Patrick Chappatte, hasta hace poco caricaturista editorial de la edición global del New York Times, no sabía cuán premonitorias iban a ser sus palabras cuando habló con la CNN en mayo pasado en defensa de su colega Musa Kart, encarcelado en Turquía desde hace dos años. “Practicar el arte de la sátira política en nuestros días es como hacer patinaje artístico sobre un hielo muy delgado”, dijo. “La gente se ofende por todo”.
El hielo cedió y el Times anunció ayer el cese de su relación contractual con Chappatte y su par Heng Kim Song a partir del 1° de julio. James Bennett, responsable de la sección Opinión del periódico, dijo que la decisión se tomó tras un año de deliberaciones acerca de cómo alinear la versión internacional del New York Times con la versión estadounidense, que desde hace años no publica tiras políticas. Pero las razones parecen haber sido otras.
El frente del edificio del diario «The New York Times», en Nueva York. / AFP
El jueves 25 de abril se publicó en la sección Opinión de la edición global del Times una viñeta en la que el primer ministro israelíBenjamín Netanyahu aparece caracterizado como un perro lazarillo, con un collar del que pende una estrella de David y cuyo lazo sostiene un Donald Trump ciego, tocado con una kipá. La caricatura no era de autoría de Chappatte ni de Kim Song sino del ilustrador portugués António Moreira Antunes, y llegó al Times a través del servicio de sindicación CartoonArts. Antes había sido publicada en el Expresso de Lisboa –y sigue allí.
La caricatura generó un alud de críticas en las redes sociales por presentar rasgos antisemitas, y pronto comenzó a discutirse en los medios. Brian Stelter, presentador del programa Reliable Sources de CNN, dijo que la viñeta parecía “propaganda nazi”. Jonathan Greenblatt, de la Liga Anti-Difamación, dijo que era preciso “dejar de darle la dignidad de una caricatura” y que, en tiempos en que se han incrementado los ataques antisemitas en Estados Unidos, era inadmisible que un periódico serio reforzara el estereotipo de que los judíos lo controlan todo. Donald Trump y Mike Pence se sumaron a la condena en las redes cuando el periódico emitió sus disculpas dos días después.
El ilustrador Moreira Antunes, quien siempre ha sido muy crítico de las políticas del gobierno de Israel hacia los palestinos, se defendió en el Expresso de las acusaciones de antisemitismo: “A poco de las elecciones en Israel (…) quise mostrar la política ciega de Benjamin Netanyahu, que ignora los intereses de los palestinos. Y Donald Trump es un ciego que va detrás. La estrella de David (símbolo judío), fue un elemento auxiliar para identificar a la figura de Netanyahu, que es poco conocida en Portugal”.
A principios de mayo, el New York Times anunció que el editor que había elegido publicar la caricatura “sería disciplinado”(al momento no se ha revelado su nombre). También anunció que había cancelado el contrato con el servicio de sindicación CartoonArts, que en adelante solo aceptaría caricaturas de profesionales que tuvieran relación directa con el periódico, y que el staff recibiría capacitación para evitar sesgos antisemitas en el futuro. El escándalo llegó a la jerarquía más alta del Times: “Aunque me han asegurado que no hubo malicia en este error” dijo A. G. Sulzberger, su director, “no cumplimos con nuestros estándares”.
El asunto ya había caído en el olvido, cuando ayer por la mañana, el New York Times anunció el cese completo de la publicación de caricaturas en su edición internacional. Para Patrick Chappatte, la razón esgrimida –alinear el formato con la versión nacional del diario–, no es más que una excusa: “Dejo la pluma con un suspiro: son muchos años de trabajo deshecho por una sola caricatura –ni siquiera mía– que nunca debió publicarse en el mejor periódico del mundo”, escribió en su web . Y agregó: “Me temo que no estamos hablando solo de caricaturas, sino del periodismo y la opinión en general (…) Twitter es un lugar para el furor, no para el debate. Las voces más indignadas tienden a definir qué se discute, y la multitud enojada las sigue”.
Publicación satírica. La tapa de «Charlie Hebdo» tras el incendio en Notre Dame.
El post de Chappatte ha sido ampliamente compartido –en Twitter– y elogiado por periodistas e ilustradores que no acuerdan con la decisión del diario neoyorquino. Entre los comentarios se pone el ejemplo de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que nunca dejó de publicar tras el atentado que sufrió en enero de 2015, ni tras las muchas críticas que ha recibido antes y después por parte de todas las religiones y de todos los espectros políticos. El mismo Times, en mayo de 2015, alabó a Charlie Hebdo y defendió el derecho a la sátira y a la libertad de expresión. “La sátira suele ser vulnerable a ser interpretada como un discurso de odio, especialmente a primera vista”, escribieron Andrew Solomon y Suzanne Nossel. Conscientes de que la sátira existe justamente para incomodar, advirtieron que si se la silencia “nos veríamos obligados a vivir en un terreno expresivo cada vez más pequeño”.
Charlie Hebdo, un triste antecedente
El 7 de enero de 2015, los hermanos Said y Chérif Kouachi, simpatizantes de Al Qaeda, entraron encapuchados en la redacción parisina de la revista satírica francesa Charlie Hebdo y abrieron fuego como represalia por la publicación de caricaturas del profeta Mahoma. Los ataques fueron los primeros de una serie en Francia, que desde entonces permanece en alerta máxima por terrorismo.
La tapa de «Charlie Hebdo» después del atentado de enero de 2015.
Mataron a 12 personas de la redacción, donde también hirieron de gravedad a otras cuatro, y en su huída asesinaron también a un policía y a cuatro rehenes de un supermercado. Fueron, en total, 17 víctimasen apenas 48 horas. Entre los fallecidos se encuentran los dibujantes Charb, Cabu, Wolinski y Tignous.
Desde entonces, la revista, fundada en 1992, invierte cada año 1,5 millones de euros en cuestiones de seguridad. El medio factura a la semana “alrededor de 30.000 ejemplares” en kioscos y cuenta con “casi 30.000 abonados”.
De humor satírico, el semanario caricaturizó por igual a religiosos musulmanes, judíos y cristianos, al punto de ser enjuiciada por “provocadora”. Si antes de los atentados la revista se encontraba con problemas financieros, el número posterior al ataque llegó a vender 7 millones de ejemplares con una caricatura de Mahoma nuevamente en la portada y el título “Todo está perdonado”.
Fuente: Clarín