No son ingenuos: los caballos hinchan la panza cuando los van a ensillar para que después no les queden ajustadas las correas. A los potros sin domar les atan las orejas hacia adentro para desconcertarlos y que no ofrezcan resistencia cuando hay que trasladarlos de un lugar lejano en el campo a otro. Que un perro aúlle de noche es considerado un mal augurio: la solución para evitar sus ladridos consiste en colocar afuera de la casa las alpargatas en forma de cruz. ¿Cómo cazan patos los niños? Ponen maíz embebido en alcohol en la orilla de un lago y cuando los patos están «borrachos» y no pueden volar, zaz, los agarran. Si un gaucho debe pasar la noche en campo abierto, para no perder al día siguiente la orientación con la que venía, duerme con la cabeza en dirección adonde se dirige.
Estas son apenas algunas de las situaciones que se describen en el libro Conozcamos lo nuestro, de Enrique Rapela, una especie de «manual ilustrado del gaucho», que combina atractivas imágenes con explicaciones de todo el universo vinculado al gaucho argentino. El volumen, formado por 344 páginas, también acompaña los textos por traducciones al inglés, de modo que los turistas extranjeros pueden comprender un poquito la naturaleza gauchesca, considerada una especie de «marca argentina».
Y es que este martes 10 de noviembre, se celebra en el país el Día de la Tradición, fecha elegida en conmemoración del nacimiento del escritor José Hernández (1834-1886), «padre» del poema narrativo El gaucho Martín Fierro , señalada como la obra fundante de la patria argentina.
«Conozcamos lo nuestro», de Enrique Rapela (El Ateneo, $3.500).
Pero en el origen de la recuperada obra de Rapela obró la casualidad. De familia de productores agropecuarios, Felipe Grüneisen, uno de los dueños de la librería El Ateneo, buscaba libros vinculados al campo en una librería de usados, cuando hace tres años se topó con los históricos tres tomos de Conozcamos lo nuestro, de Enrique Rapela, publicados a fines de los ’70. Junto a su familia, le pareció que el material era valioso y recuperarlo –las hojas estaban amarillas por el tiempo, las frases, ilegibles– y dar vida a este volumen de publicación reciente.
»El objetivo era rescatar la obra y ponerla en valor para que no se perdiera. De paso, también, acercar el campo a las ciudades ya los que no conocen el ambiente, porque suele haber desconocimiento de lo rural y esto es una forma de tender puentes», cuenta a Clarín Felipe Grüneisen, a cargo del proyecto que le llevó casi un año.
Nacido en Mercedes en 1911 y fallecido en 1978, Rapela fue dibujante, pintor, acuarelista, guionista e historiador y es considerado el creador de la «historieta gaucha». Fueron sus fascículos de Conozcamos lo nuestro, con descripciones e ilustraciones minuciosas, material de consulta durante décadas sobre todo lo relacionado con el mundo del gaucho: desde las costumbres de vida, hasta las vestimentas, desde su trabajo, hasta su alimentación. Rapela, que llegó a ilustrar ediciones del Martín Fierro, es el autor de Cirilo el Audaz, Cirilo el Argentino, El Huinca y Fabián Leyes, con lo que dio vida al gaucho como protagonista de historietas cómicas.
«Lo sorprendente del libro es que hay muchas cosas de las que allí se describen que cayeron en desuso. La riña de gallos, por ejemplo, ahora está prohibida, pero en el libro hay detalles de los espolones, de los bozales, de todo, de algo que era normal, como amaestrarlos para que fueron malos, ponerles espolones para que hagan más daño», señala Grüneisen y agrega: «También están los bañaderos de hacienda, donde anteriormente se sumergía al ganado en una mezcla de remedios para combatir las garrapatas. Eso ya está abandonado en la mayoría de los campos. Quedan algunos en el norte del país, pero es una tecnología de hace 300 años».
A continuación, once curiosidades sobre el gaucho, sus costumbres, su vida y su conocimiento.
1. El chiripá y su antecedente árabe
¿De dónde proviene el gaucho? ¿Y sus formas de vestir? Cuenta Rapela en su libro que hay quienes ven en el moro español el origen del gaucho, y en el albornoz árabe, con sus tiradores de monedas y pañuelos, el chiripá gauchesco (el pantalón amplio de tela) y su vestimenta. De todos modos, Rapela aclara: «Los moros no vinieron entonces a América. Pero sí vinieron los españoles amoriscados, los jinetes andaluces».
Dice respecto al chiripá: «Con respecto a las prendas gauchas, nuestro antepasado vestía un traje muy particular. Cubría la parte inferior de su cuerpo con un amplio paño que le ceñía exactamente como un pañal a los niños. Tipo de prenda tan rudimentaria era justificable en lugares alejados de toda posibilidad de conseguir una prenda complicada de confeccionar como un pantalón. Además, en su traje como en sus costumbres era, sin saberlo él, muy similar a los árabes. Su poncho era muy parecido al albornoz berberisco, así como el chiripá nos recuerda los amplios calzones levantinos. (…) El ancho tirador, escamado con monedas, que sostiene el chiripá y es cartera o monedero para el gaucho, lo mismo que la faja, propia de los orientales, recuerdan usos y costumbres de los moros».
EI chiripá o pantalón típico de los gauchos. Ilustración de Enrique Rapela.
2. Usaron galera
Para cubrirse la cabeza, los gauchos usaron sombreros y gorros de distinto tipo. Según cuenta Rapela, la galera fue de uso muy difundido, debido a un barco inglés que debió dejar su cargamento en la ciudad. Las galeras pasaron, así, de los negocios al campo: «Nuestros paisanos no tuvieron inconvenientes en cubrirse con ellas. Es famoso el cuadro de Justo José de Urquiza cubierto con su poncho y luciendo esa famosa galera con su uniforme militar».
