Pestes hubo siempre. Y el aislamiento como método algo drástico para combatirlas data de, al menos, 3.000 años. Lepra, peste negra o bubónica, fiebre amarilla, cólera, tifus, gripe española y más acá en el tiempo gripe asiática, gripe de Hong Kong, el VIH-Sida, Sars (coronavirus 2003 o neumonía asiática), gripe A, ébola, Mers (coronavirus 2015) y, estos días, Covid-19 o coronavirus. Pero ¿se vivió alguna vez una situación similar a la actual en la historia de la humanidad? ¿Qué particularidades tiene este coronavirus y qué lo diferencia de otras pandemias que azotaron el planeta? ¿Es posible repensar el concepto de globalización? ¿Se trata de un momento histórico? Clarín consultó sobre el tema a historiadores y sociólogos.
La «viralización» de la pandemia
A las 15.40 del miércoles 25 de marzo, en el mundo hay 392.331 infectados por COVID-19 o coronavirus (301 son argentinos), de los cuales 17.157 murieron (8 argentinos) y 102.925 pudieron recuperarse (4 argentinos). A la misma hora del viernes 27, las cifras son: 542.788 casos (589 argentinos), 24.361 muertos (13 argentinos) y 123.346 recuperados (4 argentinos). El lunes 30 de marzo, los números son: 720.192 casos (820 argentinos); 33.927 muertos (23 argentinos); 145.883 recuperados (4 argentinos).
Así es el mapa en “tiempo real”, creado por la Organización Mundial de la Salud, de la pandemia de coronavirus que tiene en cuarentena al mundo. Para cuando el lector lea esta nota, las cifras ya serán otras. (Acá el mapa actualizado). Es esta situación, la de contar con información en tiempo real, una de las características específicas de esta enfermedad. A esta altura, ya es posible hablar de «infodemia», neologismo acuñado por la RAE para hablar de la sobreabundancia de información (que hasta puede ser falsa). O lo que en términos de redes sociales sería una «viralización» de la pandemia.
Países y territorios con casos confirmados del nuevo coronavirus, al 27 de marzo / AFP
“Lo novedoso es la información al instante. En el mundo del siglo XV, la gente entiende lo que pasa en las cercanías, pero no puede saber hasta qué punto eso está difundido. Hoy es más fácil saber cómo es el mapa. Lo que tiene esta pandemia de ‘mundial’ tiene que ver con las noticias y la posibilidad de ver al instante cuánta gente murió en Italia y cuántos se infectaron en Nueva York. Y de paso también con toda la posibilidad de prevenirlo, como es el caso de Argentina, que sin tenerlo muy desarrollado reaccionó como si fuera un peligro muy grave. Y está bien porque no se sabe cómo va a terminar”, considera el historiador Luis Alberto Romero.
El historiador Raúl Fradkin habla de una paradoja de la historia: “Gracias a las condiciones tecnológicas del siglo XXI, estamos viendo en vivo cómo se expande una pandemia, mientras que la única solución efectiva para combatirla por ahora es con un método que viene de la Edad Media o antes, que es la cuarentena”.
El historiador Luis Alberto Romero dice que una de las principales características de esta pandemia es la de contar con información al instante. / Lucía Merle
Un Leviatán sanitario
Para la doctora en Sociología Maristella Svampa, autora de la novela El muro, donde indaga ciertas formas de fronteras, “nunca vivimos esta asociación entre pandemia y cuarentena, que implica la instalación de un Estado de excepción transitorio, un Leviatán sanitario a nivel global. Se cierran fronteras externas, se instalan controles internos, se expande el paradigma de la seguridad y el control, se exige el aislamiento y el distanciamiento social. Estamos en una situación inédita, cuyo desenlace todavía no podemos ver, pero que debemos leer en términos más generales, porque la pandemia asienta un punto de inflexión civilizatorio”.
Escritora, socióloga e investigadora, Maristella Svampa habla de un «Leviatán sanitario» por el coronavirus. / Guillermo Adami
Dos características: extremo individualismo y solidaridad social
Entre las características de los comportamientos sociales vinculados a la epidemia, la historiadora y doctora en Ciencias Sociales Karina Ramacciotti destaca por un lado el extremo individualismo y por el otro la solidaridad social, rasgos que esta pandemia tiene en común con otras: “Siempre está el ‘yo me salvo sin importar el costo’, que se ve en la necesidad compulsiva de comprar bienes ‘por las dudas’, como papel higiénico, barbijos o alcohol en gel. Y también conductas de aislarse en lugares alejados, que se vio en la movilización de gente que se fue de sus casas aun sabiendo que era un riesgo. Esto me hizo recordar lo que pasó durante la fiebre amarilla (que se dio entre 1852 y 1871) cuando los sectores acaudalados de la Ciudad de Buenos Aires se retiran a la zona de Belgrano, la parte opulenta, alejándose del foco de contagio, que en ese momento eran San Telmo y La Boca”.
