Los programas sobre farándula ocupan buena parte de las grillas de los canales de TV abierta, incluido el prime time nocturno, antes vedado para el género. Tal es la injerencia de estos ciclos que los chimentos sobre la vida personal de las estrellas del espectáculo también cobraron protagonismo en otro tipo de formatos como los magazines de actualidad y los noticieros. Si para muestra basta un ejemplo, a comienzos de la última semana se alternó la noticia de la renuncia del exministro de Economía Martín Guzmán y el estudio de ADN al que se sometió la actriz y conductora Carmen Barbieri impulsada por una mujer que argumentaba ser su hermana. Pan y circo (panem et circenses), como en la Roma precristiana.
La razón de la afluencia de formatos y el espacio que ocupan las noticias sobre farándula encuentra su explicación en las buenas mediciones de audiencia que logran estos programas. Que el rating manda no es novedad así como tampoco lo es que la industria televisiva local cada vez cuenta con menos presupuesto para producir los ciclos que habitan su grilla. Y un programa con panelistas entra dentro de esta lógica de costos y beneficios: producir ficción se volvió un lujo.
Aunque genéricamente se los llama “programas de espectáculos”, lo cierto es que el reciente y grandilocuente montaje de Nabucco, la ópera de Giuseppe Verdi, por parte del italiano Stefano Poda en el Teatro Colón, poco tiene que ver con la última foto del futbolista Rodrigo De Paul y la cantante pop Tini Stoessel en las playas de Ibiza.
“La gente busca la novela. Ninguna miniserie te va a dar una historia sobre cultura, amor o ternura, sino que se trata de tragicomedias sobre los zafarranchos personales, familiares y patrimoniales que también vemos en televisión, como, por ejemplo, ver cómo se sacan los dientes los hijos de (Diego) Maradona; cómo los Caniggia le tiran al padre, que fue quien hizo la fortuna; la herencia del dueño de Crónica; el desastre de (Norberto) Oyarbide, y hoy mucha gente está buscando su anillo con brillantes o a quién pertenece su departamento de Recoleta. Uno se pregunta dónde está el espectáculo”, interpela el periodista Luis Ventura, un profesional de dilatada trayectoria, actual presidente de Aptra, conductor de Secretos Verdaderos (América) y quien conoce como nadie los códigos del género.
Cuestión de estilo
A excepción de la TV Pública, todos los canales de aire cuentan con programas sobre farándula en su programación o les dedican espacios a estos temas en los formatos de interés general. En América, el liderazgo de su audiencia suele recaer en LAM, el programa conducido por Ángel de Brito y producido por Mandarina, aunque, con cierta regularidad, el primer puesto de este canal también es ocupado por el histórico gossip show Intrusos, conducido por Florencia de la V, o A la tarde, animado por Karina Mazzocco y donde también participa Ventura. A la tarde nació como un magazine de actualidad, pero hoy su agenda está ocupada por cuestiones como las peleas hereditarias o noticias sobre personas que buscan su filiación en torno a famosos.
El pasado miércoles 6 Intrusos fue lo más visto de América con un promedio de 2,6 puntos, seguido, solo con una décima menos, por A la tarde y LAM. Por otra parte, el espacio de Karina Mazzocco logró 3 puntos a las 18.45, el mejor pico de audiencia de la señal en el día. “Siento que siempre hay algo de morbo en ser espectador de la vida ajena. A la tarde es la nueva novela, donde abordamos las historias que, sin ficción, viven sus protagonistas”, argumenta Mazzocco, profesional que comenzó conduciendo formatos de vanguardia como DA2, vinculado a temáticas sexuales, y hoy está inserta en el mainstream televisivo manejando con destreza el tono que el medio requiere.
En la segunda mañana de eltrece, Socios del espectáculo exhibe el estilo ameno de Adrián Pallares y Rodrigo Lussich. Los experimentados periodistas que conducen el programa abordan una fórmula que apela al show, la música y el humor para contar la información. El ciclo, estrenado a comienzos de este año, cosecha muy buenos números a lo largo de sus casi dos horas de extensión, disputándose el liderazgo con Telefe, señal que le restó audiencia cuando puso en el aire el magazine culinario Ariel en su salsa. De todos modos, el formato de Pallares y Lussich es el programa del género más visto.
