Apenas al cruzar la puerta, se deja ver una cocina a kerosene, acompañada de una de las primeras cocinas a gas. Ambas compartieron dueña, ambas fueron las que utilizaba Doña Petrona en su hogar. En ese primer piso de San Cristóbal en el que se erige el Museo de Doña Petrona, nace ante los ojos un universo de objetos que perdieron todo uso en la actualidad, pero que fueron clave en la elaboración de alimentos en el pasado, como otros que perfectamente podrían ser parte de cualquier cocina actual. Así, se fusionan con las imágenes que transmiten las dos pantallas, con viejos programas, tanto en blanco y negro como a color.
“La idea del museo nació cuando me invitaron a un aula que estaba por inaugurar Richard Saavedra y cuando yo vi el espacio, que iba a ser un auditorio donde se darían clases de cocina, le dije que tenía para aportar la biblioteca de mi abuela, y él empezó a preguntarme qué más tenía y empezamos a unir los objetos que yo tenía guardados, hasta que un día se inauguró”, asegura Marcela Massut, nieta de Petrona, en declaraciones a Infobae.
Richard Saavedra es el dueño de Goody, dedicados a la provisión de delantales y elementos de cocina a empresas, y la unión de ambos dio como resultado este espacio que mueve a la memoria emotiva, con sectores dedicados a sus publicaciones, como otro a los utensilios o a su paso por los medios.
“Todos los objetos que están en el museo son, o de la casa de mi abuela, o de su oficina, su ‘laboratorio’, en la calle Billinghurst”, recuerda Marcela, a la vez que aclara que «los aparatos más antiguos no llegué a utilizarlos, pero el resto sí, como las batidoras o los ablandadores de manteca”.
Cuenta la historia que en su oficina, el “laboratorio”, como ella lo llamaba, recibía cientos de pedidos diarios de recetas, no sólo por carta, sino también llamados telefónicos, gracias a un número que la misma Petrona había dejado en la guía y anunciaba en su programa de televisión, para hacer más fácil el trabajo de quienes seguían el paso a paso de las recetas.
“Pensemos que era un tiempo sin redes sociales, las devoluciones a su trabajo las tenía en los llamados telefónicos que llegaban a su casa, y por supuesto las cartas que llegaban a su oficina, que la secretaria contestaba una por una, pidiendo recetas o pidiendo colaboración para un acto en algún colegio, sobre todo parroquiales, que estaban juntando dinero para algún fin», asegura.
Recuerda Lía Borzi, una de las mujeres que dejó su testimonio en la página del museo, que “hace muchos, pero muchos años, estaba haciendo un merengue suizo, con batidor de mano a baño de María, y no se me hacía más. La llamé y me respondió. Me preguntó qué le había puesto para hacerlo y me dijo ‘seguí batiendo, seguí que va a salir bien…’. Al rato tenía mi mejor merengue. Fue una hermosa experiencia el haber hablado a su laboratorio. Fui durante 20 años profesora de decoración de tortas y repostería, y muchas veces su libro y sus consejos fue parte de mis clases”.
Por carta, incluso estampaba de puño y letra su firma, como recuerda esta esquela enviada desde la calle Billinghurst, domicilio de su cocina-taller.
El libro récord en la industria local, sólo superado por La Biblia y el Martín Fierro, tuvo hasta el momento 103 ediciones, que comenzaron con un compendio de más de 1000 recetas que la propia Petrona vendía de forma particular, y donde hasta su domicilio fue uno de los lugares donde ello se hacía.
“Ella sabía perfectamente lo que hacía, lo había armado en su cabeza y a dónde quería apuntar. No sé si lo que hizo o lo que construyó supo que iban a pasar dos siglos y seguiría, por ejemplo… calculá que nació en 1898, así que imaginate todo el tiempo que trascendió su trabajo. No sé si dimensionó que en 2020 la gente se acordaría de ella y con tanto cariño«, detalla.
Los utensilios utilizados para la elaboración de sus afamadas creaciones también tienen su espacio en el museo, donde se pueden ver desde un cortador de huevos hasta la máquina para preparar pastas o los cuchillos, esos mismos que Marcela continuaría utilizando durante tantos años, esos que Petrona utilizaba para las preparaciones en televisión como en esas multitudinarias comidas familiares.
“La comida que hacíamos en familia, donde yo le ayudaba en la elaboración, era en el locro o en las empanadas santiagueñas, dos platos que la abuela disfrutaba mucho hacer, porque éramos muchos colaborando”, recuerda Marcela de esas primeras incursiones suyas en la cocina, de la mano de la mejor maestra posible.
Pero en esas comidas, también el abuelo Atilio, marido de Petrona, era una pieza clave, ya que “era el que se encargaba de calentar el horno de barro, que estaba afuera, para cocinar las empanadas. Era un hombre elegante, alto y canoso…”, se emociona Marcela al momento de referirse al hombre que acompañó a Petrona desde 1946, que “tenía como 20 años menos que mi abuela. La persona más amorosa y compañero de una figura, cuánta seguridad y generosidad tenía…”
Los objetos en el museo no dejan de sorprender, y el cortador de huevos se exhibe en medio de la cuchara para helado y el cortador de queso, en una mesa que también muestra los más variados batidores de alambre, así como cuchillas de todos los tamaños.
También los ralladores de queso, perfectamente ubicados en el borde de la mesa, como lo hicieran en muchas casas de la Argentina en diferentes épocas, e incluso no sería raro que en varias todavía se utilice y deje de ser un mero objeto de exhibición.
Las pastas también vienen a la mente al ver tanto la máquina para prepararlas como “la ruedita” cortadora de ravioles.
“Otra comida que me encantaba, que amaba”, refuerza la idea Marcela, «era una copa fría con mariscos, por ahí palmitos, no era una comida común, porque preparaba una ensalada y las servía en las copas con una base que le ponía colorante y cada plato tenía un color diferente, me encantaba. Y por supuesto las tortas, que nos encantaban todas, y siempre los fines de semana tenía alguna porque nos gustaban a todos”.
Es más, ni la custodia presidencial quiso quedar al margen de las preparaciones de Petrona y llegó a pedirle un libro de la forma más protocolar posible, como se recuerda en este texto.
En una de las mesas antiguas, los recuerdos de su paso por los medios, desde sus visitas al programa de Pipo Mancera hasta fotografías de las emisiones de su programa de radio, son acompañados por los manteles originales que la cocinera utilizara, como también el tintero de su oficina o algunos de los tantos libros que escribiera.
El museo, ubicado en la Avenida Jujuy 1582, puede ser visitado de miércoles a viernes desde las 13 hasta las 17.30, en tanto que los sábados abre de 10 a 12.30.
Sin dudas, como diría Petrona, esta visita es un puema…
Fuente: Infobae