Algunos aprobaban todas las materias, otros se llevaron 13 en un mismo año. Hay quienes todavía conservan amigos del colegio pero también están quienes nunca los tuvieron. En la previa a las PASO, entrevistamos a los precandidatos a diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para recordar sus días de escuela. Los políticos, “cabezas de lista”, hablaron de bullying, travesuras, contaron cómo descubrieron sus talentos y confesaron dificultades.
“Militaba en la izquierda”
Adolfo Rubinstein, “Dolfi” para sus amigos y familiares más cercanos, obtuvo malas notas durante gran parte de sus años escolares. “En tercer año me llevé como 13 materias, 6 a marzo”, recuerda, desde su casa, el precandidato a diputado nacional por la Ciudad de Juntos por el Cambio. El político y médico especialista en Epidemiología Clínica siempre se educó en establecimientos públicos. Sus últimos años de secundaria fueron oscuros y complicados, recuerda, pero su paso por la Escuela Primaria Común N° 1 “Juan José Castelli”, en Capital, fue todo lo contrario.
“Tengo recuerdos hermosos. Todavía me quedan amigos de la primaria que sigo viendo, como por ejemplo, Alejandro Borensztein. En esa época, la educación pública era otra cosa, había otra docencia. Me acuerdo que en cuarto grado me saqué un insuficiente en matemática y un maestro me invitó varias veces a su casa para ayudarme a mejorar. Ni me cobraba, me daba voluntariamente su tiempo”, comparte el doctor.
Su secundaria, especialmente los últimos años, la recuerda como turbulenta. El joven Rubinstein, que en ese entonces militaba en un partido de izquierda, recorría las antípodas de su ideología actual en un contexto social y político “de gran complejidad”. “Terminé el colegio en el 76. Durante mi secundaria, apareció la Triple A y los Montoneros. En el colegio -el Nacional N° 6 “Manuel Belgrano”- todos militábamos. Fue una época muy difícil, en la que uno andaba con miedo”, destaca. Algunos de sus compañeros aún están desaparecidos.
Su inclinación por la medicina surgió durante unas vacaciones de verano, cuando la madre de una compañera de secundaria, que era médica, se ofreció para ayudarlo a estudiar para una materia de ciencias exactas que tenía previa. “Gracias a esta señora que me ayudó, se me despertó el amor por la medicina”, recuerda.
“No me vinculaba mucho con mis compañeros”
Javier Milei hizo su primaria y secundaria en el Instituto Cardenal Copello de Villa Devoto. Aunque dice tener un buen recuerdo de esa etapa, reconoce que “no se vinculaba mucho” con sus compañeros. “Entrenaba fútbol seis horas por día, era como que estudiaba y trabajaba, por decirlo de alguna manera. Era una situación muy solitaria”, comenta el político y economista, que en su juventud supo ser arquero de Chacarita Juniors.
Siempre fue de los mejores alumnos del curso, pero su conducta en clase era constantemente reprendida. “Vivía con amonestaciones. todo el tiempo estaba haciendo chistes o acotaba con ironía”, recuerda. En una ocasión, en cuarto año, sumó 10 amonestaciones por burlarse de un poema que había escrito su profesor de Literatura.
Aunque no conserva verdaderos amigos de aquellos tiempos, Javier integra un grupo de WhatsApp del colegio que se creó el año pasado. Hace poco, en una cena organizada a través de este chat, se reencontró con algunos de sus antiguos compañeros.
–¿Sufrió bullying?
-No sé. Siempre vas a encontrar algo que no te guste y seguramente yo hice algo que a alguien no le gustó. Hoy ese tipo de cosas me parece que están demasiado exacerbadas y estamos generando una generación de cristal. No le podés decir nada a nadie. No digo que esté bien, pero siempre va a haber gente diciendo cosas tuyas que no te gusten, y por eso ¿vas a estar censurándolos?”
“Era intelectual, escribía poemas”
Excelente alumno, pero algo desaliñado y rebelde. Así era Ricardo López Murphy en su adolescencia, según lo describe él mismo. El precandidato a diputado nacional del Juntos por el Cambio cursó su secundaria en la Escuela Nacional Superior de Comercio “Libertador Gral. José de San Martín”, en La Plata, ciudad a la que se mudó con su familia luego de haber terminado la primaria en una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires.
“La secundaria fue muy divertida. La escuela era tan buena que recuerdo que muchos chicos se cambiaban a colegios privados por lo exigente que era. Yo siempre fui buen alumno. En el primario fui abanderado. En el secundario fui escolta. Era muy intelectual, escribía poemas, leía literatura. Pero a la vez también era rebelde. Desde temprano, tenía opiniones sobre política. Había habido el golpe militar de Onganía, al cual me oponía fervientemente, y yo exponía mis ideas, protestaba. Eso a veces me generaba problemas en el colegio”, cuenta.
Sus amigos de la secundaria lo llamaban Hipólito, porque este es su segundo nombre, o “Bartolito”. “Había un personaje de la tv en los 60 a quien le decían Bartolito y que aparecía con la ropa toda desprolija. Y yo a veces andaba poco arreglado, con la corbata desajustada”, cuenta.
López Murphy También se define como “patadura” en el fútbol y “muy mal cantante”, pero siempre se tomó ambas “faltas de talento” con humor. “Como cantaba muy mal, todo el mundo me pedía que cantara. En el secundario, hacíamos fiestas, que en ese momento eran en las casas de amigos, y me hacían cantar. Todos nos divertíamos mucho”, recuerda en un tono alegre.
“Me decían Mariu o Mariú”
María Eugenia Vidal siempre recuerda con cariño su paso por el colegio Nuestra Señora de la Misericordia, sede Flores. En aquella institución, fundada por las Hermanas de la Misericordia, que en ese entonces solo recibía mujeres, ella estudió desde el primer grado de primaria hasta el último de secundaria. “Fueron hermosos momentos”, rememora la actual precandidata a diputada por la Ciudad de Buenos Aires, a días de las elecciones.
Vidal, apodada “Mariu” y “Mariú” por sus compañeras , aún conserva parte de su grupo de amigas del colegio, entre las que destaca a Soledad, a Laura, a Marilina y a Patricia. A ella nunca le interesaron las clases de educación física. En cambio, disfrutaba mucho de las de Historia. “Marta Crubelati, la profe de Historia, me marcó. Ella siempre nos hacía pensar. Esa era mi materia preferida”, destaca.
LA NACION también contactó al precandidato a diputado nacional del Frente de Todos Leandro Santoro, pero decidió no participar.
Fuente: María Nöllmann y Constanza Bengochea, La Nación