El martes 28 de junio, Socios del espectáculo promedió 5 puntos y escaló a un pico de 5,4 puntos, números considerablemente superiores a los 3,1 puntos de promedio que hizo LAM ese día en el prime time de América, pero el ciclo de Ángel de Brito escaló a un pico de 4 puntos y fue lo más visto de su canal. Y así como el programa del chef Rodríguez Palacios tomó la delantera de su franja horaria, el jueves 7, Socios del espectáculo superó, durante los diecinueve minutos que compitieron, a A la Barbarossa (Telefe). Mientras que el primero hizo 4,9 puntos, el magazine de Telefe llegó a los 4,1 puntos. Así son los vaivenes del rating, amo y señor de la televisión.
“Estos programas, a los que las breaking news siempre alimentan, son un buen escape a temas más duros de la realidad. Además, saber sobre la vida de los famosos siempre es atractivo. La gente busca divertirse y, en algún caso, alimentar el morbo, dependiendo el tipo de programa que se busque dentro del género, ya que hay distintos estilos. También existe el público que experimenta lo que llamo la ´fascinación del horror´ que busca ver hasta dónde expone un famoso sus miserias”, sostiene Lussich. Si de horror se trata, este año salieron a la luz, mérito de la periodista de LAM Andrea Taboada, los dichos de una de las hijas de la fallecida comediante Beatriz Salomón contra su padre, el médico Alberto Ferriols, protagonista de un allanamiento en su propio domicilio de Villa Luro, tomado en vivo por las cámaras y donde se encontraron varias armas de diferente calibre.
El periodista Adrián Pallares, quien también ha transitado fluidamente el mundo de la administración teatral, reconoce: “La gente se informa en los canales de noticias, así que cuando nos ve a nosotros, lo que busca es entretenerse. Cuando el chimento va acompañado por el humor o un tono más liviano, el público lo digiere más.Nosotros tratamos los temas del día, pero buscamos nuestra propia agenda con los contenidos que nos funcionan y dejando de lado lo más crudo. Para nosotros las noticias del espectáculo son una excusa para poder ir por otro lado”. En Socios del espectáculo, ese “ir para otro lado” implica cantar, bailar, subirse a una hamaca o contar noticias desde secciones como “Las bombas” y “Los escandalones” o bien homenajear a figuras de dilatada trayectoria, algo que los periodistas realizan con mucha destreza y es bien aceptado por el público. Por esta sección han desfilado figuras como Osvaldo Laport, Antonio Grimau o Marita Ballesteros, quienes no siempre tienen una cámara a mano.
Intrusos lleva más de dos décadas en el aire. Durante los primeros veinte años, el programa estuvo a cargo de Jorge Rial. Luego de una temporada conducido por Pallares y Lussich, hoy el formato insignia de América es liderado por Florencia de la V, quien por primera vez está al frente de un formato de este género. “La gente está cansada de las mala noticias de la economía y de los políticos, por eso busca una distracción. No nos olvidemos que Intrusos nace en plena crisis de 2001, con un país que se caía a pedazos y con el corralito confiscando ahorros, y de inmediato se convirtió en un suceso”, argumenta acertadamente la conductora.
Cuando a mediados de 2021, Wanda Nara explotó de ira ante la posible infidelidad de su marido, el deportista Mauro Icardi, los medios argentinos, y de buena parte del mundo, estallaron buscando la información que surgía minuto a minuto sobre el escandalete familiar. La actriz y cantante Eugenia “China” Suárez fue acusada como la “tercera en discordia”, lo cual le generaba al culebrón un ingrediente esencial que escribiría los guiones de varios episodios.
Con buen ojo y buscando sacar rédito económico, hasta los propios protagonistas se encargaban de alimentar la novela sumando elementos intrigantes a la trama. Tal fue la envergadura de este entuerto que no solo los gossip show dieron cuenta de las idas y vueltas del lío que provocó que hasta los noticieros más formales se ocuparon del tema, amparándose en las buenas mediciones de rating que generaba cada nuevo paso de los protagonistas. Incluso, Susana Giménez grabó, en París, un especial de Susana, invitada de honor donde entrevistó a la esposa despechada.
El llamado “Wandagate” expuso en blanco sobre negro la atracción que siempre genera en las audiencias mayoritarias la vida privada de los personajes famosos, más allá de sus méritos profesionales, algo que Wanda Nara, al menos en el plano artístico, no los tiene. Cuanto peor les va a las estrellas y cuanto más padecen su vida personal, pareciera ser que generan más interés en el público. El voyeurismo, que algunos reprimen y otros gozan, manda.
Las desventuras y dramas de los que se empecinan en mostrar la “vida perfecta” pareciera humanizarlos y hasta generar un efecto consuelo en los millones de anónimos que pasan por cuitas similares. “Si a ellos les pasa, por qué no me puede suceder a mí”, un aspiracional sentido de pertenencia con ese mundo inalcanzable a partir de compartir penurias. Las celebridades potencian aquello que cotidianamente sucede y la mirilla de la puerta para espiar al vecino se transforma en la pantalla de televisión que husmea en las miserias de los famosos.
