El paleontólogo Fernando Novas catalogó el hallazgo como un hecho «sorprendente» y que permite «abrir más interrogantes».
«Lo más sorprendente es que el hallazgo permite conocer más sobre la evolución de los dinosaurios carnívoros en la Patagonia y sobre sus tendencias evolutivas, lo que nos invita a seguir trabajando», dijo Novas a Télam, quien se desempeña como jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia -ubicado en el porteño Parque Centenario- e integrante del equipo que colectó los huesos del Maip.
El hallazgo de esta especie, publicado recientemente en la revista Scientific Reports, fue presentado durante una conferencia de la que también participó la presidenta del Conicet, Ana Franchi, junto al director del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, Pablo Luis Tubaro, y colegas investigadores.
Los restos fósiles del megarraptor demostraron que era «una criatura de gran tamaño», que medía entre nueve y diez metros de largo y pesaba alrededor de seis toneladas, lo mismo que un elefante macho adulto.
Para soportar tanto peso, su columna vertebral estaba compuesta por enormes vértebras interconectadas por un complejo sistema de músculos, tendones y ligamentos, que le permitía mantenerse erguido sobre sus patas traseras mientras caminaba o corría.
«Era una criatura de gran tamaño, con patas parecidas a un ñandú, que podía correr a sus presas. Tenía una dentadura impecable, con bordes acerrados. Manos con garras de hasta 40 centímetros de largo, lo que demuestra que el animal era un depredador y semejantes garras las tenía para despedazar a sus presas», detalló Novas.
A su vez, Maip debe su nombre a, por un lado, una palabra tehuelche que significa «entidad maligna», que suele «atacar por la noche y dejar muerte a su pasar, lo que se cree que hacía este espécimen en el Cretácico», dijo Mauro Aranciaga Rolando, primer autor del artículo y becario Conicet.
Por otro, Macrothorax hace referencia a su «enorme pecho», que medía 1,2 y 1,5 metros de alto.
«Los huesos de Maip nos ayudaron a entender mejor la anatomía de los megarraptores. Pertenecen a una familia cuyo esqueleto no era como el de un tiranosaurio, grande pero pesado, sino que eran animales ligeros. Es decir que sus huesos no eran macizos sino que presentaban una gran cantidad de huecos internos que los hacían mucho más livianos, algo así como un ladrillo hueco comparado con uno macizo», explicó Aranciaga.
El animal, que vivió hace aproximadamente 70 millones de años -durante el período denominado Cretácito- fue descubierto en la estancia La Anita, a 30 kilómetros de El Calafate, en la provincia de Santa Cruz, ecosistema que -en aquel entonces- era muy diferente.
«Era un ecosistema cálido. Había caracoles acuáticos y terrestres, plantas de muy distinta filiación, era un bosque, casi una selva, con charcos, lagos, arroyos, y diversas criaturas como ranas, tortugas, peces, aves pequeñas y mamíferos», explicó Novas.
«En ese momento, en primer lugar, no tenías la cordillera de los Andes. Y las plantas te dan indicios que (estos animales), como los caracoles que se encontraron, eran propios de zonas cálidas», continuó.
En aquel momento, la Patagonia era «invadida» por las aguas del Atlántico, entonces «la fauna y la flora se movían junto al avance y el retroceso del mar hasta que el mar avanza sobre la Patagonia y no sabemos qué pasó después», agregó Novas.
El equipo destacó que en el mismo yacimiento también fueron hallados otro tipo de fósiles pertenecientes a otros dinosaurios y especies, junto con cáscaras de huevos «que indican distintos tipos de dinosaurios de los que todavía no tenemos precisión», sostuvo el investigador.
Los huesos del megarraptor brindan «todo un tema para estudiar a futuro», ya que en los restos también se encuentran las marcas donde se asentaban los cartílagos y los ligamentos, lo que les permitía a las articulaciones «moverse y mantenerse articuladas para respirar», explicó Novas.
En tanto, luego del descubrimiento de los fósiles por parte de Aranciaga, en 2019, los investigadores interrumpieron las tareas debido a las restricciones por Covid-19 y las retomaron en 2020.
«Si bien la pandemia nos impidió regresar a nuestro lugar de trabajo, pudimos continuar con el análisis de los rasgos morfológicos de Maip sin inconvenientes», aseguró.
Si bien los paleontólogos ya tenían información sobre la especie -el primero de estos hallazgos se remonta a 1996 en la provincia de Neuquén- señalaron que el nuevo descubrimiento «ayuda a entender mejor la anatomía de los megarraptores».
Finalmente, Rolando Aranciaga agregó que este tipo de especie es «bastante enigmática». Todavía quedan por dilucidar aspectos de su comportamiento de caza, «por ejemplo, cuáles eran sus presas favoritas», agregó.
Para contestar estos interrogantes, los investigadores planifican otra expedición que esperan concretar a comienzos de 2023, con el fin de recabar más datos de estos antiguos habitantes de la Patagonia.