“Basta para mí, basta para todos”. Como si de un juego se tratara, pero no. Mejor que nadie lo expresó el gran Quino a través de Mafalda y su “paren el mundo que me quiero bajar”.
No es juego, y no es un chiste de historieta: la sensación generalizada es que este Día de la Madre encuentra a las mujeres “profundamente agotadas, con una sensación de cansancio psico físico extremo pocas veces visto y con mucha sobrecarga mental”. Así lo definió consultada por Infobae la licenciada en Psicología Luján Rossetto (MN 45356), quien ejemplificó la situación con la idea de que “las reservas se van agotando”.
Es que a las habituales tareas de cuidado y domésticas, la pandemia agregó el homeschooling, el trabajo remunerado -ya sea en modo homeoffice o teniendo que salir de casa- y la asistencia a adultos mayores. Y en muchas ocasiones, todo sucede el mismo tiempo y obviamente en el mismo espacio: los hogares, que se volvieron escuela, gimnasio, club y taller extracurricular.
Un combo sin dudas demoledor para cualquier mente que se precie sana.
Para la licenciada en Psicología Patricia Martinez (MN 24411), “lo que más complica no es la sumatoria de actividades sino la multiplicidad de actividades en el mismo momento y espacio temporal”. “Hay un desdoblamiento, como si se abrieran varias ventanas, y uno tiene que responder todo al mismo tiempo. Esto produce un mayor nivel de estrés y ansiedad, que repercute tanto a nivel psicológico como a nivel físico”, agregó la especialista en Familia de Halitus Instituto Médico.
Ya a mitad de año, cuando la pandemia contaba tres y no siete meses, una encuesta online que elaboraron desde Grow Género y Trabajo, una organización que trabaja para lograr una sociedad con igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el ámbito laboral, había arrojado que las mujeres dedican casi dos horas por día más que los varones al cuidado de hijos/as, destinan cerca de una hora más a acompañar a hijos/as en sus tareas escolares y casi una hora más que los varones a cocinar y limpiar/desinfectar.
Los varones, en cambio -según el mismo relevamiento- en relación a las mujeres duermen más de una hora más por día, le dedican cerca de una hora y media más al trabajo remunerado y realizan casi una hora más de actividades destinadas al ocio y entretenimiento.
«Este Día de la Madre encuentra a las mujeres profundamente agotadas, con una sensación de cansancio psico físico extremo pocas veces visto y con mucha sobrecarga mental” (Shutterstock)
En total, las mujeres le dedican a las tareas de cuidado y domésticas no remuneradas, un promedio de diez horas y 24 minutos por día, mientras que los varones les destinan seis horas y 48 minutos. En los hogares con hijos/as menores de 12 años, las horas de cuidado alcanzan las 13 horas en el caso de las mujeres y nueve horas 24 minutos para los varones.
A un promedio de tres horas más a favor de la mujer, la cuenta da que, semanalmente, ellas dedican 21 horas más que sus compañeros a las tareas de cuidado y domésticas, 90 más al mes y 1.095 horas más al año.
“Este Día de la Madre nos encuentra como madres quizá necesitando más mimos que otras veces. No creo que lo necesitemos un día solo al año pero en esta fecha lo estamos esperando porque socialmente es el ‘permitido’, según pareciera”. La licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) introdujo la idea de la “carga mental” que siempre tienen las madres y que esta cuarentena exacerbó. “Sobre todo en las personalidades más controladoras, ya que se suman a las tareas habituales, las tareas escolares y todas las excesivas demandas que se viven con niños todo el día en casa -sostuvo-. Muchas trabajamos y quizá las tareas domésticas las tenemos delegadas en otra persona pero en este momento se nos suman como otro quehacer”.
En la misma línea, Martínez coincidió que en esta fecha especial, las mujeres que son madres se encuentran “con una intensidad de emociones, preocupación, incertidumbre y abatimiento. La pandemia refuerza algunas aristas que ya venían mostrándose en relación a inseguridad laboral, a la dificultad de crecimiento personal, que ahora están intensificadas”. Y tras considerar que “es un Día de la Madre atravesado por mucha incertidumbre, ansiedad, temor y angustia”, señaló que “en el último tiempo, sobre todo a partir de junio, se incrementó muchísimo el nivel de consultas de salud mental relacionadas al orden vincular, tanto en relación a la pareja como a la dinámica familiar”.
