección nacional de fútbol, que nos hizo recordar cómo se siente la felicidad. Dos actos políticos centrales en los que la clase política se quedó afuera y la gente -o los ciudadanos o como querramos llamarnos a nosotros mismos- se volvió a ilusionar. El himno nacional, como impulso vital comunitario en la previa de los partidos y el “Nunca más”, como una indeleble promesa de un futuro libre de violencia.
Y ahí, como siempre, está Darín que, aunque logró extender su carrera más allá del Atlántico y es, al día de hoy, uno de los más grandes actores en lengua española, asociado a premios como el Cóndor, el Oscar y el Goya, sigue siendo el modelo del argentino querible, como quedó demostrado con sus personajes en las películas filmadas por Juan José Campanella (El mismo amor, la misma lluvia, El secreto de sus ojos, El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, con esa frase tremenda: “Yo no tengo que recuperar la dignidad, porque nunca la perdí, estuve a esto de perderla… pero todavía no la perdí”), Sebastián Borensztein (Un cuento chino, La odisea de los giles) o Damián Szifron, con Relatos Salvajes.
Ricardo Darín habló durante la presentación de Argentina, 1985 en la Academia de Cine en Los Ángeles
Y tal vez sea el Bombita de esta exitosa película de Szifron, el hombre que explota de violencia ante la burocracia congelada e insensible, un hito intermedio entre el Marcos de Nueve reinas y el Strassera de Argentina, 1985. En paralelo a sus personajes, el Darín que cada tanto hace declaraciones fuertes sobre su país, el que busca no ser usado por facciones políticas; el que cree que las cosas no están bien, quien presta su nombre para causas humanitarias y ecologistas y el que también aspira a convertir en natural una vida decente y justa para las personas.
(Una curiosidad, o no tanto: el Darín público de su cuenta de Twitter lleva ese nombre, el del personaje de Relatos salvajes que estalla de indignación, y su apellido: @bombitadarin. Sus apariciones en la red social suelen estar asociadas a causas solidarias o vinculadas a la Justicia. También a pedidos por temas familiares, de trabajo o, incluso, de salud. La gente lo busca y Darín responde. Sabe escuchar. Tal vez el cariño popular por su figura se relacione también a eso, a su capacidad de respuesta, la misma que ofrece cuando cualquier desconocido lo saluda en la calle. Que se entienda bien: Darín no se exhibe pero no se esconde.)
Ricardo Darín va a cumplir 66 años el 16 de enero pero aún se siente “de ida”. “Ya tengo muchos proyectos con la productora que tenemos con mi hijo. No he dejado de trabajar ni un día, ni siquiera en vacaciones. No es una queja, es una declaración de principios. Yo me siento muy de ida todavía. Muy para adelante. Normalmente lo que ocurre es que te digan: ‘Ya está, ya hiciste un montón de cosas’, pero no. Tengo muchas cosas para hacer”, le dijo este año en Madrid a la periodista argentina Laura Ventura, cuando se encontraba en medio de una gira con la obra Escenas de la vida conyugal.
Ricardo Darín en el Festival de Venecia junto a su esposa Florencia Bas y su hijo el Chino Darín (Pascal Le Segretain/Getty Images for Lexus)
¿Y qué piensa Darín, uno de sus grandes protagonistas, de este año que se termina, cuando faltan apenas horas para aterrizar en un 2023 lleno de deseos y promesas? El hombre que se siente un privilegiado por la vida y la familia que tuvo y tiene, por poder dedicarse a lo que le gusta y tener reconocimiento internacional y por contar con el cariño de tanta gente, tuvo un año duro en lo personal y a pura celebración en lo profesional.
Y piensa esto:
“Fue un año raro, perdí seres amados, queridos, respetados, como Lino Patalano y algunos amigos más muy queridos. También perdí a mi perra amada, adorada, sol de mi vida, cosa que todavía no puedo superar, como notarás… Eso en lo personal.
“Profesionalmente me fue increíblemente bien, no solo por Argentina, 1985, que fue recibida en toda la gira de apoyo que hicimos, Venecia, España, Inglaterra, Estados Unidos… En todos lados la reciben con los brazos abiertos y es una revelación y una devolución de energía muy muy fuerte. Pero fue el corolario de haber hecho una gira por España con teatro extraordinario con mi compañera Andrea Pietra, en donde nos fue realmente muy bien y tuve la suerte de que Flor (Florencia Bas), mi mujer, me acompañara bastante en esa gira.
“Fue un año raro, como te decía, pero después está este sello, este broche casi sobre el final, del Mundial de Fútbol, que le permitió a tanta gente -yo, incluido- festejar y tener una alegría comunitaria, que tanta falta nos hacía. Una alegría por esa tercera Copa y, en lo personal, por Messi, un chico al que conozco desde que tiene 17, 18 años y realmente me puso muy feliz por él porque si había un futbolista que lo merecía es él.
“Espero que el año que viene sea mejor para todas las personas que no la están pasando bien, a ver si tenemos la suerte de que nuestro país se encarrile un poco y la gente empiece a pasarla más parecido a lo que debería ser normal”.
Ricardo Darín en la presentación de la película «Argentina, 1985» en la 79 edición del Festival de Cine de Venecia, en Italia, el 3 de septiembre de 2022 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)
Su voz en el audio (“que nuestro país se encarrile un poco y la gente empiece a pasarla más parecido a lo que debería ser normal”) suena familiar para cualquier argentino; es esa voz grave que cruza picardía con sensibilidad y enuncia opiniones fuertes que buscan ser escuchadas pero a las que no añade gritos sino potencia. Su voz es cercana como lo son sus ojos, esos que hasta tienen su canción, la de Los Piojos, otro guiño.
La voz de Darín, los ojos de Darín: todos sabemos de qué hablamos. Los nombres populares son justamente aquellos que pronunciamos sin necesidad de dar explicaciones.
La historia la escriben los tipos como Strassera, sin dudas.
Y la historia de una cultura la escriben tipos como Ricardo Darín.
============================================================
ENRIQUE PIÑEYRO por Joaquín Sánchez Mariño
Enrique Piñeyro
Un martes de hace algunas semanas Enrique Piñeyro estaba en un barco en medio del Océano Índico yendo a buscar a su familia. Un día antes de eso había realizado un vuelo sobre el Mediterráneo en busca de balsas de migrantes para avisar a losbarcos de rescate y evitar naufragios en el mar. Unos días antes incluso, el 9 de diciembre del 2022, Enrique estaba en Calcuta, India, donde decidió pasar su cumpleaños número 66. Y un mes antes estaba volando de Polonia a Canadá con más de 200 refugiados que huían de la guerra de Ucrania.
