¿Por qué cuesta más estar preparados para el disfrute que para el sufrimiento? «El cerebro humano está más preparado para la alarma y para el cuidado que para el disfrute y el placer. Si bien no está científicamente comprobado, estamos más dispuestos al temor, el cuidado y la protección».
Especialista en enfermedades relacionadas al estrés, Daniel López Rosetti se define como «un disfrutador de las vacaciones», pero entiende que la ansiedad y el estrés fagocitan a los argentinos. «Nos pasamos el día esperando la noche, la semana esperando el viernes, todo el año esperando las vacaciones», grafica López Rosetti, que subraya: «La clave del disfrute está en cómo cada uno encuentra su propio modo de desconexión«, redondea el Jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro.
El descanso de las vacaciones resulta un momento crucial para barajar y dar de nuevo. Para aflojar el ritmo vertiginoso del año que pasó y para semblantear -renovación mediante- cómo viene la temporada que está por arrancar.
En tiempos en los que mandan el estrés y la tecnología, ¿sirven las vacaciones para curar y sanar? O, ¿es un error apostar a ellas como un período de reflexión, para solucionar lo que no se pudo durante el año? ¿Hay que idealizar las vacaciones como un reencuentro familiar y de pareja?
Para el filósofo Dario Sztajnszrajber pensar que las vacaciones sanan y curan «es porque vivimos durante el resto del año enajenados y enfermos, tomando lo enfermizo como una metáfora y entre comillas», subraya. «¿Las vacaciones sanan? -se pregunta retórico-. Entonces hay algo que está enfermo. ¿Qué es lo que enferma? Trabajamos durante el año de tal manera que no nos realizamos vocacionalmente. Entonces las vacaciones generan un paréntesis de la maquinaria productiva, y uno se siente curarse en un sentido más existencial».
Darío invita a pensar con su estilo incisivo. «Evidentemente hay algo que está funcionando mal y lo disfuncional tiene que ver con el resto del año, no con las vacaciones, que por un ratito permite salir de esa enajenación en la que vivimos y nos damos cuenta de lo limitados que vivimos durante más de once meses al año«.
Para la chilena Pilar Sordo, «cualquier instancia de la vida, cualquier momento del año es bueno para sanar y curar. Se presupone que estando de vacaciones es el momento en el que uno está dispuesto a mirarse y analizar su mundo interno. A veces puede ser positivo y útil, y otros no, porque en América latina estamos entrenados a aprender desde el sufrimiento, y el placer y el descanso se ven como un escape; es decir, no ahondar en problemas a resolver».
Psicóloga y escritora, Sordo está convencida de que «se puede aprender desde el placer y tomar grandes decisiones con la mente descansada, por eso pienso que las vacaciones es una instancia ideal para sanar y curar», asegura.
Gabriel Rolón está convencido de que «la salud psíquica de un ser humano depende de los niveles de placer que tenga. Porque lo único que te equilibra y te aleja de los momentos de estrés, de las cargas laborales, de las rupturas amorosas. Es una manera de equilibrar la tensión psicológica y el desgaste que se acumula en el año. Aunque para algunos el ocio y el no hacer nada signifiquen perder el tiempo, en los países más civilizados del mundo las vacaciones son obligatorias. Es una manera de cuidar la salud«.
«La idea es estar, participar, mirarnos un poco a la cara, sin celulares de por medio», dicen las familias entrerrianas Schneider, Vézquez y Prass. Foto Maxi Failla
Clarín recorrió distintas playas y en Constitución y la Costa once personas armonizaban de lo más bien: Los Schneider, Los Vézquez y los Prass llegaron desde Paraná «con la idea de descansar y disfrutar, sin reglas estrictas pero con la condición de hacer lo que cada uno quiera sin molestar al otro«, dice Soledad Press (43), junto a su marido Sebastián Vézquez (43), padres de tres hijos. «Ya hicimos otro viaje todos juntos y fue buena la experiencia, supongo porque en las vacaciones no se habla de quilombos, eso queda para la vuelta, con la cabeza más descansada».
Micaela (19) y Sofía (12) Vézquez toman mate y juegan a las cartas en familia. «La idea es estar, participar, mirarnos un poco a la cara sin celulares de por medio. Las redes sociales son invasivas y se meten todo el tiempo en tu vida», hace saber Micaela. «Usamos las redes un poco a la mañana y otro a la noche, antes de dormir. Además, vemos que nuestros padres no están con el teléfono todo el tiempo», aporta Camila Schneider (23).
