Las estrategias de una pareja con cuatro hijos para visitar 60 países con poco presupuesto

Una economía espartana durante todo el año, aviones en días supereconómicos, mucha investigación y puntilloso diseño hicieron posible que los Giusiano cumplieran el sueño de recorrer los destinos más remotos, como China, India y Camboya, entre otros

Desde muy chico, Eduardo Giusiano quiso viajar. Le llamaban la atención los lugares lejanos, los místicos, los exóticos. Esos que aparecían en los libros de Emilio Salgari, de Julio Verne. Cerraba los ojos y se imaginaba parado en las pirámides de Egipto, en la muralla china, en la mística India, en la espesura africana, o explorando alguna ciudad desconocida.

Para su esposa Alejandra, en cambio, su sueño era formar una gran familia. Pero juntos integraron sus sueños, el desafío que tomaron como modo de vida. Eduardo y Alejandra tienen cuatro hijos y juntos han recorrido 60 países en los cinco continentes.

Eduardo y Alejandra son chaqueños. El es ingeniero, tiene 65 años y trabaja empleado en relación de dependencia, Alejandra se formó como profesora pre elemental, aunque su pasión es el arte. Tiene 53 años y un emprendimiento de artesanías pintadas a mano y mosaiquismo.Ads by

Cuentan que se conocieron de adolescentes y se casaron en el 91. Su primera hija, Sofía, nació en 1996, y en su primer cumpleaños un 18 de junio de 1997 partieron en la primera travesía a Medio Oriente. De ese primer viaje vino Sabrina, que nació en 1998 y cuatro días después de su primer cumpleaños partieron hacia el Lejano Oriente con la meta de andar en bicicleta en la muralla china en 1999. Matteo fue encargado en Cuba y nació en septiembre del 2001 y unos años después, con la llegada de Tomás, quedó cumplido el sueño de su madre de formar una gran familia con cuatro hijos.

La muralla china en bicicleta, uno de los viajes memorables que realizaron en 1999 con sus dos primeras hijas
La muralla china en bicicleta, uno de los viajes memorables que realizaron en 1999 con sus dos primeras hijas

“Nos sentimos viajeros, no turistas”

Por entonces no existían las redes sociales y decidieron contar sus experiencias en una web que dio vida a un logo, colores y estilos propios donde se presentaban de esa manera, como familia viajera (familiaviajera.com.ar), donde reflejaron los viajes por el mundo.

“Todos han tenido una vida normal (casa, perra, abuelos, cumpleaños, escuela), y los viajes como legado en vida. Familia Viajera no se planificó, es la evolución de este par de sueños. Eso sí, hay un punto que nunca cambió, que es el sentirnos viajeros y no turistas. Para nosotros el turista es el que pasa, va, ve, y sigue su camino. El viajero es el que trata de involucrarse, el que trata de vivir, aunque sea por un momento, esa cultura local, el que trata, aunque sea con un hecho chiquitito, de llevarse algo o brindar algo a su paso. Y lo que aprendimos también es que no está ligado al tiempo, no necesariamente uno tiene que vivir unos meses, pueden ser segundos en la vida que te cambian y te quedan grabados en el corazón”, señala Giusiano.

La familia Giusiano a pleno en Katmandú, en 2008
La familia Giusiano a pleno en Katmandú, en 2008

Más allá de los obstáculos técnicos ligados a los recursos necesarios para llevar adelante cada proyecto, al principio tuvieron que manejar con recelo el armado de cada viaje. Partir a “esos lugares” con bebés, fue casi traumático para su entorno más cercano, razón por la cual decidieron llevarlos adelante con un perfil muy bajo.

“Antes que nada, no somos nómades, son travesías diseñadas cuasi militarmente con un muy muy muy arduo trabajo atrás de diseño y planificación para conseguir las conexiones necesarias tanto aéreas como humanas para poder ir ensamblando al menor costo posible cada pieza.”

“Salvo para mi mamá que me entendía, y luego mis hermanos que me apoyaron, el armado de los viajes fue casi secreto. Los comunicábamos solo unos días antes de partir. Recuerdo un domingo del siglo pasado, cuando anunciamos que el miércoles partíamos a China. Y más adelante el armado del viaje a Egipto durante el cual los chicos preguntaban “¿Cuándo podemos contar?”. Ya para Camboya y luego de la India, estaban todos “curados de espanto” y el armado de los viajes pasó a ser también algo que compartir. A medida que pasó el tiempo, aparecieron las redes sociales y ese compartir fue mucho más amplio y moneda corriente”, cuenta Giusiano, para el que todo fue y sigue siendo un proceso de aprendizaje.

