En la Argentina, el resveratrol se estudia desde hace veinte años, a la par de los principales países del mundo. Detectado en la piel de las uvas como una respuesta de la vid para defenderse de las plagas, se trata de un antioxidante muy estudiado por considerar que alarga la vida de las células, por lo que también se ha estudiado como anticancerígeno.
“Hay muchos cultivos que tienen bajos niveles de resveratrol y un uso alto de fungicidas y pesticidas. La uva no necesita fabricar resveratrol para defenderse si en su lugar actúa el plaguicida”, advertía la doctora Norma Pensel, del Instituto de Tecnología de Alimentos del INTA, en el año 2001, intentando concientizar a los vitivinicultores sobre las buenas prácticas agronómicas.
Tras dos décadas de estudios en los que el resveratrol se convirtió incluso en un suplemento dietario de venta libre en farmacias, no existe todavía una etiqueta de vino que informe la presencia ni las cantidades de este antioxidante dentro del elixir de Baco.
El salto a la fama del resveratrol
La molécula se hizo mundialmente conocida tras un estudio publicado en la revista Nature en 2006, realizado por el Laboratorio de Gerontología Experimental del Instituto Nacional de Envejecimiento y el Laboratorio Glenn para la Biología Molecular del Envejecimiento de la Harvard Medical School, dirigido por David Sinclair.
Los investigadores analizaron la acción del resveratrol en el hígado, los músculos, el tejido adiposo y el corazón. “El resveratrol mejora la salud en los tejidos y en cada uno de los órganos por separado. En el caso de la arteria aorta en concreto, un vaso sanguíneo que pierde elasticidad por el depósito de grasas y el paso del tiempo, mantiene durante más tiempo su flexibilidad”, explicó uno de los científicos.
Pero recién en 2012 la FDA de los Estados Unidos aprobó el resveratrol concentrado para ser usado como suplemento dietario. Y es que, según sucesivos estudios, el consumo de la molécula que logra contrarrestar los efectos del envejecimiento no presenta efectos adversos ni “alteración en el perfil bioquímico ni de lípidos. El resveratrol fue bien tolerado y mostró ser seguro en dosis diarias de 500 mg”. También se estudiaron los efectos antidepresivos y ansiolíticos del resveratrol, abriendo un nuevo campo de estudio.
Y en el vino, ¿cómo andamos?
El resveratrol es un antioxidante de la familia de los polifenoles del vino. Un estudio reciente centrado en hormonas vegetales publicado en la Revista de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo determinó que las cantidades significativas de polifenoles que contribuyen a la calidad del vino y que proporcionan beneficios para la salud pueden ser estimulados con la adición de “ácido abscísico y metil jasmonato” que modulan la acumulación de “antocianinas y trans-resveratrol en hollejos de bayas de cinco cultivares tintos de Vitis vinifera en dos regiones vitícolas contrastantes de Mendoza, Argentina”.
Los investigadores pusieron el acento en la posibilidad de utilizar estas hormonas como herramientas prácticas para producir vinos tintos de alta calidad en dos regiones vitícolas contrastantes.
Así pues, en una misma copa de vino tenemos “la molécula de la vida eterna”, el famoso resveratrol, pero también un antioxidante como el ácido ascórbico o vitamina C y la tiamina o vitamina B1, involucrada en los procesos de la memoria. En el caso del resveratrol, ya fue probado que retrasa el envejecimiento celular. Y si esta molécula retrasa el envejecimiento celular y, al mismo tiempo, logra eliminar células cancerosas en mamíferos, como también se ha probado, pues entonces alarga la vida.
Los compuestos fenólicos son una serie muy variable de sustancias químicas que se agrupan en antocianos (comúnmente llamados taninos) y flavonoides. Uno de estos flavonoides es el resveratrol, que se origina en la piel de las uvas como respuesta de la planta de Vitis vinífera ante condiciones de estrés, como el ataque de hongos, sequía o, también, extremas radiaciones solares.
La humanidad occidental puso la mirada en el resveratrol cuando el biólogo de la Facultad de Medicina de Harvard David Sinclair demostró que esta molécula presente en mostos y vinos prolongaba el ciclo vital de la célula de levadura en un 70 por ciento. A partir de entonces comenzó una verdadera revolución médica y comercial en torno del resveratrol, con sus propagandistas y detractores, que aún sigue vigente.
Sin embargo, hay que decir que el resveratrol fue descubierto mucho antes y que no solo está presente en las uvas y en el vino, sino también en las raíces de un árbol asiático que se ha utilizado milenariamente como medicamento popular.
En efecto, el extracto de raíz del Polygonum cuspidatum se ha empleado como laxante, diurético, antifebril y profiláctico por sus cualidades antimicrobianas en Japón y China desde la noche de los tiempos. Este tipo de resveratrol extractado de la raíz oriental puede conseguirse en farmacias.
Clasificado como Reynoutria japónica por un tal Houttuyn en 1777, y como Polygonum cuspidatum por Siebold en 1846, recién en 1940 un investigador japonés aisló el principio activo de esta planta y lo bautizó resveratrol, pero no fue sino hasta 1977 que los investigadores británicos Pryce y Langcake describieron su estructura molecular: 3,5,4′-trihidroxiestilbeno.
¿En qué otros alimentos puede encontrarse el resveratrol, además de la raíz de una planta y en las uvas? Pues en la mayoría de los frutos rojos frescos, moras, cerezas, frambuesas, etcétera, o en concentrados de los mismos.
Pero hay más. Los bebedores de cerveza con maní ya tienen un argumento más para defender el acompañamiento de su brebaje: la piel de color borravino del maní, como se ha descubierto hace algunos años, también contiene resveratrol o la molécula de la vida eterna.
Y si no le gusta el vino, los frutos rojos ni el maní con cáscara y pretende alargar la vida útil de sus células, no se preocupe: todavía puede ir a la farmacia.
Fuente: Facundo Di Genova, La Nación