El Universo es inconcebiblemente grande. Tanto que ni siquiera se admite especular. Pero no está vacío. Entre lo que podemos ver y lo que no, es el hogar de miles millones de galaxias, que se componen de un número aún más grande de estrellas, que a su vez poseen una innumerable cantidad de planetas potencialmente vivificantes orbitándolos. Es al menos presuntuoso creernos entonces que somos los únicos seres vivos. Pero, ¿dónde diantre están todos?
Hay muchos lugares dónde buscar. Para hacerse una idea, según un estudio relativamente reciente de la Universidad de Berkeley de California y publicado en PNAS, hay en el Cosmos al menos 100 planetas análogos a la Tierra (es decir, con temperaturas y condiciones que permitiesen la vida) por cada grano de arena de nuestro mundo. La pregunta se hace más acuciante: ¿Por qué no hemos podido encontrarlos?Newsletters Clarín Mundo Messi
Y aquí entra algo que se llama La paradoja de Fermi, planteada en la década del 50 del siglo pasado. La paradora de Ferni es la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, y la ausencia total de evidencia de dichas civilizaciones.
Desde hace años los científicos buscan vida en otros lugares del Universo.
Hay tantas soluciones propuestas para esta célebre paradoja como científicos existen, pero hay una que es realmente perturbadora. Su autor es un físico teórico de la Universidad Nacional de Investigación de Tecnología Electrónica (MIET) en Rusia, llamado Alexander Berezin.
Su hipótesis la ha bautizado: Primero en entrar, último en salir.
Según el planteamiento de Berezin, que fue publicada en arXiv.org, será la primera civilización que consiga viajar a otras galaxias la que necesariamente eliminará a toda competencia “con el fin de garantizar su expansión”.
El mismo autor declaró que su teoría es tan aterradora que espera estar equivocado: «No estoy sugiriendo que una civilización altamente desarrollada pudiera exterminar conscientemente a otras formas de vida. Más probablemente, lo harían sin darse cuenta, al igual que un grupo de obreros destruye un hormiguero para construir un edificio, simplemente porque carecen de cualquier estímulo para protegerlo. Por supuesto espero estar equivocado. La única manera de comprobarlo es seguir estudiando el universo y buscando vida extraterrestre», explicó.
El Parámetro A
Para Berezin, lo verdaderamente relevante no es cómo sean las posibles civilizaciones extraterrestres sino que puedan ser detectables unas de otras a una cierta distancia de la Tierra. Si una civilización extraterrestre no tiene la capacidad de desarrollarse tecnológicamente para ser detectable por otras, aún puede existir, pero para nosotros es como si no hubiera existido nunca. Es como el caso del árbol que cae en mitad del bosque, si nadie está ahí para escuchar si hace ruido o no al caer, entonces nunca lo sabremos, será como si no existiera.
Este principio aplicado a las civilizaciones es al que Berezin atribuye el nombre de Parámetro A. Por este motivo si una civilización alienígena no consigue avanzar lo suficiente como para llegar al Parámetro A, nunca podremos verla, aunque exista.
Desde 1992 se han descubiertos cientos de mundos que tienen condiciones similares a nuestro planeta.
La naturaleza específica de las civilizaciones que surgen al nivel interestelar no debería importar» , dice. «Podrían ser organismos biológicos como nosotros, IA deshonestas que se rebelaron contra sus creadores o mentes distribuidas a escala planetaria como las descritas por Stanislaw Lem en Solaris», agrega.
«La única variable que podemos medir objetivamente es la probabilidad de que la vida sea detectable desde el espacio exterior dentro de un cierto rango desde la Tierra», explica Berezin.
Primero en entrar, último en salir
«¿Qué pasaría si la primera vida que alcanza la capacidad de viaje interestelar erradica necesariamente toda competencia para impulsar su propia expansión?», hipotiza.
Si los principios de Berezin se cumplen estaremos participando, sin saberlo, en una carrera destructiva. Solo la civilización más avanzada podría, no solo conquistar toda la galaxia, también aniquilar al resto de civilizaciones, simplemente porque tendría las herramientas para hacerlo.
Llegados a este punto, lo más perturbador del estudio es que contempla la gran posibilidad de que el ser humano no vaya a encontrar nunca una raza extraterrestre más avanzada que él y que por tanto podrían ser los avances de la propia especie humana los responsables de la destrucción de otras formas de vida sin que se fuera consciente de ello.
Nadie puede predecir si en algún momento podremos encontrar vida fuera de nuestro planeta
Incluso Berezin admite que espera estar equivocado sobre esto, y vale la pena señalar que muchos otros científicos tienen puntos de vista mucho más optimistas sobre cuándo podemos esperar escuchar de la vida extraterrestre avanzada.
Pero las opiniones del físico son solo la última declaración científica de por qué podemos estar destinados a mirar las estrellas solo en el tiempo y el espacio, por mucho que desearíamos que fuera de otra manera.
Fuente: Clarín