Los Reyes Magos, según la tradición, viajaron hasta Belén en camellos para entregarle al niño Jesús regalos, más precisamente oro, incienso y mirra, como ofrenda ante la llegada del hijo de Dios. Dos mil años después, recreamos la presencia de ellos en todos los hogares del mundo donde viven chicos, para dejarles presentes, si es que «se portaron bien». Pero en este relato hay cuestiones que damos por descontadas, y no están asentadas en ningún lado.
¿Los Reyes Magos eran efectivamente tres?
Aunque parezca increíble, los textos bíblicos no dicen nada sobre el número de reyes que se acercaron al pesebre, y la referencia a que eran tres parece más una convención que se estableció siglos después. En rigor, la cifra puede surgir del número de regalos: mirra, incienso y oro, adjudicados en ese orden a Melchor, Gaspar y Baltasar. También se lo vincula al número de la Santísima Trinidad. De hecho, las versiones oscilaban entre dos y sesenta magos, nada menos. Como quedó antedicho, se supone que se llega al número de tres por una mera convención, ya que en el siglo III, el teólogo Orígenes estableció ese número, que acabó por imponerse y fue oficializado por el Papa León I en el siglo V. Y se acabó la discusión.
¿Eran realmente magos? ¿Y tenían jerarquía de reyes?
Se descuenta que eran magos, pero no pensemos en la denominación actual. Más bien, el mago de esa época era alguien con «poderes» y que tenía conocimientos astronómicos. Los historiadores de la religión cristiana refieren que la condición de mago remite a una “casta entre los persas con gran devoción por la astrología”. Poco después adquirió la definición de “adivinos y exponentes de cultos religiosos esotéricos”. Algo lindante con la hechicería, no muy del agrado del cristianismo, por cierto.
Por otra parte, fue Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, quien instaló que eran nobles, al citar el Salmo 72: “Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes”. Como la magia no era bien considerada, este apelativo los posicionó mucho mejor en el firmamento católico. El teólogo Santiago de la Vorágine dejó escrito que los aludidos “eran al mismo tiempo reyes y magos”.
Fuente: Ámbito