El refugiado sirio Hassan Fakhane, que llegó a Holanda en 2016 y obtuvo un permiso de residencia permanente, convirtió su pequeña habitación en un diccionario gigante al cubrir todas las paredes y los techos de palabras en neerlandés para aprender el idioma.
«Cuando veo una palabra nueva la busco en internet, la escribo y después trabajo con ella: la pinto de colores, la decoro con una caligrafía bonita… De esa manera, después la recuerdo«, dijo este miércoles Fakhane, de 30 años.
Empezó con la idea en 2017, durante su estancia en el séptimo y último centro de solicitantes de asilo por el que pasó, y después fue trasladado a un pequeño apartamento cuyas paredes estaban vacías.
Fakhane pegó las tarjetas con cinta adhesiva, pero no se detuvo ahí. Cuando se quedó sin espacio, siguió por los marcos de las ventanas, las dos pequeñas mesas que tiene, el armario e incluso el techo.
El refugiado sirio Hassan Fakhane, muestra en su habitación en la ciudad holandesa de La Haya una de las cientos de palabras neerlandesas con las que que ha convertido sus paredes en un enorme diccionario (EFE).
El resultado, un gigantesco mosaico de colores con sustantivos, adjetivos y verbos en holandés y, en letras más pequeñas, su traducción al árabe. Cuando habla y no recuerda una palabra, la busca en la habitación, la señala y la pronuncia.
Según explica, huyó de Siria a principios de 2016 «por la guerra». Estuvo seis meses en un campo de refugiados de Turquía, pero su sueño era vivir en Holanda. «Soy florista y todas las flores bonitas que había en Siria venían de aquí», asegura.
Pagó 2.000 euros a un grupo de traficantes para cruzar el Mediterráneo en una pequeña embarcación. «Éramos unas 30 personas, pero el viaje sólo duró tres horas», cuenta.
Llegó a Grecia y, desde allí, la ruta duró un mes. Hizo algunas partes a pie, otras en autobús y, cuando tuvo suerte, tomó un tren. La mayoría de sus compañeros se detuvo en Alemania, pero el continuó hacia Países Bajos.
Hassan en su habitación decorada para aprender (EFE).
Casi tres años después, sigue estudiando el holandés en su habitación y pintando cuadros, su afición preferida. «He aprendido por mí mismo a través de fotos y vídeos. Otras veces me imagino figuras y las dibujo, es algo así como arte moderno», explica.
La actual vivienda de Fakhane ha sido subvencionada por el Ayuntamiento. Comparte baño y cocina con otros 18 refugiados y trabaja como voluntario algunas horas a la semana en un geriátrico, donde practica el idioma con personas mayores mientras pasea con ellas.
No obstante, su deseo es conseguir un oficio remunerado. «Me gustaría volver a ser florista, pero no tengo problema si debo hacer otra cosa. Estoy buscando trabajo por internet», explica.
Fakhane forma parte del 55 % de refugiados sirios en Holanda que, según estadísticas oficiales, no tienen intención de volver a su país de origen aunque la guerra se termine. «Quizás en el futuro iré de visita», indica, pero «dentro de diez años creo que seguiré aquí. Espero tener una bonita familia con un buen trabajo«.
Hassan sigue escribiendo palabras y pegándolas en las paredes (EFE).
No obstante, mantiene la comunicación con su familia: sus cinco hermanas, su hermano y su madre. «Están en Damasco. Hablo con ellos todos los días o cada dos, sobre todo a través de WhatsApp«, comenta.
A pesar de haber aprobado el «inburgeringsexamen», un test que certifica un nivel A2 (básico) de neerlandés, no ha dejado su original método para aprender el idioma. Como se ha quedado sin espacio, coloca las tarjetas nuevas encima de las viejas, aunque no siempre funciona.
«Hace poco me invitaron a un ‘coffeeshop’ y estuve con unos holandeses que, entre risas, me enseñaron palabras nuevas. Las escribí, pero cuando busqué la traducción…», dice con una sonrisa sin terminar la frase. «No eran muy bonitas, así que las quité», añade.
Fuente: Clarín