Dieta Keto. La de los Colores. Alimentos Détox, la Disociada y el Ayuno Intermitente. De mayor y menor credibilidad, de las laxas a las estrictas y prohibitivas, las dietas alternativas luchan por ganarse su lugar en la mesa de los argentinos.
Pero no solo eso: en los casos más radicales, las reglas del “buen comer” entran en crisis y la pirámide alimenticia amenaza con derrumbarse cual castillo de naipes. Nacen regímenes que desaconsejan la fruta. O que nos invitan a descartar la primera ingesta del día, aquella donde –se nos decía– debemos comer como reyes.
El siempre presente deseo de alcanzar ese cuerpo idealizado se encuentra con una nueva promesa: la de la dieta salvadora que, finalmente, dará resultados en cuestión de días. Pero todo cambió en 2020…
Esos excesos pandémicos
Los catalizadores de este boom son bien conocidos. En muchos casos, basta remitirse a la autobiografía para descubrirlos. La pandemia, sumada a los períodos de aislamiento y el estrés causado por la incertidumbre, detonó hábitos que culminaron en drásticos (y a veces mórbidos) aumentos de peso.
Comer por ansiedad, la restricción de la actividad física y el sedentarismo asociado al trabajar desde casa fueron los ingredientes de un incremento calórico que muchos argentinos aún no terminan de digerir. Con el regreso a la antigua normalidad y el fin de la “nueva” aún en la lejanía, los resultados comienzan a manifestarse. Y hay datos.
Un relevamiento de la encuestadora IPSOS, realizado a principios de año, revela que el 40% de los argentinos admite haber subido de peso en la pandemia. Por el contrario, solo un 23% logró la hazaña de bajar unos kilos durante el confinamiento.
Un relevamiento de la encuestadora IPSOS, realizado a principios de año, revela que el 40% de los argentinos admite haber subido de peso en la pandemia.
El efecto rebote fue inevitable. La culpa y la ropa que comienza a apretar llevan a que el bajar de peso gane un nuevo lugar privilegiado entre las prioridades cotidianas. Internet, con su oferta de miles de recetas en cuestión de segundos, encontró en el auge de las dietéticas –a contramano de otros rubros, desde al año pasado las aperturas no paran de crecer– el aliado ideal para aquellos con ansias de generar un cambio en su alimentación.
Decididos a lograrlo y, en muchas ocasiones, sin el tradicional seguimiento de un nutricionista, vimos cómo parientes, compañeros de trabajos y famosos emprendieron dietas alternativas que luego compartían en redes. En algunos casos, hasta llegamos a replicarlas, con mayor o menor éxito. ¿Qué tanto funcionan y cuánto hay de realidad en lo que ofrecen? El debate está servido.
La ansiedad. Y la culpa nos carcomen la cabeza por los kilos de más. Ilustración: Shutterstock
La polémica Dieta Keto
Las dietas keto o cetogénicas distan de ser nuevas, aunque el renovado interés suscitado en torno a ellas les ha dado una vigencia que puede llegar a confundirnos. “La primera publicación de una dieta de este tipo data de 1865, pero cada tanto se le cambia el nombre y alguna cosa”, explica el doctor Alberto Cormillot.
Si bien, en primera instancia, su aplicación se refería al tratamiento de pacientes epilépticos, rápidamente el régimen alimenticio comenzó a ganar popularidad por fuera de este ámbito médico para convertirse en todo un fenómeno de masas.
Desde aquel entonces y con mayores o menores variaciones, las alimentaciones basadas en la cetosis –proceso mediante el cual el cuerpo entra en déficit de carbohidratos y comienza a utilizar solo grasas como fuente de energía– han ganado su lugar entre las principales y más polémicas dietas alternativas: más grasas y menos hidratos de carbono, lo que incluye, entre otros alimentos, decirle adiós a la mayoría de las frutas, fetiches hasta ahora de “lo saludable”.
Para Cormillot, no hay dudas a la hora de contraindicarla: “Produce mucho daño en las arterias y la flora intestinal, y puede llevar a cambios en el apetito o incluso problemas de sueño”.