Entre medio, Enrique habló con su equipo y pidió que diseñaran un ploteo para su avión con un mensaje de protesta contra la ejecución del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani, y contra la obligatoriedad del uso del velo.Su avión es de algún modo una forma de definirlo: algo que viaja por el mundo y cambia de piel y de misión cada algunos meses para denunciar diferentes injusticias que pasan en el planeta. Y es una forma de definirlo además porque Enrique Piñeyro es ante todo un piloto. A partir de ahí, sus infinitas caras.
Refugiados ucranianos desembarcan en Canadá en el avión de Enrique Piñeyro
Cuando tenía tres años en su casa de Vicente López él había construido en su cuarto, debajo de una escalera, todo el tablero de su avión preferido. Allí, siendo un niño, jugaba a que era piloto. “En realidad, ya lo era, solo que me faltaba la licencia”, bromea. Desde la terraza de su casa miraba pasar los aviones y adivinaba -o más bien, sabía- qué modelo era cada aeronave.
Cuando creció decidió estudiar medicina, como su padre y su madre, acaso para cumplir con el mandato familiar. Se recibió de médico y trabajó en un hospital público, donde veía a diario cómo el sufrimiento atravesaba todos los estratos sociales. Ahí nació algo que fue creciendo en él y se conoció como nunca en el 2022: su misión humanitaria.
“Se me viene una imagen a la cabeza. La primera vez, no le doy bola. Si vuelve, le presto un poco más de atención. Pero si vuelve dos o tres veces más, ahí sí… Siento que mi vida es eso: correr detrás de imágenes que se me cruzan por la cabeza con suficiente insistencia”, explica sobre cómo funcionan sus preocupaciones.
Kim Phuc Phan Thi, la niña del Napalm, acompañó un vuelo de refugiados desde Varsovia hasta Canadá: emuló el mismo viaje que hizo cuando huyó de la guerra de Vietnam
Luego de unos años como médico comenzó su carrera de piloto, lo que más quería. Voló varios años para la aerolínea Lapa, hasta que empezó a denunciar irregularidades e imprudencias. Decidió renunciar bajo la advertencia de que algo terrible podía pasar si seguían operando así. Pocos meses después eso terrible sucedió, la mayor tragedia aeronáutica de la historia argentina: un vuelo de Lapa se estrelló en un despegue frustrado y murieron 65 personas.
En en el 2004, cinco años después, estrenó nueva profesión, la de cineasta. Escribió, produjo, dirigió y protagonizó Whisky Romeo Zulu, donde cuenta al detalle la historia detrás de ese accidente y la suya propia, incomprendido en el complicado entramado de la aviación Argentina. En esos años luego de la renuncia a Lapa lo inhabilitaron para volar. Era un hombre con su pasión proscrita y se puso a buscar. En las épocas críticas del 2001, en una de las tantas protestas, hay quien dice que Enrique Piñeyro -un Enrique Piñeyro en sus cuarenta y tantos- apareció en la Quinta de Olivos vestido de Batman, una especie de gesto excéntrico de los que todavía tiene. Le gusta descolocar al otro, le gusta conversar de cosas extrañas o de repente responder algo imposible de entender solo para ver la cara de sorpresa en su interlocutor, esa incomodidad que surge de lo inesperado.
Así también, inesperadamente, un día Enrique decidió dejar de hacer cine (dirigió cuatro y produjo una decena más), pero cada tanto acepta papeles como actor para series o películas de otros. Hoy dice que es un “ex cineasta”.
Enrique Piñeyro en su puesto de piloto de su aeronave (Franco Fafasuli)
Entre tanto hizo inversiones que le valieron una gran fortuna. Una vez en Canadá un periodista le preguntó de dónde venía su dinero y él respondió que eligió muy cuidadosamente a su abuelo, en referencia a Enrique Rocca. Desde ese punto de partida, vendió las acciones familiares y compró participaciones en Apple y otras empresas que hacen productos que le gustan. Su misión no es aumentar su capital sino convertirlo en otra cosa, hacer del dinero una obra buena para el mundo, a contramano de la mera acumulación. “El dinero lo podés poner en apuestas financieras, algo que directamente debería estar prohibido, o ponerlo dentro del esquema productivo, y cuando te devuelve algo, armar cosas que sean bellas, que sean estéticas, que sean reales, y que lo que te empuje a hacerlo sea la pasión, y lo que te sobre darlo en forma de asistencia. Esa es la forma correcta de gastar el dinero”, dice. Él lo llama “capitalismo disruptivo”. Hoy bromea con que ninguna de sus empresas gana plata sino lo contrario, y dice que está intentando dejar de ser un multimillonario para ser tan solo un millonario. Y que entre medio, el mundo sea un poquito mejor. “Capitalismo disruptivo para mí es tomar objetos de lujo, como el Boeing 787, y los usamos no como un objeto de lujo sino como una herramienta para transformar la realidad, al menos la que está a nuestro alcance”, dice.
Así fue que este año realizó casi 15 vuelos humanitarios y trasladó cerca de 5000 personas de un destino de violencia a un país de acogida. Llevó refugiados ucranianos a Canadá, Italia y España, trasladó mujeres afganas a Roma, y firmó acuerdos para generar corredores humanitarios en diferentes países, para así trazar un mapa que ampliará durante el 2023, trabajando en conjunto con la ONG española Open Arms, a la cual le cedió un barco de 60 metros de eslora en el que se pueden albergar a cientos de migrantes rescatados del mar.
Sus facetas no terminan ahí. Muchos en la Argentina lo conocen por sus obras de teatro (Volar es Humano, Aterrizar es Divino llenó dos fechas en el Teatro Coliseo este año y se presentó en España y en Italia), y hay quienes lo conocen por otra de sus pasiones: la cocina. Es que en el 2018 abrió Anchoíta, su primer restaurante. Rápidamente se convirtió en furor. Por caso, las reservas para todo el 2023 se agotaron en un solo día luego de ser habilitadas el pasado martes 27 de diciembre. Allí utilizan productos locales con la misión de demostrar la enorme riqueza gastronómica de la Argentina, y mezcla en el menú algunos platos en homenaje a su infancia, como los cubanitos, el típico alfajor marplatense arruinado por un grupo económico, o las distintas preparaciones con huevo.
