«Dos platos, 5 vasos, la fuente de vidrio para el horno, la mixeadora, la taza de la licuadora y el lavavajillas aún sin repuesto disponible. No doy más». María Fernanda García, profesora de inglés, enumera todo lo que se le rompió durante esta cuarentena intensa. A la espera del servicio técnico que gestiona desde abril la bomba de agua para reponer, se conformó con la apertura de los bazares para renovar la vajilla hecha pedazos. En su departamento de Almagro vive con el marido y sus tres hijos. «Nunca se cocinó tanto como en este tiempo. Fundimos el mixer de tanto usarlo y nos quedamos sin licuadora, un caos», dice con cierta resignación.
Hogares no preparados para uso intensivo
Es que estos 140 días de encierro dejaron en claro que el equipamiento hogareño no estaba preparado para un uso tan intensivo. Además de platos rotos y electrodomésticos quemados, también colapsó la conexión a Internet. Señales que alertan sobre la vida útil de nuestros artefactos imprescindibles: no todos vinieron con garantías extendidas.
Aquellos 104 años de uso que prometía el Magiclick apenas si resistieron 4 meses de encierro. En contrapartida, surgió con fuerza la tendencia de la casa inteligente que regula temperatura, potencia, uso y ahorro energético de los dispositivos hogareños. Desde una aplicación inalámbrica se facilitan tareas como descongelar, optimizar un lavado, programar la temperatura ambiente y conocer la fecha de vencimiento de los productos que hay en la heladera.
Hace 50 años, el éxito arrollador del Magiclick (el encendedor piezoeléctrico que reemplazó a los fósforos), protagonizó una revolución hogareña al cambiar la relación de los argentinos con la cocina, o al menos, con el encendido de las hornallas. El suceso, comparable con el furor por la mopa, se explicaba con una simple razón: el desarrollo argentino (del diseñador Hugo Kogan para la firma Aurora) acercó intereses entre usuarios y artefactos.
Contra todo pronóstico
Pero esta cuarentena jaqueó el funcionamiento de los electrodomésticos o por lo menos aceleró la obsolescencia programada, contra sus propios pronósticos. Desde una tostadora a un lavarropas, la pava eléctrica y la aspiradora, los artefactos, en muchos casos, dijeron basta. El caso de Carol F., diseñadora gráfica de Paternal, resume miles de situaciones similares, donde el incremento del uso precipitó el fin de la vida útil. Su marido es «trabajador esencial» y todos los días se cambia la ropa al volver a casa. «Notamos que el lavarropas hacía más ruido de lo común al centrifugar. En abril empeoró, pero tratamos de aguantar. Con la primera apertura escalonada llamamos a un técnico. Hace más de un mes que busca el eje de repuesto, pero no lo consigue por ningún lado», comenta.
En Twitter, una usuaria enumeró: «Mi depto se inundó dos veces por falta de mantenimiento de los caños. A los dos días, la alacena entera se vino abajo y se rompió toda la vajilla. Las casas no están hechas para habitar 24/7».
En casa no, por whatsapp sí
Atentos a la demanda de servicios técnicos, en Samsung inauguraron una plataforma de comunicación por videollamada. A través de tutoriales, los técnicos explican el paso a paso para desarmar un electrodoméstico y chequear la falla. Diego Puhl, Director de Negocios Línea Blanca de Samsung, señala que la herramienta les dio muy buen resultado: «Transformamos el manual de instrucciones en un canal interactivo. Lo vamos a potenciar, no sólo ahorra tiempo, sino que optimiza el proceso y evita las visitas». Con respecto a la duración de los artefactos, Puhl reconoce que en Argentina «el ciclo es de 7 años y está por debajo de los 12 años de la media global, según estudios propios. Por el contexto propio del país y por la oferta limitada de productos nuevos», explica.
