Prince, Madonna, U2, Michael Jackson, Whitney Houston… eran lo más nuevo que sonaba en las pistas en las que el brillo, las hombreras y los peinados llamativos de los 80 y el minimalismo de los 90 destilaban glamour. A la hora de elegir destino, La City encabezaba las preferencias.
Los de más de 25 iban los viernes y, si lograban entrar, se topaban seguro con las personalidades más famosas del momento; los de 22 a 23 años no se la perdían los sábados, noche de rugbiers y deportistas; y los más chicos, ansiosos por asomarse a la adultez, eran bienvenidos en la matinée de los domingos. A fines de los 80 y principios de los 90 New York City o, mejor dicho, La City era el punto de encuentro obligado de la noche porteña. Hoy su público creció y pasa los 40, los 50 años o más. Para ellos, solo para ellos, La City abre sus puertas todos los viernes y sábados y es posible activar la memoria emocional, transportándose a otros ritmos, otra estética y otra forma de vivir la noche.
Antes de la música electrónica y de los mega boliches en los que la única manera de encontrarse con los conocidos, en medio del tumulto, es mediante los mensajes de WhatsApp o por medio de alguna aplicación de localización, La City era el punto de encuentro obligado de los fines de semana. En los 80 ir a bailar era ingresar, por medio de una puerta que muchas veces conducía a un subsuelo, a salones de capacidad reducida donde era fácil reunirse con los amigos y con todo aquel que quería ser visto. Mau Mau, Afrika, Regine’s y más tarde Le Club se destacaban en la noche de Buenos Aires cuando en 1980 irrumpió La City, con su capacidad para 940 personas y su inspiración en Studio 54 de Nueva York.
Cuarenta y dos años después de su inauguración, “esa generación que hoy tiene entre 40 y 50 años, cuando tiene que festejar algo, lo hace en La City. Doce mujeres hicieron hace unos días su festejo de 50. Para ellas fue volver adonde pasaron buena parte de su adolescencia. Hace treinta años que vienen y siguen viniendo”, relata a LA NACION Revista Ricardo Fabre, uno de sus propietarios. Cada sábado dice presente un público que ronda los 50 y que, en su momento, iba a la matinée. “Los que tenían 18 en los ‘80 hoy tienen 50 y siguen viniendo. Otros ya son más grandes”, calcula Fabre.
Después de un año y medio de cierre a causa de la pandemia, La City funciona nuevamente, prácticamente de manera normal. Sus horarios no tienen nada que ver con los de las discotecas que arrancan a la madrugada. Aquí la noche de los sábados empieza a las 22, comida de por medio. La propuesta incluye cuatro consumiciones y su precio es de 2000 pesos. Desde las 23,30 se abren las puertas para los que quieren solamente ir a bailar, hasta las 5 de la mañana (la entrada es de 1000 pesos).
La noche es larga, pero se produce una rotación de público. Hoy se escuchan dos tipos de música: en planta baja se pasa lo mejor de los últimos cuarenta años y en el primer piso, música latina, como reggaetón y salsa. “Los viernes hay eventos privados. Mucho cumple de 40 para las mujeres y de 50 para los hombres. La agenda está completa hasta septiembre”, aclara Fabre. Así, durante junio los viernes estarán ocupados por una fiesta de ex rugbiers, de entre 45 y 55 años; un show con el doble de Luis Miguel; y un cumpleaños de 50 organizado por quince hombres. Los domingos las puertas permanecen cerradas.
Si bien todo se está reacomodando después de lo más duro de la cuarentena, la pandemia cambió algunas cosas. Cuando nadie conocía nada de coronavirus y la cuarentenae no existía, los domingos La City abría sus puertas para el público de más de 60 años. Hoy, si bien el resto de los días recobraron su ritmo de antes, éste no es el caso de los domingos. “Los de 60 no se recuperaron porque están todavía con miedo al contagio. Esto se cortó por la pandemia y no volvimos. Esta propuesta duró doce años, pero tenemos la sensación de que no se superó completamente el tema Covid”, reflexiona Ricardo Fabre.
Los eventos con marcas también son cosa del pasado porque éstas “buscan posicionarse entre gente joven, de 20 y tantos años”, añade. Ese ya no es el target de La City y es más fácil encontrarlo por Palermo. Tampoco abre los días de semana, salvo para alguna fiesta puntual que se puede organizar en alguna víspera de feriado. Una vez por mes se hace la fiesta de salsa, que se llena. “Es un negocio muy personal. Con mi mujer Valeria nos ocupamos de la gastronomía, las barras, las compras. Estamos en todo. Nosotros estamos porque la gente te tiene que ver. Es un valor agregado que alguien los reciba y les dé la bienvenida”, destaca el propietario de la legendaria disco.
