Caminito es una celebridad. La callecita de La Boca está entre los 10 lugares más fotografiados del mundo, según estadísticas de Google Maps -detrás del Museo Guggenheim de Nueva York, de Piazza Spagna en Roma y de otras 6 maravillas. Así que es lógico que se sepa parte de su historia. Parte. Porque ese paseo con casitas altas de madera y chapa, esculturas y ecos de tango, inaugurado el 18 de octubre de 1959, tiene todavía, a días de cumplir 60 años, «secretos» guardados.
Es lógico que se sepa, por ejemplo, la historia de Caminito que el pintor Benito Quinquela Martín (1890-1977), su creador junto a vecinos, resumió así: «Un buen día se me ocurrió convertir a ese potrero en una calle alegre».
De hecho, Quinquela -el chico abandonado y adoptado por el carbonero Chinchella y su mujer que se convirtió en famoso pintor de barcos de colores saturados, cielos de fuego y oscuros hombrecitos encorvados por el peso que cargan en la espalda- dijo más: «Toda La Boca es un invento mío». Y, afirma Víctor Fernández, director del Museo de Bellas Artes de La Boca Artistas Argentinos Benito Quinquela Martín y vecino del barrio desde hace más casi 40 años, no estaba tan equivocado.
Alma de barrio. Con o sin turistas, Caminito conserva esa esencia. / Lucía Merle
Otro Caminito. Antes de que la obra de Quinquela y los vecinos se convirtiera en una celebridad internacional. / Gentileza Museo Quinquela Martín
Fernández lo explica siempre. Quinquela no sólo legó a La Boca una importante colección de pintura. En 1936 empezó a diseñar un «polo de desarrollo cultural, educativo y sanitario» en la ribera del Riachuelo. Arrancó con la fundación de la Escuela Museo Don Pedro de Mendoza. Siguió, en 1938, con el Museo. Y donaría terrenos para edificar un jardín de infantes (1944), un lactario (1947), una Escuela de Artes Gráficas (1950), el Instituto Odontológico Infantil (1957) y el Teatro de la Ribera (1971). No fue todo. Fernández sintetiza: «Había tangos que hablaban de los barcos que iban a recalar a un espacio turbio y brumoso pero, a partir de él, hay una postal a puro color del barrio”.
Claro que hay vecinos que se acuerdan de cómo nació Caminito y el Museo de Bellas Artes Quinquela Martín difundió su historia con visitas guiadas. La que dice que Caminito se llama así por el tango que musicalizó Juan de Dios Filiberto y se estrenó en 1926. Que Quinquela impulsó la instalación de esculturas y otras obras de creadores reconocidos. Que el espacio albergó al teatro de Cecilio Madanes: entre 1957 y 1973, puestas de Shakespeare y de otras figuras con los conventillos como escenografía y los vecinos actuando. Y que así se convirtió en usina de cultura popular, en museo a cielo abierto y en emblema del barrio y de la Ciudad de Buenos Aires.
Bienvenida típica. Al paseo, que fue formalmente inaugurado el 18 de octubre de 1959. / Lucía Merle
Vista histórica. Caminito, de tierra. / Gentileza Museo Quinquela Martín
Pero se sabe menos de «La Curva». Así se llamó Caminito antes de Caminito, por la forma del tramo del ferrocarril -de Ensenada, que llegó en 1865- habilitado para transportar cargas entre la estación Brown (hoy Garibaldi y Olavarría) y el muelle junto al Riachuelo. Lo cerraron en 1928. Y en 1954, cuando quitaron las vías, estaba por convertirse en un basural.
Buenas artes. Color, relieves, baile (atrás), en Caminito. / Lucía Merle
Y también se sabe menos aún, poquísimo -salvo entre la gente del barrio y estudiosos- sobre el vehículo que frenó una noche frente a la actual esquina de Magallanes y Pedro de Mendoza para volcar una pila de quesos en mal estado. Lo olieron todos. Y llevó a los hermanos Arturo y Aníbal Cárrega, sus vecinos, dueños de una tradicional ferretería naval -el edificio sigue ahí-, a poner postes que impidieran el paso de camionetas y autos y que convirtieron a «La Curva» en peatonal.
Todo esto lo cuenta el libro «Una sombra ya nunca serás», que Fernández y del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín publicarán en breve para celebrar los 60 de Caminito, y a cuyo anticipo accedió Clarín.
