¿Cuánto puede extenderse una crisis? ¿Será que son todas diferentes pero las vemos como si fuera una sola, siempre la misma? ¿O será que año tras año se agrupan, se encadenan y parecen una sola? ¿Qué tiene de especial este momento donde vemos una inflación galopante, una devaluación apresurada, una democracia extrañada y un futuro desalentador? ¿Cómo vive la cultura este presente asfixiante? Infobae Cultura habló con empresarios, productores, gestores culturales y artistas para comprender mejor los matices de la incertidumbre. A continuación, dan sus reflexiones Daniel Grinbank, Lisa Kerner, Fernando Sokolowicz, Carolina Fernandez, Facundo Basualdo Debret Viana, Macarena Trigo, Juan Paz y Sergio Fitte.
La urna primera
“En lo inmediato, lo primero que la gente recorta son los gastos de entretenimiento”, dice Daniel Grinbank, productor de espectáculos de alto calibre y actual manager de Fito Páez. La lista de los shows que produjo es enorme y va desde Mercedes Sosa a los Rolling Stones pasando por Madonna, David Bowie y Nirvana. Ahora, dice que “hay una caída de las ventas”, sin embargo explica que se vienen shows con varios estadios sold out —y nombra: River, Vélez, Movistar Arena— porque “las ventas ya fueron hechas con varios meses de anticipación, mucho antes de la crisis que se desató ahora”. “En este momento, donde la gente pierde su nivel adquisitivo y está recortando gastos en el supermercado, es lógico que recorte más sus gastos en salidas, esparcimientos, ocios, etcétera. Nosotros siempre decimos que somos la urna primera en cuanto a la sensibilidad del mercado”, agrega.
Lisa Kerner es la directora de Casa Brandon. Un espacio que lleva ya 18 años de vida. No es solo un centro cultural; es también una referencia del colectivo LGTBIQ+. “No nos olvidemos de que pasó una pandemia. Apenas estamos recuperándonos de una ciudad cerrada y todo lo que implicó anímicamente. Cuando estuvimos cerrados hicimos una cantidad increíble de actividades virtuales, pero el desgaste psicológico y emocional… ni nos habíamos terminado de recuperar que llegó toda esta inflación. Es muy difícil proyectar algo. Casa Brandon tiene un público muy fiel. En la pandemia armamos el Club Brandon y la gente ponía plata mensualmente. Como trabajamos hace tantos años y tenemos un grupo que nos habita y nos cuidamos mutuamente, esa es la lógica del colectivo, de mutuo cuidado, tenemos esa fortaleza. Volviendo a lo emocional, es un desgaste: no tenés ganas de estar todos los años reinventándote. Pero bueno, es casi un signo de la Argentina”.
Ocio es una librería que está en Villa Crespo, ciudad de Buenos Aires. Desde ahí, uno de sus dueños, Facundo Basualdo, dice que “la incertidumbre es parte del proyecto” porque “nacimos en plena pandemia: abrimos en junio del 2020 y la crisis ya estaba instalada”. ¿Cómo hicieron? “Nos fuimos acomodando, aprendimos a surfearla, con altibajos más o menos constantes, más o menos importantes, pero no deja de ser un modo de seguir estando, de ir sobreviviendo”. En diciembre se mudan. “Mudarnos requiere una inversión muy importante y una apuesta que puede ser un riesgo muy grande, porque si gana Bullrich o Milei sabemos que ellos promueven proyectos de desamparo por completo para los laburantes, para nosotros y para los que vienen a comprar libros, los lectores. Nosotros sabemos hacer un fuego con dos palitos porque así nos hemos arreglado, pero si encima llueve, hay viento, te quieren sacar uno de esos palitos, la cosa se pone bastante áspera”.
Casa Brandon es un espacio que lleva ya 18 años de vida. No es solo un centro cultural; es también una referencia del colectivo LGTBIQ+ (Foto: Franco Fafasuli)
“Estamos en un constante estado de alerta”, dice Macarena Trigo, escritora, poeta, actriz, directora de teatro nacida en Madrid. Acaba de publicar Como puedo, una autobiografía novelada, salió a preventa su nuevo poemario Perra inquietud y está de gira por la provincia de Buenos Aires con su obra Ea, mi neñín. Desde la ruta, dice que “del macrismo para acá no hemos hecho más que subsistir. Enganchamos el macrismo con la pandemia, luego la postpandemia, de la que nunca nos hemos recuperado, y ahora el avance trágico de la derecha extrema, de esta situación bizarrísima que estamos atravesando, por desgracia tan común en el resto de países. Es muy difícil enfrentar la devaluación, esa presión política, y al mismo tiempo mantener algo de esperanza en nuestra labor cultural, pero tampoco siento que nos quede otra alternativa. Si no generásemos nosotros estos pequeños reductos de resistencia nada tendría el menor sentido. Ahí es donde seguimos insistiendo”.
