Ese 17 de noviembre de 1869 habrá sido el mejor regalo de cumpleaños que haya recibido el vizconde, cuando quedó inaugurado el Canal de Suez. Ferdinand Marie de Lesseps, que no tenía conocimientos de ingeniería pero sí sabía de negocios y tenía los contactos adecuados, festejaría sus 64 años con la unión de dos mares, el Mediterráneo y el Rojo, un antiquísimo proyecto al que se habían animado -y fracasado- desde reyes y faraones egipcios, pasado por persas, romanos y hasta Napoleón Bonaparte.
Lesseps nació en Versalles el 19 de noviembre de 1805 y antes de dedicarse a la obra pública a gran escala fue diplomático, como su papá, y se lo recuerda como cónsul en Málaga, Barcelona, Lisboa y Alejandría, entre otros destinos.
Ferdinand de Lesseps, el impulsor del Canal de Suez. Su proyecto logró unir el Mar Mediterráneo con el Rojo.
Luego de su retiro del mundo de las relaciones exteriores encaró distintos proyectos comerciales hasta que se enteró del nombramiento de Said Pachá como virrey de Egipto. Ambos eran amigos, ya que el flamante funcionario había sido educado como un europeo bajo la supervisión del propio Lesseps cuando éste había sido cónsul en Alejandría. Y como el francés conocía el ímpetu reformista del virrey, le propuso construir el canal. Lesseps había publicado en 1855 su libro Percement de l’sthme de Suez (“Perforación del Itsmo de Suez”), que en 300 páginas resumía su proyecto.
Desde las pirámides
Primero fue el rey Sesostris, en el 2000 a.C. quien tuvo la idea de construir un canal, sin mucha fortuna. Luego el astuto faraón Ramsés II, que estaría 66 años en el poder, intentó continuar la obra, así como su colega Necao II, hasta que decidió parar todo por miedo a que sus enemigos lo utilizasen para invadir su reino.
El canal lo harían navegable los 30 barcos de Darío I, el rey persa que había conquistado Egipto por el 515 a.C. y que gobernaba la mitad del mundo por entonces conocido. El canal tenía unos 45 metros de ancho y hasta le habían armado un camino de sirga para arrastrar los barcos desde tierra. Conectaba el Mar Rojo con los lagos Amargos y el Timsah y era transitable solo en épocas de crecidas.
Portada del libro escrito por Lesseps en 1855 sobre su proyecto del Canal de Suez.
Los romanos también vieron el potencial, especialmente el emperador Trajano, que había dado la orden de ponerlo en condiciones. En aquel tiempo, al canal se lo conoció como el Río de Trajano.
Pero fue Napoleón Bonaparte quien vio el valor estratégico de contar con un canal y así inclinar la balanza geopolítica en favor de Francia en detrimento de su enemiga Gran Bretaña. Pero el diagnóstico de su ingeniero Jean Baptiste Lepere fue contundente: ambos mares tenían una diferencia de nueve metros de altura y sería preciso la construcción de esclusas. Concluyó que la obra se iba de presupuesto y las conquistas tenían otras urgencias.
Lesseps partió del plan y de los estudios de Louis Maurice Adolph Linant de Bellefonds, un ingeniero que durante treinta años tuvo a su cargo la obra pública en Egipto, y armó -a pesar de la oposición británica que no quería saber nada con este proyecto- una sociedad, la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez. La compañía se llevaría el 75% de las ganancias, el gobierno egipcio un 15% y el restante 10% sería para los fundadores.
Said Pachá, el virrey de Egipto, amigo de Lesseps. Enseguida dio luz verde al proyecto.
En abril de 1859 comenzaron las obras. Alrededor de 1.500.000 de egipcios, bajo condiciones que rozaban la esclavitud, tuvieron la ciclópea tarea de iniciar la excavación a mano de un canal, que tendría una longitud de 163 kilómetros. Nunca hubo una cifra exacta, si fueron 20 mil o cien mil los trabajadores fallecidos por las enfermedades y mala alimentación.
La suerte de Lesseps pareció cambiar cuando el virrey egipcio falleció y su sucesor, Ismael Bajá hizo lo imposible para frenar la obra. Pero el francés logró a interesar a Napoleón III, y el propio monarca destrabó las negociaciones. Se incorporó maquinaria que hubo que idear y la que alivió, en parte, la labor de los obreros. Y fue así como el 15 de agosto de 1869 se unieron los dos mares. A esa altura, se había gastado el doble de lo presupuestado.
Tirar la casa por la ventana
La fiesta de inauguración fue el 17 de noviembre de 1869 en la ciudad de Ismailia, situada a mitad del recorrido del canal, y donde el virrey tenía su villa de descanso. Todos los gastos corrieron por cuenta de la compañía de Lesseps y por la gobernación de Egipto. Se construyeron pabellones de madera, muelles y todo se dispuso para hacer la mejor celebración. Y fue el propio virrey que en los meses anteriores entregó las invitaciones en mano en un largo periplo europeo.
La atracción de los festejos -que duraron semanas- fue la esposa de Napoleón III, Eugenia de Montijo (su tía era la mamá de Lesseps), que llegó en su yate recorriendo los puertos del Mediterráneo y acarreando un guardarropa de un centenar de vestidos de las marcas más importantes de entonces. Fueron además monarcas europeos, dignatarios religiosos y hasta se le había pedido a Giuseppe Verdi una ópera especial para la ocasión, pero el compositor se negó. En cambio, los 6000 invitados se deleitaron con la “Marcha Egipcia”, que Johann Strauss hijo, había compuesto ese mismo año y que estrenó en esa ocasión.
Cuando el Jedive Ismail Pachá, encerrado en una grave crisis económica, decidió vender las acciones de la empresa los ingleses, que habían quedado relegados, vieron la oportunidad y el gobierno británico las adquirió y comenzó a controlar el canal. Por la Convención de Constantinopla firmado el 29 de octubre de 1888, se estableció que el canal estaría abierto al tráfico de barcos de todas las naciones, tanto para tiempos de paz como de guerra y que no podría bloquearse bajo ninguna circunstancia.
Grabado de la inauguración del Canal de Suez
Lesseps era la estrella del momento. Regresó a Francia con otros proyectos bajo el brazo. Uno de ellos era el de unir los océanos Atlántico y Pacífico. Eligió Panamá, por entonces en manos de Colombia, como el lugar indicado. No le fue bien en esta empresa, en la que se había embarcado junto a su hijo Charles. Falta de fondos, manejos turbios, sumados a los muertos que provocaba la malaria y la fiebre amarilla, determinaron que su compañía quebrase en 1889.
Padre e hijo, acusados por los accionistas de mala administración y corrupción, fueron sometidos a un proceso judicial, al final del cual debieron pagar una multa de tres mil francos, y el hijo purgó un año de cárcel.
Lesseps ya no era el de antes. Cayó en una profunda depresión, y los diarios informaban que sufría de debilidad senil, y que le imposibilitaba dejar la cama. Murió el 7 de diciembre de 1894.
La historia del canal superó a Lesseps. El 26 de julio de 1956 el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser lo nacionalizó para construir, junto a la Unión Soviética, la presa de Asuán para terminar con las inundaciones en el bajo Nilo. El paso marítimo fue objetivo en los distintos enfrentamientos que se dieron entre árabes e israelíes. Con el correr de los años la nueva lección que el mundo aprendió es que los efectos de un barco encallado en el lugar menos indicado también pueden transformarse en un conflicto mundial. Y de los grandes.
Fuente: Infobae