La dieta Keto produce daño en las arterias y en la flora intestinal, y puede llevar a problemas de sueño.
Alberto Cormillot, médico
Pero así como hay profesionales que no la recomiendan, o sospechan de su viabilidad a largo plazo, ¿qué opinan sus practicantes? Diego Gaitán lleva adelante la Comunidad Cetogénica Argentina, que cuenta con más de 275 mil seguidores en redes sociales, y no concuerda en que no se puede sostener en el tiempo: él mismo se considera prueba de ello.
“Hace tres años y medio pesaba 140 kilos, tenía hígado graso e hipertensión, mientras que hoy peso 95 y no tengo ninguna enfermedad metabólica”, defiende.
Para él, hoy prima una desinformación que confunde a la gente sobre los principios de la dieta. “Si escuchás a un nutricionista que te dice que te va a hacer daño porque solo vas a comer grasas te da miedo; pero en realidad utilizamos grasas saludables y dejamos de lado comidas que sí te hacen mal, basadas en harinas y azúcares”, asegura.
“Tranquilamente se puede mantener, porque comemos carnes, verdura, huevo, frutos secos, fiambre… Te van a decir que no la hacen por miedo a las grasas los mismos que luego comen una milanesa con papas fritas”, ironiza.
Si bien la polémica en torno a la Dieta Keto no está resuelta, los profesionales tienden a otorgarle el beneficio de la duda para aquellos casos referidos al tratamiento original que la concibió, referido a la epilepsia.
“Hay algunos papers serios que la dan para chicos con esta enfermedad en su variante resistente a los fármacos”, concede Cormillot. Pero advierte: “En el resto de las personas, para bajar de peso, no tiene absolutamente ninguna indicación”.
Algo, claro, que contrasta con la visión de sus practicantes. “Cuando cortás con los carbohidratos, los primeros días podés tener síntomas de adaptación, como dolor de cabeza o falta de energía, pero es por la abstinencia”, afirma Gaitán. “Pero pasa esa semana y ya comenzás a sentirte con más energía, perdés peso y te sentís enfocado.”
Ilustración: Shutterstock
¿Y si la clave es no comer?
Otra forma en que se puede inducir al organismo a la cetosis y que no para de sumar adeptos es el ayuno Intermitente tan en boga. Si bien esta práctica no constituye un tipo de dieta en sí, su popularidad como estrategia para bajar de peso y el creciente número de famosos que lo realizan –de Adele a Jennifer Aniston, pasando por Hugh Jackman y Reese Witherspoon– ha hecho que sea una de las opciones favoritas de quienes buscan una alternativa por fuera de los clásicos regímenes alimenticios.
El concepto es simple: se trata de alternar períodos de alimentación con otros en que no se realizan ingestas, o bien se las hace de forma muy acotada o sólo se consumen líquidos, a fin de reducir la cantidad de calorías diarias y vencer el impulso de comer cuando no hay apetito.
Todo es una cuestión de números: la variante “5:2” sugiere dividir la semana en cinco días de alimentación normal y dos con ayuno; mientras que variantes como el modelo “16:8” invitan a ayunar 16 horas del día y dividir las comidas en las 8 restantes.
A ojos de Juan Martín Romano, médico especialista en nutrición y autor del libro Comer despierto, se trata de una “herramienta nutricional” que puede marcar la diferencia: no solo la aconseja sino que la practica. “Hacer ayuno tiene mucho sentido desde una mirada evolutiva ya que desde nuestros orígenes como especie nos hemos adaptado a períodos sin comida”, explica.
Hacer ayuno tiene mucho sentido desde una mirada evolutiva ya que desde nuestros orígenes como especie nos hemos adaptado a períodos sin comida.