Mara Prass y Jorge Schneider, impulsores del viaje multitudinario, creen que «hay que estar relajados, con ganas de pasarla bien y no tener grandes expectativas de hacerlo todo. Vamos resolviendo momento a momento, está el que quiere caminar solo, los que buscan sumarse actividades y los que sólo quieren tomar mate y mirar el mar todo el día. Bienvenidos todos».
¿Sirven las vacaciones como un tiempo de reflexión, para intentar solucionar los problemas que no se pudieron durante el año? ¿Es un acierto o un error apostar a ellas para buscar una reconciliación?
«No es sencillo disfrutar y relajarse en las vacaciones, hay que tener un buen estado mental para hacerlo. En cierto sentido, estamos más preparados para sufrir y pasarlo mal, que para gozar y descansar. Sin embargo quiero remarcar lo importante que es que repose la mente, que descanse el cuerpo y reflexionar«, piensa Claudia Borensztejn presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
«De todas maneras, pienso que las vacaciones no son para solucionar problemas, sino para dejarlos de lado. Si los problemas conyugales o familiares vienen de arrastre, pensar en unas vacaciones juntos no es muy esperanzador», cree Borensztejn.
Pilar Sordo cree que «existe la fantasía de pensar que la mayoría de los problemas, sobre todo en una pareja, tienen que ver por el cansancio y el estrés acumulados durante el año, y que el descanso los solucionará sólo por el hecho de no estar en el trabajo ni andar a las corridas… Y no es algo absoluto ni automático. Sólo se podrá llevar a cabo si se tiene la convicción de que se puede crecer y madurar en el descanso y no sólo en el dolor«.
Para Sztajnszrajber no es una fórmula de tres simple directa. «No sé si en las vacaciones resolvemos los problemas que surgieron durante el año… Tal vez diría lo contrario: en las vacaciones, al alejarnos de la productividad cotidiana, podemos hacernos preguntas que ponen en carácter de problema determinadas prácticas que durante el año las vivimos normalizadas, propias de una vida normal, que en realidad supone dispositivos de control social».
«Entonces -continúa Darío- en las vacaciones uno se da el permiso y el aire para empezar a rascarse donde no pica, una de las mejores definiciones de la filosofía de Richard Rorty, en el sentido de recuperar una indagación que nos saque de esa sociedad de control que nos exige resolver cotidianamente durante el año».
Para López Rosetti la tranquilidad y el tiempo de vacaciones pueden ser bienvenidos para reestructurar la vida, «porque en un período de descanso cuesta menos conseguir la claridad mental y para tomar decisiones estructurales es necesario tener la mente calma. En las vacaciones está la sensación subjetiva de control que se tiene por la vida propia, por lo tanto el nivel de estrés es más bajo».
Rolón cree que las vacaciones «quizás no sean el período ideal para solucionar conflictos, porque uno llega con un alto nivel de tensión, está menos tolerante, menos impaciente y más agresivo. ¿Por qué no intentar resolver el problema con la cabeza descansada?», se pregunta el psicoanalista, que en Mar del Plata está presentando la obra «El lado B del amor».
Tanto Sordo, Sztajnszrajber, Rolón como Borensztejn y López Rosetti coinciden que «las vacaciones son una oportunidad para lo que sea… organizar el año, reflexionar o reestructurar algunas cuestiones que no cerraban el año anterior. No hay que dejar de tener en cuenta que la finalidad del hombre es encontrar espacios de felicidad».
Nery Flores y Alejandro Bostios, se definen como una «familia sin hijos». Llegaron a la playa ansiosos por encontrar un período para estar más tiempo juntos. Foto Maxi Failla
Para Nery Flores (32) y Alejandro Bostios (32) este período de descanso era muy deseado, «no veíamos la hora de llegar para estar más tiempo juntos, porque nos cuesta encontrar tiempos durante el año«, explica Nery, guía del Museo de Casa Rosada. «Es nuestro primer viaje juntos y estamos disfrutando al otro, armando planes pero también bajando cambios». Alejandro, acompañante terapéutico, remarca que «nos pusimos de acuerdo para no estar todo el tiempo con el celular, decidimos tener unas vacaciones sin tecnología, lo que nos está resultando más que bien».
¿Cuánto hay de cierto en ese mito que dice que en las vacaciones la pareja o la familia, que de repente empezó a verse a toda hora todos los días, atraviesan más problemas que durante el resto del año?
