«Anoche le vi en el programa de Chester, hasta que el Director decidió echarle. Me pareció que me miraba Usted a los ojos cuando nos decía aquello de que “los padres a los que el sistema público de salud nos había avisado de los graves daños con los que nacería un hijo nuestro, de seguir adelante, deberíamos asumir nuestra responsabilidad moral y por supuesto nuestra responsabilidad económica; y que llegado el caso, usted –además- entendería legítimo que nuestros hijos nos demandaran como mínimo en vía penal, por lo que a su juicio es una inmoralidad por nuestra parte”.
Voy a saltarme las consideraciones que me merecen sus opiniones porque como gracias a Dios, usted tiene más o menos la misma importancia que yo en nuestra sociedad y en nuestro tiempo, no superarán nunca la categoría de opiniones de bajo alcance y de muy mal gusto.
Me preocupan, sin embargo, los números… no sea que algo quede en el sustrato de la conciencia colectiva, y cale la idea de que las personas con Síndrome de Down suponen una carga inasumible para el “sistema”.
Veamos, Sr. Espada; en la actualidad en nuestro país viven aproximadamente 32.000 personas con Síndrome de Down. Todos ellos consumen y pagan su IVA al hacerlo, miles de ellos trabajan por cuenta ajena o (y alguno por cuenta propia) y tributan y cotizan al sistema, como pueda hacerlo yo mismo, y quiero pensar que usted.
Pagan en el metro, en el cine, y si quieren un caprichito… pues también se lo pagan. Pagan, y pagan, y vuelven a pagar cada cosa que les toca, porque es el sino del ciudadano de nuestro tiempo… y ellos los son.
Como entiendo que habrá entendido el capítulo de ingresos para el “sistema”, me voy al de los gastos que le suponen a éste, ya que me parece que es el que más le preocupa a usted de cara a prepararme la “factura social”, que usted mismo -y sospecho que con mucho gusto- me girará al final de la vida de mi hija, por la irresponsabilidad manifiesta de haberla dejado nacer.
Como usted argumenta sobre la base de los costes que le supone mi hija a la sociedad, vamos a comenzar por aliviarme la carga en aquellas partidas en las que ella nunca generará coste social… si la forma de ser y actuar de las personas con Síndrome de Down se mantiene durante unos años.
Mire, mi hija nunca irá a la cárcel, porque ella nunca será acusada ni condenada por delitos de corrupción, de falsedad, de robo, de hurto, de acoso, de calumnias… Mi hija no inflará presupuestos, ni malversará fondos públicos; no generará fake news, ni copiará en un examen, y ni mucho menos en una tesis. Mi hija no matará nunca.
Mi hija no dejará las calles asquerosas después de un botellón, ni quemará jamás un bosque. La presencia de mil como ella en un campo de futbol no hará que el partido sea declarado de alto riesgo. No rodeará el Congreso, ni tirará botellas, mecheros y piedras a los representantes del pueblo, sean los que sean. No cortará el tráfico, no acosará a nadie en redes sociales, no consumirá drogas, no conducirá bebida, no cometerá imprudencias al volante, y no mentirá para hacer daño a otro.
¿Sigo Sr. Espada? ¿O quizás con la rebaja que se infiere de todo lo anterior, me va a ir perdonando mis deudas de padre inmoral, Sr. Espada?
Venga, hago un último esfuerzo a ver si le convenzo. Mi hija vivirá menos tiempo que la media de los españoles, mucho menos. Eso hará que usted no tenga que soportar sobre sus espaldas de cotizante ni sus 20 años de pensionista, ni todos los gastos tan vinculados a la dependencia de nuestros mayores a día de hoy.
Yo creo que ahora sí. ¿Lo dejamos estar así?
No creo que usted sea mala persona, Sr. Espada, ni le tengo por un idiota. Sencillamente, creo que usted no ve más allá de usted mismo, y que carece de la capacidad intelectual suficiente como para entender el valor que las personas con Síndrome de Down, y en general las personas con Discapacidad Intelectual, le aportan a nuestro mundo.
Cuando quiera, estaré encantado de explicarle mi punto de vista».