El nuevo barco de rescate de Open Arms, donado por Piñeyro
Mientras se escribe este perfil, quién sabe dónde estará Enrique Piñeyro. Su avión comenzará a dar vueltas por el mundo con un mensaje contra la obligatoriedad del uso del velo. Sabe que no podrá erradicarlo del mundo, pero lo dice igual, porque aunque su tono de voz es inquietantemente bajo, nunca duda en decir lo que piensa. Lo hizo el día en que el Real Madrid dejó afuera de la final de la Champions League al Manchester City, dirigido por su amigo Pep Guardiola. Esa noche en un restaurante de Madrid unos hinchas comenzaron a cantar a modo de burla que a Guardiola se lo había visto caminar por Chueca, conocido como el barrio gay de Madrid. Todo el restaurante era madridista, había incluso jugadores históricos del club. Piñeyro se puso de pie, levantó sus manos pidiendo silencio, y les dijo a esos hinchas borrachos y desconocidos que ese canto era insoportablemente homofóbico. Nadie podía creer que arruinara así su fiesta.
Al final de la Ilíada, la gran novela épica de Homero, el autor se detiene en una escena. Príamo, rey de Troya y padre de Héctor (a quién Aquiles asesina en un duelo sangriento), se acerca a la carpa de su temible enemigo -que mató a su hijo y se llevó el cuerpo- y le ruega que se lo devuelva para poder darle el funeral que se merece. Por primera vez en toda la Ilíada, Aquiles se conmueve y recupera su humanidad. Le ofrece tres días para la sepultura. Allí termina la historia, a Homero no le interesa contar la caída de Troya sino ese instante previo en que dos contrincantes se vuelven humanos. La misión de Enrique es parecida: como Príamo, sabe que no va a vencer a Aquiles ni terminar con el velo, ni podrá trasladar a todos los refugiados del mundo, ni acabar con las guerras o la pobreza. Nadie puede, pero es como si hubiera entendido que su única opción posible, su verdadera misión, es resguardar esa humanidad, es hacer lo que pueda por los que pueda. Vestirse de dril y acercarse a la carpa de la cólera para sacar mujeres y niños primero y evitar que el ser humano termine de convertirse en hiena.
============================================================
LIONEL SCALONI por Federico Cristofanelli
El hombre que lideró a la selección rindiendo culto al bajo perfil
Lionel Scaloni
Montiel ya convirtió el penal y se forma un vacío en el espacio, parece que el tiempo se suspendiera. El entrenador de la selección argentina queda perplejo, casi sin comprender lo que sucede. Dicen que en estas situaciones, la vida pasa en un segundo por la cabeza, pero Lionel Sebastián Scaloni acumula tantos recuerdos futbolísticos en su mente que se demora un poco más. Tarda, pero el padre de la criatura finalmente se entrega a la emoción y se pone a llorar cuando Leandro Paredes lo aprieta en un abrazo. Ese gesto del número 5 muestra lo que significó el DT para ese grupo que se fue construyendo en cuatro años de trabajo.
Si hubo algo que Scaloni aprendió en este último tiempo al frente de la Selección fue a controlar sus emociones. Al principio de su gestión todavía sentía y reaccionaba como un futbolista. Pero, con el correr del tiempo, ya no hubo celebraciones alocadas en los goles ni protestas airadas y sin fina ante cada fallo arbitral. En la Copa del Mundo, ante cada gol, siempre permaneció inmóvil, atando su algarabía; una sola vez se permitió apenas levantar sus brazos. La procesión siempre fue por dentro: la de las bellas emociones y, cuando tocó, las de la frustración y la tristeza. Porque también aprendió a sobrellevar, sin efusiones, los malos momentos. Tampoco exteriorizó, ni dentro ni fuera de la cancha, la fragilidad que generaron cuestiones personales como lo sensible que lo ponía la presencia de su esposa e hijos en los estadios (el cargo hizo que estuviera mucho tiempo lejos de ellos que están instalados en España) o la preocupación permanente por la salud de sus padres.
El llanto de Lionel Scaloni después de la final
No son tantos los que saben que el hombre de Pujato tiene a sus progenitores internados en una localidad cercana a su pueblo. A ambos los acompañan cotidianamente los hermanos de Lionel; él los visita cada vez que anda por Argentina (no hay viaje en el que no vaya a su pueblo y a visitar a sus padres).
Nunca olvidó sus raíces. Si su vida giró alrededor de una pelota de fútbol, fue gracias a su padre. Ángel ( o Chiche como siempre le dijeron los conocidos) fue su primer entrenador y de quien heredó su pasión y verborragia para hacerse notar dentro de una cancha.
“Leo era un jugador de mucha fuerza, garra y temperamento. Era una cosa de locos, un ganador tota. Era igual que el papá y la mamá. Te digo más, no sé quién tenía más carácter de los dos”, cuenta Oscar Palloto, el primer DT de Lionel Scaloni -además de Chiche- en Infantiles Zavallenses. En ese tiempo, Leo seguía siempre a Mauro, su hermano mayor, con una pelota bajo el brazo en los abundantes terrenos verdes que ofrecía el campo santafesino. Muy rápidamente dieron el salto a las infantiles de Newell’s. Su papá era el encargado de recorrer en coche los casi 50 kilómetros que separaban Pujato de Rosario para llevarlos a entrenar cada jornada.
El tenso momento de entrar a jugar el segundo tiempo del suplementario frente a Francia en la final del Mundial. Todos escuchan a Lionel Scaloni y su última arenga REUTERS/Peter Cziborra
Si bien Lionel terminó forjándose como lateral derecho y carrilero, en sus inicios era volante central y también podía jugar de 8. “Era el Simeone del equipo”, recuerda Beto Juárez, legendario entrenador de sus pagos que formaba dupla técnica con Chiche Scaloni en un Mundialito de la localidad santafesina de Arteaga que se disputaba año a año. Leo sobresalía del resto, no tanto por su técnica sino por su incansable recorrido por la banda derecha. “Era un chico con picardía, incluso fuera de la cancha. El fútbol tiene muchas materias. El atrevimiento y el temperamento son muy importantes y él los tenía”, dice su ex DT.
En la escuela también llamaba la atención. Su maestra Chichita, la entrañable octogenaria que habló en el acto que organizó Pujato para recibirlo tras el Mundial, compartió algunas vivencias del revoltoso e inquieto Lionel en el aula. Sus recreos siempre eran más felices si había una pelota rodando. El deporte predilecto en el Colegio 227 Bernardino Rivadavia era el fútbol. Y de sus patios, más de una vez se fue llorando por haber perdido un partido informal. En épocas donde la tecnología no abundaba y las computadoras o consolas de videojuegos podían tardar un poco más en llegar a un pueblo, los preadolescentes mataban el tiempo con el fútbol o reuniéndose con amigos. A Lionel también le apasionaban los autos y motos, por eso durante tardes enteras gastaba nafta en su Zanella Pocket (un ciclomotor de poca cilindrada) yendo de una punta a la otra del pueblo. Y en más de una oportunidad viajó y durmió en carpa con su familia y amigos para ver en vivo alguna fecha del Turismo Carretera.
