Y que, además, es caro. Brasil ya había quedado afuera del mapa de opciones, les resultaba un presupuesto excesivo incluso antes de las medidas anunciadas. Pero había que pensar en un destino para las próximas vacaciones, y con dos hijos de 11 y 13 años, «que al tercer día sin amigos ni actividades que los diviertan te miran con cara de traste y te dicen me aburro» -grafica Paula-, la decisión no era fácil.
Estar los cuatro en familia, solos en la playa, dejó de ser para los Tuduri una chance desde hace varios años. «Los chicos están más grandes, y si no están con amigos hay que buscar cosas para hacer todo el tiempo. Salir a andar a caballo, clases de surf, lo que sea. Y todo significa gastar más plata. El año pasado nos fuimos a Córdoba. Fue muy lindo pero también muy trabajoso. Y los adultos finalmente no descansamos nada. Este año la prioridad es el descanso. Unos amigos del club nos comentaron que siempre van a Necochea, que se arma un grupo muy lindo de pibes que se mueven solos de acá para allá, y eso nos terminó de convencer», cuenta Paula, que ayer terminó de pagar la última cuota de un departamento que alquiló por AirBnb frente a la playa, por el que pagó cerca de 100.000 pesos la primera quincena de enero.
La fórmula es imbatible: ellos, los chicos, se divierten con sus amigos. Los adultos, dicen, descansan. «Cada año nos replanteamos qué hacer. A medida que crecen las necesidades van cambiando. Pero hay algo que no cambia. Nosotros tenemos 15 días de vacaciones y los chicos tienen tres meses, y nuestro descanso depende de que ellos estén entretenidos. No se trata de someter la decisión a su antojo, pero entendemos que si las vacaciones no resultan para ellos, no resultan para nadie», sentencia Paula.
Para la psicóloga Ileana Berman, la adolescencia es un tiempo de exploración y descubrimiento. Un tiempo marcada por una mayor independencia de la infancia. «Es la etapa de los pares, de la caída de los padres como único modelo para integrar nuevos modelos de socialización. Por eso, es necesario que los padres puedan ajustar su comportamiento a esta nueva etapa y flexibilizar algunas situaciones para dejar que los chicos tengan injerencia en las decisiones», opina la especialista en crianza.
Negociar. Participar. Discutir. Limitar. Ceder. Los expertos en infancia y adolescencia mencionan todos estos conceptos como parte de la metamorfosis en los vínculos entre padres e hijos adolescentes, que suelen ser desafiantes. Pero que es necesario que así sean, señala Berman, para poder salir de la endogamia a exogamia. «Está comprobado que los padres que pueden flexibilizar sus ideas y considerar factores alternativos, como tener en cuenta las amistades de los chicos y darles un espacio para plantear juntos un programa o unas vacaciones, son más efectivos a la hora de criar hijos y adolescentes», agrega la experta.
Un poco de playa, otro poco de aventura
Martín Fresco y su mujer aplican la misma receta desde hace tres años. Una semana de playa, con amigos de los chicos y generalmente en la costa argentina. Y otra más planificada, a un destino no conocido, un viaje de exploración, de aventura, donde todo sea diferente a la rutina del año. Solamente los cuatro, en familia.
«Para nosotros es ideal. Vamos una semana o 10 días a Aguas Verdes, donde coincidimos con unas familias amigas y hacemos unos días de playa, mucho mar para los chicos y más tranquilo para los adultos. Y en octubre, que los chicos tienen una semana de vacaciones en la escuela, planificamos un viaje a un lugar que no conozcamos, o que tenga algún encanto para todos. Puede ser algún lugar de la Argentina o no. El año pasado nos fuimos a Río de Janeiro. El anterior estuvimos en El Calafate. Y antes habíamos ido a Las Cataratas -cuenta Liliana Iparraguirre-. Está equilibrado, y todos la pasamos bien».
«Los chicos tienen 13 y 15 años, y sabemos que ya no falta mucho para que el mayor empiece con las ganas de querer irse solo con sus amigos. Por eso el viaje de octubre es maravilloso. Nos da momentos y experiencias en familia que son muy difíciles de igualar durante el año. Es una oportunidad para estar los cuatro juntos todo el tiempo, y también nos divertimos. Pero sí tengo que reconocer que el presupuesto de esa semana es mucho más caro que la vida de playa», asegura Paula.
Haydee Guiqueaux es psicopedagoga y asesora del proyecto de audio cuentos Había una vez, y está convencida de que las vacaciones es tiempo de familia. «Lo social se cumple durante el año con las amistades del colegio, el club, las actividades extra escolares o las salidas entre amigos del barrio. No creo que lo ideal para los padres que tienen hijos púberes y adolescentes sea que las vacaciones se elijan en función de dónde van sus amigos».
La especialista, en cambio, considera que cada familia tiene un perfil distinto, y que las vacaciones son una oportunidad para fortalecer las identidades de cada uno de los integrantes, y de la familia como grupo. «Las vacaciones se eligen según los gustos y las necesidades de cada familia en particular. Está bien pensar en que todos tenemos el derecho de pasarla bien y descansar, pero ir detrás de lo que hacen otros y copiar lo de afuera muchas veces nos debilita. Si a mí no me gusta ir a la costa argentina porque el agua está helada, me muero de frío y siento que no tengo nada que hacer, no es una buena decisión ir porque van los amigos de mis hijos».
Juntos, pero separados
Para Karina Delfino y su hija Micaela, que tiene 15 años, vacaciones es sinónimo de playa. Y playa es sinónimo de Villa Gesell. «Vamos hace ya algunos años. Es un lugar que tiene mucha convocatoria de jóvenes y todo está cerca. Van en grupo a todas partes, ellos por un lado y los adultos por otro. Pero al mismo tiempo yo puedo supervisar lo que hacen. El año pasado iban a la matinée, después nos encontrábamos en una esquina y volvíamos juntas a casa», cuenta Karina.
«Negociar siempre es una opción. Hay que entender también que, en sintonía con la edad que atraviesan, son chicos abúlicos, que boicotean el espacio familiar; una etapa donde se manifiesta la rebeldía -señala Marisa Risomando-. También los padres buscan la manera de que los chicos no estén demasiado tiempo en las pantallas durante las vacaciones, y que puedan compartir con amigos es una solución. Creo que es una etapa donde tratar de coincidir con amigos y otras familias que tengan hijos en edades similares es una buena idea en la medida que posibilita un buen descanso para todos. El riesgo, y que lo veo a menudo en mi consultorio, es cuando los chicos deciden todo. Qué se come, qué película se mira, qué música se escucha en el auto y a dónde nos vamos de vacaciones. Esto sí es contraproducente a una crianza saludable. Los niños tienen su opinión y hay que escucharlos y entender sus necesidades. Pero la decisión es de los adultos», enfatiza Rusomando.
Fuente: Soledad Vallejos, La Nación