Como nunca antes, los vínculos y sus conflictos salen a escena frente a la atenta mirada de cientos de personas sentadas en las butacas de un teatro colmado, que son testigos presenciales de una terapia que no cura, pero sana.
Hace tiempo que los psicólogos salieron de esa especie de espacio sagrado del consultorio para explorar nuevas y más cercanas formas de llegar a una sociedad estresada, agotada desde el punto de vista emocional y obligada a lidiar a diario con conflictos de pareja y familia que se entremezclan con los problemas de un país en crisis permanente. Y aunque suele decirse que la argentina es una sociedad «sumamente psicologizada» no es menos cierto que en los últimos tiempos la misma sociedad salió en busca de terapias menos tradicionales para superar las recurrentes crisis existenciales. ¿Participar como espectador de una obra de teatro que interpela de forma permanente a quien va a verla puede ser una de ellas?
Gabriel Rolón fue uno de los primeros terapeutas en usar el escenario como una extensión del diván. Actor y músico fallido (quiso ser las dos cosas pero desistió cuando se dio cuenta de que no tenía suficiente talento), se volcó al psicoanálisis pero de una manera poco ortodoxa y siempre buscando la cercanía con la gente, primero desde la radio como partenaire de Alejandro Dolina y después con sus libros, que se transformaron en películas y obras de teatro. El teatro, suele decir, es una forma más de difundir el psicoanálisis, de acercarlo a más gente. Una de sus obras en cartel fue El lado B del amor, donde una periodista llega al consultorio a realizarle un reportaje al analista y el reportaje termina siendo es una excusa para que el Rolón desarrolle su mirada analítica sobre el caso de una joven que sufrió violencia de género. Este año, con Entrevista abierta (todos los miércoles en Teatro del Picadero), la idea es salir de la teatralización de las emociones y entablar un mano a mano con el psicoanalista. En vivo, el público plantea conflictos, problemas, angustias… no hay una función igual a otra.
Otro de los psicólogos que saltaron al escenario es Sebastián Girona, que con su obra Terapia en escena, pone el foco en una pareja -interpretada por Gilda Arteta y Alejandro Germaná- en crisis. Uno de los dos quiere renegociar el contrato que los mantiene unidos desde hace un tiempo porque siente necesidad de cambiar. Es ahí donde estalla el conflicto y empiezan a verse las costuras de cada uno y una distribución poco equitativa del poder dentro del vínculo. Con funciones una vez al mes -la próxima será el 6 de julio, a las 20.30 en Teatro Border- el especialista en vínculos que acompaña a Clemente Cancela en radio dice que en el teatro, a diferencia del consultorio, es un ámbito menos hostil.
«Sobre el escenario vas a ver una pareja en conflicto con la que sin dudas te sentís identificado. El teatro muchas veces permite sacar conclusiones de tu intimidad pero sin exponer tu propia pareja, es decir, sin poner la cabeza en la guillotina -plantea Girona-. Para muchas personas la terapia es un proceso complejo: no es fácil tomar la decisión de ir a buscar ayuda. Hay resistencia, miedo a ser juzgado, evaluado… le estas abriendo tu intimidad a un tercero. Y la obra en muchos casos es un puntapié para hablar con tu pareja, ver cómo están. También sirve para desmitificar cómo es una sesión de terapia de pareja. Salís y decís: ‘Ah, no es tan terrible’», sostiene Girona, autor de ¡No te aguanto más! y Cada cual por su lado.
Sin embargo, la identificación no es una búsqueda exclusiva de este tipo de obras, sino de la mayoría de las piezas teatrales. Solo por citar un ejemplo, Escenas de la vida conyugal, el clásico de Ingmar Bergman que acá fue llevado al teatro bajo la dirección de Norma Aleandro, logra desde el primer momento la identificación con el espectador. Por eso, la diferencia está en la mirada experta del psicólogo, que desde el costado del escenario observa a la pareja y suma conceptos como si fuera un guía de museo.
«La obra tiene tres actos, pero solo en el tercero esta pareja llega a la sesión conmigo, que soy el terapeuta. Entre acto y acto yo voy hablando de los conflictos que van surgiendo. El desprecio que se presente de parte de uno dentro de una discusión, la tendencia de otro a amurallarse… Soy una especie de guía que te va planteando qué está sucediendo en esa pareja. Lo hago desde una mirada profesional, pero con un lenguaje ameno, parecido a lo que hago en radio. No es una clase de psicología».
En cuanto al público, Girona asegura que no necesariamente se compone de parejas en conflicto. Pero que muchas aprovechan para ir y ver si la obra moviliza algo en su pareja. «Al final planteo tres claves para que una relación sea más sana y se pueda repensar el vínculo -sostiene-. Es una obra que tiene humor, una pizca de angustia y mucha reflexión que termina siendo una invitación a revisar cómo está una pareja que no necesariamente esté en crisis».
Lejos del formato de obra teatral, pero apelando al escenario como vehículo terapéutico, el psicólogo Alejandro Schujman, experto en familia y adolescencia, y Laura Escobar, una de las cinco especialistas argentinas formadas en el método KonMari de la japonesa Marie Kondo, llegan mañana al Teatro del Picadero con Ordenando vínculos, una charla abierta sobre la necesidad de poner en orden las emociones intra e interpersonales.
«La propuesta surgió por el furor de la serie de Netflix y es un abordaje desde la psicología y también una caja de herramientas para empezar a poner en orden el afuera para poder acomodar el interior», dice Laura, que sostiene que el desorden es un factor de distracción enorme que impide una mirada introspectiva de uno mismo. «Cuando te liberás del desorden, empezás a mirar para adentro y te preguntás qué querés hacer de tu vida. Eso mejora el vínculo con los demás o cortar los que no te hacen bien», sostiene Escobar, que aclara que el objetivo es «salir movilizado, sacudir algo en quien asiste para empezar a cambiar, a mejorar la calidad de vida».
Respecto de la tendencia de llevar los conflictos y las emociones a un escenario, la especialista en orden no duda: «En un mundo y en un país desordenado, hay una necesidad de contención enorme -sostiene-. Todos pasamos momentos críticos con la pareja, la familia, con uno mismo. Si bien en el país hay una cultura de que la gente va al psicólogo y por lo tanto está muy abierta a la escucha, no son tantos los que se animan a arrancar una terapia. Hoy la gente busca alternativas que la hagan sentir mejor, que le tiren un cable a tierra. Y estos encuentros son un poco eso», concluye Escobar.
Fuente: La Nación