Lionel Scaloni toca la Copa del Mundo luego de la final frente a Francia REUTERS/Kai Pfaffenbach
Su obsesión, no obstante, seguía siendo el fútbol. El pequeño Lionel atendía otras cuestiones que excedían el mero acto de jugar con sus amigos. El fútbol para él fue mucho más que correr detrás de la pelota y patear hacia el arco contrario. Su rol analítico empezó a manifestarse cuando tenía apenas 11 años. En la televisión no miraba dibujos animados sino los resúmenes deportivos de los canales locales o algún partido de las ligas europeas, prefería los que tenían algún argentino en cancha. Quería saber más, copiar a los profesionales, entender el juego. Una anécdota contada por Beto Gianfelici, otro entrenador que tuvo en Matienzo de Pujato, muy cercano a su familia, lo pinta de cuerpo entero: “Queríamos fichar a un jugador y viajamos a otra localidad con un par de dirigentes, Chiche y él, que siempre andaba atrás. Habíamos ido a ver un 9, nos sentamos detrás de un arco para observarlo en un entrenamiento. Lionel me empezó a tocar con la rodilla y me decía ‘mirá el wing, mirá el wing’. Nosotros habíamos ido a ver el 9 y a él prestó atención al extremo. Desde esos tiempos él veía el fútbol de otra manera”.
Su faceta de jugador todoterreno y líder de equipo no se modificó cuando pasó del baby (cancha de pasto de 7) de Newell´s a las inferiores en el Predio de Bella Vista con su Categoría 78. Al Gringo solían promoverlo a divisiones superiores y hasta llegó a entrenarse a la par de su hermano Mauro, Categoría 76, con el que coincidió en la Lepra, Estudiantes de La Plata y Deportivo La Coruña -Chiche siempre ponía como condición que Mauro estuviera incluido en las transferencias-. Su crecimiento futbolístico fue exponencial, vertiginoso. Debutó en la Primera de la entidad del Parque Independencia con 17 años. En 1996 fue comprado por el Pincha, donde llamó la atención del cuerpo técnico de la Selección Sub 20, más precisamente del ayudante de campo de José Pekerman, Hugo Tocalli. Un solo partido le bastó a Tocalli para citarlo al Predio de la AFA a entrenarse con el plantel que a los pocos meses viajaría a Malasia para jugar (y ganar) el Mundial de la categoría. En Malasia fue una pieza clave para derrotar a Brasil, el gran candidato. Ese día Scaloni hizo un gol inolvidable, desde un ángulo imposible.
Scaloni levanta la Copa del Mundo en el estadio Lusail luego de la premiación con la camiseta que él usó en la Selección REUTERS/Hannah Mckay
El amor de Scaloni por la Selección venía de antaño. Lionel nació en mayo del 78, semanas antes de la primera conquista mundial argentina. No guarda recuerdos nítidos de la frustración del Mundial 82 pero disfrutó a pleno el del 86 y a Diego Armando Maradona. Creció mirando al 10 en la TV y lloró a la distancia, junto a él, tras la final de Italia 90. Haber tenido tan cerca a Maradona durante su presentación en Newell’s en 1993, justo antes de dar el salto como profesional, fue un sueño cumplido. Así como también dar la vuelta olímpica en Malasia con la camiseta argentina. Ni su venta al fútbol europeo ni su radicación en el Viejo Continente le quitaron un gramo de maradoniano ni de argentino. A Diego le llegó a obsequiar una camiseta de La Coruña y desde su asunción como DT de la Selección nacional se viralizaron imágenes que muestran esa pasión. Desde remeras con siluetas de Diego hasta la pasión con la que vivió como jugador la clasificación en los octavos de final del Mundial de Alemania 2006 contra México.
Cuando su carrera europea estaba terminando, después de jugar durante más de quince años en La Coruña, West Ham, Lazio, Mallorca y Atalanta, Scaloni comenzó los estudios para formarse como entrenador. Su interés por la táctica había llamado la atención de Hugo Tocalli, antes de que Lionel cumpliera los 20 años. También le ponderaban su ascendencia en el grupo. “Cuando lo sacábamos, él siempre preguntaba ‘¿por qué?’. No lo preguntaba mal, sino que quería saber en qué podía mejorar y qué había visto el cuerpo técnico para tomar esa decisión. Incluso nos preguntó después de ser campeones Sub 20 por qué habíamos sacado a Diego Markic en la final, qué habíamos visto. Le gustaba mucho lo táctico y le gustaba mucho estudiar”, revela Tocalli.
La llegada al país con la Copa del Mundo: Messi, el capitán, y Scaloni, el entrenador (Photo by Luis ROBAYO / AFP)
Scaloni se había sumado al staff de Jorge Sampaoli justo antes de la Copa del Mundo en la que la Selección cayó en octavos de final frente a Francia. Su destino, luego de esa cita mundialista, era comandar las Juveniles. Pero todo se precipitó: había compromisos pendientes con la Mayor y las negativas de varios candidatos a suceder a Sampaoli en un banquillo caliente se reiteraron una atrás de la otra. Primero lo nombraron para el torneo de L’Alcudia, después un interinato de pocos partidos al frente de la Selección mayor, para cubrir la vacante, para salir del paso. Las críticas hacia él y hacia la directiva de la AFA fueron demoledoras.
Los cuestionamientos por su falta de pergaminos como entrenador fueron mermando a medida que consiguió resultados y que el equipo tomó rodaje. Pese a la falta de experiencia, Scaloni reacondicionó a un plantel herido de muerte tras la eliminación de Rusia 2018, fomentó una necesaria depuración y renovación de caras y dejó entrever que contaba con la aceptación de los históricos de Argentina (Messi incluido).
Desde la cúpula de la AFA confiaron en él para dirigir la Copa América 2019.
El festejo de Scaloni junto a sus jugadores en el micro de la caravana que reunió a cinco millones de argentinos en las calles (Photo by TOMAS CUESTA / AFP)
Aquel certamen fue una prueba piloto de lo que vendría. Las conclusiones tras la derrota en el debut contra Colombia y el insulso empate ante Paraguay fueron negativas. Pero Argentina asomó la cabeza con un triunfo frente a Qatar que lo depositó en los cuartos de final, donde despacharía a Venezuela con una actuación convincente. La eliminación en semifinales contra Brasil fue casi lógica, por tratarse de un proceso incipiente, aunque polémica por el arbitraje. El tercer puesto conseguido ante Chile posibilitó la ratificación de un DT que empezaba a hallar el grupo, resultados y buen juego antes del inicio de las Eliminatorias para 2022.