Achicar todo lo posible
El productor cinematográfico Fernando Sokolowicz es un histórico del rubro. Algunas de las películas que produjo están llenas de laureles y tickets: El ciudadano ilustre, Violeta se fue a los cielos, Mi obra maestra. “Hasta que comenzó esta inflación todo fue achicamiento. Hay estadísticas: se achicó la duración de la filmaciones de seis, siete semanas normales a cinco, después a cuatro. Hoy se están haciendo filmaciones de tres semanas. Todo eso va en deterioro de la calidad de los productos y de la comercialización internacional. Y ahora, con este nivel de inflación superior a tres dígitos, ya todo es incertidumbre”.
Carolina Fernández forma parte de la productora Salamanca, que trabajan específicamente el cine documental. Escondido, Volver a Boedo, La visita y Barrefondo son algunas de las películas que hicieron. “Dos de los tres candidatos más votados ya manifestaron, digamos, sus intenciones de cancelar el Incaa, que es una manera de cancelar la cultura. Eso me parece algo gravísimo”, dice y cuenta que, comparado con la ficción, “en el documental los presupuestos son mucho más pequeños y la masa salarial es más pequeña también”. “Cuando arranqué se grababan seis, siete semanas para ficción; cinco la que menos grababa. Hoy por hoy estoy escuchando de películas de dos y tres semanas. Es muy poco para poder desarrollar la historia y grabar la película. En el caso de cine documental nosotros en general grabamos un promedio de quince a veinte jornadas. Es re necesario tomarse ese tiempo para hacer una película. Nosotros no lo hemos modificado. En general tratamos de ajustar en otro rubro. Obviamente nuestros salarios de productor y director siempre son una de las cosas que se ven más resentidas, porque cobramos al final”.
En el caso de Casa Brandon, dice Kerner, “Hubo que achicar proyectos. Aplicamos algunas líneas de subsidios pero después las transferencias de los fondos vienen con muchos meses de delay. Si habías presupuestado para hacer un festival de cinco días, lo vas a tener que hacer de dos, y achicar la propuesta. Si tenías un proyecto de formación, lo mismo. Y los sueldos de toda la gente, artistas o docentes, todo lo que implica ese ecosistema cultural: la plata está toda devaluada. La gente sigue saliendo, pero el consumo también bajó. También hay espacios que están cerrando porque no están pudiendo renovar sus alquileres. Muchos propietarios están retirando las propiedades para alquilar: no te renuevan porque no saben qué contrato hacer. Hay lugares que llevan diez años abiertos y están cerrando. Es dramática la situación”.
Espacio INCAA Cine Gaumont
La cuestión empresarial
La Cultura, así, con mayúsculas, se puede analizar desde diferentes perspectivas. Una es la empresarial. “Es clave la escasez de divisas”, dice Grinbank, “porque entra a afectar la transferencia a todo el quehacer de la actividad de las producciones internacionales. De hecho, no es casualidad que, por ejemplo, Bruno Mars la semana que viene actúe en Chile, artista que yo traje anteriormente, o que Paul McCartney vaya en diciembre a Brasil y haya sacado del ruteo a Argentina porque exigen que se transfiera antes de anunciarse. Ahí hay un segundo factor: la dificultad, para artista internacional, de la transferencia al exterior de divisas”. Y resume el panorama de este modo: “Las malas políticas económicas de sucesivos gobiernos que llevaron a que Argentina carezca de divisas afecta al espectáculo, pero también a las automotrices, a la agricultura, a la ganadería, a todos: no hay nadie que esté exento de este daño”. Por su parte, Sokolowicz agrega: “En nuestro caso, lo único que trabajamos es en buscar la comercialización hacia el exterior, porque el mercado interno quedó aniquilado con esta situación económica”.
