-Cualquier aficionado al ajedrez puede pasar minutos u horas jugando como si estuviera en otro mundo. ¿A qué atribuye esa cualidad que es difícil de comprender para quienes no juegan?
-El ajedrez permite desahogar la violencia que todo ser humano lleva adentro. Es una especie de guerra sin sangre. Por eso cuando me dicen que el ajedrez es muy aburrido, contesto: “Si funciona muy bien con los niños hiperactivos, es imposible que sea aburrido”. Muchos padres me han dicho que la única manera de que sus hijos estén concentrados durante media hora es cuando juegan al ajedrez. Y una vez, un preso peligroso que se convirtió en modélico por jugar al ajedrez, me dijo claramente en Almería: “El ajedrez nos quita mucha cárcel, porque cada hora que pasamos jugando pasa más rápido y no pensamos en cómo conseguir droga. Nos absorbe”.
Leontxo García, frente al Congreso de la Nación, a solas con Clarín. Foto: Diego Díaz
-Como flamante consejero educativo de la Federación Internacional (FIDE), ¿podría explayarse en los beneficios de la implementación del ajedrez a nivel escolar?
-Cuando yo hablo de utilizar el ajedrez como herramienta educativa en niños de 2 a 5 años, la gente me mira diciendo: “Este hombre está loco. Tiene tanto amor por el ajedrez que pretende que un niño de tres años juegue una partida”. No tiene nada que ver con eso. En los centros preescolares de Adriana Salazar en Bogotá, los niños se mueven como las piezas por un tablero gigante que está en el suelo. Con una música agradable de fondo, una profesora dice cómo se mueve un peón: “Tú eres un peón y como eres muy valiente, nunca vas hacia atrás; sólo hacia adelante. Ésta es tu columna y no puedes mover cada vez que tú quieras. Tienes que esperar a que tu rival conteste”. De esta manera muy amena, se transmiten los conceptos de lateralidad, psicomotricidad, memoria, atención, concentración, diagonal, horizontal, vertical, respeto por las normas y por el compañero, y control del primer impulso.
-Sobreestimulados por los teléfonos inteligentes que llegan a sus manos de forma precoz, los niños “bajan un cambio” y juegan pensando…
-El control del primer impulso es un concepto imprescindible en el siglo XXI. ¿Cuántas veces escribimos en redes sociales o en el WhatsApp sin releer ni pensar en las consecuencias? Si tú inculcas desde los 3 o 4 años que antes de hacer una jugada, hay que pensar, se transfiere a la vida real. En una partida, una sola jugada nos obliga a cambiar la evaluación de lo que pasa en el tablero y esa adaptación la tenemos que hacer con el reloj en marcha. A pesar de tener 1.500 años de historia documentada, el ajedrez se adapta muy bien al siglo XXI y es el único deporte que se puede practicar por Internet.
-Entre tanto estímulo permanente a los sentidos, incluso para los adultos, ¿resulta un salvavidas o un cable a tierra?
-Necesitamos actividades que equilibren la peligrosa tendencia a la idiotez colectiva que se aprecia en buena parte del mundo. Si no, no puedo entender cómo se puede elegir democráticamente a gentuza como Trump y Bolsonaro o reelegir a un fascista como Orbán en Hungría. Algo está mal en la sociedad. Además, en horario infantil se emiten programas de TV que yo llamo “telemierda”, en los que se erige como modelo a gente que no ofrece nada positivo y que cobra por ir a la TV por contar su vida íntima. ¿Ese es el modelo de comportamiento para un niño? Buena parte de la sociedad camina a la idioticracia, ¿no? Entonces, necesitamos actividades que compensen eso. Por eso el ajedrez, que consiste en divertirse pensando, es más útil que nunca en este siglo.
Leontxo García, el rey de la divulgación del ajedrez en español. Foto: Diego Díaz
-¿Qué le han dicho los docentes o profesionales que educan con el ajedrez como herramienta?
