Un montón de sillas dentro de una habitación podrían ser solo eso, un montón de sillas. Pero Esther Ferrer no quiere que quede ninguna duda; no le interesa la ambigüedad cuando el mensaje tiene que ser claro: por eso, en medio de las 62 sillas de su instalación en la exposición Cuando cambia el mundo: Preguntas sobre arte y feminismos, en el Centro Cultural Kirchner, un maniquí sostiene un cartel que explica que hay “una por cada femicidio ocurrido en 2021”. Así, 62 sillas se convierten en el espacio que deberían estar ocupando 62 mujeres que ya no están, que fueron asesinadas.
“Yo hago lo que quiero”, dice la artista de 83 años, en conversación telefónica con Clarín desde su casa en París. Eso no es difícil de comprobar: esta mujer nacida en San Sebastián, País Vasco, en 1937 viene haciendo “lo que quiere” desde hace varias décadas. Desde los sesentas, formó parte del grupo artístico experimental e interdisciplinario ZAJ, en España, donde trabajó con los artistas Juan Hidalgo y Walter Marchetti. En sus performances, instalaciones y fotografías ahonda una y otra vez en la repetición, los cuerpos y los números.
Esta misma instalación con sillas la realizó por primera vez en Madrid, en el año 2016. Los femicidios (o “feminicidios”, como los llaman en España) son un asunto transversal que nos interpela tanto como a esa audiencia original. “El arte lo hago para mí, pero esta obra es como un grito, una manera de protestar”, nos explica. En la reescritura a distancia de su obra, la primera en nuestro país, curada por la renombrada Andrea Giunta, se actualizó el dato para que corresponda con el actual registro de casos en nuestro país. Pero la obra no termina ahí, la obra cobra vida porque, a medida que estos crímenes sigan sucediendo, la instalación será testigo de ello: se añadirán nuevas sillas por cada víctima.
Esther Ferrer. La artista española centrada en la performance. / EFE
-¿Qué pasará si la habitación se llena?
-Las sillas podrían salir perfectamente de la habitación y pasearse por toda la sala donde están mis obras; todas tratan sobre el cuerpo de la mujer.
Esas otras obras son registros fotográficos de su propio rostro a lo largo de 38 años. “Las mujeres tenemos que ser un cúmulo de virtudes”, reflexiona. Con esto se refiere, sobre todo, a aquella presión por la eterna juventud. “Pues yo no soy ni guapa ni nada… y, además, ¡se me cae todo!”, exclama.
Sillas de la muerte. La obra de Esther Ferrer en el CCK. / Manuel Pose/Gentileza CCKirchner
Con estos autorretratos continuados a lo largo de casi cuatro décadas, Ferrer nos pone frente al aspecto más tangible del paso del tiempo, del cual, según ella: “Lo único que sabemos es las huellas que deja”. Así, año tras año, vemos a una Esther de frente, sin retocar, seria. Poniendo lado a lado mitades de su propio rostro de distintas épocas, nos muestra las marcas de los años en acción: ojeras más pequeñas o más grandes; arrugas más imperceptibles o más profundas; cambios en su corte de pelo; una boca que se vuelve cada vez más fina.
En la enorme pared frente a los autorretratos de Esther Ferrer, encontramos una serie de 26 preguntas numeradas —casi parece un examen— tituladas Preguntas feministas. Esta no es una obra que dice, sino una obra que escucha, que interpela, que quiere saber. Algunas de sus dudas son: “¿Existe todavía hoy una discriminación de la mujer artista?”, “¿Creen uds. que las y los críticos de arte son imparciales al juzgar el trabajo de las mujeres?”, “¿Por qué las mujeres artistas están de moda?”.
Preguntas feministas. En la pared del CCK, otro trabajo de Esther Ferrer. Foto Juan Manuel Foglia.
Para responder las preguntas están los mismos espectadores, los visitantes del CCK: hay mesas con hojas de papel, fibrones, tijeras, chinches, cinta adhesiva y, por supuesto, alcohol en spray, para que puedan escribir sus respuestas y ponerlas en la pared. Como todo lo que hace Ferrer, esta no es una obra estática, sino que mediante la acción y la interacción es modificada por todo lo que sucede en ella y a su alrededor durante el tiempo que dure: “Yo sé cómo va a empezar una performance, pero no tengo ni idea cómo va a terminar”, asegura.