Jaque a la creatividad
Debret Viana es poeta. En las redes publica poemas que funcionan como postales de una época incierta y a la deriva. También publicó el libro de cuentos Menos, la nouvelle Otro, la novela Deslinde y el poemario Últimas pasiones preapocalípticas. Y es editor del sello Hojas del Sur. Ahora, en diálogo con Infobae Cultura, habla de sus dos caras, que, dice, tienen una percepción “diametralmente opuesta de la influencia de los horrores cotidianos”. Como escritor, asegura, “la literatura sigue siendo un buen refugio”. Y agrega: “Está todo abominable y los espantos crecen -el advenimiento del fascismo, la inflación, una serie de errores que escalan día a día-, y en ese contexto escribir es una amable fuga. Un lugar donde puedo estar para no estar en la realidad. Un espacio de hiperconcentración: cuando estoy metido en la escritura puedo inevitablemente no atender a lo que está pasando en mi alrededor y mi circunstancia”.
“Tengo un pie en la realidad de todos modos, porque es inevitable, porque tengo que pagar el alquiler y ese tipo de cosas, pero la instancia de la escritura termina siendo como un goce. De algún modo se multiplican los espacios creativos en ese sentido, porque crear es una manera de construir un lugar para habitar fuera de lo real. Es de algún modo huir hacia adentro, hacia el propio imaginario. No digo con esto que prefiero que el mundo sea un lugar abominable, pero si el mundo no es un lugar tan abominable me me saca las excusas para escribir y termino yendo a tomar algo con amigos, siendo feliz. Ser feliz es algo que entorpece la producción artística y necesito de cierta constitución miserable para poder escribir. Argentina da muchos argumentos para poder continuar una labor creativa, siendo que cada día es más horrendo que el anterior”, continúa.
Juan Paz trabaja sobre lo que pasa. Pinta y dibuja; también hace esculturas. Sus trabajos se publican en las redes (@disculpen_lamolestia) y en revistas de izquierda. También se venden. Desde el humor, desde la crítica, desde la sátira, Juan Paz pinta y dibuja. Y la crisis, esta crisis, lo afecta. “Los encargos, las comisiones bajan un montón. Ya no hay tanta gente pidiéndote dibujitos porque priorizan otras cosas, porque el mango rinde menos. Lo mismo pasa con la venta de originales: no es una prioridad tampoco, en un contexto así, tener un marquito, un dibujito, una pinturita de acuarela colgada en la pared”.
“Sobre mi laburo más específico, que son las ilustraciones de coyuntura, ya es todo tan pornográfico. Recortes por todos lados. Y se te cagan de risa de los dos lados: oficialismo y oposición. Y las pálidas son una tras otra. Todo eso afecta: me cuesta más disociar entre lo que está sucediendo, y agarrarlo y poder diseccionarlo y abrirlo para hacer una crítica satírica de forma ilustrada. Se me complica más porque el contexto es complicado y me afecta, entonces por ahí necesito un poquito más de abstracción. Sino es como tragar mucho veneno. En resumen, me cuesta agarrar noticias y hacer algo con eso porque básicamente son muy dolorosas”, dice.
Ilustración de Juan Paz (Instagram @disculpen_lamolestia)
Sergio Fitte escribe sin parar. Todos los días se sienta frente al teclado y construye pequeños universos autónomos. Su especialidad: el cuento. Su objetivo: la provocación. En las redes sociales se pueden ver a diario. Y en las librerías ya tiene una obra que supera la decena de títulos. Pero, ¿qué pasó ahora, qué cambió, qué se transformó? “La verdad sí, esta situación de crisis ha modificado mi escritura. Pero lo viene haciendo desde hace un par de libros atrás. La crisis, o mi crisis, se inició junto con la pandemia. A partir de ese momento, un día de golpe y porrazo sin habérmelo propuesto me encontré corrigiendo lo que sería Nadie Nace Virgen, un libro de 69 cuentos de no más de 500 palabras cada uno, todos de literatura de contexto social”, dice desde Azul, la ciudad donde hoy vive.
“Yo, justamente yo, que siempre caminé los caminos de lo fantástico, ahora escribía todo el tiempo historias dolorosas de todo tipo. Con el correr de los meses y el par de años transcurrido, esta situación se me agudizó. Siempre construí historias con las cosas que veía a mi alrededor, observando la vida en estado de ‘alerta literario’, por eso se me pegaron las cuestiones de piquetes, violencia, injusticia, falopa y desánimo. Por momentos creo que no voy a poder abandonar la manera de escribir que he adquirido y eso me asusta porque de a rato me aburro de mis creaciones. Siempre sostuve que escribo solamente por motivos lúdicos, porque de literatura no sé nada”, dice Fitte, que acaba de publicar Pasillo al infierno (Wolkowicz editores), gracias al formato de la preventa.