-Hay estudios científicos y experiencias internacionales cuya conclusión final confluye en un mismo punto: los niños con quienes se utiliza el ajedrez como herramienta educativa mejoran más su inteligencia que los demás en múltiples parámetros, incluida la inteligencia emocional, que en el siglo XXI es un ámbito fundamental de la educación innovadora. Mejoran su rendimiento académico en general, pero sobre todo en matemáticas y en comprensión lectora.
-En esta cultura vertiginosa en la que se vive, se pierde el valor del trabajo a largo plazo. En este sentido, el ajedrez inculca en los niños la planificación, el trazado de estrategias y la tolerancia a la frustración de perder contra otra mente…
-Fui corredor de fondo, aunque parezca mentira (risas), y un corredor de fondo sabe que en un momento un dolor te incitará a parar. Si eres capaz de seguir corriendo un rato más, se va a pasar. Te caes o te levantas. El ajedrez es muy parecido a una carrera de fondo. En el ajedrez, la suerte no existe y no puedes echarle la culpa de la derrota al árbitro ni a la lluvia ni a un terreno embarrado. Si me ganas, al menos hoy has jugado mejor que yo. Y me tengo que ir a casa pensando por qué he perdido, dónde me he equivocado y qué tengo que hacer la próxima vez para no cometer el mismo error. Si mi cerebro se acostumbra a pensar de esa manera desde niño, la autocrítica se transferirá a la vida real.
-Ahora bien, ¿cómo trazar un límite para que un niño se sienta atrapado por el ajedrez pero no lo viva como una obsesión única?
-Ese es el único riesgo grave, pero ocurre en fútbol, tenis y en piano, por ejemplo. Puede ser una droga benigna, porque es muy absorbente, y en un caso extremo, si no se toman medidas, puede llegar a la obsesión. El ejemplo es Bobby Fischer, que tenía un cociente intelectual superior al de Einstein pero fue una persona muy infeliz y sufría enfermedades mentales graves. Psiquiatras me han dicho que si él hubiera tenido una educación equilibrada como ser humano, es muy probable que no habrían crecido en ese grado las enfermedades mentales que sufrió. Ante un niño con un gran talento para algo, no nos olvidemos que es un ser humano que necesita una educación integral y equilibrada.
-¿Por qué hay tanta fascinación por el niño prodigio en el ajedrez?
-El ajedrez, la música y las matemáticas son las actividades que producen más niños prodigio, porque las une el pensamiento abstracto. Que yo sepa, en la historia de la literatura no hay un solo caso de alguien que haya escrito cosas geniales a los 12 años. La razón es que aunque tengas los genes para escribir como un genio, no puedes hacerlo hasta que no hayas leído y vivido lo suficiente para escribir como un genio. En el ajedrez, con el avance de las computadoras, causa asombro que un niño de 12 o 13 haga cosas impresionantes y sea gran maestro.
-Los beneficios de la práctica del ajedrez se extienden como facultad terapéutica en adultos mayores, ¿no?
-Cada vez vivimos más y eso nos obliga a algún tipo de gimnasia mental que va a ser imprescindible si queremos llegar a una edad avanzada con un estado de salud aceptable. El ajedrez, en este sentido, es importantísimo para retrasar el envejecimiento cerebral y en la lucha contra el Alzheimer. Un estudio del Instituto Albert Einstein de Nueva York observó durante 21 años a 469 personas mayores de 75 años, divididas en grupos que aprendían a tocar instrumentos musicales o idiomas extranjeros, iban al gimnasio o caminaban por el monte. Los que más aumentaron su reserva cognitiva para tener menor riesgo de Alzheimer fueron los que jugaron al ajedrez, seguidos de los del bridge y los que bailaron, porque bailar requiere coordinación entre la mente y el resto del cuerpo.
El líder de ese estudio, el doctor Joe Verghese, cuenta que muy pronto un médico de familia, además de ejercicio físico moderado y alimentación equilibrada, nos va a recetar una partida de ajedrez y un crucigrama diarios. Y en el caso del TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), el psiquiatra español Hilario Blasco concluyó en un estudio publicado que en casos leves y moderados, el ajedrez puede suplir a los fármacos, y que en los casos más graves puede ayudar a reducir la dosis.
