Los hermanos Lolo y Ciro salían a capturar pokemones con el celu. Fran y Juli tomaron clases de canto por zoom. En la casa de Helena, Felipe y Libertad, adoptaron un gato, mientras que los amigos Mateo y Mía charlaron solo por Zoom. Había que entretenerse en medio de la cuarentena “más larga del mundo”.
Visto a la distancia, la cantidad de DNU presidenciales dejan un recuerdo borroso, pero van más de 500 días de Covid-19 en la Argentina y para los más chicos –los héroes anónimos de la pandemia- la parte más dura recién comenzó a aflojar en las últimas semanas.
Todavía no es lo mismo que en 2019. No volvieron las pijamadas o los cumples en el pelotero ni se fueron los barbijos, pero al menos este año, el Día de la Niñez –o Día del Niño, como se decía antes- tendrá un poco más de color, con clases presenciales, la posibilidad de encuentros sociales y la tranquilidad de poder festejar en familia, gracias al avance de la campaña de vacunación entre los adultos y los niños con comorbilidades.
Para ellos, describirlo es más simple. Aunque no haya vuelto todo a como era antes, “es un sentimiento super lindo poder jugar y no estar encerrado todo el día en tu casa”.
Cuando tu papá es médico
El aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) comenzaba allá por el 20 de marzo de 2020 en la Argentina, con un confinamiento casi absoluto para los más chicos. Se pedía que, en lo posible, no salieran ni a acompañar a los padres a hacer una compra. Iban a ser 15 días pero terminaron siendo dos meses adentro.
En Avellaneda, Ciro (6) y de Mateo (5) casi no vieron a su papá, que durante unos cuatro meses se fue a vivir a lo de su mamá por temor a transmitir el virus a la familia, cada vez que volvía del sanatorio o del hospital. Cirujano de profesión, en los primeros tiempos de pandemia fue reasignado y recibía pacientes Covid. La familia solo se reunía a la noche para cenar, siempre con distanciamiento social.
Los abuelos de Lolo y Ciro les mandaban peluches por el ascensor durante la cuarentena. Foto: Juano Tesone
A fines de mayo, comenzaron las salidas recreativas para los sub 16. Era una hora por semana a no más de 500 metros de la casa. Con las veredas vacías, los chicos salían con su mamá, Carolina Macchioli, y la aplicación de Pokémon Go en el celular, a dar vuelta a la manzana para cazar a los personajes de la serie animada.
Los abuelos, en tanto, les enviaban regalos por el ascensor. Tocaban el timbre, los saludaban desde la vereda por el portero eléctrico y mandaban algún envoltorio brillante. “Casi siempre era un peluche de pokémon”, dice Mateo -prefiere que lo llamen Lolo-, y muestra a Charizard, su favorito.
El preferido de Ciro es Charmender, cuenta el nene y muestra una pila de dibujos de la serie pintados con lápices de colores. Lo que más me divertía en pandemia: “Pintar y jugar a las escondidas con mi mamá”. Lo que más extrañó: “Ver a mis primos”.
El cuarto de los nenes era el único lugar del departamento en el que daba el sol. Foto: Juano Tesone
Los hermanos posan con un cráneo de calavera y cuentan que siempre entendieron los que era el virus. Ya volvieron al colegio, aunque todavía no regresó la doble escolaridad. ¿Volvió la normalidad ya? “Sí, un poco, pero todavía hay cosas que no podemos a hacer como abrazarme con amigos sin barbijo”, resume Ciro.
Volver a cantar y bailar juntas
“Me emocioné mucho cuando tuve la primer clase presencial”, cuenta Francesca Ferrara Lucino, de 7 años en el estudio de danza “Kari Kogan”, en el barrio porteño de Almagro. El 2020 iba a ser el año en el que la nena comenzara clases de canto y baile, pero la pandemia –como pasó con la escuela- llevó a que todas las actividades se trasladaran a la virtualidad.