Y agrega: “La crisis actual lo que más me ha quitado es tiempo para poder escribir. Lo sigo haciendo ininterrumpidamente, pero a las corridas, con la cabeza puesta en la comida, las cuotas, los impuestos y en lugar de tener una sonrisa en los labios la frente se me arruga y extraño al otro escritor, al que me dejaba escribir cosas que te hacían reír. Una vuelta en el secundario me preguntaron: ¿qué necesitas para ser feliz? Yo contesté: un lápiz para escribir, una cerveza fría y una radio para escuchar los partidos de la B nacional. Y hoy te tengo que aclarar que la punta del lápiz se está por quebrar, la cerveza está demasiado cara y las pilas peligrosamente gastadas. El tiempo y el espacio para la cultura se acotan cuando estás pensando todo el día si tenés algo para comer a la noche”.
El juego de las posibilidades
Desde algún aeropuerto, Fernando Sokolowicz atiende el teléfono y, luego de algunas frases protocolares, dice: “Aclaro que la actual gestión es pésima. Lo que viene nunca puede ser peor”. Y continúa: “Un gobierno nuevo puede empezar de cero, ayudarnos a salir de esta crisis, que es terminal. Estoy hablando siempre de la producción audiovisual, que es una gestión que empezó Alberto Fernández al nombrar en el Incaa a un hombre de bien como persona pero que fue un mal gestor. Me refiero a Luis Puenzo. Directamente diría que destruyó la industria, cuando en el resto del mundo, aún con pandemia, continuó su ascenso. Es el caso de Europa, de Uruguay, Chile, Perú, Colombia, México. Argentina tuvo una pésima gestión y no tiene que ver con los valores humanos de la persona, sino con su gestión”.
Sin medias tintas, Sokolowicz ensaya posibilidades y dibuja los escenarios posibles: “Voy a hablarte claro: si ganase la actual gestión por cuatro años más y privilegia a la misma gente en Cultura, que es gente que no tuvo ninguna actitud de regulación con las plataformas ni de formular una nueva ley que actualice la realidad, sería más de lo mismo o podría exterminar la industria. Si viniese la gestión de los libertarios no tengo la menor idea. Por lo poco que hablaron, (Ramiro) Marra suele ser evidentemente una ignorante que no entiende nada. Solamente debería copiar al PP de Madrid o de cualquiera de las localidades españolas que tienen una política de industria cultural que tienen claro lo que es una industria sin chimeneas, no contaminantes y que hizo que las productoras crezcan. Eso no importa si lo hizo el PP el PSOE o lo que sea, todos tuvieron una visión industrialista”.
Luis Puenzo, presidente del Incaa, junto a Alberto Fernández
“Y en el caso de Juntos por el Cambio —continúa—, la verdad que es una incógnita, pero tampoco lo veo grave porque, aunque no sean del todo buenas, los únicos que han hecho alguna política con respecto a la industria audiovisual por casualidad es la Ciudad de Buenos Aires, la provincia de Córdoba y la ciudad de Córdoba que están en manos de un peronismo no K, la provincia de Mendoza que está en mano de radicales, la provincia de Jujuy, la provincia de Río Negro. Los únicos que tuvieron una política con respecto a la industria audiovisual, aunque no sea a mi gusto la más interesante pero que la van mejorando todo el tiempo, son todas provincias gobernadas por gente que no es del Frente de Todos, sino de Juntos por el Cambio. Con eso no estoy dando mi opinión política, estoy hablando solamente de gestión de políticas audiovisuales”.
Para Lisa Kerner no hay tres, sino dos escenarios: “Si hay un viraje hacia una derechización o una reducción de ministerios como proponen Milei o Patricia Bullrich, esto de achicar el Estado, que va a impactar en la cultura independiente, porque se necesitan líneas de fomento, o si es una posible etapa más, otra etapa, de Unión por la Patria… es clarísimo. La postura nuestra es, obviamente dentro de lo posible, rogar que gane Massa, que de alguna manera a nosotros nos vislumbra un poco más de conversación con el Estado. Nosotres imprimíamos algunos títulos por año, poquitos, pero ahora no, ni sueñes con imprimir un libro, es imposible. Pero, por ejemplo, el Fondo Nacional de las Artes abrió una convocatoria, por eso te digo que es importante para nosotres las políticas públicas de fomento a la cultura”.