“La comidilla está instalada en la esencia de los argentinos, en mayor o menor medida, en la política y el deporte y, desde ya, por el mundo del espectáculo. Está en la esencia del ser humano y este tipo de programas sabe cómo contarlo y trasladarlo a la audiencia”, sostiene Carlos Monti, quien forma parte de Nosotros a la mañana (eltrece) y es uno de los periodistas con mayor trayectoria, quien ha transitado la radio y la TV, con programas propios o a como parte de espacios informativos tanto como productor o delante de cámaras.
Chismes y política
En no pocos casos, el chimento puede vincular a la farándula con la política o, explícitamente, formar parte del mundo de los que manejan los destinos del país. Y si los políticos utilizan los mismos recursos que una vedette, tampoco se quedan atrás los periodistas.
Viviana Canosa comenzó su carrera como notera y panelista de programas como Intrusos, luego fue conductora del género y contó como panelistas a varios de los periodistas que hoy conducen sus propios ciclos como Pallares, Lussich y De Brito. Hoy, Canosa está al frente de un espacio en A24. Con bastante espectacularidad, algo heredado del gossip show, toma partido y analiza la realidad nacional buscando llamar la atención con frases o actitudes rimbombantes y polémicas. En el momento más álgido de la pandemia del Covid, la periodista tomó dióxido de cloro ante las cámaras de su programa. “Voy a tomar un poquito de mi CDS”, dijo primero, para luego excusarse mientras bebía del pico de una botella de plástico que supuestamente contenía esta sustancia, que la ciencia afirma que no evita el contagio de coronavirus y es riesgosa para la salud: “Yo no recomiendo, muestro lo que hago”.
Para Ventura, los abordajes que se hacen de la actualidad política muchas veces toman las herramientas de los programas sobre farándula: “Basta con mirar cualquier medio y ver la cantidad de verbos conjugados en potencial. Eso no es información sino chimentos. El tango ´Cambalache´, de Enrique Santos Discépolo, es lo que nos sucede hoy”. Hoy, en los programas de espectáculos no hay una gota de espectáculos. Eso es lo que pasa con nuestros políticos, que dan una conferencia de prensa y se la pasan mintiendo desde que comienza hasta que termina, diciéndonos que estamos mejor, que arreglamos con el FMI y que los jubilados estarán bárbaros, pero se han robado todo y no hay un peso. Somos el país de la trampa”, argumenta el periodista.
Constelaciones
“No he cultivado mi fama, que será efímera”, dijo Jorge Luis Borges. En el universo farandulesco, hay muy pocos divos (Susana, Mirtha, Tinelli y ¿cuántos más?), numerosas estrellas y muchas figuritas de reparto con fama efímera. “Hoy rinden los realities”, sostiene Florencia de la V. No se equivoca. Mientras eltrece celebra el éxito de El hotel de los famosos, que cuenta con participantes de fama discutible, Telefe ya prepara una nueva edición de Gran Hermano. Este tipo de formatos multiplica rápidamente la popularidad de sus participantes, aunque, luego de la competencia y en la mayoría de los casos, ven desplomarse el reconocimiento público.
Para Lussich, la posibilidad que cualquiera pueda acceder a un rango de fama hace que “el género farándula esté mucho más democratizado, hoy puede ser más convocante Locho Loccisano que un consagrado, así que el que se enoja, pierde. El chimento de peluquería sobre las chicas de moda como pueden ser Tini (Stoessel) o Lali (Espósito) funciona. En cambio, “las vacas sagradas” del medio ya no rinden como antes”.
“Hubo un tiempo en el que las figuras pretendieron cobrar por las notas que se les hacían, entonces surge el fenómeno de los ´mediáticos´. Hoy, los que rinden son los que les van contando a su audiencia lo que hacen en su vida particular. Siempre la vida privada llama más la atención, como sucede con amores como el de la China Suárez con Rusherking”, ejemplifica Monti.
Las redes sociales también pusieron al alcance de la mano la vida privada de las estrellas y de aquellos que se valen de esa herramienta para conseguir notoriedad. Ahora, la fama ya no solo la otorga la televisióno una carrera artística, una construcción a través de las redes sociales puede posicionar a nuevas figuras como los denominados influencers, una nueva categoría en el universo estelar.