Ramacciotti rescata las situaciones de solidaridad social, que se ven en el fortalecimiento de algunos lazos, en los relatos vinculados al heroísmo de los médicos, enfermeros o policías. Y cita el ejemplo de la enfermera inglesa Florence Nightingale, quien propuso un método de aislamiento y limpieza a fines del siglo XIX, que permitió bajar la mortalidad en los soldados de guerra. Nightingale es recordada hoy como el modelo de la enfermera moderna.
La historiadora Karina Ramacciotti destaca la solidaridad social. / Foto de su perfil de Conicet.
¿Cuán mortífera es esta pandemia?
Aunque no hay acuerdo en las cifras, se calcula que, durante la llamada gripe española de 1918, posterior a la Primera Guerra Mundial, perdieron la vida entre 40 y 100 millones de personas en el mundo en apenas un año. Fue una de las epidemias más mortíferas de la historia. Algunos siglos antes, con la peste negra, Europa perdió unos 25 millones de habitantes (un tercio de su población) en una década. Fue a mediados del siglo XIV.
¿Es entonces el coronavirus una de las enfermedades más letales a nivel mundial y en la historia de la humanidad? Hasta ahora, fines de marzo, habiéndose detectado los primeros casos en noviembre pasado y comparando cifras con otras pandemias históricas, no. No obstante, todavía no se sabe el final. Y queda por verse si esto es recién el principio de una larga epidemia con graves consecuencias o un hecho “menor” en la historia de la humanidad.
Mientras que para Romero todas las grandes pestes “se expandieron como reguero de pólvora”, Ramacciotti explica que una de las particularidades de este coronavirus es “la velocidad de contagio”: “Es único y excepcional, el contagio es tan veloz que no hay medidas que alcancen y siempre están por detrás. Y el problema central es la imposibilidad de los sistemas de salud de dar respuesta a las poblaciones concentradas en las grandes urbes. Por eso, se busca aplanar la curva, para que los sistemas sanitarios puedan enfrentar la situación”.
Virus sin fronteras
No es la primera vez que un virus se propaga de un continente a otro: durante la llamada “conquista de América”, a fines del siglo XV, el continente americano vio diezmada su población a partir no solo de las matanzas perpetradas por los colonizadores, sino también por la llegada de microbios ajenos a estas tierras que, en mayor o menor medida, afectaron la salud de los pueblos autóctonos: gripe, viruela, tuberculosis, malaria, fiebre amarilla, tifus, sarampión, todas enfermedades que llegaron con los barcos europeos que también traían esclavos de África y que mataron de 30 a 90 millones de personas (no hay acuerdo por las cifras entre los historiadores).
La conquista de América con la llegada de Cristóbal Colón trajo numerosas enfermedades ajenas al continente.
Tal como ahora, la gripe fue devastadora en aquellos tiempos. “Lo que muestra esta secuencia es que no es una ola que pasa, sino que son varias olas que se van replicando en el tiempo, hasta que las sociedades incorporan esos virus a su vida, como la típica gripe, que igual provoca muchas muertes”, dice Fradkin, profesor en la materia Historia de América en la UBA y en la Universidad de Luján.
“Si lo comparás con la conquista europea de América –expresa este docente– hubo una gran cantidad de epidemias que afectaron enormemente a las poblaciones, aunque no a todas de la misma manera, ni al mismo tiempo, ni con los mismos efectos. Se expandía más lento que ahora. Algunos pueblos se extinguieron, como en zonas más tropicales o costeras, cercanas al Caribe. Pero no fue de un día para el otro. En cambio, en las tierras más altas y frías, las poblaciones lo enfrentaron mejor”.
Para el historiador Raúl Fradkin resulta paradójico que con tanta tecnología sea la cuarentena el método más eficaz para disminuir la propagación del coronavirus. / Gerardo Dell’Oro
“Hasta donde se sabe, este coronavirus es una enfermedad que se transmitió en Argentina de afuera hacia adentro, que viene de los que viajan; si ves a la sociedad como una pirámide, el virus se transmite de arriba hacia abajo, de los más ricos a los más pobres. Cuando la transmisión cruce las fronteras de clase, los efectos van a ser espantosos”, aventura Fradkin.
El enemigo invisible
Además de estar al frente del destino de sus países, Alberto Fernández, Emmanuel Macron y Donald Trump, entre otros mandatarios del mundo, han repetido estos últimos días casi las mismas palabras: “Peleamos contra un enemigo invisible. Estamos en guerra”. ¿Reaparecen los discursos bélicos en la política?