El destino fue cruel con Scaloni: el asentamiento profesional no fue acompañado por la felicidad personal. A la par de sus éxitos deportivos y ascendente carrera como técnico se fue desmoronando la salud de sus padres. El primer episodio fue tras la derrota sobre la hora contra Brasil en un amistoso disputado en octubre de 2018 en Arabia Saudita. Luego del partido, Lionel durante una videollamada vio extraño a su padre. A las pocas horas, Chiche sufrió un accidente cerebrovascular. Tiempo después la dedicatoria de la Copa América 2021 en el mismísimo Maracaná fue para Lali, su madre, que por ese entonces se recuperaba también de un ACV.
Scaloni jugando con sus hijos Ian y Noah
“Mis padres me han dado una manera de entender la vida, de nunca bajar los brazos y de no ir en contra de nadie sino de darle para adelante siempre”, declaró entre lágrimas consumada la proeza en suelo qatarí. Se guardó mucho durante mucho tiempo. No se detuvo aún ante las críticas más despiadadas de ajenos y propios (hoy desmemoriados). Jamás sacó a relucir sus problemas personales, sus dolores íntimos para excusarse. Cursó un master de liderazgo de estrellas bajo la estricta consigna del perfil bajo pero frente al escrutinio público. Y esa gestión, cauta y clara, fue la que terminó enamorando a Messi y compañía. Una charla mano a mano que tuvo con el capitán, después de sellar la clasificación al Mundial de Qatar da cuenta de la confianza que se generó entre ambos: “Estábamos transmitiendo algo demasiado fuerte a la gente y la desilusión podía ser muy fuerte también. Lo llamé a Leo antes de que volviera a París para hablar y le dije eso. Me respondió ‘qué importa, seguimos, seguimos porque seguramente va a ir bien y, si no va bien, no pasa nada al intentarlo” contó hace poco.
Scaloni engendró este feliz, y para muchos inesperado, monstruo mundialista aunque sin modos de dictador. Abrió el juego a sus compañeros del cuerpo técnico, democratizó los planteos tácticos, escuchó las inquietudes de los futbolistas y hasta reconoció errores. Precisamente uno de los referentes y puntales de su gestión -y de sus logros- fue Ángel Di María, que caminó por la cuerda floja y casi queda en el grupo de relegados en pleno recambio. El Fideo, a base de brillantes actuaciones en PSG y vociferando públicamente contra su seleccionador, provocó que Scaloni revisara su decisión inicial de postergarlo, le tendiera la mano y lo sumara al plantel: Di María terminó siendo clave en las dos grandes finales de este ciclo. Scaloni no se encaprichó. Reconsideró su decisión y brindó una segunda oportunidad a quien, por cierto, había hecho méritos para estar. Y no se equivocó.
Scaloni junto a todo el cuerpo técnico de la Selección Argentina (Foto: @lioscaloni)
Hacer mucho, hablar poco. Esa fue la pauta laboral de Scaloni y sus intachables laderos Pablo Aimar, Fabián Ayala y Walter Samuel, el preparador físico Luis Martín y el resto del cuerpo técnico y staff. “No dejaron nada librado al azar, los partidos se dieron siempre como los habían pensado”, fue el guiño de confianza de Messi al cuerpo técnico luego de la histórica gesta ante Francia en Doha.
Fue un reconocimiento lógico: hacía años que el 10 no se sentía contenido por un grupo de trabajo que iluminara su camino al éxito con la Selección.
============================================================
JUAN CRUZ ÁVILA por Milton del Moral
El año, el número 33 de su prolífica trayectoria en los medios, en que consolidó a LN+ como el canal de noticias más visto del país
Juan Cruz Avila
Un hombre sostiene su cabeza en su puño derecho. El codo, también derecho, se apoya en una mesa roja, donde también se apoyan dos libros amarillos y la flor de un bilicroque, una planta medicinal. El hombre, además de boina, tiene una mirada desconsolada y sensible, un semblante que armoniza melancolía y desdicha. Se llama Paul Gachet y es un psiquiatra especializado en mentes brillantes y perturbadas. En 1890, Vincent Van Gogh, su paciente y amigo, lo hizo obra dos veces. El 29 de julio de ese mismo año el pintor neerlandés se suicidó. En marzo de 1990, un siglo después, un coleccionista privado japonés compró el óleo de 67×56 centímetros por 82,5 millones de dólares. El lienzo más caro del resonante artista postimpresionista es la foto de perfil que eligió poner en su cuenta de Twitter Juan Cruz Ávila, psicólogo por vocación y empresario de medios por linaje.
No cualquier psicólogo: en 2013 ganó por concurso el cargo de jefe de Hospital de Día del servicio de Salud Mental del Hospital de Clínicas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. No cualquier empresario de medios: desde 2020 jefe de contenidos de la reconversión de ESPN y responsable de la catapulta de LN+ al liderazgo de las señales periodísticas de cable. Su trayectoria despliega varios hitos antes de que coronara su laureada carrera el 21 de octubre de 2022 con el Martín Fierro de Cable a la mejor producción integral.
Juan Cruz Ávila tiene 51 años, es hincha de River y padre de Malena, Facundo y Lucas (Gustavo Gavotti)
En el escenario, el director de programación de LN+, con el premio sostenido por ambas manos, agradeció a Aptra, lo compartió con el equipo de producción, con los directores del canal, con los periodistas que se incorporaron a su proyecto y se lo dedicó -en los discursos, los disertantes guardan lo mejor para el final- “a mi mujer María, a mi hija Malena y a mis hijos Facundo y Lucas”.
Con su hija de 22 años vio a Argentina campeón del mundo desde las tribunas del estadio Lusail hace apenas diez días, a su hijo Facundo de cinco años lo invitó por primera vez al Monumental el 2 de febrero de 2020 cuando Ignacio Scocco convirtió uno de los mejores goles del torneo sobre la hora para sentenciar el 2 a 0 de River ante Central Córdoba, a su hijo Lucas nacido en 2017 le tiene reservada su primera experiencia en una cancha. El fútbol, para la familia Ávila, es una puerta de entrada.
En diciembre de 2020 se hizo cargo de la dirección de programación de LN+ después de un exitoso ciclo en A24 (Gustavo Gavotti)
El abuelo Aurelio era un político paraguayo que ignoró el porvenir de Úrsula, su ex pareja, y de Carlos, su hijo. Nunca más supo de ellos después de perseguir su carrera de funcionario por fuera de la capital guaraní. El papá Carlos vivió su infancia de prestado en la casa de un veterinario y en la de un abogado en Villa Devoto, después de haber arribado al país con cuatro años en 1942: compartía la habitación de servicio con su mamá, empleada doméstica con cama adentro. Pasarían en fila la secundaria en Flores, la identidad renovada, la cadetería y la dirección en publicidad, los trabajos en las grandes firmas nacionales y la primera producción en televisión hasta que en 1985 fundó “Fútbol de Primera”: la primera gran idea de Carlos Ávila.
