La sala cuenta con una mesa rectangular blanca y sillas del mismo color. Se distinguen los libros Cuentopos de Gulubú, de María Elena Walsh y El Principito, el clásico de Antoine de Saint-Exupéry, entre otros. Además, hay lápices de todos los colores, biromes y hasta una pelotita amarilla. Rodrigo y Renzo, de 9 años, van tomando asiento con cierta curiosidad, acompañados por sus respectivas mamás.
-¿Saben qué significa la palabra oratoria? -les pregunta Luciana Tripodi.
-La oratoria sirve para no tener vergüenza, para relacionarnos y para aprender -les explica la profesora, quien luego les propone realizar un ejercicio de respiración costo-diafragmática mientras les indica que «tienen que pararse derecho, con los hombros caídos hacia atrás, las manos sueltas y el mentón mirando hacia adelante».
Tripodi es Locutora Nacional y Licenciada en Comunicación Social con Orientación en Periodismo y desde hace un año dicta clases de oratoria para chicos. Por lo general, trabaja con grupos de niños de 7 a 10 años y adolescentes de 12 y 13. “La clase dura una hora, está dividida en una parte práctica y otra teórica. Los primeros minutos consisten en ejercicios de respiración y dicción y luego pasamos a ejercicios de improvisación donde se trabajan las emociones. En cuanto a la parte teórica, consiste en la explicación de la construcción de un mensaje y cautivar a la audiencia. Finalmente, se pasa a la práctica de lectura de cuentos en voz alta y, por último, cada niño expone un discurso con temas desde su universo vocabular como, por ejemplo, vacaciones, amistad o deporte favorito”, explica Tripodi a Clarín.
Posteriormente, los chicos realizan una práctica de trabalenguas en distintas velocidades y tonos para aprender a leer con diversos matices y juegos de improvisación donde tienen que pronunciar palabras sueltas con distintas emociones como, por ejemplo, alegría, enojo y tristeza.
La clase es muy dinámica. La profesora es simpática y carismática y esa percepción también la tienen los chicos que siguen muy atentamente sus consignas. “La participación de los chicos es activa, dinámica. Ellos siempre están creando. Es enriquecedor porque cada clase es diferente. Quizás algunos se divierten más con la lectura de trabalenguas, otros disfrutan de la lectura de cuentos en voz alta, creando voces de los distintos personajes. Se muestran entretenidos. Y siempre tienen ganas de aportar ideas”, dice Tripodi.
Luciana no es la única docente que dicta estos cursos de oratoria para chicos. Cada vez se van sumando más instituciones y profesionales que se animan a incursionar en esta novedosa y creativa experiencia. Uno de ellos es el Instituto ECOP. “La mayoría de los chicos quiere perder el temor de hablar frente a los otros, de hacer «el ridículo». La práctica que nosotros proponemos es que ellos puedan tener un seguimiento del avance que van logrando día a día y para eso utilizamos filmaciones y grabaciones de audio. Y la frutilla del postre es la propuesta de hacer radio que utilizamos para el final de cada encuentro”, expresa a Clarín el licenciado Manuel Jácome, Director General de ECOP.
Para el final de la clase Tripodi les pide a sus pequeños alumnos que tomen un libro. Al principio la consigna es leerlo en castellano, más adelante en neutro y, finalmente, con alguna emoción que ella les indica. ¿Cómo te vinculás con los niños? “Es una relación dialógica; siempre aprendo de ellos. Me dejan pensando, luego de cada encuentro reflexiono sobre lo que me dicen; sus respuestas guían mi conocimiento. Es un espacio abierto donde el niño juega y se expresa libremente sobre diversos temas. El objetivo es poder pensar esta estrategia de oratoria como herramienta complementaria a las nuevas formas de comunicación y desde allí cultivar las prácticas discursivas”, concluye Tripodi.
Beneficios: «Poder vencer el miedo al ridículo y a equivocarse»
Chicos realizando ejercicios en el Curso de Oratoria INfantil. (Foto: Constanza Niscovolos).
Daniel Colombo, Facilitador y Especialista en oratoria y storytelling (contador de historias, en inglés), sostiene que es fundamental entrenar a los niños en habilidades blandas como la oratoria. “Les dará mayor autoconfianza al establecer vínculos donde puedan expresarse sin timidez ni trabas al relacionarse; vencerán el miedo al ridículo y a equivocarse; aprenderán de sus errores, comenzando un proceso de mejora contínua, podrán expresar mejor sus ideas, ampliarán notablemente su vocabulario y podrán argumentar con consistencia, además de articular la conexión entre mente-palabra-cuerpo-emociones”, son, según Colombo, los beneficios para los chicos que reciben esta formación.
“Que puedan hablar bien, con propiedad, perder el temor de expresar sus ideas y sentimientos frente a cualquier tipo de público. Que alcancen la fluidez y que tengan una buena dicción para que sean capaces de comunicarse con cualquier persona (en casa, la escuela, amigos, etcétera). Que aprendan a utilizar el lenguaje corporal aprovechando la riqueza que aporta al proceso de comunicación: el buen uso de los gestos, miradas, manos y piernas. Todo esto, además, les ayudará a incrementar la confianza en sí mismos y la seguridad al momento de tener que hablar en cualquier situación en la que se encuentren”, añade el licenciado Manuel Jácome, Director General de ECOP.
Fuente: Alejandro Gorenstein, Clarín.