María de los Ángeles Videla junto a sus hijas Helena y Pilar. Dice que los padres tienen que transmitirles tranquilidad a los más chicos.
El síndrome del cansancio y hartazgo. Mentes abrumadas del panóptico digital que reflejan un rompecabezas de historias teñidas del mismo horizonte de experiencias. Tras un año y medio de pandemia, la tendencia a la desconexión gana terreno en los contornos de la sociedad que nos habita.
Algunos se bajaron de las redes sociales, otros reemplazaron la televisión por el streaming y hasta abandonaron la constante comunicación online vía WhatsApp para esquivar la avalancha de información. Buscan deconstruir prácticas contemporáneas para encontrar otra dialéctica que los libere de la ansiedad y del estrés estimulados por distintas cajas de resonancia.
“El estrés es una respuesta del organismo a un estresor. El virus, las noticias y los temores son algunos de los prevalentes en la pandemia. La respuesta de nuestro organismo va a depender de cada persona y de su historia personal”, define Verónica Posteraro, psicóloga recibida en la Universidad de Buenos Aires, especializada en ansiedad.
Transmitir tranquilidad
«Pedaleá más rápido, mamá. ¡El virus nos puede alcanzar!», chilla Pilar (5) mientras pasea en su bicicleta con rueditas por el barrio de sus familiares para dejarles un dibujo a cada uno en la puerta de sus casas. «Si salís a la calle, el bicho te puede matar», temía la pequeña Helena, su hermana de dos años, al principio de la pandemia. Hoy, vuelve del jardín comentando que un compañero es malo porque quiso compartir sus galletitas y suelta un “perdiste” cada vez que se cruza con un peatón sin tapabocas.
María de los Ángeles Videla junto a sus hijas Helena y Pilar. Las nenas pasaron por situaciones de estrés por la pandemia.
“Dejé de ver TV porque mis dos hijas son chiquitas y escuchaban por todos lados hablar sobre el coronavirus. Eso les generó mucha preocupación, las hizo pasar por situaciones de estrés y miedo a muy temprana edad. Todos tenemos incertidumbres, pero a nuestros hijos tenemos que sonreírles y transmitirles tranquilidad”, le cuenta a Clarín María de los Ángeles Videla (34), por mensaje de audio, mientras termina de preparar la cena.
Optó por dar de baja el cable y quitarles la tablet a las nenas. “Solo usan YouTube, Disney Plus o Netflix kids. El celular se los presto solo para juegos con Internet en modo desconectado”, describe y menciona un sinfín de berrinches y pesadillas que padecieron sus hijas. ”Pudieron contrastarlas con las recomendaciones que les dio el pediatra”, señala.
La especialista Posteraro argumenta que, en los niños, el estrés puede aparecer como hiperactividad, pesadillas nocturnas, regresión a etapas anteriores (como hacerse pis encima) y temor al despegue o a regresar al preescolar.
Streaming antes que televisión
Gabriela Díaz (59) es docente jubilada, está por recibirse de abogada y se recuperó de un cáncer en plena pandemia. Nunca tuvo demasiado feeling con las redes sociales. “No estoy de acuerdo con que la gente exponga su intimidad y lo que está pasando con la televisión me angustia. Prefiero leer y mirar una película que yo elija y no lo que quieren venderme. Lamento que los programas políticos se dediquen a las ofensas y agresiones en lugar de analizar los problemas sociales”, se descarga.
Gabriela Diaz se recuperó de un cáncer en plena pandemia. Hoy se distrae con lecturas de alimentación o clases de gimnasia.
Prefiere distraerse navegando por Internet. “Lo uso para buscar algo que me beneficie como lecturas sobre alimentación o clases de gimnasia”, dice.
Adriana Esper (61) también abandonó la pantalla chica porque todo lo que percibía le hacía daño y generaba demasiado estrés. “Sentí una agresividad feroz y llegó un momento en que me cansé escuchar todo el tiempo hablar sobre un bicho que tenía al mundo de rodillas. Hoy, no puedo ver nada, todo me molesta. En general,solo consumo series extranjeras en Netflix y leo las noticias online porque me da la posibilidad de abrir la nota de mi interés”, confiesa. Dice sentirse más contenta y haber encontrado la calma desde que tomó la elección de dar de baja todo.
El psicoanalista Ricardo Antonowicz resume que los contenidos televisivos se fueron transformando en un espacio destinado a opiniones personales con rédito político y que lo transmitido siempre produce una dinámica de tensiones constantes.
“La población está eligiendo disfrutar de la producción fílmica (ficción) porque en la televisión solo encuentra información que la confunde y atemoriza. Frente a estas inquietudes y falta de interés, sumado a los momentos difíciles que estamos atravesando, los medios deberían replantearse la programación de información para ayudar a retomar aquella alegría perdida”, señala.
Covid, inflación e inseguridad. Para Patricia Ester Gutiérrez (45), estudiante de Enfermería, son los únicos temas que aborda hoy la TV. “Siempre se habla de lo mismo. La dejé de lado porque las noticias me generaban mucha ansiedad y un poco de estrés, la cabeza me trabajaba todo el tiempo”, argumenta. Privada de las actividades sociales, confiesa que sus hábitos cambiaron y se volvieron más sedentarios: ahora mira series para distraerse.
Patricia Gutiérrez opta por mirar series para distraerse.
