De niña sentía fascinación por los aviones que la despertaban todos los días a la hora de la siesta en la tranquilidad de su casa en Malena, el pueblo de Córdoba en el que creció. Ese recuerdo repetido de su infancia impulsó sus sueños de viajar volando por el mundo.
Pasaron los años y un día determinado María del Carmen Sabaliauskas pudo concretar aquellos ansiados deseos y fue más allá: estudió mucho, en dos meses obtuvo su licencia de piloto privado y comercial, y con el tiempo logró que Aerolíneas Argentina la contratara, convirtiéndose en la primera mujer en alcanzar ese rango en la historia de la compañía. Pero antes fue elegida Miss Argentinay casi Miss Mundo.
La historia hasta llegar a su coronación cuenta que a María, hija de padre lituano y madre italiana, le encantaba leer, estudiar y repetía que anhelaba recorrer y conocer nuevos destinos. Mientras se capacitaba, la primera oportunidad le llegó en 1967, a sus veinte años, cuando estaba junto a un grupo de personas en un café de Buenos Aires y alguien, que formaba parte de la organización del concurso para elegir Miss Argentina, le propuso que participara. Primero dudó, pero tiempo después la consagraban como reina en Mar del Plata y a las semanas estaba viajando a Londres, donde se consagró como primera princesa en el certamen para Miss Mundo. Terminó, creer o reventar, tomando el té la reina Isabel II. Y hubo más: fue premiada con una gira mundial a lo largo de un año como modelo de alta costura.
De Argentina a volar por el mundo
La elección de Miss Argentina para Miss Mundo que se realizaba desde el programa El Arte de la Elegancia de Jean y María Fernanda Cartier en ese 1967 pasó de Canal 7 al 9. Y sus creadores decidieron que se transmitiera desde Mar del Plata. Así lo recuerda Marcelo González, especialista argentino en certámenes de belleza: “Fue por Canal 8 de Mar del Plata en dúplex con Canal 9 y su programa Sábados Continuados. Las selecciones se hicieron todos los sábados durante los meses de enero y febrero, quedando la noche final para marzo. La ganadora fue la bellísima María del Carmen Sabaliauskas, es decir, Miss Córdoba. Era estudiante de Derecho de la Universidad de El Salvador en Buenos Aires. Llegó desde Río Cuarto, se incorporó al plantel de modelos de Jean Cartier y de esa manera pudo costear sus estudios. Medía 1,75 metros y sus medidas eran 90-65-95. A las semanas María estaba en Londres y cautivó con su rostro angelical, inteligencia, elegancia y fue coronada primera princesa, tan solo detrás de la peruana Madelaine Hartog-Bel”.
Cuenta el experto que Sabaliauskas no se conformó con ese segundo puesto. “Fue por más e inició un viaje por Australia, Francia, Alemania, Yugoslavia y España, donde posó para distintas marcas de productos e indumentaria que la llevaron a radicarse en New York donde trabajó para la agencia Stewart. Luego se inscribió en la Universidad de Columbia para continuar con su carrera de abogacía”, señala Marcelo González y da pie, así, a lo que fue el inicio de su otra pasión: volar. “Se apasionó con la astronomía y la aviación. Consiguió su título como piloto comercial y privado (con habilitación para vuelos nocturnos y por instrumento), un certificado de ATP (Transporte de Líneas Aéreas), la habilitación psicofísica y el certificado de radio-operador en solo 11 meses, cuando en general lleva años”, subraya.
En su página de Facebook, Glamour Argentino, González brinda más detalles respecto a la carrera de Sabaliauskas. “El 5 de marzo de 1979 regresó a Buenos Aires a causa de un llamado a concurso para contratar pilotos que realizó Aerolíneas Argentinas. Cuando María del Carmen se presentó para solicitar la inscripción le dijeron que debía hacerlo ‘el interesado’, interpretando que como era mujer, su pedido era para otra persona. Ella, pese a contar con 1568 horas de vuelo realizadas como capitán o copiloto en los Estados Unidos, no se sintió discriminada y continuó. Dos meses más tarde logró una entrevista con el presidente de la empresa, quien le dijo que ‘el público argentino no estaba preparado para innovaciones’”.
Al final, se presentaron 170 hombres, de los cuales solo contrataron 75. “Ninguno de ellos tenía las horas de vuelo de María, sin embargo, a ella no se le tomó examen para probar su capacidad. Igual, con mucho esfuerzo logró que el 28 de agosto de 1979 se eliminara del acta de directorio de Aerolíneas la condición de sexo masculino como requisito de ingreso”, reconstruye sobre su lucha. Su sueño estaba a punto de despegar.
La primera piloto mujer de Aerolíneas Argentinas
Tanta insistencia rindió sus frutos y Aerolíneas Argentinas terminó contratándola. Se convirtió, así, en la primera mujer piloto de línea aérea en nuestro país. Como copiloto en el B-707 y B-737, María voló desde Buenos Aires a Los Ángeles, Nueva York, Sudáfrica y otros destinos intermedios.
Antes había sumado millas en Air Atlantic Inc. de Boston. Un mes después de haber llegado a la compañía fue comandante de los aviones de carga de Boston a Tucson, Arizona, y a Wichita, Kansas. También piloteó Beech 18, Beechcraft Baron, Queen Air 380 HP, Cessna 421, 310, Piper Navajo Cheeftan y el Apache. Hasta llegar a practicar acrobacia en el Capio, una nave francesa diseñada para volar invertido. Durante su vasta experiencia surcando los aires contó entre sus pasajeros con celebrities como Farrah Fawcet Majors y Ted Kennedy.
Vivía feliz en los Estados Unidos, ya que había logrado que sus padres se instalaran allí definitivamente. Tantos años en los aires le habían despertado una idea, que puso en práctica: escribir en un libro la historia de su sorprendente vida, con el objetivo final de que pudiera alcanzar a convertirse en película. Pese a sus ganas y esfuerzo, ese, su último gran sueño, no se pudo lograr por problemas de salud: murió en 2011 a causa de una falla en su corazón.
“¿Por qué se hizo piloto?”, le preguntaron alguna vez en una de las entrevistas que le realizaron. Respondió con pasión y la calidad humana que la caracterizaba: “Porque es lo que más me gusta hacer en mi vida. El ser humano puede dar lo mejor de sí mismo sólo cuando ama su trabajo. Es la forma ideal de hacer un aporte para una sociedad con un mejor futuro”.
Fuente: Miguel Braillard, La Nación