Gaucho con galera. Ilustración de Enrique Rapela.
3 Las alpargatas eran caras
En la actualidad, se asocian a las alpargatas a un tipo de calzado económico que se usa, mayormente, en los trabajos de campo. Sin embargo, en su origen se trató de una zapatilla cara para los gauchos, porque además duraban poco y había que reponerlas. Esto dio lugar a la «bota de potro», el calzado confeccionado por los propios gauchos a partir del cuero que obtenían de los caballos.
Las alpargatas eran caras, así que confeccionaban su propio calzado con cuero de caballo. Ilustración de Enrique Rapela.
4. Fogón redondo con huesos de caracú
Después de la jornada laboral, los gauchos se juntaban en la cocina de campo, una habitación casi sin muebles, con algunos troncos de árboles como banquitos. Se sentaban a tomar mate alrededor de un fogón, todo un ritual. El más antiguo del que da cuenta Rapela es el fogón redondo con huesos de caracú. Luego irán cambiando los materiales para formar el círculo (adobe, ladrillos), pero siempre será redondo. Del techo, solía colgar una cadena con gancho para colgar una pava, que tenía agua caliente a toda hora.
Fogón redondo con huesos de caracú. Ilustración de Enrique Rapela.
5. Bañaderos de hacienda
El ganado se bañaba, sí. Y tenían sus bañaderas comunitarias. Los animales pasaban en fila por un corredor que desemboca en una pileta que tenían que atravesar nadando hasta el otro lado. Esa agua estaba mezclada con remedios contra diversas pestes. El baño duraba un minuto y era supervisado por los gauchos que o bien los sumergían más cuando era necesario o bien los sacaban a flote si alguno se sumergía de más. Del baño, pasaban al «escurridero», a sacarse el exceso de líquido.
Bañaderos de hacienda, para bañar al ganado con remedios contra las pestes. Ilustración de Enrique Rapela.
6. Tipos de mate
Así como el fútbol es el deporte nacional, el mate es la infusión argentina por excelencia. A lo largo de su existencia, el mate ha conocido diferentes formas en sus recipientes, desde el modelo «galleta en asa», hasta «el poro». Pero también estaban los mates que daba vergüenza usar y se escondían: «El mate se difundió tanto que llegaron de Europa ‘mates gringos’ hechos de loza y hasta de porcelana. Hoy son buscados en las casas de antigüedades, aunque no hace mucho se escondían por considerarlos de mal gusto. Llenos de colorinches, en su asa tenían un pajarito: soplando por la cola, sonaba como un silbido, indicando que uno había terminado.Lo denominaban ‘gringo’ porque se veían, por lo general, en los ranchos de los agricultores inmigrantes, tan aficionados al mate como al vino», cuenta Rapela.
Mate «gringo», considerado de «mal gusto». Ilustración de Enrique Rapela.
El mate tiene, además, sus costumbres: en general, el mate con azúcar era tomado por mujeres y niños; mientras que el gaucho lo tomaba amargo y se lo llamaba «cimarrón». De ahí la creencia extendida de que el mate «se toma amargo» y que endulzarlo es un sacrilegio.
7. Las señales amorosas, según la temperatura del mate
«Es tal la importancia que se le da al acto de tomar mate en esta tierra –revela Rapela– que hasta tiene su ‘lenguaje’, por lo general amoroso». Algunos de los significados son:
Mate amargo: llega tarde a pretender.
Dulce: amistad.
Con toronjil: enojo.
Con leche: estimación.
Muy caliente: yo también te quiero.
Frío: indiferencia.
Tapado: rechazo.
Espumoso y bien cebado: te quiero bien.
Con café: te perdono.
Mate «galleta en asa». Ilustración de Enrique Rapela.
8. Qué significa la expresión «como el mate de la Morales»
Se trata de un mate que nunca llega. Tiene su origen en una historia de 1836, en una chacra camino a San Isidro. Allí vivía la viuda de Don Morales con sus hijas y cada vez que alguien llegaba hasta allí, la viuda ofrecía un matecito… que nunca llegaba. La expresión comenzó a utilizar para situaciones similares, de espera en vano.
9. Carreras de caballos en la actual Luis María Campos
Entre las diversiones de los gauchos estaban las carreras de caballos o «cuadreras» por tratarse de correr cuadras. Tuvieron su auge durante el Gobierno de Rosas y en el caso del territorio actual de la Ciudad de Buenos Aires, se desarrollaron las mas conocidas carreras de caballos en la actual avenida Luis María Campos, por entonces «Camino de las Cañitas».
El gaucho y su caballo, inseparables. Ilustración de Enrique Rapela.
10. Supersticiones
Algunas de las supersticiones gauchescas descriptas por Rapela: estacas con cráneo de yegua para combatir las plagas; el facón clavado en la tierra y una cruz con sal que no habrá que pisar por nada en el mundo para cambiar el rumbo de una tormenta; y hasta las papas gomosas lo son porque quedaron expuestas a la acción de la luna llena o en cuarto creciente.
Cómo domar un toro. Ilustración de Enrique Rapela.
11. Meteorología gaucha
El gaucho sabe pronosticar el tiempo, con tan solo observar a su alrededor: «Cuando el perro duerme patas arriba, anuncia lluvia. También es probable lluvia cuando el chajá se para sobre un poste de alambrado, porque este animal, al revés de la golondrina, siempre se asienta en tierra. Cuando esa especie de tela voladora que se conoce como ‘baba del diablo’ invade los campos, es lluvia segura, lo mismo que cuando se ve un toro revolcarse en la tierra en la misma forma como lo hace un caballo».
Fuente: Clarín