Viajan desde hace 25 años, entre tres y seis semanas para cada viaje; la foto recuerda el paso por Jordania
Viajan desde hace 25 años, entre tres y seis semanas para cada viaje; la foto recuerda el paso por Jordania

Viajes que se transformaron en misiones

Es que con el transcurso del tiempo, su forma de viajar fue evolucionando de distintas maneras, desde técnicas de todo tipo sobre la planificación, el equipamiento, el entrenamiento y todo lo relacionado a la “ingeniería” operativa de familia viajera hasta la “evolución espiritual”, más relacionada con el propósito de esos viajes.

“En esta instancia, los viajes dejaron de ser solo viajes y pasaron a ser una pequeña misión de acercar culturas, abrir mentes, minimizar paradigmas a través de nuestras propias vivencias. Nace aquí también la apertura a compartir, salir del confortable anonimato y exponerse un poco a juicios e interpretaciones, pero el propósito lo valía”, sigue Giusiano, que plasmó las experiencias de sus viajes por escrito en dos libros: Guardianes de Sueños. Memorias de una familia Viajera (2017) y el flamante Guardianes de Sueños II. La aventura sin fin.

En 2008, cuando eran chicos, Tomás y Matteo en el desierto de Thar, en la India
En 2008, cuando eran chicos, Tomás y Matteo en el desierto de Thar, en la India

Y añade: “Acorde al crecimiento de la familia en cuanto a sus edades, las limitaciones laborales del momento, la economía y el destino propuesto, la época del año a seleccionar y los tiempos de duración del viaje, emergerían del diseño que se cambiaría / adaptaría las veces que fuera necesario (incluso la cancelación) hasta cerrar un proyecto viable”.

Ida y vuelta para 25 años de aventuras

-Pregunta obligada: ¿Cómo financian los viajes?

-No hay un secreto, hay una sumatoria de pequeñas y sistemáticas acciones tendientes a lograr un objetivo con un foco total y absoluto en él. Antes que nada, no somos nómades, son travesías diseñadas cuasi militarmente con un muy muy muy arduo trabajo atrás de diseño y planificación para conseguir las conexiones necesarias tanto aéreas como humanas para poder ir ensamblando al menor costo posible cada pieza. Hay un proceso de aprendizaje y entrenamiento de años que lleva a lo que defino como: “toma de riesgo” que baja los costos y que por dar un ejemplo es jugarse a tomar servicios de un desconocido en la otra parte del mundo o comprar pasajes en una web asiática en aerolíneas impronunciables. El foco familiar en esto es clave. Se dejan de lado muchas cosas, no existe el mini proyecto, el fin de semana largo o cualquier cosa que distrajera fondos del proyecto general de ese año. Aquí no hablo de privaciones sino de elección. Todo es válido y depende de los sueños de cada uno. Muchos quedarían sorprendidos de la cantidad de dinero en pequeñas cosas prescindibles que anualizado implica un monto considerable. El manejo económico financiero familiar ha sido siempre espartano, el propósito lo valía. Podría agregar que la alimentación en viaje es onda supervivencia, que siempre usamos las mismas ropas, que nuestras valijas datan del 2008, que hemos pasado navidades o años nuevos dentro de un avión porque era más económico.

El dinero viene trabajando y sumando ingresos. El viaje se acomoda a un presupuesto posible que nunca se da y aquí entra la parte mística luego de tantos años de caminar el mundo. Hay cosas inexplicables que suceden, será el universo, la ley de abundancia al posicionar la mente en lograr una meta, pero a veces ni yo mismo sé cómo hemos logrado hacer lo que hicimos.

La selfie con las chicas de Indonesia, en el templo Borobudur, en 2008
La selfie con las chicas de Indonesia, en el templo Borobudur, en 2008

-¿Cómo congenian los trabajos y estudiosos con los tiempos de viajes?

-Ninguna de las preguntas de este estilo tiene una respuesta simple ya que todo fue cambiando, sobre todo el contexto. Por ejemplo, hasta que fueron estudiantes secundarios, la época de partida era la más apropiada según el destino en cuanto a clima y costos. En los colegios se presentaba un pedido formal con compromisos de estudio a cumplir antes, durante, y después del viaje. Se me viene a la mente la imagen de Sofía trabajando en un escrito en un tren en Moldavia.