Su amiga Julieta Ardemagni (10) ya hacía esas actividades desde antes. “No era lo mismo por Zoom. A veces, se trababa la llamada. No me gustaba tanto. Ahora, ya comenzamos a tener presencial y es mejor porque me resulta más divertido. Aparte la extrañaba a la profe Noe (Noelia Vera) y a mis amigas”, cuenta.
Las amigas Fran (7) y Juli (10) en el estudio donde hacen canto, en Almagro. Foto: Germán García Adrasti
Recién en junio, se habilitaban los primeros encuentros de hasta 10 personas al aire libre y los chicos retomaban encuentros en plazas o parques públicos. “El Día del Niño del año pasado lo pasé muy bien, pero me sentí un poco aburrida porque si bien estuve con mi familia, no tenía la posibilidad de pasarlo con mis amigos, porque no se podía”, recuerda Julieta.
Tampoco tuvieron escuela, más allá de las primeras dos semanas de clase. A Francesca, que está en primer grado, la presencialidad le gusta más, por lo mismo. “Aprendés más y ves a tus amigas, aunque lo que sí ahora no tenemos tanto tiempo de recreo y eso lo extraño”, se ríe debajo del flequillo.
“Me sorprendió que en 2021 siguiera la cuarentena”, agrega Julieta. “Es un sentimiento super lindo poder jugar y no estar encerrado todo el día en tu casa, pero todavía usamos los barbijos, no nos dejan hacer pijamadas, hay que respetar el distanciamiento y hay que seguir cuidándose”, resume.
Fútbol y mascotas
Los mellizos Helena y Felipe, de 9 años, y su hermana menor, Libertad (6), se turnaban para tener los Zoom de la escuela, mientras jugaban con Chori, un perro asalchichado al que adoptaron unos meses antes de que comenzara la pandemia. El gato, “Pelusa”, se integró a la familia en noviembre de 2020, el mes en el que fallecía el ídolo Diego Maradona.
Los hermanos Norry posan con Chori, el perro de la familia. Foto: Germán García Adrasti
“Yo me aburrí mucho en la pandemia”, asegura Felipe. “Tenía la Play y podía conectarme todo el día con mis amigos, pero no era tan divertido como vernos en persona o como cuando nos juntábamos a jugar al fútbol. Acá jugaba a la pelota con el perro y mis hermanas, pero no era lo mismo”.
Helena y Libertad coinciden. Ahora, los tres retomaron las actividades, aunque todavía no volvieron a hacer el colegio en jornada completa. “Yo volví a juntarme con mis amigas en el parque”, dice Helena. Felipe agrega que lo que más le gusta de este año que pudo volver a fútbol.
No todos los chicos pudieron retomar las actividades que hacían antes. Al otro lado de la General Paz, Mía Feliz (10) cuenta todavía no abrió la pileta en la que hacía natación, mientras que su amigo Mateo del Valle (9) espera volver a retomar las clases de fútbol que hacía antes de que llegara la pandemia y cerrara el club al que iba en Monte Grande.
Mateo y Mía son amigos fanáticos del club Banfield y quieren volver a la cancha. Foto: Juano Tesone
Los dos son fanáticos de Banfield. “Fui hace algunos años a la cancha y me hubiera gustado volver, pero el año pasado no se pudo porque no hubo partidos hasta como octubre y después miramos la Copa Maradona por la tele», cuenta Mía del torneo en el que Banfield llegó a la final y fue derrotado por penales por Boca, en el estadio del Bicentenario de San Juan.
“Ahora podemos salir a algunos lugares pero a otros no. Yo, que cumplo años en invierno, el año pasado no pude festejar y este sí, pero tampoco con todos mis amigos del curso como antes”, explica Mateo. El motivo principal, dice, es otro: “Mi mamá tuvo Covid y es re feo. Me quedé con mi hermano más grande, pero la verdad es que me dio mucho miedo. Yo ya quiero que se termine esta pandemia”.
Fuente: Clarín