Apenas se bajaron las persianas del soporte técnico, la compañía LG implementó un sistema puerta a puerta para retirar smartphones a domicilio. «La respuesta se brindó en la zona de AMBA a usuarios con garantías vigentes», señala Mariela Coda, Senior Marketing Manager de LG Argentina.
En Peabody registraron un 20% más de consultas a través de redes sociales y whatsapp. «La mayoría sobre información de productos, usos correctos, recetas y accesorios adicionales», dice Guido Lombardi, Director Comercial del Grupo Goldmund. Y en Whirpool, el servicio técnico recibió el 21% más de consultas que en junio de 2019, según Agustín del Castillo, Gerente de Relaciones Institucionales.
Nada se pierde, todo se transforma
Para facilitar el encuentro entre técnicos, repuestos y aparatos rotos, el Club de Reparadores lanzó la plataforma reparar.org, una guía que permite buscar y recomendar servicios de reparación según rubro y localización. «Potenciamos el empleo en el sector con el objetivo de fomentar un modelo de economía circular. Durante esta cuarentena fuimos testigos de varias historias de uniones de repuestos entre desconocidos. Sobre todo de minipimers», comenta Melina Scioli. La iniciativa, de la Asociación Civil sin fines de lucro Artículo 41, promueve un modelo de economía circular, extendiendo la vida útil de las cosas y reivindicando la cultura de la reparación y el cuidado como valor social.
La internet de las cosas y de las casas
La cuarentena aceleró ciertos procesos, como las compras online, el teletrabajo y la educación a distancia. En el ámbito hogareño la tecnología contribuyó a mejorar el impacto del aislamiento. La velocidad de las conexiones y la actualización de dispositivos se transformaron en materia prima esencial para el trabajo remoto.
Según el informe elaborado por la Cámara Argentina de Internet se registró un crecimiento del tráfico del 65% respecto al mes de abril de 2019. El proveedor de internet satelital Orbith mostró un crecimiento del 35 % del tráfico desde el inicio de la cuarentena, y una mayor demanda de nuevos servicios residenciales en zonas rurales. «Notamos un gran aumento en la contratación de planes con mayores prestaciones», comenta Pablo Mosiul, socio fundador.
La cuarentena aceleró ciertos procesos, como las compras online, el teletrabajo y la educación a distancia.
El concepto internet de las cosas nació en 1999 cuando Kevin Ashton, del Massachusetts Institute of Technology (MIT) lo mencionó por primera vez en una conferencia. Y desde entonces el término alude a cada vez más conexiones entre dispositivos y personas. En este sentido, la tendencia de las casas inteligentes pisa fuerte. Monitorizar el equipamiento hogareño desde una aplicación permite gestionar el ahorro energético, programar la temperatura del aire acondicionado o chequear si el yogur se está por vencer. Un mix que cruza la domótica y la inteligencia artificial para aportar soluciones remotas de control. Desde el celular, la aplicación concentra el funcionamiento del centro de control que el usuario activa a gusto y necesidad.
ThinQ es la marca de LG que presenta productos equipados con inteligencia artificial que pueden estar conectados entre sí. «Utiliza el aprendizaje profundo para predecir y desempeñar un papel proactivo en la vida de los usuarios. Desde verificar la temperatura del vino en una cava, y avisar si se está por acabar la leche, hasta sugerir películas», detalla Mariela Coda.
En tanto, Samsung planea el lanzamiento de un lava secarropas con conectividad, que recomienda el tipo de programa e informa sobre el uso racional de la energía. Y una heladera con pantalla y cámara interior que envía al celular el stock disponible y recetario online. «Promovemos una casa conectada, un ecosistema que simplifique tareas y democratice la conectividad», señala Diego Puhl.
La casa del futuro, tal vez, esté mejor equipada para la pandemia. Mientras tanto, la cultura de la reparación suena como alternativa viable, siempre y cuando se produzca el mágico encuentro entre las partes.
Fuente: Vivian Urfeig, La Nación