Juan Martín Romano, nutricionista
En su opinión, la puerta de entrada más fácil es la técnica “12/12”, que consiste de 12 horas con comida y 12 sin. “No es muy difícil si adelantamos un poco la hora de la cena y retrasamos el desayuno”, asegura. De ahí, el practicante puede avanzar a otros esquemas como el “16/8”, aunque resalta que, en cada caso, debe ir acompañado de un sólido plan nutricional a fin de evitar la sobrealimentación al salir del ayuno y tener en cuenta los alimentos esenciales. “Mi principal recomendación es comenzar despacio, aprendiendo a reconocer las señales de nuestro cuerpo.” Además, una advertencia: embarazadas y personas que tienen un trastorno alimentario, mejor abstenerse.
Sin embargo, como sucede con la Dieta Keto, el ayuno también levanta pasiones y sentimientos encontrados: “Lo de ayuno intermitente es una manera simpática y creativa de llamar al saltearse comidas”, define con crudeza Cormillot.
“Se hace desde que empecé a trabajar hace 60 años, y sí, si ponés ratones en una jaula y no comen están más flacos, pero eso es todo: una persona no lo va a poder cumplir”, agrega, a la par que advierte sobre los “atracones” causados por el hambre acumulada.
Si bien Romano asegura entender el rechazo al ayuno por parte de profesionales que lo ven como una moda más, afirma que existen investigaciones muy prometedoras en el campo y que no se trata de saltear sino de agrupar la alimentación. “En las redes sociales uno se encuentra con influencers que dan consejos inexactos, y tristemente ése es el mensaje que llega”, lamenta.
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Dieta de Colores: floja de papeles
La estrella de las redes sociales es, sin duda, la Dieta de los Colores. No podría ser menos: una rápida mirada en Instagram revela fotos de alimentos agrupados por sus tonos, como si de hacer arte con comida se tratara.
Si bien no hay un modelo único, estas dietas suelen estructurarse en cinco colores –rojo, verde, amarillo, marrón y morado– a los cuales se les atribuirá alimentos específicos, generalmente frutas y verduras. Por ejemplo, bajo el rojo encontramos tomates y frutillas, mientras que el verde puede incluir a la espinaca y el brócoli.
El desafío que se propone a quien decide seguirla es distribuir a lo largo del día los alimentos de la paleta, procurando consumir al menos uno de cada color.
Si bien la novedad de agrupar la comida de esta forma pintoresca puede invitar a comer más frutas y verduras, el punto débil de este régimen alimenticio es su vaguedad: las publicaciones de Internet, ámbito por el que principalmente circula, no suelen especificar las cantidades de nutrientes a incorporar ni qué lugar se debe dar a alimentos proteicos como la carne, el pescado y los huevos.
“La de los colores es muy ingeniosa, ¿no?”, ironiza Cormillot. “Sí, hay que comer más verduras, qué sé yo”, ríe. “Podés tomar los cinco alimentos que quieras y armar una dieta con eso, y quizás vas a bajar de peso, pero es aburrida y no la vas a poder seguir.”
El punto es complejo y lleva a debates: la dieta, como concepto en sí, puede entrar en crisis. “Nuestro cerebro no entiende de ellas”, opina la doctora María de los Ángeles Sánchez Calvin, médica especialista en psiconutrición. “Las dietas restrictivas y no personalizadas solo sirven para dar al paciente un fracaso más y, muchas veces, una ganancia de peso por arriba del inicial”, describe.
Las dietas restrictivas y no personalizadas solo sirven para dar al paciente un fracaso más y, muchas veces, una ganancia de peso por arriba del inicial.
María de los Ángeles Sánchez Calvin, especialista en psiconutrición
Para ella, el plan nutricional de cada paciente debe ser personalizado: “Si funcionaran sería una sola dieta y ya habría funcionado; pero no, por eso son muchas y con diferentes nombres”, remarca.
El problema son los círculos viciosos de la restricción, basados en el atracón como escape y la posterior culpa: “El organismo entiende esta limitación como amenaza y se estresa; las dietas restrictivas van en contra de toda la biología humana”, sentencia.
A su vez, advierte que la pandemia bien puede tener su culpa en que estas alternativas tengan adherencia: “Llegó de manera inesperada y cada uno la gestionó como pudo y no solo comemos por hambre sino por nuestros miedos”.