El hijo Juan Cruz tenía por entonces quince años: “Comencé a recorrer los pasillos de ATC como asistente de mi viejo y desde allí estoy dentro de un control de televisión. Aprendí muchas cosas, como por ejemplo la compaginación de los partidos, que eran en cinta, con grandes editores a mi lado. Mi papá miraba mucho las cosas que hacían en Estados Unidos y allí surgió la idea de no transmitir en directo, sino dar un partido principal pero diferente a lo que se había visto”.
Sus comienzos tienen reminiscencias de sangre. Como papá Carlos, empezó como cadete y terminó dirigiendo: alcanzó la dirección artística de Torneos y Competencias y la responsabilidad de conducir el producto insignia. “Tenía a mi cargo ‘Fútbol de Primera’. Ese equipo que lideré revolucionó la forma de ver fútbol en la Argentina para siempre. Y sigo en la misma búsqueda: ahora busco revolucionar la forma de consumir noticias”, dice, ya con 51 años y una historia por contar.
Precisó que no se sorprende con el crecimiento de LN+ y que «los canales de noticias están teniendo un gran presente y van a tener un mejor futuro» (Gustavo Gavotti)
Su currículum podría alardear de haber alcanzado la gerencia general de América TV y radio El Mundo, de haber sido el cerebro de programas como La Última Palabra, Animales Sueltos, Desayuno Americano o Locos por el fútbol, de haberse convertido en CEO del Grupo América, de haber fundado la productora Jotax, de la dirección de programación total de A24 en su relanzamiento con un crecimiento exponencial de audiencia, de haber integrado la cúpula directiva de ESPN y de haber recalado en el canal de televisión de La Nación para hacerse cargo de su programación.
El 7 de noviembre de 2016 había sido el inicio de la transmisión de LN+. Juan Cruz Ávila ocupa el cargo de director de programacióndesde diciembre de 2020. Como un director técnico que cambia de equipo y seduce a los mejores jugadores que había conducido en ciclos anteriores, llevó a su nueva señal a Jonatan Viale, Eduardo Feinmann, Luis Majul y Luis Novaresio, entre otros periodistas que había dirigido en A24. En noviembre de 2022, a seis años de su concepción y según las estadísticas de IBOPE, LN+ sostiene desde hace meses el liderazgo del rating total de hogares con 1,92 por delante de C5N (1,79) y de TN (1,61) y el dominio del prime time: 2,74 para LN+, 1,92 para C5N y 1,60 para TN.
“La apuesta fue consolidar un canal de breaking news sobre dos grandes pilares: una propuesta artística asociada a nuestro método televisivo y la transferencia reputacional de la marca La Nación que simplificó todo el proceso de posicionamiento e instalación de marca. La propuesta artística fue montar una continuidad informativa de 18 horas en vivo, con una identidad única, una escenografía y una línea editorial homogénea, consolidada por un gran grupo de periodistas que acompañaron desde el inicio este proyecto y, con sus matices, interpretaron la visión que queríamos darle a la señal. Buscando siempre rigurosidad en la selección de la información y calidad en la opinión periodística”, describe.
El hombre que revolucionó la forma de ver futbol en Argentina para siempre y que ahora busca hacer lo mismo con la manera de consumir noticias (Gustavo Gavotti)
Cuando ve hacia adelante, solo divisa retos: “Siento que la tecnología con su avance intempestivo nos impone desafíos creativos todo el tiempo. Sigo pensando que todo está en constante cambio y que el éxito verdadero no es consolidarse sino anticiparse con visión estratégica a los cambios complejos del presente”. Le inquieta la reconfiguración frenética del sistema: brega por la innovación y la evolución, y se desvive por presagiar los formatos de consumo periodístico de las nuevas generaciones. Cuando mira hacia atrás, solo distingue esfuerzo en su carrera: “Le diría a ese joven cadete que empezó con 18 años que no fue en vano no haberme tomado vacaciones hasta los 35, que con disciplina todo llega y que estoy orgulloso del hombre en el que me convertí”.
Juan Cruz Ávila, gurú de la transformación de los medios de comunicación, intérprete voraz de las demandas de la audiencia, dice que no hay nada de lo que pueda arrepentirse: “Todo lo bueno y lo malo me hicieron lo que soy. El sufrimiento y los errores son parte vital del proceso de aprendizaje. Lo vivo así y busco siempre estar tranquilo conmigo. Son años de psicoanálisis…”. La clave de todo. El psicólogo que presume un posgrado en el Hospital de Clínicas, que atendió pacientes hasta 2017, que admira a Vincent Van Gogh y a quienes dedican su vida para curar a las personas -como el doctor Paul Gachet- es el empresario de medios del año.
============================================================
FITO PAEZ por Pablo Andisco
La magia intacta a 30 años de El amor después del amor y el gran ganador en los Latin Grammy
Fito Páez
La escena puede suceder en Buenos Aires, Rosario, Los Ángeles o Madrid. Al frente de una banda impecable, Fito Páez dirige un coro de miles de gargantas y es un instante en el que el tiempo se congela. Es iniciático y nostálgico, introspectivo y comunitario. Las canciones suenan de memoria y en orden, viscerales, como un ráfaga de diapositivas de esas películas que vimos mil veces y aun así encontramos resquicio la para emoción. El rosarino lo hizo durante 23 noches, a lleno total y a corazón abierto en la primera etapa el tour El amor 30 años después del amor, que lo convirtieron en mucho más que uno de los argentinos más destacados del año.
Es que pocos artistas le brindaron el cuerpo a su obra como Fito Páez, quien ofreció su corazón, puso las canciones en los walkman y en las playlist y abrió su diario íntimo para que se pudiera reflejar una generación. Esta cuestión autorreferencial y desgarrada tiene su cenit en El amor después del amor, su trabajo publicado en 1992 y que partió en dos su carrera. El álbum que lleva casi como subtítulo aquello de ser el disco más vendido del rock nacional, pero que es mucho más que eso. El que alberga invitados como Mercedes Sosa, Charly García o Luis Alberto Spinetta. El que significó su ascenso definitivo al olimpo de la música popular argentina. El de melodías imbatibles, letras certeras y canciones eternas como La rueda mágica, Un vestido y un amor, Tumbas de la gloria o Brillante sobre el mic.