El Estado desacreditado
Días atrás, con el resultado de las elecciones primarias tallado en piedra, algunos artistas se manifestaron preocupados por lo que pueda llegar a venir, por los aires que puedan llegar a soplar sobre la cultura. Lali fue una. Y ahí, enseguida, la candidata a vice de la fórmula más votada, Victoria Villarruel, dijo que la cantante no debería opinar porque se “llena la billetera con el Estado”. Ahora, Grinbank dice con todas las letras: “Es una vil mentira. Es un concepto que se está tratando de instalar, que los artistas viven del Estado. Buscan desacreditar una actividad que genuinamente genera recursos y que derrama mucho en el resto de la economía. Hay una percepción, fundamentalmente en los libertarios, de que se vive del Estado. Mentira, al revés: se tributa mucha plata al Estado de pago de impuestos”. Y dice algo más: “Pueden ocurrir cosas muy graves si viene algún gobierno de carácter fachistoide. Creo que sería un elemento más dentro de una locura de caída libre”.
“Cuando dicen que van a cerrar el Incaa… más allá de pensar que el Incaa funciona mal, porque funciona mal”, dice Daniel Grinbank, y continúa: “Cuando dicen que incorporó cien personas la semana pesada me revolvió el estómago. Yo no necesito un Incaa que sea una bola de ñoquis, pero cumple una función fundamental, entonces no podemos irnos de un extremo al otro. Necesitamos un Incaa que esté al servicio de la producción de audiovisuales. En este momento lo peor que podemos pecar los que estamos en una posición de libertad y no somos talibanes de ninguno de los dos totalitarismos que se podrían visualizar, es caer en no reconocer que hay que modificar como funcionan las cosas: Cultura, Incaa, Sindicato de Actores. De ninguna manera estoy avalando cómo funcionan, pero de ahí al cierre es el otro extremo. Mi opinión es que se tiene que mejorar lo que existe, no exterminarlo”.
Los tres candidatos con más votos (por candidato, no por fuerza) y más posibilidades de ser el próximo Presidente
“El contexto actual no es el óptimo”, dice Carolina Fernández, “pero el futuro que proponen estos dos de los tres candidatos es negro, o sea no tendríamos cinematografía nacional, no tendríamos cultura, sería como muy, muy difícil poder hacer cine. Soy una persona muy optimista y tengo la esperanza de que no suceda, pero es probable que los desfinancien. Sería un escenario apocalíptico, sería tirar años y años de cine argentino, que fue creciendo, que fue ganando premios. Tenemos una cinematografía increíble. Además es un ingreso de divisas al país, porque muchas veces nosotros vendemos nuestros productos audiovisuales y entra dinero al país. Sería una situación apocalíptica que prefiero no pensar. El cine es un refugio y el cine documental es también un motor de transformación y de conocimiento. Las películas enseñan y me parece que en los tiempos digamos difíciles se ha convertido en un lugar de lucha, de resistencia”.
“Para nosotres, sin políticas públicas para la cultura independiente, es imposible seguir laburando. Y eso que nos hemos adaptado: Casa Brandon cumplió 18 años. Pasan los gobiernos, quedan los artistas, hasta que no quedan”, dice Kerener, y Grinbank subraya la idea: “Es importante tener políticas culturales, porque derraman mucho en el resto de la economía. Los festivales que se hacen en el interior del país son polos de atracción turística para que la gente vaya, entonces derrama en la hotelería, en el transporte interno de la ciudad, en los restaurantes, en los consumos de la gente que viaja para los festivales. Y también los grandes eventos, donde Buenos Aires es una capital cultural, está el riesgo de empezar a perder esa atracción. La gente se va a ir y la va a gastar afuera la plata, como está ocurriendo con toda esa gente que se está yendo a ver a Paul McCartney a Brasil. Y está el riesgo de que entren a mirar a Montevideo como alternativa a Buenos Aires”.