Colores. Como quería Quinquela, el Museo de Bellas Artes de La Boca la «pintó» en el asfalto, frente al Riachuelo. / Gentileza Museo Quinquela Martín
En ebullición. La Boca de las primeras décadas del siglo XX. / Archivo Clarín
Para los festejos del cumpleaños -que, a principios de año, incluyeron una obra flotante, hecha con botellas de plástico, del creador italiano Michelangelo Pistoletto-, desde el Museo trabajan ahora en la extensión y renovación de la intervención sobre el paseo costero con los tonos originales de los muros de Caminito. «Le quisimos dar el sentido de Caminito derramándose por todo el barrio, que es un poco el concepto de Quinquela cuando pensó aquello de la ‘sonrisa de colores‘ junto al Riachuelo. Ya había hecho Caminito y soñaba con que la experiencia, las calles asfaltadas y vivaces, se replicara», señala Fernández a este diario.
«Ya aludimos al ‘alma colorida’ que distinguía a una comunidad tan festiva como melancólica y sombría, que nunca dejó de percibirse como el revés de las instancias de poder simbolizadas por el centro de la ciudad», indica el libro por publicar. Al mix entre criollos e inmigrantes llegados entre fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, desarraigados y esperanzados a la vez. «En tiempos de un vertiginoso crecimiento urbano, mientras la arquitectura de Buenos Aires en clave gris se asimilaba a las principales capitales europeas, La Boca tomaba distancia», agrega. «Todo parecería reducirse, en última instancia, a una atávica tensión entre identidades culturales moldeadas por pertenencias sociales.’Lo popular’, caótico, estridente, simple y colorido versus ‘lo culto’, ordenado, limpio, refinado, neutro», dice. Y a la convicción de Quinquela por defender sus colores, «a los que andaré prendido -anticipó- hasta después de muerto«.
Antiguas. Estas son casitas originales de Caminito. / Gentileza Víctor Fenández
Los 8 destacados:
1) Un terreno peleado. Ex cancha de básquet del Club Zárate, este es el último espacio en incorporarse a Caminito. Víctor Fernández cuenta: “Fue motivo de una larga, tensa y, a veces pintoresca, disputa entre ese club y Quinquela, que se extendió prácticamente durante toda la década de 1960. Quinquela queriendo ampliar Caminito y el club, queriendo conservar su cancha. Para el lugar, Quinquela proponía abrir una sede local del registro civil o que los viejos marinos del barrio construyeran un estanque para que los chicos jugaran con barquitos». En el ingreso desde Del Valle Iberlucea.
Disputado. El Club Zárate tenía en este terreno la cancha de básquet y quiso mantenerla allí. Se impuso Caminito. / Gentileza Museo Quinquela Martín
2) La familia fundadora. En esta esquina había una ferretería naval, la de los Cárrega. «Como la casa está en uno de los ingresos al pasaje, los hermanos Cárrega estuvieron entre los que más trabajaron para revertir el deterioro del lugar, que en 1954, cuando levantaron las vías del ferrocarril se había convertido casi en un basural», señala Víctor Fernández. Y agrega: «Ellos fueron los que empezaron las obras de alisado del piso, quienes colocaron las estacas en la entrada para que no pasaran los vehículos de los que venían a tirar desechos y fueron los que fueron a ver a Quinquela para que los ayudara a transformar el lugar». En Magallanes y Pedro de Mendoza.
De los Cárrega. La casa de los hermanos que impulsaron, con Quinquela, la creación de Caminito. / Gentileza Museo Quinquela Martín
Los hermanos Cárrega ya habían trabajado con Quinquela para el barrio. Por ejemplo, en la remodelación de la Plazoleta de los Suspiros que fue realizada en 1948 para que la declararan Lugar Histórico Nacional. Y siguieron ayudándolo.
3) Al Bombero Voluntario. Este monumento está cargado de historia porque los Bomberos Voluntarios son próceres de La Boca desde el origen del barrio. Lo dice Víctor Fernández y recuerda que el suyo fue el primer cuartel de Bomberos Voluntarios del país, por eso, en conmemoración de la fecha de su creación, 2 de junio de 1884, cada 2 de junio es el Día de Bombero Voluntario Argentino y se realizan actos alrededor de este trabajo, incluso con brigadas caninas. Es el único bronce del pasaje, obra de Ernesto Scaglia, y está presidiendo el ingreso desde Magallanes.
Homenaje al Bombero Voluntario. En La Boca, en 1884, abrieron el primer cuartel de todo el país. / Lucía Merle
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4) Música. El busto a Juan de Dios Filiberto es obra de Luis Perlotti. «El escultor fue compañero de Quinquela en las peñas del Café Tortoni y en otras aventuras estéticas, ya que compartían esta mirada nativista, acerca del arte comprometido con la construcción de la identidad nacional -indica Fernández-. Por eso, entre otras cosas, hay varias obras de él en Caminito», señala Víctor Fernández.