Finalmente, en la última sección de la sala de las tres que ocupa Ferrer, encontramos distintos registros de sus performances. Siempre con el paso del tiempo en mente y una impresionante visión a futuro, la artista nos presenta registros de su cuerpo desnudo (y los de otras personas) desde 1975 hasta 2013: “Había hecho Acciones corporales pensando en un día hacer esta misma acción cuando yo fuera vieja, para ver el envejecimiento de mi cuerpo a lo largo de cuarenta o cincuenta años”. Como lo destaca en su texto curatorial Andrea Giunta: “Los desnudos de mujeres mayores no son comunes, buscados, ni celebrados”.
En pandemia: una artista de riesgo
En sus performances realizadas originalmente en Francia y España, Esther Ferrer mide su cuerpo con una cinta métrica, mide el cuerpo de otros, registra las medidas en la pared, escribe Intime et personnel (“íntimo y personal”) sobre ellos.
Al igual que con los autorretratos, todo esto nos permite posar la mirada y reflexionar sobre la corporalidad y el paso del tiempo. ¿Pero qué pasa con los cuerpos en 2021? Ferrer es clara: le parece “estúpido” hacer arte sobre la pandemia solo por el hecho de hacerlo. Aún así, es innegable que sus performances pasadas se resignifican a la luz de un contexto que nos ha privado durante ya un año de los contactos del día a día, de la cercanía física, de la movilidad que gozábamos antes.
Su única obra en relación con la pandemia la hizo “porque se le ocurrió una buena idea”, la cual considera su única buena excusa para hacer arte. Se trata de una fotografía a escala de sí misma, de perfil. Sobre su nariz, sostiene una regla (nuevamente aparece el tema de las mediciones) con la que mide un metro a partir de donde termina su cuerpo; o sea, marcando el radio del distanciamiento social desde su eje.
Como vemos, la libertad individual es central el trabajo de Ferrer: tanto la de los espectadores (que, como propone, son libres de hacer lo que quieran, incluso de pararse e irse) como la de ella misma, incluso en términos económicos. “He trabajado siempre para no tener que depender del medio artístico”, asegura, haciendo referencia a que ha dado clases, escrito e incluso hecho traducciones para prescindir durante toda su carrera de concursos, becas o ayudas de gobiernos. Su aversión a esto se debe a que creció y trabajó durante el franquismo: “¡A qué artista se le hubiera ocurrido pedir dinero a Franco!”, exclama, a modo de explicación.
El arte y el feminismo, ahora
Las obras de Esther Ferrer se presentan en el contexto de la exposición internacional Cuando cambia el mundo: Preguntas sobre arte y feminismos, que se esta exponiendo en el CCK y que se complementa con cuatro días de actividades virtuales y presenciales con mujeres y diversidades en el centro, en vísperas del Día de la Mujer.
Esta exhibición, que se extiende por cinco salas del cuarto piso del ex Correo Central, nos invita a reflexionar sobre temas de coyuntura urgente de la mano de artistas internacionales: la brasileña Aline Motta nos acerca mediante sus films a una exploración sobre sus raíces y sus orígenes en la diáspora africana; la dominicana Joiri Minaya, mediante una performance y una instalación, ahonda sobre la raza y la representación de la mujer mulata y negra y los estereotipos en torno a ellas; la uruguaya Pau Delgado Iglesias nos pone en la piel de las personas ciegas, al mismo tiempo que nos hace escuchar sus testimonios respecto a la belleza y la atracción física; el chileno Sebastián Calfuqueo recupera historias mapuches y reflexiona sobre identidad, género y sexualidad.
Imágenes. La muestra «Cuando cambia el mundo», en el CCK. Foto Juan Manuel Foglia.
“Me da mucha satisfacción que obras que nos traen problemáticas distintas puedan entrar en contacto con los públicos de nuestro país”, dijo Andrea Giunta durante la inauguración, en la que estuvieron presentes también el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer; la directora del CCK, Verónica Fiorito; y la secretaria de Patrimonio Cultural, Valeria González.
La semana de actividades titulada Nosotras movemos el mundo, en ocasión del próximo Día de la Mujer, sigue hasta el domingo 7 de marzo y se podrá visitar con turnos a las 14, 15, 16, 17, 18 y 19 h.
Un capítulo de Paka-Paka con Mercedes Sosa y María Elena Walsh
Hay actividades diversas, presenciales y online, desde el estreno de episodios de Zamba dedicados a Mercedes Sosa y María Elena Walsh (este domingo) hasta charlas sobre política laboral trans (el sábado) y justicia feminista (el domingo). Toda la programación presencial acá.
Entre las actividades virtuales, habrá una ejecución del Himno Nacional a cargo de distintas artistas (el domingo a las 0) y también un cancionero trans-travesti-no binario. La programación virtual completa, acá.
Ficha
Cuándo: Hasta el 30 de junio, con reserva previa a través de compartir.cultura.gob.ar.
Dónde: Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151).
Fuente: Clarín