Fito Páez en Rosario (Foto: Sebastián Granata / Télam)
Más allá de datos socio-culturales que acerquen una explicación a la magnitud de las más de 1.2 millones de copias vendidas –primeros años de la convertibilidad, plena explosión del formato Compact Disc, masificación definitiva y apta para todo público del rock argentino-, el álbum se sostuvo a lo largo del tiempo por el peso de sus canciones y por una variable emocional intangible a cualquier mercadotecnia. Porque por fuera de lo que prestidigite la industria, ordene la academia o impongan las modas, las emociones sostienen en su espíritu rebelde y espontáneo su propio esquema de prioridades.
Después de pintar las aldeas marginales en Tercer Mundo y antes de meterse con el relato de su patria chica con Circo Beat, Paez pergeñó este álbum tan crudamente personal que nos interpeló a fondo. La historia del nudo central es remanida porque él se encargó de que así fuera –su separación de Fabiana Cantilo, su incipiente relación con Cecilia Roth– pero va mucho más allá. El cine, la infancia, la muerte, los amigos, los libros, los demonios, configuran un Páez auténtico que 30 años después creyó necesario visitar.
Fito Páez, Cecilia Roth, Fabiana Cantilo y el amor después del amor
Durante la segunda mitad del 2022, Fito llevó adelante una nueva reinvención de su obra magna, que continuará en los primeros meses del 2023 hasta coronar el 1° de abril el estadio de Vélez, como había ocurrido en la gira de 1992 y 1993. Una invitación formal y explícita a viajar a aquellos años de escampe después de la tormenta. A volver a escuchar en vivo y en directo ese compact que descansa en las bateas de los coleccionistas, o que se perdió en alguna mudanza, o que fue abiertamente despreciado por la era del formato comprimido. A demostrar que nadie podrá con esas canciones que sabemos todos, que cantamos hasta el hartazgo, pero que ignorábamos cuánto podían emocionarnos y resignificarse treinta años después.
El escenario devolvió a un Páez en estado de gracia, a una banda fresca y potente, a una escenografía post apocalíptica, a las 14 canciones en el mismo orden que en el álbum y a un bonus track de grandes éxitos de diferentes momentos de su profusa cosecha. Un espectáculo integral que se terminaba de configurar en lo que sentía cada uno de los espectadores al escuchar aquellas canciones. Y al darnos cuenta de que lo que íbamos a buscar era una vuelta por aquel pasado de infancia, adolescencia o juventud y en cada grito de garganta enrojecida dejamos ver un pedacito de nuestras vidas. Ver a Fito Páez en cualquiera de estos conciertos fue vernos a nosotros mismos a través del tiempo, una mirada caleidoscópica a los amores y a las andadas, porque todos nos fuimos de casa, atesoramos recuerdos inolvidables y nos encontramos sin saber que nos buscábamos. Fue creer que el amor después de los amores sigue siendo posible.
Pero la felicidad es total solo si es compartida y los conciertos de Páez mostraron un ensamble familiar espontáneo y multitarget conectado por un puñado de canciones, guiado por un maestro de ceremonias de trajes de colores y mil mohines. Y cuando los sonidos urbanos parecen marcar un quiebre definitivo entre las generaciones, acaso la más fuerte desde la irrupción del rock and roll allá por los años 50, el capitán nos avisó que en su arca mágica había lugar para todos. Como ocurrió en aquel Vélez de 1993, muchos chicos y chicas tuvieron uno de Fito como el primer concierto de sus vidas. Y esa marca permanecerá inalterable a lo largo del tiempo.
Fito Paez y Eugenia Kolodziej en la red carpet de los Latin Grammy Awards en Las Vegas, Nevada (REUTERS/Steve Marcus)
Pero Páez es uno de los argentinos destacados del año porque, sobre todo, su universo no giró solo en homenajear a un disco, por más valioso que este pueda ser y más tentador que resulte. Mientras una plataforma de streaming trabaja en una biopic inspirada en la primera mitad de su vida y llamada, sí, El amor después del amor, su pulso creativo no se detuvo. Producto de una pandemia de la que eligió huir para adelante, editó la primera parte de los tres tomos de su autobiografía –Infancia y juventud– y completó la trilogía discográfica iniciada en 2021 con Los años salvajes.
Mientras escribía sus propias vivencias de aquellos años entre Rosario y Buenos Aires y craneaba la gira por la nostalgia, la maquinaria creativa de Páez le ponía música a las historias de finales del siglo pasado. Los años salvajes es acaso un exorcismo, el cierre definitivo del tiempo de los excesos y el descontrol, el broche a su relación con Fabi Cantilo, el homenaje a los amigos y a los lugares que ya no están. Un disco potente, visceral y ambicioso que le valió el Grammy al mejor álbum de rock, justo en un momento en el que la industria y el público parecen cómodos en el minimalismo del single. Y que completó con dos trabajos tan distintos entre sí, pero que son tan Páez uno como el otro: The Golden Light, de piano solo y Futurología Arlt, una ópera rock basada en Los Siete Locos.
Más allá de funcionar como posible resumen de su pulsión artística –sus obsesiones literarias, el todo como superador de la suma de las partes, el amor reverencial por el cuerpito blanco y negro, su ojo intacto de cronista visceral-, es también la ratificación de que para él quedarse quieto no es una opción.
Fito Páez y sus tres Grammys: álbum de pop/rock, canción de rock y canción de pop/rock, esta en colaboración con el colombiano Carlos Vives (REUTERS/Steve Marcus)
Páez podría descansar en su colchón de grandes éxitos, visitar álbumes propios o bucear en catálogos ajenos, grabar con quienes quisiera y de hecho lo hace. Pero además, un poco por inconformista, otro por aventurero, apostó por esta trilogía conceptual. Y gracias a Los años salvajes volvió a lucirse en los Grammy Latinos como mejor álbum de pop/rock, en una ceremonia en la que también se hizo con la estatuilla a mejor canción de rock (Lo mejor de nuestras vidas) y mejor canción de pop/rock (Babel, escrita a cuatro manos con el colombiano Carlos Vives).
“En Argentina venimos de una altísima tradición de música popular creada en el siglo XX’’, dijo el rosarino exultante, al recibir el premio en Las Vegas. Esa música que lo cautivó en su infancia, entre el tango de Ástor Piazzolla y la música de grillos del Paraná, que entró en combustión con el rock cuando vio a Charly García al frente de La Máquina de Hacer Pájaros y al que le aportó unas cuantas piezas de su autoría.
Y allí va, camino a los 60, enamorado de su compañera Eugenia, padrazo de Martín y Margarita, viajando de escenario en escenario girando la rueda de nuestras vidas.
============================================================
MIGUEL SANTOS, por Sebastián Catalano
Este CEO DJ es el cerebro detrás del unicornio celeste y blanco más joven. Después de casi 30 años y en un año que no fue bueno para el sector, su empresa Technisys se vendió por USD 1.100 millones
Mike Santos
“Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa”, cantaba Gustavo Cerati.