“En el 70% de los casos la pandemia se presenta como elemento catalizador de crisis familiares o de pareja. Muchos procesos de separación que venían gestándose, fueron acelerados -destacó la especialista-. Puso de manifiesto cuestiones que seguramente estaban subyacentes, pero que podían manejarse un poco mejor dentro de un contexto de mayor adaptabilidad. Es decir, produjo un desajuste en cuanto a cómo manejamos nuestros conflictos y situaciones de estrés o de dificultad, tenemos menor tolerancia”.
«Lo que más complica no es la sumatoria de actividades sino la multiplicidad de actividades en el mismo momento y espacio temporal» (Shutterstock)
Esto, para ella, “se da también porque hay menos espacios que nos remitan ‘tramitar’ estas cuestiones, por ejemplo, el área laboral o social, pueden ser lugares que cuando uno tiene problemas en otra área pueden dar momentos de respiro. Esto hace que, con tan pocos elementos de sostén, las situaciones conflictivas subyacentes se pongan de manifiesto”.
Y sobre el aumento de la carga mental, consideró que “la pandemia la aumentó porque se engordó la agenda de las madres”. “El horario escolar, e incluso el horario laboral, eran momentos en los que la mujer tenía disponibilidad mental para realizar otras tareas. Lo que se está dando, que genera tanto estrés, es que todas las tareas están superpuestas y hay un gran desorden porque todo transcurre en el mismo espacio/tiempo. Ahí tiene que trabajar, ser maestra, organizar la casa, cocinar o limpiar, hacer ejercicio, etc”, remarcó, al tiempo que reforzó que “en muchos casos, además, tiene que asistir a su propia familia de origen, con padres aislados con enfermedades preexistentes; padres que quizá también funcionaban como un sostén, cuidaban los chicos, los iban a buscar al jardín o colegio”.
Rossetto hizo hincapié en tanto en el hecho de el tipo de cansancio que experimenta la mayoría de las madres es producto de tal estrés, “que muchas veces no deja ni siquiera poner en palabras lo que pasa”. “Creo que más que nunca en este contexto cobra sentido la expresión ‘sin palabras’ que muchas personas suelen responder ante la pregunta ‘¿cómo estás?’ y que apunta a que cuando es tan excesivo lo que se siente no hay manera de poder encauzar en palabras lo que nos está aconteciendo”, opinó.
“La carga mental en líneas generales y pre pandemia es una de las sobre cargas más extenuantes que acarrea el maternaje y tiene que ver con todo lo que implica la logística de llevar adelante una casa -agregó-. Es estar trabajando y también pensar que falta comprar el queso para la tarta de la noche y sacar el turno con el pediatra para el control del nene, y no olvidarse de mandar al colegio la plata para el libro de matemática”. “Y si esta carga existe desde antes, imaginen lo que ocurre en este contexto de estrés extremo en el que se vio incrementado todo lo que tiene que ver con el orden de las responsabilidades y se esfumaron los escenarios que había para ayudar en la crianza”, dijo en referencia a que las familias no cuentan con al apoyo de niñeras, abuelos e instituciones escolares.
«La carga mental en líneas generales y pre pandemia es una de las sobre cargas más extenuantes que acarrea el maternaje» (Shutterstock)
– ¿Cree que la cada vez mayor participación de las mujeres en el mercado laboral se dio al mismo ritmo que la participación de los hombres en las tareas del hogar?
– Martínez: La participación cada vez mayor de las mujeres en el mercado laboral, no siempre es acompañada por la responsabilización del hombre en las tareas del hogar. Por supuesto que siempre existen las individualidades, pero aún hoy el referente mayoritario del cuidado y manejo del hogar es la mujer.
Desde lo social, los referentes son siempre las mujeres. Se trabajó en el imaginario de una mujer trabajadora, que sale de su casa, activa. Una mujer metiéndose en el mercado laboral sin abandonar las obligaciones del hogar. Una mujer muy exigida, y en la pandemia todavía más.
Dicho esto, no hay confundir tareas con roles porque las tareas se comparten pero los roles no. El rol materno y el paterno son diferentes, podemos intercambiar y compartir las tareas, pero es importante señalar que los roles deben seguir diferenciándose porque los hijos necesitan a sus padres en sus roles diferenciados.
El papá puede hacer trenzas y mientras la mamá atiende la caja de un banco, pero siguen siendo papá y mamá con roles distintos, aunque se intercambien sus tareas.