El recuerdo de Najdorf y el apoyo a una ley para que el ajedrez esté en la currícula escolar
Cada vez que recuerda a Miguel Najdorf, Leontxo García se emociona. “Siempre me trató como si fuera mi abuelo. Era un genio muy cercano en el trato. Ibas a almorzar con él y no parecía un genio, pero si profundizabas la conversación y analizabas sus partidas, obviamente te dabas cuenta de que era un genio. Su agilidad mental era tremenda. Es uno de los ejemplos de que el ajedrez puede ser muy útil para retrasar el envejecimiento cerebral y el Alzheimer. Ese tipo de persona no tiene precio a la hora de fomentar una actividad en su país”, resume sobre el Viejo.
Pocos días antes de morir en Málaga, Najdorf presenció en Madrid unas simultáneas de Garry Kasparov por Internet. “Fue uno de los grandes privilegios de mi vida presentar el que fue el último acto público de Najdorf. Cuando lo invité a subir, vi uno de los gestos -no muchos- de humanidad que tuvo Kasparov –relata con intriga-. Estaba en el punto más alejado de las escaleras al escenario y cuando vio que subiría Najdorf, corrió, lo tomó de una mano, lo subió y le dio un abrazo. La gente aplaudió de pie durante tres minutos”.
El recuerdo de Miguel Najdorf.
Como sede de las Olimpíadas de 1939 y de 1978, del duelo por el título mundial entre José Raúl Capablanca y Alexander Alekhine(1927), del match Bobby Fischer-Tigran Petrosian por el Torneo de Candidatos (1971) y del Mundial ganado por Veselin Topalov en 2005, además de las visitas de Anatoli Karpov y Kasparov, en Argentina en general se respira ajedrez.
“El valor de Argentina en la historia del ajedrez es inmenso. Kasparov siempre recuerda la popularidad asombrosa y la cola que hacía la gente para verlo jugar (en la Bolsa de Comercio). En un país como Argentina, emergente y potencialmente muy rico y muy potente, una de las prioridades de cualquier gobierno, además de las necesidades básicas, tendría que ser la educación de calidad de los niños. Por eso es difícil encontrar un país más apropiado para promover el ajedrez como herramienta educativa que Argentina”, analiza García.
Por eso el español apoya fervientemente el proyecto de ley que se está elaborando en la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados, presidida por Daniel Scioli, para promover el ajedrez en la currícula educativa, además de sus funciones social y terapéutica.
“Argentina está a la vanguardia mundial en este terreno, con un campo sembrado gracias a experiencias que se llevan a cabo con éxito en Santa Fe, San Luis, Misiones, Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires”, comenta el español, quien estuvo presente la semana pasada en el Congreso Internacional sobre “el poder educativo del ajedrez en el siglo XXI”, llevado a cabo en el Congreso de la Nación y en su Anexo.
“El 11 de febrero de 2015, en el Parlamento español ocurrió un milagro: los partidos políticos se pusieron de acuerdo en la ley de promoción del ajedrez como herramienta educativa. Ni siquiera con el terrorismo de ETA se había logrado esa unanimidad. Ojalá que aquí suceda lo mismo”, expresa como deseo.
Y argumenta: “En un país en crisis como Argentina, es frustrante que la sociedad, los medios y el poder no capten esta realidad y no vean que en el ajedrez tienen un posible contrapeso a los mensajes negativos que reciben los ciudadanos todos los días”.
La mirada sagaz de Leontxo García. Foto: Diego Díaz
“El ajedrez necesita un cambio importante y urgente”
“El futuro del ajedrez está en cuestión, porque la informática revolucionó el juego para bien y para mal”, lanza García directo al grano, para aportar una mirada muy peculiar.
“Lo positivo es que hoy se juega por Internet y en las bases de datos los maestros tienen todas las partidas de sus rivales de torneos a mano para estudiarlas. Cuando yo jugaba, hace 40 años, me invitaban a un torneo y conseguir información de mis rivales era una tarea hercúlea. Ahora escribo los apellidos en una PC y tengo todas las partidas de su vida desde el siglo XVI hasta hoy”, analiza Leontxo.
