Natasha Salman Dib saltó a la fama en 2020 cuando ganó la sexta temporada de El Gran Premio de la Cocina (eltrece). Sin embargo, su amor por la gastronomía ya llevaba un largo recorrido hecho. Sobre todo, su cariño hacia la parrilla. Tras 16 años de experiencia, comparte su conocimiento en talleres y es la mente creativa de Gula, el restaurante especializado en carnes ubicado en Villa Devoto.
Natasha se familiarizó con la cocina desde pequeña. Comenzó con platos simples, que en su mayoría tenían carne, y les buscaba la vuelta para una buena presentación. Gracias al campamento que organizó una iglesia aprendió a hacer un fuego y a los 14 años cocinó sus primeras hamburguesas a la parrilla, aunque se quemó la pierna. No obstante, cuando se juntaba con su grupo de amigas era la encargada del fuego.
“De ahí ya me gustó el fuego. Mis primeros asados eran bien dorados por fuera y crudos por dentro”, explicó entre risas en diálogo con LA NACIÓN y luego agregó: “Después te vas profesionalizando. Vas viendo la cantidad exacta de carbón, tomás la temperatura de cada corte. También es la práctica: si no practicás, por mucha técnica que tengas, es complicada la cosa”.
Tres años más tarde comenzó su carrera dentro de un restobar en el que se especializó en distintas áreas de la cocina. “En 2007 era complicado que una chica esté dentro de la cocina. Normalmente, iban a la parte de pastelería o al cuarto frío donde se sirven ensaladas, entradas frías o picadas. Tuve la posibilidad de estar con un jefe de cocina muy copado, Matías Darola, que me enseñó un montón de cosas, me dio la libertad de estar en los fuegos y la posibilidad de emplatar. Mi primera escuela fue muy buena”, rememoró.
Entusiasmada por su hermana gemela, Vanesa, que también es cocinera, ahorró dinero para viajar de mochilera por Sudamérica y aprender de distintas culturas y tipos de cocinas durante dos años. Trabajó en países como Perú, Colombia y Ecuador. Su hermana decidió quedarse en este último, donde ahora tiene una parrilla argentina llamada Las Leñas.
Hace un año Natasha se convirtió en la mente creativa detrás de la carta de Gula, un restaurante de carnes ubicado en Villa Devoto. “El menú lo hago yo. Tengo un equipo de cocina y un equipo de parrilla que lo fui armando y hace ocho meses que está estable, en un contexto en el que es bastante difícil”, señaló.
El menú varía según la estación, pero su fuerte es la parrilla y su agradable atención. “Fue poner buena calidad, no excedernos en los precios y tener un buen equipo de salón. Tengo cuatro gladiadoras que son nuestro Real Madrid, cuatro pibas que son apasionadas por lo que hacen y el 98% de comentarios es que es muy buena la atención; no hay ninguna mala crítica en redes sociales”, manifestó.
Los tres errores más comunes a la hora de hacer un asado
Dentro de sus proyectos personales, Natasha comenzó con una novedosa experiencia en Puerto Madero para los clientes que van más allá, llamado Piso 26, junto a la sommelier Gimena Barreiro. “Hacemos una experiencia de pintura en fluor. El salón está todo apagado, hacemos una cata de vino que la guía ella y yo hago un menú de tres pasos”, manifestó.
Además, hace dos años comenzó a compartir sus conocimientos recopilados a lo largo de 16 años de carrera. Por un lado, los talleres de asado una vez al mes, en los que da tips con distintos tipos de cortes y distintos asadores. Por el otro, la materia en la UADE llamada “Fuego, carnes y vegetales”. En estos ámbitos y en su experiencial personal, Natasha notó algunos errores comunes a la hora de hacer un buen asado.
“El primer error de la gente es que no tiene paciencia. El segundo error es que la parrilla no tiene la temperatura controlada, como una hornalla que vos la ponés en mínimo y siempre va a estar así. En la parrilla tenés que estar ahí, y acá en Buenos Aires la gente quiere comer rápido, que el asado se haga ya, quiere sentarse y comer, pero para el asado para 10 personas tenés que estar cuatro horas”, explicó.
Otro de los errores es el cálculo de las brasas para cada corte de carne. “Nos juntamos cuatro a comer un pollo y hacen fuego para un costillar o un lechón porque hacen una cantidad de fuego importante. Pero bueno, eso es la práctica también. Lo más común es la ansiedad”, aseveró.
Fuente: Gabriel Cuellar, La Nación.