– Ruda: Depende del caso particular, pero a todas se nos suman tareas nuevas, lo que nos tiene agotadas. Escucho esto constantemente entre amigas, en el consultorio, entre colegas. Aunque deleguemos y haya tareas compartidas, sigue siendo notable cómo la mujer se ocupa más de las cuestiones de la casa y las tareas y actividades de los chicos virtuales. Hay más participación de las parejas en el hogar, de eso no hay duda, pero no es parejo en general. La inclusión de los hombres en las tareas del hogar es mayor, pero todavía depende del tiempo que su trabajo remunerado les deje disponible.
No quiero decir que no se ocupan porque la mayoría sí lo hacen, pero no con la carga mental que tenemos las mujeres. No se levantan pensando en los horarios de los zoom de los chicos como para organizar el trabajo en función de eso, o en qué momento limpiar la casa, o qué hacer primero. No lo piensan. A veces lo hacen y otras no, pero no está en su cabeza en el día a día como “lo que hay que hacer”. Todavía estamos en esa transición y la pandemia exacerbó estas diferencias con lo cual muchas veces los conflictos son inevitables. Es necesario mucho diálogo, quizá organizarse con organigramas y repartir tareas explícitamente.
– Rossetto: Creo que todavía falta mucho por militar en cuanto a la crianza compartida. Si bien hay avances y hay muchos padres que se ocupan de criar y asistir y entender que un padre que colabora no es un ser especial sino un adulto funcional y hay muchos cada vez más involucrados en tareas domésticas y en la crianza, creo que no fueron dos caminos paralelos y justos, tanto cualitativa como cuantitativamente. No son dos caminos que transcurren paralelos; creo que todavía hay un desfase entre la cada vez más ardua responsabilidad que asumen las mujeres en criar, trabajar y toda la presión que sigue habiendo alrededor de esto y el involucramiento de los hombres todavía es desde un lugar más flexible.
Al respecto, y consultada sobre de qué manera es posible marcar esa diferencia sin caer en conflictos de pareja, Marínez destacó que “el diálogo, y la negociación son elementos fundamentales en estos momentos”. “Además, relajarse un poco en ciertas cuestiones, bajar el nivel de expectativas respecto del otro y de uno mismo. No es momento de estar exigiéndose en cuanto a la productividad en casa y el trabajo”. recomendó.
Para ella, “repensar los objetivos y adecuarlos a la realidad” es una buena estrategia. “Tal vez es un año para otro tipo de objetivos respecto de los que uno se había planteado originariamente. Buscar espacios de distracción, tratar de llevar a cabo actividades distintas que nos despejen”, insistió.
En tanto Rossetto señaló: “Una cuestión que tenemos que trabajar mucho las mujeres es corrernos del lugar de pedido, de reclamo y de demanda porque todo lo que se plantea de ese modo es muy difícil para el otro acceder a esa demanda”. “Me parece que algo a trabajar es seguir en esa línea en la que un padre participando activamente en la crianza y en las tareas domésticas no es alguien que está haciendo un favor sino alguien que está funcionando en equipo y en pos de un sistema familiar -apuntó-. Creo que hay que seguir trabajando mucho en las parejas y en las dinámicas familiares para corrernos las mujeres de ese lugar de demanda porque eso va formando un círculo vicioso donde uno pide y el otro no quiere hacer lo que le piden, y entender que no se trata de favores, se trata de un sistema que tiene que funcionar y que tiene que ser lo más liviano y equitativo para todas las partes”.
– ¿Cree que es conveniente involucrar a los hijos en las tareas? (Sí, no, a partir de qué edad y en qué tareas)
«Es un momento para aprovechar en la educación formativa de las tareas de hogar; de cosas que niñas y niños luego también van a tener que hacer» (Shutterstock)
– Martínez: Sí involucrar a los hijos, desde siempre, desde que pueden realizar tareas sencillas acordes a su edad. Levantar la mesa, ordenar su cuarto, hacer una cama.
Es un momento para aprovechar en la educación formativa de las tareas de hogar. De cosas que ellos luego también van a tener que hacer. Incluso para los más grandes, es momento de aprender la responsabilidad de nuevas tareas: cocinar, hacer las compras – con los recaudos necesarios de higiene social-, asistir a los mayores, etc.
