“La vejez no es tan mala cuando considerás la alternativa. El endurecimiento de las articulaciones, el debilitamiento de los músculos, la pérdida de visión y la nubosidad de la memoria, junto con el desprecio del mundo moderno por los mayores, parecen una perspectiva temible. Sin embargo, la humanidad se equivoca al temer el envejecimiento”, dijo años atrás Maurice Chevalier, célebre intérprete francés de películas musicales de los años 1920 y 1930 y una figura emblemática de la cultura francesa del siglo XX, respecto de la estigmatización que hay hacia el paso del tiempo.
Cada persona experimenta de manera diferente lo que es la vida. Pero se cree que la felicidad sigue un camino en particular. En líneas generales y según coinciden varias investigaciones, la satisfacción con la vida tiende a comenzar bastante alta y, con el paso de los años, desciende hasta que en la mediana adultez alcanza uno de sus picos más bajos; es luego, en la entrada a la tercera edad que las sensaciones placenteras como el gozo y la alegría, vuelven a repuntar.
Esta es la conclusión a la que se llegó en una investigación de la Universidad de Warwick, de Reino Unido titulada “Comparación transcultural de correlatos de calidad de vida y estado de salud: el Estudio Whitehall II (Reino Unido) y el Estudio de Salud del Oeste de Nueva York (EE. UU.)”. Para alcanzar esa hipótesis los estudiosos analizaron el estilo de vida de más de 10.000 ciudadanos norteamericanos e ingleses y estudiaron variables como: la percepción de la salud en general, el dolor, el estado de bienestar o salud mental y se concluyó que, a pesar de padecer -en la mayoría de los casos- un declive físico, la gente se siente más feliz a medida que envejece.
El estudio pone en evidencia que los niveles de estrés, preocupación y enojo disminuyen de forma significativa a medida que los participantes pasan la barrera de los 50 años. En paralelo, sus niveles de felicidad y disfrute de la vida, aumentan. No obstante, en el escrito los especialistas destacan que el único sentimiento que detectaron que no sigue un patrón lineal y es imprevisible, es el de la tristeza.
Un dato interesante a tener en cuenta sobre la investigación es que contó con la participación de personas de dos países que, justamente, se rigen bajo distintos sistemas sanitarios y de atención a la tercera edad. Pese a esto, no se observaron diferencias en las respuestas ni en los comportamientos de los participantes observados.
El Dr. Saverio Stranges, quien dirigió el estudio en la Facultad de Medicina de Warwick, junto con la Dra. Kandala Ngianga-Bakwin, sostuvo en una entrevista con la universidad británica: “Es obvio que la calidad de vida física de las personas se deteriora a medida que envejecen, pero lo interesante es que no ocurre lo mismo con su bienestar mental; este en vez de deteriorarse, aumenta”.
“Inferimos que esto podría deberse a que los adultos mayores cuentan con mejores habilidades para lidiar con las dificultades o las circunstancias negativas de la vida en comparación con las personas más jóvenes”, señaló el experto.
Otros estudios alcanzaron las mismas deducciones. Este es el caso de la encuesta que realizó en 2010 la Academia Nacional de las Ciencias de EE.UU. a 341.000 personas; al analizar las respuestas de los participantes, los académicos coincidieron en que el disfrute de la vida decae a partir de los 30 años, alcanza su peor estado a los 45 y, recién a partir de esta edad, vuelve a subir, alcanzando su punto más alto a los 85 años.
El fenómeno de la “U” de la felicidad
“En primer lugar hay que comenzar por lo que no es la felicidad: no es alegría, no es euforia, no es exaltación, ni tampoco es una emoción. La felicidad es un estado de fondo”, advirtió el doctor Daniel López Rossetti en una entrevista realizada por LA NACION.
Precisamente, la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido emprendió una investigación similar a las ya mencionadas en la que concluyó que el estado de bienestar a lo largo la vida de una persona puede ser representado en “forma de U”: hay picos de felicidad y satisfacción durante la niñez, la juventud y después de los 50 años; contrariamente, es en la etapa de la adultez intermedia que ocurren “los peores años” y se es menos feliz.
“Este estudio demuestra que a medida que uno crece, se decepciona. Aparecen situaciones angustiantes como pueden ser: que lo despidan del trabajo, separarse, atravesar un mal momento económico y otros factores que se asocian al prolongamiento del malestar”, reveló el doctor López Rosetti.
De esta manera, según el análisis de varias instituciones, es recién a partir de los 50 años que la “U” alcanza su segundo pico de felicidad. ¿A qué se debe? Como señaló el Dr. López Rosetti, las personas a esa edad comienzan a disfrutar de los resultados de todo lo que hicieron en los últimos 30 años de su vida y a la vez, aprovechan todavía -al menos a nivel general- de una buena salud física y mental como para hacerlo.
“La felicidad no solo hace que la gente esté alegre, también la hace más saludable”, señaló en una entrevista John Weinman, profesor de psiquiatría en el King’s College de Londres y profesional a cargo de estudiar cómo los niveles de estrés impactaban en el proceso de curación de heridas de un grupo de voluntarios. El Dr. Weinman encontró que las heridas de los participantes que se encontraban menos estresados sanaron más rápido que las de quienes estaban angustiados o preocupados. Sumado a ello, Sheldon Cohen, psicólogo y director del Laboratorio para el Estudio del Estrés, la Inmunidad y la Enfermedad de los Estados Unidos, infectó a voluntarios con los virus del resfriado y la gripe. Para sorpresa suya, Cohen halló que quienes estaban más satisfechos con sus vidas tenían menos probabilidades de enfermarse y, que en el caso de hacerlo, mostraban menos síntomas de malestar físico. Así, se puede inferir que, aunque las personas mayores tienden a ser menos saludables que los jóvenes, un estado de ánimo positivo puede ayudarlos a contrarrestar su decaimiento.
En lo que refiere al periodo de adultez intermedia en el que aparecerían los estados anímicos más bajos, Gail Sheehy, autora del bestseller Transiciones: Las Crisis De La Edad Adulta, resalta que alrededor de los 40 años, tanto hombres como mujeres tienden a caer en una crisis por envejecer y quedarse sin tiempo para alcanzar sus metas y cuestionar las opciones de vida. A esto, el psicólogo Gonzalo Udaquiola responde: “Esta etapa de malestar es esperable en la mayor parte de las personas y hay que saber que no es una condición que derive en un trastorno psíquico como la depresión o la ansiedad”. Y añade que si uno se da cuenta de que un conocido está pasando por este proceso, puede ser de utilidad acompañarlo y ayudarlo a que encuentre espacios que le brinden herramientas para el desarrollo personal. “Son periodos de cambio esperables que para algunos pueden ser tomados como una oportunidad”, agrega.
Por último, el Dr. López Rosetti recalcó que hoy en día, la mayoría de los adultos se estresan por motivos que se encuentran alejados de su realidad inminente: situaciones que no son verdaderas, hechos que tienen que ver con la fantasía/imaginación o problemas que son más chicos de lo que se cree. “Hay que sentarse, analizar y separar la fantasía de la realidad a la hora de justipreciar una situación que se considera estresante”, concluyó.
Fuente: Victoria Vera Ziccardi, La Nación