Todo empezó en 1980 y sus días de gloria duraron trece años. “Los primeros trece años fueron hegemónicos, hasta el 93 en que decidimos vender. Lo recuperamos en 2001 y hoy somos hegemónicos en una propuesta senior, para los clientes de siempre que crecieron”, resume. Originalmente los propietarios, además de Ricardo Fabre, eran su hermano Oscar -ya fallecido, lo sucede su hija Paula- y Mario Falak. “En la época del menemismo Mario se cansó de La City y se empezó a ocupar más del Hotel Alvear. ¿Una anécdota? Menem vivía con Zulema sobre la calle Posadas. La relación con su mujer era inestable. Cuando Zulema lo echaba, él se iba al Alvear. Mario Falak le daba siempre la suite presidencial”, cuenta.
Una disco como la City no tenía precedentes en Buenos Aires en el momento en que abrió. A fines de los 70, la noche transcurría en lugares que eran chicos. Mientras tanto, en Studio 54, de Nueva York, estaba surgiendo una nueva tendencia que cambiaría la vida nocturna para siempre. Ricardo Fabre visitó e incluso logró entrar a la famosísima discoteca en la que se inspiró para abrir más tarde La City.
“En Studio 54 había una fila de limusinas en la puerta, con choferes de smoking. Esperaban que se permitiera el ingreso y, cuando esto sucedía, se bajaba una personalidad acompañada de una mujer espectacular. Mientras, en la calle había cuatrocientas personas mirando e intentando entrar. La puerta era un espectáculo. Y adentro convivían multimillonarios con gente disfrazada tipo Village People, con las modelos más famosas del mundo y con personajes tipo Calvin Klein. Nosotros pensamos: si podemos reproducir esto en Buenos Aires, va a ser un éxito”, rememora.
Los socios se pusieron, entonces, en campaña para conseguir un lugar lo suficientemente grande para revolucionar la noche. Si bien les hubiera encantado que fuera sobre avenida Alvear, les parecía que no era importante la ubicación porque en cualquier lugar iban a tener éxito. Finalmente, el local elegido quedaba en Alvarez Thomas 1391, donde antes había funcionado una concesionaria Viel Temperley. Ni bien abrieron, New York City fue un éxito ¿Su secreto? Una puerta casi imposible de franquear. “Los viernes era imposible entrar, los sábados eran más de rugbiers y deportivos y los domingos, matinée”, resume.
Los viernes se acercaba allí la farándula que fue llegando a partir de eventos y de invitaciones. Pancho Dotto y sus modelos, Ricardo Piñeiro y las suyas, Guillermo Vilas, Graciela Borges, Zulemita Menem, Rod Stewart, Gabriela Sabatini, Carlos Menem, Carlos Monzón, Alberto Olmedo, Marta Minujín, Susana Giménez, Gino Bogani, Guillermo Cóppola, Diego Maradona, Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Charly García…. Todos y de todos los sectores de la cultura, el deporte y el espectáculo se daban cita. Y siempre estaban los paparazzis esperando.
Sin embargo, no había exigencias ni quejas por la presencia de fotógrafos. Una noche se encontraron en La City Carlos Monzón y su rival Miguel Castellini. Se cruzaron y pidieron que se desalojara el baño y que no hubiera fotógrafos, para ir a pelear ahí. “Se pegaron en el baño. Debe haber ganado Monzón por puntos. Hubo una actitud de caballerosidad de que el asunto quedara entre ellos. Y no quedó registro de lo que pasó”, recuerda Fabre. Mientras tanto, la calle era otro espectáculo. Cada noche “teníamos quinientas personas afuera queriendo entrar. Como condición, tenían que estar bien vestidos y era casi obligatorio venir en pareja. Las mujeres estaban siempre fantásticas. Pero si el hombre estaba desalineado, no entraba. Si el hombre no entraba, la mujer muchas veces se mandaba sola”, recuerda.
¿Un clásico de antes? Las fiestas de Halloween de los 80 y los 90, con Fiorucci de auspiciante. “Esas fiestas son imposibles de igualar. Estaban todos los personajes de Buenos Aires. Eran fiestas con inversiones sin límite. En la década del 80 era normal que Fiorucci gastara 100.000 dólares en un evento”, afirma el dueño de La City. La marca italiana acompañó con sus eventos hasta el año 1994. A partir de 1993 y 1994 la estrella de la City se fue apagando y Fabre se lo adjudica a la llegada de la música electrónica que provocó la pérdida de glamour. Y las noches glamorosas comenzaron a quedar atrás. “Para venir acá, sobre todo los viernes a la noche, se ponían lo mejor. Eso fue desapareciendo porque la fiesta electrónica era descontrol y noches más masivas”, apunta Fabre. Hoy La City está de vuelta, más allá del tiempo que sigue pasando, de las crisis y de la pandemia. Y es su público fiel, el de siempre, el que la sigue a
Fuente: Malú Pandolfo, La Nación