Risas. Fichas, tableros, reglamentos, las bases sobre las que se sustenta la actividad lúdica. El objetivo apunta a incentivar la interacción y la sociabilidad.
En una época cruzada a fuego por el uso de pantallas que, además, dominan la escena lúdica y del entretenimiento, en los últimos tiempos los juegos de mesa se convirtieron en una alternativa más que valedera a la hora de fomentar otro tipo de diversión al tiempo de incentivar, además, el aprendizaje y la interacción.
Se trata, en definitiva, de una herramienta que aplica no solo para los más chicos de la familia sino también para los más grandes o adultos de la casa ya sea moviendo las piezas sobre un tablero, fichas, lanzando dados, respondiendo preguntas y, sobre todo, leyendo y respetando las reglas del juego.
Desde la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, aseguran que “desde la pandemia los juegos de mesa representan cerca del 12% del negocio del juguete cuando en los 90 solo era apenas el 8%”. Entre las nuevas categorías de juegos que impulsaron este segmento figuran los de cartas, cooperativos, de estrategia, y de escape. Todos permiten involucrar a varios jugadores por partida, haciéndolos así más dinámicos y entretenidos.
“Argentina es un polo industrial regional de juegos de mesa, con empresas de trayectoria y renombre que vienen tomando licencias de empresas globales para comercializar en el mercado argentino pero además, se exportan a la región”, completó Julián Benitez, gerente de Relaciones Institucionales de la entidad.
De la pantalla al tablero
“En esta era de pantallas, en las que cada uno de la familia está inmerso en su celular, el juego de mesa propone una actividad cara a cara, y están relacionados con las risas que, atentos a los tiempos que corren, no es poco”, afirmó Candelaria Mantilla, socia fundadora de Maldón (@juegosmaldon), una de las fábricas de juegos de mesa más reconocidas del país junto a Ruibal, Yetem, y Buró, por citar solo algunas de ellas. “Los juegos de mesa les permite a las familias conectar desde otro lado con sus hijos, o sus amigos”, agregó.
Respecto al nacimiento de Maldón, Candelaria contó que la idea surgió después de pasar toda una noche trabajando en un proyecto publicitario, y de sus ganas de querer hacer algo propio sin importarle la plata que pudiera obtener ni su pasado en la publicidad. “Así fue que junto a mi hermano Agustín creamos el juego Erudito (de preguntas, respuestas y razonamiento), que fue ilustrada por Liniers”.
En este sentido, Candelaria explicó que la ilustración del artista tiene que ver con la idea de que los juegos Maldón sean guardados en una biblioteca, y no en un placard o en un baúl de juegos. “Primero creamos el juego y después la empresa. En un primer momento a los juegos los vendíamos en librerías, ya que no teníamos una gran capacidad de producción ni de distribución. A medida que se vendía un juego íbamos y lo reponíamos. Así y todo, a los seis meses ya habíamos recuperado la inversión inicial”, contó.
En este sentido, Candelaria aseguró que “cuando arrancamos casi no había juegos de mesa para adolescentes o adultos en la jugueterías. Se vendían juegos para los más chicos y nosotros inventábamos juegos que nos gustaba jugar a nosotros. Esa fue siempre nuestra premisa, ya que no hay una guía de cómo inventar un juego de mesa”, enfatizó la empresaria.
Después de casi quince años de presencia en el mercado local, Maldón ya tiene un catálogo de 25 juegos de mesa propios para toda la familia y con diferentes temáticas. Cuentan con un canal de distribución de 500 puntos de venta. De la mano de distribuidores locales, los juegos se venden México, Colombia, Perú, Uruguay, Chile y en Guatemala.
Pero ¿cómo se crea un juego de mesa? Según explicó Candelaria en su charla con PERFIL, el nacimiento de un juego puede darse de dos maneras. “Por un lado, una persona que juega juegos, tal como lo hacemos nosotros, tiene una mente más abierta al desarrollo lúdico, lo cual facilita el camino. Por el otro, un juego también puede ser una abstracción de la realidad. Un claro ejemplo de esto es El Camarero, que se basa en ese trabajo, con todo lo que ello implica en cuanto a platos, pedidos y memoria”, indicó.
“En la empresa trabajan 21 personas que se encargan de hacer que el juego sea divertido, sobre todo, y su mecánica lúdica. En el caso de los juegos para niños, por ejemplo, no trabajamos con psicólogos ni psicopedagogos, lo testeamos con ‘muchas madres’”, afirmó, divertida, Candelaria. “El primer juego para los más chicos fue El Tiburón, que es un juego colaborativo, en el que los más chicos aprenden a esperar sus turnos y otras dinámicas de sociabilidad”.
Otra forma que tienen en Maldón para testear los juegos consiste en invitar a los seguidores de sus redes sociales a “jugar” en sus oficinas de Palermo y probar el juego nuevo. “Las risas y los comentarios de los jugadores mientras juegan la partida son el mejor testeo y la respuesta de que vamos por el buen camino, y no solo del tablero”, concluyó Candelaria.
Amigos virtuales
Francisco Guerrini*
En un restaurante vi a una pareja con su hijo de 4 años, cada integrante conectado a una pantalla. Esto me hizo reflexionar acerca del daño que provocan en todas las edades, cuando es excesivo e interrumpe el intercambio personal y emocional, mediado por la palabra en la familia.
El juego de mesa favorece el desarrollo intelectual, emocional y social del niño, primero en el intercambio dentro del ámbito familiar y luego, con sus pares. Los juegos de mesa son reglados, de competencia, se gana o se pierde, permiten al niño elaborar su ambivalencia (amor/odio) propia de todo vínculo, y a tolerar la frustración.
Hay juegos de pantalla, donde se interactúa con otras personas, pero tienen sus beneficios y riesgos. En la pandemia, los jóvenes encontraron su forma de hacer su exogamia, es decir, salir del ámbito familiar para elegir pareja y amistades.
En la pospandemia he atendido a chicos que modificaron su sueño y hábitos de alimentación.
Ahora es común escuchar a jóvenes y adultos que “tienen muchos amigos” pero son “amigos virtuales”, que no conocen, con el riesgo que esto implica, y la insuflación de su ego, a raíz del aumento o descenso de seguidores y “likes” cosechados, haciéndolos dependientes de las redes sociales. Dependencia generada por la búsqueda del incremento de dopamina, permaneciendo conectados a estas con pérdida de la noción de temporalidad.
*Médico psiquiatra.
Fuente: Perfil