Juan de Dios Filiberto. Escribió los acordes de Caminito, el tango, inspirado por un «amor platónico». / Gentileza Museo Quinquela Martín
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Filiberto murió el 11 de noviembre de 1964. Al día siguiente, el cortejo fúnebre pasó por Caminito. «Fue muy conmovedor cuando un conjunto de bandoneonistas que lo acompañaban interpretó tangos que lo hicieron inmortal. Este busto había sido preparado con una bandera argentina, con ofrendas florales… es decir, alrededor de suyo se organizaron la mayoría de los homenajes cuando le tocó partir», cierra el director del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín.
5) Letra. Este busto para Gabino Coria Peñaloza es la última de las obras que se incorporó a Caminito, en 1992. Fue realizada por Eliezer Díaz y donada por el Gobierno de La Rioja, donde el compositor mendocino, autor de la letra del tango Caminito, murió. «Viene a reparar la ausencia del otro gran creador de ese tango, a reencontralo con Filiberto», comenta Fernández.
A Coria Peñaloza. El busto recuerda al autor de la letra del tango Caminito. / Lucía Merle
«Existen dos Caminitos: este lugar que inspiró la música a Filiberto por un amor platónico, por la nostalgia de esa chica que se asomaba por alguna de estos balcones a verlo pasar todos los días. Y el del pueblo de Olta, en La Rioja, que inspiró a Coria Peñaloza», apunta el experto.
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6) Gauchos y payadas. Otra obra de Luis Perlotti, homenajea a Santos Vega, gaucho de quien se sabe muy poco, salvo que dio origen a una leyenda basada en un duelo con Juan Gualberto Godoy -«Juan sin ropa»-, quien lo «venció» en una payada a mediados de la década de 1820. Víctor Fernández indica: «Esta pieza reafirma el carácter también nacional que Quinquela le quiso dar al guión de obras que estructuran la muestra de Caminito. Este no es, solamente, un repertorio boquense si no que, como ante la colección del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín, el visitante se encuentra con algo así como parte de nuestro adn cultural».
Payador. El homenaje a Santos Vega, en Caminito. Es del artista Luis Perlotti. / Lucía Merle
Dato: Antes de seguir, vea el conventillodel fondo, ya que es uno de los más antiguos en pie en el pasaje.
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7) El color como tradición. El edificio más nuevo de Caminito fue levantado en 1964. «Para entonces, una ley ya decía que toda nueva construcción o intervención de edificios en el barrio debía ser aprobada por una comisión especial que integraba Quinquela. Es decir, la mirada y las elecciones cromáticas de Quinquela Martín pasaron a tener fuerza de ley«, marca Víctor Fernández. Y muestra que la intervención del pintor es evidente. «De hecho, los muros están revestidos con piedras de colores y en uno de los laterales se encuentra ‘Regreso de la pesca’, mural hecho con cerámicas, uno de los más imponentes de Quinquela que tiene el barrio», completa.
El color en la piedra. La edificación de 1964 tiene el sello de Quinquela. Y un mural suyo «pintado» con cerámicas. / Lucía Merle
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Como todos los murales en cerámica de Quinquela, aclara Víctor Fernández, «Regreso de la Pesca» fue realizado, en realidad, por Ricardo Sánchez sobre un diseño suyo. «Y esta edificación vino a irrumpir en la fisionomía de Caminito, a modificarla bastante, pero preservando el respeto por la tradición del color». En la entrada por la calle Lamadrid
Dato: Vea la ochava. Como otras creaciones de Quinquela, imita la forma de la proa de un barco.
Proa. La forma del edificio más nuevo de Caminito imita a la de esa parte de un barco. / Lucía Merle
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8) La vida es arte. Acá hay que hacer un esfuerzo de imaginación pero esta es la perspectiva desde la cual se accedía al Teatro Caminito, que dirigió Cecilio Madanes entre 1957 y 1973, dice Víctor Fernández. Y explica: «Los conventillos de la derecha eran parte de la escenografía de sus puestas y el escenario estaba de espaldas al Riachuelo. Había sillas metálicas de colores que donaron los vecinos quienes, a veces, eran parte de las obras. Los artistas solían usar las habitaciones de los conventillos como camarines improvisados. Y cuentan que los chicos, de tanto escuchar las obras, se las aprendían y repetían diálogos cuando jugaban. Parece que Madanes, cuando se enteró, decidió incorporar a algunos de ellos a sus puestas».
A imaginar. El espacio donde funcionó el teatro callejero de Cecilio Madanes entre 1957 y 1973. / Gentileza Museo Quinquela Martín
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El Teatro Caminito tiene más historias alucinantes. «Está, por ejemplo, la de la burra Perica. En 1959, para el montaje de la obra ‘La zapatera prodigiosa’ -de Federico García Lorca-, hacía falta un burro y la donó el Jockey Club de Córdoba. Tuvo tanto éxito que para el año siguiente Madanes pensó otra pieza que también incluyera a Perica. Así que tuvo una trayectoria artística importante nuestra amiga», cierra el director del Museo de Bellas Artes de La Boca.
Fuente: Clarín