Para Borensztejn «si ya hay problemas de base, difícilmente haya mejoras, más bien todo lo contrario. No hay que idealizar a las vacaciones como un período de descanso, porque idealizar algo es sobrevalorarlo y sabemos que esperar mucho de algo suele ser frustrante«, opina Borensztejn
«Ni es un error ni un acierto pensar que las vacaciones pueden solucionar un conflicto de pareja o de otra índole. El punto es saber qué queremos hacer con nuestro tiempo libre, cuánto espacio en ese tiempo libre le damos a la tecnología, principal obstáculo a la hora de conversar y mirarnos a los ojos», estima la chilena Sordo. Si hay menos tecnología y más silencio, crecerán la reflexión, la meditación y el descanso y la comunicación. Si me lleno de miles de actividades en las vacaciones y no pienso en mí ni en quienes me rodean, no va a servir de nada el esparcimiento físico y mental, menos para llegar a soluciones con respecto a la vida».
«Conectarse con uno, luego para evaluar si fluye el circuito de vida, llámese ejercicios, alimentación, salud y amistades», describe López Rosetti. «Conectarse por un lado y desenchufarse por otro: es una hermosa vivencia conversar sin tecnología, es clave brindarle tiempo a la conversación, al cara a cara y recuperar espacios de tiempo y el no hacer nada, tenemos que aprender a valorar el ocio, como una instancia de crecimiento personal, así como lo es el trabajo y las obligaciones. Pero las vacaciones no pueden ser un desenfreno y un ‘ahora sí se puede’«.
«Es posible que en las vacaciones se atraviesen más conflictos… y bienvenidos sean, porque siento que el conflicto es algo constituyente de los vínculos», piensa en voz alta Darío Sztajnszrajber. «Y no tengo dudas de que buscar disolver el conflicto es algo del vínculo que se muere. Vincularse es encontrarse con el otro y encontrarse con el otro es siempre un colapso«.
Para Daniel López Rosetti «las vacaciones pueden ser positivas, negativas o neutrales de acuerdo al estrés de cada persona. Uno a las vacaciones llega con una sobrecarga acumulada llamada carga alostática, que es cuando en la mayoría de los sistemas adaptativos del cuerpo humano son acumulativos y se observan durante el estrés crónico. Por eso las vacaciones son una oportunidad de descarga, pero también para acumular más estrés por estar fue del hábitat natural».
Desde Salto, Uruguay, llegaron Gustavo y Miriam, matrimonio de 25 años, con su hija Stefanía (23), para «desconectarnos y pensar actividades juntos por fuera de lo laboral«, cuenta la pareja. «No es sencillo desconectarme, yo soy directora de un colegio, trabajo con 700 chicos y vine a la playa a buscar silencio y lectura», hace saber Miriam. «Le cuesta a mamá cortar, bajar los decibeles, y a veces tenemos algún que otro encontronazo familiar», sonríe Stefanía, trabajadora social. «Es importante este espacio juntos, en el que cada uno puede hacer lo que quiera, pero siempre consensuando algo en común«.
¿Cómo disminuir el estrés en las vacaciones? «Empezando por no idealizarlas, porque si pensamos que las esperamos para estar felices sólo 20 días al año, vamos mal… El desafío es ser felices trabajando y encontrar esos cortes cortos durante el año», propone López Rosetti.
«Es recomendable abrir paréntesis durante el año para disminuir el estrés y no esperar a que llegue verano para descansar 20 días. Es peligroso y puede que no se llegue en tan buenas condiciones«, señala Sordo. «No lograr el bienestar en el ámbito laboral es resignar casi dos tercios de la vida, porque un tercio nos la pasamos durmiendo y de los dos tercios restantes, la mayoría estás trabajando. Entonces el desafío a vencer el estrés laboral».
«El exceso de expectativas por el disfrute puede atentar contra las vacaciones. Cuando se planea hacerlo todo y se termina haciendo menos de la mitad, termina frustrando porque no se puede cumplir con todo lo previsto. Y en realidad, es un período de relax para intentar hacer lo que se puede», concluye Rolón.
Finalmente todos los especialistas y consultados llegan a la conclusión de que «las vacaciones es un espacio de tiempo valioso y necesario, en el que lo recomendable no es buscar hacer algo extraordinario, ya que no produce calma y la frustración está a la vuelta de la esquina, sino en tener pequeñas metas, especialmente distraerse y desconectarse de lo que se hace todo el año».
Fuente: Clarín