Por su parte, Romano concede en que el engordamiento ha sido una secuela de la pandemia para muchas personas, y que aumentaron como motivos de consulta “la angustia, el estrés y la ansiedad”.
Pero cree que también hay cada vez más personas interesadas en un estilo de vida saludable. Para él, un primer paso a dar es reconocer el componente emocional del comer y tomar conciencia de cuándo lo hacemos y por qué razones. Eso, junto a una alimentación variada, algo que, claro, incluye las verduras, aunque no necesariamente agrupadas por su color.
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El “Détox”: lavarse por dentro
¿Necesita nuestro cuerpo de “limpiezas” regulares, como si se tratase de una máquina que precisa mantenimiento para funcionar? Para los seguidores del Détox, sí. Término que nuclea una serie de prácticas diversas, consiste en la “depuración” del cuerpo mediante la abstinencia y eliminación de sustancias poco saludables como los químicos presentes en alimentos procesados y el exceso de grasas y azúcares.
Los alimentos aliados de estos regímenes suelen ser las frutas, el té verde y en especial los vegetales de hoja verde como el kale y el brócoli (favorecen la función del hígado para la desintoxicación y sus aportes de fibra ayudan al funcionamiento intestinal).
Pero su variante más popular –y restrictiva– es aquella que se presenta en forma líquida, a base de sopas, jugos e infusiones. Los famosos licuados détox, hoy presentes en la mayoría de cafeterías trendy del país, son la cara más visible del fenómeno, mezclando con una naturalidad a la que no solemos animarnos en la cocina ingredientes dispares como la lechuga, el kiwi y la espinaca en un mismo vaso.
Lo importante es cambiar la alimentación en sí, porque el resto son entretenimientos alimentarios.
Alberto Cormillot, médico
Para Cormillot, depositar nuestra confianza en jugos no es una alternativa viable: “Lo importante es cambiar la alimentación en sí, porque el resto son entretenimientos alimentarios”, grafica.
A su vez, define una serie de razones por las que una persona puede caer en ellos: ignorancia, pérdida del juicio ante un estado de salud no deseado y la necesidad de sentirnos parte de una “movida”.
“Cuando entrás en eso, derrapaste, porque te estás privando de alimentos protectores, y no sólo es un daño que te hace sino un bien que te dejás de hacer.” Para él, lo que mejor se aplica hoy es la dieta mediterránea, adaptada a la realidad de cada país: “No es porque lo diga yo ni tampoco lo inventé; es lo que resiste análisis y se recomienda en trabajos”.
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Disociada: lista de nunca acabar
El número de dietas alternativas es extenso, sino inagotable, gracias a una constante oferta de propuestas estructuradas alrededor de alimentos específicos o prácticas a seguir.
La dieta Disociada, por ejemplo, sigue una máxima inquebrantable: no mezclar nutrientes de los alimentos, bajo la razón de que nuestro cuerpo no estaría preparado para digerir adecuadamente hidratos y proteínas al mismo tiempo.
“Deberían venir con una advertencia general que diga que su uso se asocia a un incremento en la insatisfacción corporal y ansiedad, y que al no funcionar solo quedará culpa”, explica Sánchez Calvin.
Como experta en psiconutrición, considera que un plan no puede concebirse en dietas mágicas, sino planes personalizados que recuperen la conexión con la comida: “Hay que poder escuchar y dar herramientas para la gestión emocional y sanar la relación con el cuerpo”, expone.
En línea con este proceso de autorreflexión, Romano invita a plantearse si se está dispuesto al cambio y tener paciencia: “No es posible cambiar de un día para el otro lo que se estuvo haciendo toda una vida con la alimentación”.
Pero si no siempre hay un consenso, entonces, en la práctica ¿qué hacer? ¿Dieta sí, dieta no? ¿Ayuno o no ayuno? Quizás lo más complicado es aceptar que no existen los absolutos y reconocer que la solución ideal es relativa o, por más trillado que suene, a fin de cuentas lo será aquella que más se adapte al contexto personal de cada uno.