“Preocupa la emergencia de discursos bélicos, aún si éstos buscan desarrollar un sentimiento de ‘comunidad amenazada’, para generar y fortalecer así lazos colectivos. El enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado. En todo caso, el enemigo es este tipo de globalización y de relación instaurada entre capitalismo y naturaleza”, reflexiona Svampa.
Donald Trump uno de los mandatarios que le declaró «la guerra» al coronavirus, ese «enemigo invisible». No fue el único que habló en estos términos. También lo hicieron Emmanuel Macron y Alberto Fernández. / DPA
“Son metáforas –expresa Romero–. Lo que se quiere decir es que en esta pelea estamos todos juntos. Y en el caso argentino es un dato político importante: todos coinciden en que el Gobierno tiene que encabezar esto y que hasta ahora lo está haciendo bien. Eso es bastante novedoso”.
“En el ámbito de la medicina –detalla Ramacciotti– el discurso bélico es una constante. Hasta en la estructura hospitalaria es recurrente la metáfora bélica. Lo que está pasando es que los políticos toman estas metáforas para usarlos con una misión política. Son discursos efectivos, fuertes, que acentúan el nacionalismo, la idea de ‘vamos a poder sobrellevar la situación, vamos a combatir al mal’, en tiempos de crisis. Esto calma las ansiedades sociales, porque es una mirada optimista frente a algo inesperado. Pero también hay una delgada línea en la que puede virar hacia un discurso nacionalista-chauvinista”.
La otra pandemia: la ruina económica
Aunque no se sabe cómo va a terminar esta pandemia, todos los especialistas consultados coinciden en que el descalabro económico será nefasto y que afectará tanto a los países más ricos como a los más pobres. Y con mayor o menor optimismo, piensan que esto puede dar lugar a una nueva configuración del mundo político, social y económico. “Es como una foto en pleno proceso de revelado, primero se ve medio borroso y de a poco se va viendo nítidamente cómo son las cosas”, metaforiza Fradkin. “Siempre pensé que el Leviatán sería climático, pero en realidad éste tomó la vía sanitaria, aún si su trasfondo es ambiental y económico”, alude Svampa.
Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Todos los mercados del mundo se desplomaron. / Xinhua/Martín Zabala
“Los historiadores sabemos que los que somos contemporáneos nunca sabemos cuándo es el momento histórico. Si las muertes quedan en este nivel, no va a ser muy trascendente, pero aún no lo sabemos. Quizá va a ser más trascendente el descalabro y el derrumbamiento simultáneo de todos los mercados del mundo”, sostiene Romero y agrega: “Lo que me llamó la atención es esta emergencia de la figura presidencial en Argentina, que hasta ahora no se había hecho notar mucho”.
“Me parece que hay un quiebre. Ya se ven cambios en gobiernos considerados liberales que primero tuvieron una mirada de darle prioridad a la economía y no a la salud y rápidamente tuvieron que cambiar porque era más rápido el contagio. Creo que va a haber un cambio en cómo los gobiernos apoyan o no los sistemas de salud y la ciencia”, se muestra esperanzada Ramacciotti, que repasa los “beneficios” que trajeron otros virus: con la gripe A se instaló el uso del alcohol en gel y la importancia del lavado de manos, y el Sida obligó a cambiar y mejorar todos los mecanismos de higiene de la vida hospitalaria con la incorporación del material descartable.
«Beneficios» de la gripe A: instaló el uso del alcohol en gel y divulgó la importancia del correcto lavado de manos.
Según Fradkin: “Las ideas de la sociedad occidental que no se debaten hace 40 años van a entrar en discusión. Mientras fue un problema de China, no nos preocupaba. En África hay epidemias tremendas como el ébola y tampoco nos preocupan. Lo que pasa es que esta epidemia llegó a los lugares del mundo ‘seguros y preservados’, como Barcelona, Milán y Nueva York; llegó al ‘centro del mundo’. Y los efectos económicos van a ser tremendos”.
“Ignoro cómo saldremos –pondera Svampa–, pero sí creo que estamos en una encrucijada. Y que la crisis no solo abre a escenarios peores, sino también a una oportunidad. Así, una gran parte de los analistas considera que vamos hacia una globalización neoliberal más autoritaria; un paso más hacia el paradigma de la sociedad del control y la vigilancia. Otros, como yo, sin caer en una visión naif, consideramos que la crisis puede dejarnos un gran aprendizaje y conducirnos a la construcción de una globalización más democrática, ligada al ‘paradigma relacional del cuidado’. No es solo la globalización neoliberal la que es cuestionada; es la relación entre capitalismo y naturaleza, entre humanos y no humanos”.
Fuente: Clarín