-¿Y lo negativo?
-Se corre el riesgo de que entrenarse con computadoras en casa se imponga al arte y al deporte, porque cada vez hay más partidas cuyas 25 primeras movidas se hacen de memoria. La calidad defensiva de los jugadores, no sólo de elite, ha mejorado tanto que el empate ha pasado de ser uno de los tres resultados al más probable. Y esto obliga a replantearse seriamente soluciones. El ajedrez necesita un cambio importante y urgente.
-¿De qué manera?
-Me gusta la idea del octacampeón español Miguel Illescas, quien propone que toda partida terminada en tablas se cuente así para el ranking mundial pero sea seguida inmediatamente de otra con los colores cambiados y con el tiempo restante en ambos. Hasta que haya un ganador. Eso sería bueno para la prensa y para los aficionados.
-¿Pero qué se hace luego de una partida entablada después de seis horas de lucha y agotamiento?
-Si dura cuatro horas, que se haga lo propuesto por Illescas. Si dura más, que se copie la idea radical del Norway Chess 2019: toda partida que termine en tablas será seguida de una “muerte súbita” inmediata. Con cinco minutos en el reloj, las blancas están obligadas a ganar. Y las negras, con cuatro, ganarán hasta entablando.
-A veces la cuestión no es la duración de las partidas sino la calidad. Sólo basta recordar la discusión que se armó cuando Carlsen ofreció tablas sin lucha en la última partida contra Caruana porque apostaba a ganar el desempate en el ritmo rápido, que le convenía. Si estaba en todo su derecho y luego retuvo el título, ¿qué cuestionamiento ético se le puede hacer?
-Ético, no, pero de imagen sí. ¿Un campeón de verdad es aquel que defiende su título dos veces seguidas en 2016 y en 2018 en el desempate rápido, ganando una sola partida lenta de las 24 jugadas? Queda en el aire la pregunta.
-Que Carlsen y Caruana sean millenials y modelos de marcas, ¿logró acercar otro público al ajedrez?
-El duelo ha sido de una calidad altísima, pero no ha servido para atraer nuevos aficionados porque los responsables hacen mal su trabajo mal. Caruana está patrocinado por el mecenas Rex Sinquefield, que dice haber invertido 50 millones de dólares en el ajedrez. Yo no veo que haya invertido una proporción razonable en comunicación.
Magnus Carlsen y Fabiano Caruana, en el match por el título mundial disputado en noviembre pasado en Londres. Foto: Reuters
-¿La FIDE tiene ese mismo problema?
-La FIDE ha sido un absoluto desastre durante 36 años (N. de la R: los 13 al mando de Florencio Campomanes y los 23 de Kirsan Ilyumzhinov), porque no solamente hay corrupción como en el COI o en la FIFA, sino por su ineficacia para generar recursos. Es el colmo de la combinación de defectos. El gran agujero negro del ajedrez mundial durante siglos ha sido la endogamia. La inmensa mayoría de los ajedrecistas miran hacia adentro y están obsesionados por sus partidas, sus torneos y sus rankings. Me sobran dedos para contar cuántas de las 190 federaciones de la FIDE tienen en sus juntas directivas alguna persona que mire hacia afuera y se encargue de la comunicación, la imagen, la mercadotecnia y las relaciones con la prensa, los patrocinadores y los directores de colegios. Ahora el ajedrez está esperanzado, porque el nuevo presidente, Arkady Dvorkovich, viene con ideas revolucionarias en dos frentes: mirar hacia afuera para acabar con la endogamia y sostener el ajedrez educativo como pilar fundamental. Por eso soy moderadamente optimista.