Esto puede ayudar a toda la familia, porque en general la crisis se pasa mejor cuando uno tiene la inteligencia práctica para saber qué tenemos que hacer. A veces naufragamos en las crisis porque no nos despegamos de los objetivos iniciales. La crisis se supera cuando uno nada a favor de la corriente, a lo mejor es un momento para replantearse cosas. La educación de los chicos puede ir por acá. Es formativo, no de instrucción.
– Ruda: Por supuesto que los chicos también pueden participar de las tareas de la casa. Se los puede incluir en el organigrama de quién pone y levanta la mesa, quién lava los platos (según las edades), llevar la ropa a los cuartos, alimentar a las mascotas. Enseñarles a hacer sus camas y cierta rutina para mantener dentro de lo posible algún orden, dejando de lado los desórdenes por jugar, me refiero puntualmente a las cosas que son domésticas, como enseñarles que cuando terminan de usar un vaso lo lleven a la cocina, etc. Es muy sano y positivo que nos podamos sentir como un equipo en algunas tareas, que no nos corresponde atenderlos como reyes todo el tiempo. Y que colaboramos entre todos lo mejor posibles dentro de las posibilidades.
– Rossetto: Involucrar a los hijos en las tareas del hogar es algo fundamental, que paulatinamente hay que hacer, y sobre todo en este contexto nuestros hijos e hijas tienen que saber que hay un plus de esfuerzo que tenemos que hacer todos. Siempre lo que van a hacer los hijos tiene que ser muchísimo menor que lo que hacemos los adultos, a veces son cosas más simbólicas, que no nos van a alivianar la tarea pero sirven para que empiecen a registrar que hay algo de la responsabilidad, de la colaboración que está rondando. Y eso también es una buena oportunidad para inculcar a nuestros hijos varones que ellos también pueden levantar la mesa, que esto no es una tarea que tiene que quedar en las mujeres de la familia. Son oportunidades para revisar lo que tiene que ver con estereotipos, así sean tareas simbólicas, como llevar al canasto de la ropa sucia la ropa que se sacan antes de bañarse.
Todo va a depender de la edad. Un niño de dos años va a podrá ayudar en el orden de sus juguetes y uno de siete puede levantar la mesa, pero es importante que quede en claro que es un momento en el que se puede aprovechar para romper todas las cuestiones estereotipadas en relación a la crianza y que todos los miembros de una familia podemos aportar en el orden de la colaboración.
«La participación cada vez mayor de las mujeres en el mercado laboral, no siempre es acompañada por la responsabilización del hombre en las tareas del hogar» (Shutterstock)
Para finalizar, Infobae consultó a las expertas acerca de si creían que la mujer de hoy vive en plenitud sus roles de madre y trabajadora o es tanta la sobrecarga que no disfruta al 100% ninguno de los dos.
“No se vive en plenitud ninguno de estos roles, estamos muy exigidas y uno vive como puede y como le sale. Hay momentos que todo sale mejor que otros. La multiplicidad de roles de la mujer actual es estresante y claramente no está plena en ninguna de ellos”, consideró Martínez.
Para Ruda, “se hace difícil a veces disfrutar la maternidad o desear compartir momentos con los hijos genuinamente dentro de este contexto tan sobrecargado”. “No somos malas madres por eso; estamos necesitando ocuparnos de nosotras para estar mejor para ellos también -destacó-. No es egoísta tomarse momentos solas, despejarse y aprender también que para estar menos sobrecargadas hay que dejar de controlar, animarse a un poquito de caos, camas deshechas y livings desordenados”.
“La palabra disfrute es un concepto muy utópico -opinó Rossetto-. Me parece complejo pensar en disfrutar en una situación en la que tuvimos que sobre adaptarnos y todavía estamos asimilando cambios y acomodándonos a cuestiones complejas”.
Sin embargo, la especialista consideró que “sí hay que seguir trabajando al menos en lo que dure este contexto para introducir y jugar todas las veces que se pueda con la dimensión y la noción de corte y profundizar cada vez más lo que es el adentro y el afuera”.
Y tras asegurar que “hay que saber que no se puede vivir eternamente en un modo continuado”, la especialista aconsejó “apagar celular y computadora las que están en homeoffice para identificar que terminó el horario laboral y poder de a poco amigarse con lo que tiene que ver con el autocuidado”. “Creo que a partir de inmiscuirse en estas nociones es que podremos sentir más vitalidad y puede empezar a aparecer algo más ligado al disfrute y lo recreativo y no sintamos que todo es excesivamente responsabilidad, lucha y sobrecarga”, concluyó.
Fuente: Infobae