Para pensar cuánta igualdad hay en el lugar donde se vive, no siempre hace falta salir de casa. Puede hacerse un ejercicio simple: tomar el nombre de la calle en que se habita y, si rinde homenaje a una persona, ponerse a pensar de quién se trata. En la Ciudad de Buenos Aires, hay un 93,9% de chances de que homenajee a un varón. Sólo un 6,1% de que rinda tributo a una mujer. Y ninguna de que refiera a personas no binarias o de géneros fluidos, algo de lo que comenzó a hablarse mucho después de que se eligieran denominaciones para la mayoría de las calles porteñas.
Entre las tantas formas que toma la lucha de las mujeres y disidencias en el mundo, una de ellas es por el espacio. En el trabajo, en la historia, en la toma de decisiones. Y en el espacio mismo, literal: los lugares por los que transitamos a diario tienen nombres, guardan relatos, encierran disputas. Hasta en ellos las mujeres y disidencias tenemos menos terreno: de los parques, plazas y calles de la Ciudad que hacen referencia a personas, sólo un 17% lleva nombre de mujer. El dato, que surge de la Dirección General de Opinión Pública del Gobierno porteño, puede parecer incidental, pero refleja una escasez de representación que se replica en arte, ciencia y política.
Si se toman sólo las calles, el panorama es aún peor: de las 2.068 en la Ciudad que hacen referencia a personas, nueve de cada diez (1.941) homenajean a varones. Las mujeres sólo aparecen en 127. Y, en un mundo que viene dividiendo históricamente en masculino y femenino, las personas no binarias brillan por su ausencia. Las cifras son de Geochicas, un colectivo de mujeres feministas que, a través de mapas, buscan visibilizar la brecha que existe históricamente en la representación de figuras femeninas en las calles urbanas.
Alicia Moreau de Justo y Cecilia Grierson, en Puerto Madero. Foto: Luciano Thieberger
Entre las integrantes del colectivo hay geógrafas, arquitectas, urbanistas, comunicadoras y desarrolladoras. Uno de sus proyectos es “Las calles de las mujeres”, mapas generados a partir de calles con nombres de mujeres en ciudades de Latinoamérica y España. Además de Buenos Aires, en la Argentina ya relevaron los mapas de Rosario, Resistencia y Salta, entre otras.
Los intentos por reducir aunque sea un poco esta desigualdad comenzaron recién a mediados de los 90, con las calles de Puerto Madero. Hoy se renuevan con la convocatoria para que nombres de mujeres acompañen las denominaciones de las nuevas estaciones del subte E, Retiro, Catalinas y Correo Central. Más de 900 nombres femeninos fueron propuestos. De ellos, quedaron preseleccionados seis, que podrán ser votados desde marzo en las redes del área de Participación Ciudadana.
Una calle en homenaje a la reconocida cineasta María Luisa Bemberg, que nace en Elvira Rawson de Dellepiane 151 y termina en Juana Manuela Gorriti, en Puerto Madero. Foto: Néstor Sieira
Pero por ahora son pinceladas en un mapa porteño teñido por mayoría masculina. Por un lado, históricamente la elección de los nombres de calles estuvo a cargo de varones, los mismos que dominaron la mayoría de los espacios de poder hasta nuestros días. Por el otro, casi todas las personas con acceso a lugares de notoriedad en la vida pública han sido hombres.
“Para la generación de nuestras madres o abuelas, cuando alguien se refería a un ‘hombre público’, hablaba de alguien respetable, famoso, digno de un obituario. ‘Mujer pública’, en cambio, significaba ‘puta’. Ellas no estaban en el espacio público, cultural, artístico o profesional. Por una Marie Curie, a quien le dedicaron apenas un pasaje, ¿cuántos científicos hombres que han sido reconocidos tenés? Muchísimos”, señala Rosa Aboy, arquitecta, doctora en Historia Moderna y directora de la Maestría en Estudios Urbanos y de la Vivienda en América Latina de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA.
La avenida Marie Curie, en el Parque Centenario, es más un pasaje que una avenida. Tiene una sola cuadra. Foto: Luciano Thieberger.
Así es como tenemos calles con nombres de ex presidentes, escritores, militares y miembros de la policía. La presencia mayoritaria de varones se ve incluso en las calles que no llevan nombres de personas pero sí de embarcaciones y sucesos bélicos que, como tales, contaron históricamente con mayoría masculina: Carabobo, Ituzaingó, Caseros y la serie de calles entre Suipacha y Reconquista (estas incluidas) en el Microcentro, por citar sólo algunos ejemplos.
“La sociedad prioriza los logros de los hombres. Seguimos recordando en la historia este tipo de cuestiones en vez de repensarla. Las pocas mujeres que aparecen tuvieron que llegar casi a la Luna para que fueran reconocidas. Y, salvo excepciones, les dieron pasajes o calles cortas, no arterias”, señala Selene Yang, candidata doctoral en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata e integrante de Geochicas.
Cartel de la calle Cecilia Grierson, en Puerto Madero. Foto: Luciano Thieberger
Las primeras mujeres homenajeadas en las calles porteñas fueron Juana Azurduy y Manuela Pedraza (en ambos casos en Núñez y Coghlan, y en el segundo también en Villa Urquiza), tras una ordenanza de 1893. A lo largo del siglo XX se sumaron otros ejemplos aquí y allá. Pero recién en 1995 se emitió la norma que bautizaría con nombres de mujeres los parques y calles de todo un barrio: Puerto Madero.
Que la principal avenida de ese barrio homenajee a la militante socialista y sufragista Alicia Moreau de Justo o que la continuación de Córdoba lleve el nombre de la primera médica argentina, Cecilia Grierson, es en buena parte mérito de Leticia Maronese. Fue ella quien presentó el proyecto como parte de su rol dentro de la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana en el ex Legislativo porteño.
“Cuando se votó la primera ordenanza, en 1995, hubo mucha discusión. Había que demostrar que eran intachables para que salieran, casi que fueran heroínas”, recuerda Maronese, que publicó el libro «Mujeres y calles. Nomenclatura Porteña» dos años después. Fue por el motivo mencionado que la primera lista de mujeres tuvo tantas próceres, como las propias Grierson y Moreau de Justo, o la pionera feminista Juana Manso, que fue delegada directora de la primera escuela mixta del país, o Azucena Villaflor, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo.
La estación Plaza de los Virreyes del subte E sumó el nombre de Eva Perón. Foto: Luciano Thieberger.
Fue así que la cartografía porteña siguió teniendo mayoría masculina, aunque con un barrio entero como excepción a la regla e intento de salvar una exclusión de décadas. En este panorama desigual, uno de los pocos puntos a favor de Buenos Aires es el rol de las mujeres a las que homenajea. En su mayoría son figuras que se destacaron por su profesión, sus descubrimientos o su papel político o social, y no por ser santas o vírgenes, como sí ocurre en otras ciudades de Latinoamérica o España.
“Estamos en una sociedad cada vez más igualitaria y vamos camino a incorporar a cada vez más mujeres al espacio público, en calidad de actores sociales, políticos y culturales a la par de los varones -destaca Aboy-. Pero eso todavía no se refleja en la Ciudad: resignificar los roles públicos es un proceso lento y doloroso y aún falta mucho para sumar a otros colectivos”.
Fuente: Clarín