Formatos de siempre, códigos nuevos
En 1964, Mujeres a la hora del té se convierte en uno de los éxitos de la temporada de Canal 7. En ese programa, que modificó el modo de hablar al público femenino, formaba parte Valentina, una periodista de espectáculos a la que todos llamaban “Tía Valentina”, una precursora a la hora de contar chimentos y que, a comienzos de la década de los 80, se horrorizaba porque la conductora infantil Julieta Magaña hacía bailar a los niños en la disco New York City, donde se grababa parte de Hola Julieta, Hola. Valentina también formó parte del recordado Buenas tardes, mucho gusto.
“Cuando en los 70 comienza Radiolandia en Televisión, con Lucho Avilés, se empieza a alternar la información artística con aquello que hace a la vida privada de los famosos”, sostiene Monti. Avilés le dio envergadura de programa a las columnas sobre farándula que formaban parte de los ciclos de interés general. Con Astros y estrellas, emitido por el entonces Teledos, e Indiscreciones, con varias temporadas en Canal 9, Telefe y ATC, “el pionero”, como se lo llamaba a Avilés, impuso un modo de contar las noticias del espectáculo. Aquellos programas, en los que el periodista estaba secundado por la recordada Susana Fontana, otra ilustre del género, nacieron profesionales como Jorge Rial, Marcela Tauro y Marcelo Polino, entre muchos otros.
Actualmente y más allá de Intrusos, A la tarde, LAM y Socios del espectáculo, en Net TV se puede ver Gossip, a cargo de la periodista Laura Ubfal. En el magazine A la barbarossa, las noticias de espectáculos y farándula las brinda Lío Pecoraro, mientras que, en Ariel en su salsa, Nicolás Peralta cumple con esa misión.
En América noticias (América), Daniel Ambrosino brinda la información sobre los artistas, mientras que en Es por ahí (América) lo hace Guido Záffora, al igual que Cora Debarbieri en Es domingo, estamos a tiempo.
En elnueve, Daniel Gómez Rinaldi y Maia Chacra abordan los temas de la farándula en ¡Qué mañana! Con Cala. En este canal, los fines de semana Susana Roccasalvo está al frente de Implacables, un ciclo que le da lugar a los actores y actrices para contar sobre su tarea artística, alejándose del chimento más crudo.
En la TV paga, Canal 26 pone en el aire Me gusta la tarde, con Pilar Smith y Santiago Zeyen y Magazine cuenta con la estelaridad de Carmen Barbieri para conducir Mañanísima, acompañada por los periodistas especializados en farándula Sebastián “Pampito” Perelló y Estefanía Berardi, dos de los nombres más prometedores de la nueva camada de “chimenteros”. Todos los programas de espectáculos recurren a la lógica del panel. Los debates se azuzan con la palabra de los periodistas que integran cada staff y que son imprescindibles para desarrollar un tema.
“Existe un periodismo más ponzoñoso, pero no es el que hacemos nosotros”, finaliza Pallares, consciente de las múltiples formas de abordar la información sobre farándula, mientras que su compañero Lussich reconoce que “hay temas que hoy no se abordan y que la gente tampoco quiere que se cuenten”. Acorde con los cambios sociales, los programas de chimentos también experimentaron su deconstrucción. En esa línea, Florencia de la V explica que “hoy hay más cuidado al contar una información, antes no había límites, se dijeron y vieron cosas tremendas”.
Mazzoco sabe que hablar sobre la vida personal de los artistas tiene sus costos, aunque sean ellos mismos los que se esfuercen por exhibir su privacidad: “A veces incomodamos, lo sabemos, pero no hay mala intención, solo contamos historias”.
“Si jugás con la verdad, les podrá molestar más o menos, pero saben que lo que uno cuenta es cierto”, dice Monti, un especialista en temas judiciales que tiene acceso a numerosas causas como la que dio cuenta de algunos detalles de la disputa de la vedette Vicky Xipolitakis con su exmarido y padre de su hijo. “Se nos catalogaba como amarillos, sensacionalistas y carroñeros y se nos quitaba méritos. Sin embargo, un programa de espectáculos hoy tiene un 90 por ciento de noticias policiales, cobertura judiciales y conflictos”, sintetiza Ventura.
El género cambió y fue mutando de acuerdo a las necesidades de las audiencias y las facilidades tecnológicas. También esa generalidad llamada “famosos” se transformó con los tiempos. Aunque algo se mantiene incólume y es esa debilidad humana por husmear en la vida ajena. Razón suficiente para que la televisión se pueble de numerosos ciclos sobre farándula y los periodistas de espectáculos sean tan famosos, o más, que aquellas figuras sobre las que les toca hablar.
Fuente: Pablo Mascareño, La Nación