Elizabeth Pavez Bustamante (51) también se reconoce dentro del grupo desconectado del minuto a minuto. “En primer lugar, considero que mirar TV es una pérdida de tiempo y por otro lado, me indigna que haya tanta inseguridad y violencia”, manifiesta. Tampoco le interesa el uso de las redes sociales y modificó costumbres al pasar más tiempo al aire libre. “La pandemia me sirvió para estar más en contacto con mis hijas”, asegura.
Elizabeth Bustamante modificó costumbres al pasar más tiempo al aire libre.
Toxicidad en las redes
Silvana Trotta (57), psicóloga social y seminarista de temáticas sobre perspectiva de género, cerró sus cuentas de Facebook y Twitter durante varios meses. “Las redes sociales muestran una forma de interactuar con el otre bastante hostil y poco solidaria. Creo que la rotura del lazo social real tiene sus efectos colaterales en estos ámbitos”, se lamenta con un nudo en la garganta.
Antes que los acontecimientos, son las reacciones de la gente lo que le genera ansiedad. Se angustia ante el destrato y el maltrato de banalizar una noticia o ridiculizar a una persona. “El mundo real es caótico y en las redes se presenta bajo un presente continuo: un zócalo televisivo puede decir “Murieron 100 personas por…”, y se repite cada hora. Al final del día parece que los muertos fueran miles”, relata.
Silvana Trotta es psicóloga y por un tiempo cerró sus cuentas de Facebook y Twitter.
En su caso, estas emociones no están vinculadas sólo con el contexto de la pandemia. Silvana padeció episodios de estrés en forma de insomnio, cefaleas crónicas, dolores musculares y gastritis, que derivaron en guardias médicas.
“Tuve una situación muy grave en 2019. Fui escrachada, por un posteo que compartí acerca del machismo y un ex alumno se encargó de ‘repostear’. Por ese motivo, estuve con ataques de pánico y mucho temor. Tenía taquicardia cuando googleaba mi propio nombre para ver si encontraba publicaciones que hablaran mal de mí”, le dice a este diario.
El problema de la repetición
Agustín Ferreira (31) opta por vivir con la información justa y necesaria y ver más contenido en streaming. Pero además «reduje las comunicaciones por WhatsApp para conectarme con la naturaleza y los estímulos circundantes en lugar de estar pendiente del dispositivo móvil”. Su decisión estuvo influenciada por la post pandemia que lo llevó a una depresión, consulta psiquiátrica y a un consecuente tratamiento por ansiedad que todavía realiza.
Ricardo Corral, médico psiquiatra y Presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras, entiende que lo que más influyó en la percepción de la realidad es el bombardeo de información que nos llega por los medios masivos de comunicación tradicionales y potenciados en estos tiempos por las redes sociales.
“La sola repetición de información correcta y buena pero en forma permanente a lo largo de las 24 horas todos los días en los diversos medios, incrementó los temores y la ansiedad de muchas personas, sumado a la circulación de información errónea y falaz. Esta combinación generó en la sociedad un sentimiento de incertidumbre que alimenta las preocupaciones”, aduce.
Ailén Amaya (28) se desconectó de determinados sitios en redes sociales para evitar la exposición a la sobreinformación sobre un tema que, considera, debiera manejarse con extrema responsabilidad y cuidado. Habla del coronavirus. “En el corto plazo era imperceptible notar de qué manera me afectaba, pero me empezó a generar ansiedad, insomnio y pesadillas. Al irme a dormir, abría Instagram y el conteo de las muertes por Covid terminaba siendo lo último que veía antes de cerrar los ojos. Era traumático”, rememora.
“Estar desconectada de la tecnología significó vincularme más conmigo misma y analizar cómo me sentía en el presente. Por ejemplo, si tuve una buena jornada, me iba a dormir con ese sentimiento. Al desconectarme, dejé de preocuparme por lo que podía pasar al día siguiente: si íbamos a seguir aislados, si iba a haber o no vacunas”, ilustra.
Contenidos a medida
Como muchos de los otros entrevistados en estas nota, elige las plataformas de series y películas porque le permiten delimitar la temática en torno a sus gustos y estados de ánimo. Tras un año y medio de pandemia, retomó las sesiones con su psicólogo porque la ansiedad inicial se transformó en patológica al manifestarse en temores y angustias.
Posteraro define a los trastornos de ansiedad como enfermedades psico emocionales traducidas en ataques de pánico, fobias, trastorno por estrés post traumático, trastorno de ansiedad generalizado y agorafobia. “Pese a la crisis económica, las consultas se han incrementado al doble en la pandemia. Incluso, nos derivamos pacientes con otros colegas porque no damos abasto”, puntualiza.
Aconseja reducir todo aquello que nos puede poner nerviosos o irritables, ya sea mirar noticieros en exceso, autoexigirse demasiado o desear estar al tanto de todo. “Lo ideal es practicar meditación o una actividad física, hacer manualidades, leer un libro o cualquier otra tarea que nos distraiga. Es vital estar atentos a nuestro cuerpo. Nadie más que uno puede saber cuál es el límite”, recomienda.
Ruben Dario Fabbre (58) también se incluye dentro del grupo que dejó de estar al tanto de todo lo que sucede para vivir un poco en paz. “Es una elección de vida que había tomado desde antes de la pandemia. Prefiero mirar películas por streaming antes que la TV convencional”, sintetiza.
Rubén Fabbre también dejó de estar al tanto de todo lo que sucede para vivir un poco más en paz.
Según el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han, «la violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión». Apaguemos el ordenador y el móvil y busquemos la respuesta para disfrutar del aroma del tiempo.
Fuente: Clarín