El discurso nutricional es amplio, en ocasiones contradictorio, y se encuentra en un constante proceso de renovación que huye de las certezas que desearíamos tener a la hora en que el cinturón comienza a apretar.
No se trata de echar por la borda la teoría o dar por cierto cualquier alimentación –las dietas que exigen lo imposible no deben seguirse– sino ganar conciencia del comer y realizar un seguimiento apropiado a lo que ocurre con nuestro cuerpo y bienestar emocional.
¿De qué sirve la solución mágica si al cabo de una semana el cuento deviene en pesadilla? Y, en la misma medida, ¿cómo reprocharle de insostenible en el tiempo a una persona la dieta que practica desde hace años?
Estén paradas en una vereda o en la de enfrente, lo que las visiones más lúcidas del comer sostienen, en su núcleo, es la ambición de un cambio hacia un estilo de vida más sano. En última instancia, se trata de eso: poner la comida al servicio del bienestar propio y no al revés, perdiendo la cordura y esperanza en el proceso. Hay que acostumbrarse a pensar en lo que comemos y actuar en consecuencia.
Sin dudas, una ley como la del etiquetado frontal de alimentos nos ayudará a saber qué ingerimos cuando tengamos clara información sobre cuántos azúcares, grasas y calorías hay en cada lata o paquete (en el Congreso Nacional ya tiene media sanción de Senadores). Aprender a comer: el desafío está servido.
Qué nos exige y qué nos da cada dieta
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1. Keto: El nombre es el apócope de “Cetosis”. el proceso por el cual el cuerpo falto de carbohidratos usa las grasas como energía.
Objetivo: Bajar los azúcares y los hidratos de carbono. Apostar a las grasas como fuente de energía.
Alimentos permitidos: Aceitunas, quesos, carnes, brócoli, coliflor, tomates, moras, frambuesas, zucchinis
Alimentos no permitidos Pastas, panes, frutas.
2. Ayuno intermitente: Más que una dieta en sí misma es una practica de alimentación que alterna ayunos con “desayunos”.
Sistema: Se rige por números. Por ejemplo, 5/2 (cinco días de alimentación normal y dos, de ayuno), o 12/12 (doce horas de comer y doce, de descansar). Es importante la disciplina.
Advertencia: No recomendable en embarazadas.
Alimentos: Basta con que la dieta sea equilibrada entre proteínas, hidratos y grasas. Evitar los ingredientes refinados y los alimentos procesados.
Advertencia No recomendable en embarazadas.
3. Dieta de colores: Los alimentos se ordenan según sean sus tonos.
Objetivo: Lograr la ingesta de más frutas y verduras en personas que no pueden salir del asado, el pollo, la pasta y la milanesa.
Sistema: Los alimentos –sobre todo, frutas y verduras– suelen dividirse en cinco colores: rojo, verde, amarillo, marrón y morado.
Atractivo: Logra resultados en los niños, ya que es una forma de alimentarse jugando y disciplinándose con días, colores y horas.
4. La Disociada: Busca disociar alimentos ricos en hidratos de otros con más proteínas.
Objetivo: No consumir hidratos de carbono y proteínas al mismo tiempo. Tampoco, proteínas y almidón. Es decir, olvidarse del pollo con papas o el sándwich con jamón.
Alimentos permitidos: Más que el ingrediente, lo que importa es lo que contenga y que los nutrientes no se superpongan. Por ejemplo, si se va a comer frutas, que sean de una sola clase, o dulces o ácidas.
Esencial: tomar agua.
5. Técnica Detox: Consiste en hacerse una rutina para “limpiarse” por dentro con ayuda de ciertos alimentos.
Objetivo: Expulsar del cuerpo sustancias tóxicas provenientes de alimentos procesados, además de restos de herbicidas, azúcares y grasas malas.
Alimentos recomendados: Té verde, kale, brócoli, alfalfa, algas, espinaca, pasto (en licuados).
Resultados: Las fibras, naturalmente diuréticas y laxantes, ayudan a sacar del intestino, el hígado y los riñones aquello que traba la digestión.
Fuente: Clarín