Cuando fueron universitarios, todo cambió, ya no se podía salir en cualquier momento y se concentraron los viajes sobre fin de año. Esto nos permitía tomar más días de viaje resignando estar para las fiestas. Pero esto también significaba que debíamos focalizar los viajes en el hemisferio sur (época de verano) y /o prever algún equipo adicional para frío, lo cual trataba de evitar ya que las zonas de clima frío hay un impacto extra en costos por equipo y alimentación. Con calor lo primordial es sólo hidratar. Los viajes más largos han sido de unas 6 semanas máximo y los más cortos de 3 semanas aproximadamente. Todo depende de las posibilidades del momento.

-¿Cuáles son los destinos y experiencias que más los hayan marcado en estos años?

-Si hay una pregunta que se me dificulta responder es sobre qué destino me gusta más o menos. Con la mente y espíritu en viajero todo tendrá su encanto, todo será bello a su manera, todo dejará un aprendizaje de algún tipo. Puedo, sí, responder que hay un antes y un después luego del viaje a India, algo se movió en nuestro interior, pero no puedo responder qué ni por qué, creo que viene ligado a esa evolución mencionada. El último viaje a África occidental fue otro gran aprendizaje, todo lo que podía fallar, falló y de lo previsto para ver y vivenciar, nos tocó vivir parte de su realidad de vida diaria. El más místico de todos, que hasta cierto punto dudé en algún momento de contarlo se dio en la Guatemala Maya, a la vera de una pirámide escondida donde la frontera no era física sino dimensional. En todo viaje lo que no ha dejado de sorprender es la naturalidad con la que toman todos mis hijos, como cuando uno nace aceptando la diversidad como algo normal, natural y bello. Uno simplemente se sumerge en ella y la disfruta.

La familia de Alejandra y Eduardo Giusiano y sus cuatro hijos recorrieron 6o países
La familia de Alejandra y Eduardo Giusiano y sus cuatro hijos recorrieron 6o países

“Aprendimos también que no podemos quedarnos sólo con soñar. Si a los sueños no les ponemos acción y pasión por alcanzarlos, se desvanecen. También aprendimos que se pueden complementar los sueños, que se pueden compartir e intercambiar, pero que todo depende de uno.”

-¿Cuáles es el mayor aprendizaje de estos 25 años de aventuras?

-Al caminar por el mundo como viajero, con la mente y corazón abierto, sin juicios ni prejuicios, minimizando los propios paradigmas, dispuesto a apreciar esa realidad diferente, uno aprende y desaprende. En este último término viene implícito el diluir el “formateo” al que hemos sido expuestos según el lugar del mundo donde nacimos, sea este histórico, político o religioso. Uno percibe que el origen de los conflictos humanos no está en su esencia sino en los que los generan con oscuras intenciones. Que el amor a todo lo esencial, la vida, la naturaleza, los hijos, la familia, es similar en todos lados, sólo cambian los colores, los rasgos, las costumbres, las posibilidades. Que el ser humano es mucho más poderoso de lo que cree y que ese poder radica en su interior. Que de a poco se va despertando una conciencia dormida sobre esto. No hablo de poder económico, hablo de espíritu y armonía. Solemos confundir con nuestro formateo occidental, pobreza con la poca necesidad de cosas para ser felices. Esto lo aprendí con una tribu, en una lejana isla de Oceanía. Pero también vimos pobreza y mucha, de la material y la espiritual, en todos los casos víctimas de esos poderes que van más allá de nacionalidades y gobiernos. Pero también aprendimos que todo lo que uno pueda hacer para sumar positivamente vale la pena, por más pequeño que sea este acto. Una gota en el océano es una ola en el universo.

Si vamos a algo más personal, aprendimos que esa diversidad se da como natural en todos lados incluso en la familia. No somos un núcleo cerrado uniforme, somos seis personas diferentes viviendo una vida juntos, con pensamientos, gustos y anhelos diferentes, en un contexto de cambio constante. Aprendimos también que no podemos quedarnos sólo con soñar. Si a los sueños no les ponemos acción y pasión por alcanzarlos, se desvanecen. También aprendimos que se pueden complementar los sueños, que se pueden compartir e intercambiar, pero que todo depende de uno. De allí viene el título de nuestras memorias, a la vez uno de los mensajes más importantes: cada uno es el guardián de sus propios sueños.

Fuente: Alejandro Rapetti, La Nación