“Hola humanos, soy el Coronavirus: voy a explicarles por qué me va tan bien conquistando el mundo”. El tuit, publicado el jueves por el usuario Qhari Alvarado, fue retuiteado más de 90.000 veces y recibió más de 120.000 me gusta. Es el primero de un hilo que, con un tono sarcástico, explica detalladamente cómo actúa el COVID-19 y qué es lo que se debe hacer para evitar su propagación.
“Coronavirus hay muchos. Yo soy uno de ellos y me llamo COVID-19. Así que llámame por mi nombre (…) En realidad existo hace tiempo en murciélagos o serpientes pero gracias a los mercados donde los llevan vivos pude saltar a los humanos. Ojalá esos mercados existan siempre”, escribió Alvarado.
Efectivamente, el coronavirus se originó en el Mercado Mayorista de Mariscos de Wuhan, donde se venden animales de todo tipo, vivos y muertos, sin ningún control sanitario. Desde hace tiempo se sabe que el comercio de animales exóticos es un potencial foco infeccioso, pero es una práctica muy arraigada en China y las autoridades prefirieron obviar sus riesgos. El Mercado de Wuhan fue clausurado varias semanas después del brote, cuando los hospitales empezaron a reportar que todos los infectados concurrían al lugar o tenían vínculos con personas que sí.
“Lo cierto es que, según las proyecciones, lograré infectar a entre 40% y 70% de la Humanidad de acá a fin de año”. El número asusta, pero es lo que sostienen muchos epidemiólogos. Ya lo había anticipado la canciller alemana Angela Merkel, que dijo esta semana que “60 o 70% de los alemanes se infectarán con el coronavirus”.
Lo que sucede es que, a diferencia de otros coronavirus como los causantes del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) o del MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente), se contagia de persona a persona con enorme facilidad. Recientemente se supo que puede vivir en el aire durante varias horas y en algunas superficies por hasta dos o tres días, de acuerdo con pruebas realizadas por científicos del gobierno estadounidense y otros expertos.
“No podré matar a todos… En realidad, a 80% de ustedes sólo les provocaré un resfrío. A 15% lo hospitalizaré. Y solo a 5% podría matarlo. Ese 5% son principalmente adultos de 60 años o más, de preferencia con enfermedades crónicas (diabetes, hipertensión, cáncer, etc.)”, continuó Alvarado.
De la misma manera, también se distingue del SARS y del MERS en que su tasa de letalidad es mucho más baja. Corea del Sur, que es uno de los países que está combatiendo con mayor eficacia el brote, tuvo una epidemia de MERS en 2015. En ese momento, solo 186 personas resultaron infectadas, pero 36 murieron, lo que da una tasa de 20 por ciento.
En cambio, ahora tiene 8.086 contagiados por coronavirus, de los cuales murieron 72, lo que da una tasa de 0,8 por ciento. De ese 0,8 por ciento, el 86% tenía 60 años o más, y la mayoría padecía otras enfermedades.
“Para lograr ese 5% necesito que colapsen los hospitales. Así, podré matar a muchos sólo por la falta de capacidad material y humana. Por eso, lo conveniente es que se contagien todos al MISMO TIEMPO y no progresivamente”, escribió Alvarado. “Esperen antes de tomar medidas drásticas: la ciudad de Wuhan fue clausurada cuando llegaron a 400 casos nuevos por día y hoy me están ganando la batalla. Mejor sigan el ejemplo de Italia, Irán, Francia o EEUU: denme más tiempo para infectar antes de cerrarlo todo”.
Eso es lo que ocurrió en Wuhan en un primer momento, donde la tasa de mortalidad llegó a superar los dos dígitos. Y, en parte, es lo que está sucediendo en Italia, donde hay 17.660 casos, de los cuales murieron 1.266, una tasa de 7 por ciento. La falta de medidas de prevención hizo que el sistema colapsara y, al no poder proveer a los pacientes una atención adecuada, muchos que podrían haber sobrevivido terminaron perdiendo la vida.
“Es más, mientras se enfoquen en los casos ‘detectados’, mejor, pues no muestran mi verdadera expansión. Ej: cuando en Wuhan los casos oficiales eran 400/día, había, en realidad, 2.500/día. Pero eso lo supieron después (…) Eso significa que, si recién he llegado a tu país, la cifra oficial de infectados es mucho —muchísimo— menor a la que realmente he infectado”.
El problema de que el virus combine facilidad para el contagio con efectos moderados sobre la mayoría de los afectados es que en muchos casos pasa desapercibido. Hay personas que pueden tener el virus sin experimentar síntomas o con síntomas tan leves que no se hacen las pruebas y nunca llegan a figurar en las estadísticas.
Sin embargo, pueden contagiar a personas de riesgo que terminan convirtiéndose en casos graves. El desafío es aún mayor en los países que no tienen la capacidad logística o económica para hacer demasiadas pruebas, y eligen suministrarlas solo a los pacientes más delicados.
“Escuchen a los economistas. Ellos retrasan las medidas drásticas para evitar el impacto económico. Con eso gano tiempo para infectar. Para cuando estén de acuerdo con las medidas drásticas será tarde, ya habré colapsado los sistemas de salud”.
Días atrás, la viróloga e inmunóloga Margarita del Val, que forma parte del plantel de científicos del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de Madrid, publicó una carta en la que explica la importancia de tomar medidas drásticas para prevenir la propagación de la enfermedad. “No podemos permitirnos la libre circulación del coronavirus porque enfermaría (grave o crítico) a un 17% de la población (datos de China actuales), número de pacientes que es inabsorbible por el sistema sanitario. Por tanto hacen falta cuarentenas, trazado de contactos, y cualquier medida que logre reducir la velocidad a la que, lentamente, nos iremos contagiando casi todos. Hay que ganar todo el tiempo posible para que la infección de todos tarde ojalá que 100 años. Hay que ganar tiempo para que haya una vacuna o un tratamiento. Hay que ganar tiempo a ver si hay suerte y se atenúa en verano. O desaparece, como el SARS con medidas de contención parecidas a las actuales”.
Así continúa el hilo de Alvarado: “No apliquen la ‘distancia social’. Me transmito por las partículas de saliva y/o secreciones. Así que háblense de cerca, con menos de 2 metros de distancia. Vayan a bares, discotecas, conciertos, universidades, misas. De lo contrario ¿cómo diablos podré expandirme? (…) Un 26% de transmisiones se ha dado por personas SIN síntomas, pero portadoras. Y es que, aún sin tos, compartir un vaso, un cubierto, o besarse, son suficientes para transmitirme”.
La distancia a la que deben estar las personas unas de otras es uno de los elementos esenciales para evitar la “transmisión por gota”, en referencia a las pequeñas partículas que se dispersan por el aire a partir de la saliva, la tos o un estornudo. Como mínimo, lo recomendado es un metro, pero algunos estudios sugieren que sea 1,8. “Los dos metros son la certeza, pero la elección del medidor es una medida razonable en términos de viabilidad. De lo contrario muchas oficinas y lugares públicos deberían ser cerrados”, dijo el virólogo italiano Fabrizio Pregliasco en una entrevista reciente. En cualquier caso, cuanto mayor sea la distancia, menor la probabilidad de infección.
“Eso es todo, Humanos”, escribió Alvarado para cerrar. Pero no si antes agregar una posdata: «Olvidé decirles algo. Mi peor enemigo es la unión entre ustedes. Que sean responsables. Que sean solidarios. Creo que no debí decirlo. Me despido ahora sí”.
Fuente: Infobae