En una suerte de paradoja tecnológica, Technisys, una de las empresas más “viejitas” del ecosistema local que despegó en los 90, se convirtió este año en el unicornio más joven de la Argentina. Sí, la última compañía en superar hasta el momento la mítica barrera de valor de mercado de USD 1.000 millones, es casi una “abuelita” de 28 años.
Gran parte del secreto del éxito de esta marca muy poco conocida para el público en general, que nació en la era pre-Internet, que fue una fintech antes de que ese término existiera y que se convirtió en un jugador clave de un segmento estratégico, está en la figura de su CEO, Miguel “Mike” Santos. Un CEO DJ, además.
Con paciencia oriental, Santos vio a lo largo de los años como otras startups despegaban como cohetes hacia el éxito. Desde que Mercado Libre, que nació pocos años después que Technisys, fue el primer unicornio argentino hasta convertirse en la empresa más valiosa del país (USD 45.000 millones, unas 7 veces más que YPF, por ejemplo), hasta Tiendanube, una startup que pasó a valerUSD 3.000 millones el año pasado en medio de la ola de capitales que surgieron luego de la pandemia, que generó seis unicornios locales y que se frenó con la invasión de Rusia a Ucrania.
Mike confió siempre en el camino, en el trabajo consistente, en crecer de manera sana y en formar equipo. Y hubo recompensa.
Mike junto a Germán Pugliese Bassi y Adrián Iglesias, cofundadores de Technisys
Este año, en febrero, y en tiempos no tan buenos para el sector, la empresa se vendió a un gigante del sector, SoFi Technologies, por USD 1.100 millones. En ese momento se recibió de unicornio. Básicamente, lo que Technisys desarrolla son plataformas, software, sistemas y estrategias para digitalizar bancos. O sea, ayuda a las entidades tradicionales a poner un pie, o directamente a zambullirse, en el mundo digital. Quizás por eso tardaron: los grandes bancos suelen ser fuentes de innovación, pero tienen sus ritmos. Cuando la ola fue imparable, Technisys estaba en el lugar y el momento indicado. Lo mismo cuando aparecieron las fintech y los bancos 100% digitales.
Mike y sus socios –Germán Pugliese Bassi y Adrián Iglesias– “la vieron antes”. Muchas veces eso no suele ser un mérito en tecnología: el timing es vital y hay una larga fila de startups que prometían y se quedaron en el camino por anticiparse a las necesidades del mercado.
Technisys tiene 50 clientes en la región y además de su headquarters local, abrió oficinas en EEUU, Brasil, México, Canadá, Costa Rica, Colombia, Chile y Uruguay. Antes de su venta había recibido inversiones por más de USD 70 millones de KaszeK, Dalus Capital, Riverwood Capital y Endeavour Catalyst, entre otros. Ahora seguirán trabajando como compañía independiente, dentro del ecosistema SoFi, y bajo la batuta de Santos.
“La venta fue impactante. Fue la transacción de M&A de fintech más grande del año a nivel global. El 2022 fue bueno, de crecimiento pese a un contexto global muy áspero para las tech en general y para las fintech en particular”, le cuenta Santos a Infobae desde Punta del Este, donde pasará sus vacaciones en familia.
Semanas atrás, como DJ en una disco de Ibiza
Pugliese Bassi e Iglesias, sus compañeros de ruta de toda la vida, se fueron de la empresa luego de que se cerró el deal. Mike se quedó. “Ellos se retiraron campeones”, aseguró entre risas. “Yo decidí seguir. No tenía obligación de hacerlo, pero sigo. Quise garantizar que la transacción saliera bien para el equipo, los clientes y el comprador. Y también por el producto: estamos haciendo una suerte de Amazon Web Services (AWS) fintech a nivel global que provee capacidades financieras no sólo a bancos sino a otras empresas, como retailers. No quería perderme eso: ver mi producto en el prime time global”, aseguró.
¿Cuánto se quedará en la empresa que creó? No sabe, pero seguramente poco: “Me puse entre uno y dos años más para decidir qué hacer. Por ahora estoy y me veo adentro, como siempre”.
Santos estudió Ciencias de la Computación en la UBA y antes pasó por el Colegio Nacional de San Isidro, ciudad en la que nació. Hijo de un arquitecto y una psicóloga, se crió en Tigre en un contexto de mucho deporte, aire libre y creatividad. Su abuelo materno fue el arquitecto modernista Amancio Williams y el padre de éste fue el músico y prolífico compositor Alberto Williams, fundador del Conservatorio de Música de Buenos Aires
Fue tenista hasta los 19, incluso llegó a jugar algunos torneos ATP, y es fan del snowboard. Está casado con Jessica, tiene dos hijos, Sofía y Ezequiel, y desde 2020 vive con su familia en España.
Junto a otros empresarios tech y Vitalik Buterin, en creador de Ethereum, hace un año en su primera visita a Buenos Aires
“Con mi mujer siempre quisimos pasar una temporada en Europa. A ella le gusta el arte y a mí la música; siempre fue el plan. Un año antes vivimos un poco en EEUU, porque ahí está nuestro mercado más grande. Vino la pandemia y nos quedamos encerrados en Buenos Aires. A los pocos meses leí que Iberia tenía vuelos para repatriar españoles y como yo y mis hijos tenemos la ciudadanía, nos fuimos con idea de quedarnos unos meses. Y nos quedamos”, asegura Santos, que no fue al Mundial, pero vino a Argentina a ver la final “en casa”.
Además de su rol de empresario, es inversor ángel en otras startups y también es parte de varios fondos importantes. “Con Sebastián Ceria y Lucas Sigman creamos el primer fondo de apoyo a la universidad pública, para Ciencias Exactas de la UBA. Es para ayudar con becas y temas de infraestructura. Lo hacemos en colaboración con la Facultad y tenemos muy buenas expectativas”, contó. Santos es emprendedor Endeavor desde 2001.
Otra de sus grandes pasiones es la música electrónica. Es un reconocido DJ que suele “pinchar discos” en boliches de Madrid, Ibiza, Lisboa y Punta del Este. “Es un hobby que ya tiene 20 años. No trabajo de DJ, pero tengo un muy buen nivel. Puedo tocar sin problemas en Cova Santa, en Ibiza, y mezclarme con los pro sin que nadie se de cuenta”, le dijo a este medio.
Tardó un poco, pero el premio llegó. El paciente padre del unicornio más joven del país tiene cuerda para rato y se lo podrá ver dando el empuje final para que su “bebé” sea una compañía world class, al frente de las bandejas haciendo bailar a multitudes y ayudando a otros emprendedores. “El camino es lo mejor”, repite Santos, una y otra vez.
Fuente: Infobae.