Un joven Bobby Fischer, en 1962. Foto: AP
De Fischer y Kasparov a Carlsen
“Los aficionados al ajedrez que nacimos en la segunda mitad del siglo XX somos unos grandes privilegiados, porque tuvimos tres duelos históricos consecutivos: Spassky-Fischer simbolizó la Guerra Fría; Karpov-Korchnoi enfrentó al nuevo héroe soviético contra el traidor disidente escapado; y Karpov-Kasparov fue el duelo entre el superhéroe de la vieja guardia comunista contra el símbolo de la Perestroika y del espíritu renovador de Gorbachov. Para que hoy viviéramos lo mismo, los dos mejores tendrían que ser un israelí y un palestino o un hombre y una mujer. Pero eso sería tener demasiada suerte”. Así contextualiza Leontxo García el poder histórico del ajedrez.
-¿Cómo se vivieron aquellos duelos en un ecosistema político extraordinario y absolutamente diferente al presente?
-La idea principal de esa época es que cada uno de esos duelos era mucho más que un campeonato del mundo. Había muchos millones de personas siguiendo las partidas no por el ajedrez en sí sino por el simbolismo que tenían. Por ejemplo, para la última partida del cuarto match Kasparov-Karpov, que duró dos meses y medio en Sevilla 1987, la TV española decidió transmitir en directo. Jugaron cuatro horas un viernes, aplazaron y dos horas más el sábado. Según estadísticas oficiales de la empresa Ecotel, llegamos a tener 13 millones de espectadores sólo en España viendo ajedrez en directo. Las únicas cifras mayores se dieron cuando España fue campeona del mundo de fútbol, cuando el Barsa ganó la Copa de Europa, la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y algún otro caso excepcional. Obviamente, de esos 13 millones, el 90 por ciento no tenía ni idea de ajedrez. Pero necesitaban saber quién de los dos iba a ganar, porque simpatizaban por uno por cuestiones políticas o porque les parecía simpático o guapo. Como a esos 13 millones les quedó un recuerdo del ajedrez y entre ellos hubo directores de periódicos o patrocinadores, eso explica que desde 1988 España se haya convertido en el país con más torneos internacionales de ajedrez por año.
Los ex campeones del mundo de ajedrez Garry Kasparov y Anatoli Karpov. en un encuentro en Valencia, en 2009. Foto: EFE
-¿Se puede comparar con el fervor por seguir en vivo a Magnus Carlsen en Noruega?
-El fenómeno Carlsen es digno de resaltar. Cuando jugaba con Anand por el título mundial, un banco noruego tuvo que bloquear las webs que seguían las partidas en vivo, porque como sus empleados las seguían, habían bajado su rendimiento considerablemente durante esa semana.
-¿Hay Carlsen para rato como campeón mundial?
-La gran duda es qué ocurrirá cuando se enamore profundamente de alguien. Kasparov se ha casado varias veces y ha tenido varios hijos, pero para él ser el número uno era siempre su primera prioridad. Y eso roza lo inhumano. Judit Polgar piensa que tener una compañera estable puede beneficiar a Carlsen, pero hay que ver si es tan tenaz como para poder batir el récord más difícil de todos los de Kasparov: haber sido el número uno durante 20 años seguidos.
Leontxo García compartió una extensa charla con Clarín. Foto: Diego Díaz
Un ping pong de leyendas
Leontxo García acepta al reto de Clarín y define en pocas palabras a íconos del ajedrez mundial.
José Raúl Capablanca: “Un genio puro, sin entrenamiento”.
Alexander Alekhine: «Una mente portentosa y explosiva».
Mijail Tal: “Habría sido el mejor de todos los tiempos si hubiera tenido una mejor salud”.
Tigran Petrosian: “Era capaz de prevenir los peligros que sólo veía él».
Boris Spassky: «Un portento de estilo universal, capaz de atacar, defender y realizar jugadas complicadas».
Bobby Fischer: «Un genio en jaque perpetuo».
Viktor Korchnoi: «El campeón sin corona por excelencia».
Anatoli Karpov: «Capaz de sacar agua de una piedra».
Garry Kasparov: «Las fuerzas de la naturaleza volcadas sobre un tablero de ajedrez».
Vladimir Kramnik: «El arte de las ventajas microscópicas» .
Viswanathan Anand: «Dueño de una genialidad electrizante y capaz de ver jugadas geniales en décimas de segundo».
Magnus Carlsen: «El cibergenio»
Fuente: Hernán Sartori, Clarín.