El ritmo de la incertidumbre
“Ese ritmo de incertidumbre constante”, dice Basualdo, de la librería Ocio, “no nos permitió planificar mucho a largo plazo. Apenas algunas líneas de trabajo a mediano plazo, pero sobre todo vivimos en el corto plazo, mes a mes, con el objetivo de sumar nuevas editoriales, de generar nuevos espacios, de llegar a más lectores, de generar instancias de encuentro y sobre todo generar vínculos con otros proyectos. No queremos solamente vender libros, no queremos ser una librería expendedora de libros nomás, queremos ser agitadores del libro, queremos pensarnos con los autores, con las editoriales, con las distribuidoras con otros agitadores también del libro. Intentamos no perder ese deseo, pero es cierto que lo material para sostener el proyecto viene siendo duro”.
“Este año fue duro, se puso bastante más áspero después de las PASO. No tenemos tampoco mucho margen de ajuste más que nosotros mismos. La forma de resistir es literalmente trabajar el doble. Así estamos, un poco a la espera, un poco insistiendo, agitando y pensando en diciembre”, agrega Basualdo. En diciembre tienen que abandonar el lugar actual; están buscando algo cerca, por la zona. No pierde las esperanzas: “Diciembre puede ser un mes bisagra para Ocio. Y esperamos que sea porque vimos un salto y no porque nos tuvimos que quedar, llegar hasta ahí. Estamos así, en plena incertidumbre”.
Imagen de la Feria de Editores 2023 (Foto: Gentileza FED)
Macareno Trigo formó parte de Espacio 33, una sala del barrio de Boedo que cerró en el año 2020. A raíz de ese cierre, con su compañía de teatro Si la Luna intentó “reorientar la metodología de laburo”. Ahora hacen trabajo itinerante: 0funciones por el conurbano, la provincia y el país. “Siempre de modo autogestivo, buscando vínculos con bibliotecas y espacios culturales. En muchos lugares ni siquiera hay salas de teatro, pero ahí es donde más nos interesa ir. Y por supuesto gracias a los subsidios que siempre sirven como ayuda, aunque siempre llegan tarde y mal, pero siguen siendo una fuente importante de recursos, y como todos sabemos peligran en estos momentos, si se da este cambio drástico. Todos sabemos que los subsidios serán una de las primeras cosas que desaparezcan, en ese sentido es un horizonte bastante complejo y desestabilizador”, sostiene.
“Como editor la cosa cambia”, dice Debret Viana. “Tengo que lidiar con la realidad de un modo más material y más fáctico: que el papel está súper caro, que el consumo baja un montón, que las multinacionales invaden el mercado publicando tonterías que inflaman las mesas de las librerías. El mercado de la industria editorial está en retracción y, más allá de la inflación que es un tema terrible, el tema de papel es un tema más crucial porque amenaza con la extinción para un montón de editoriales. Si bien me encanta laburar de editar libros, se hace difícil. Ahí siento la agónica desesperanza y la pena constante de no poder vislumbrar un futuro práctico para esta labor. Basta ver que en los últimos dos años cada vez se puede publicar menos cantidad de títulos, menos cantidad de ejemplares, tener menor cantidad de circuito al que se puede llegar, y hay una retracción general que hace de todo arduo”.
Y continúa quien además de autor es editor de ficción del sello Hojas del Sur: “Eso genera angustia y melancolía, pero al mismo tiempo ganas de dar batalla, de librar esta pelea para que siga habiendo libros, más allá de que mi contribución es minúscula. También cabe decir que las adversidades son cada vez más monstruosas. Nada es nuevo bajo el sol no pero el mercado, la inflación, la incertidumbre política, la imposibilidad de pagar un alquiler… Creo que estamos todos tratando de construir una pequeña trinchera y solidificarla de alguna manera con lo que tenemos a mano y en el mejor de los casos con nuestras pasiones: poder aferrarnos a ellas para lidiar con este aquí y ahora que parece cada vez menos esperanzador”.
Trigo acuerda con el análisis, y agrega: “Entre la devaluación y el costo del papel, el sistema de preventas es la forma en que las pequeñas editoriales están pudiendo presentar proyectos alternativos al mercado. Es lo único que permite que tiradas de cincuenta, cien o doscientos ejemplares puedan ponerse en una circulación limitada, pero circulación al fin”. Y concluye la idea: “Seguir generando propuestas creativas en medio de ese contexto es difícil, pero también para mí es la única opción vital. Es todo lo que sé hacer y todo lo que quiero hacer también. Siento que es lo único que nos queda para defendernos”.
Fuente: Infobae.