La programación creativa dió un salto cualitativo y cuantitativo desde finales de 2017, cuando la compañía Snap Inc. anunció el lanzamiento de la plataforma Lens Studio, que permite crear efectos de realidad aumentada para Snapchat. El crecimiento fue exponencial meses después, cuando en la conferencia anual de Facebook F8 se anunció que Instagram, que venía incorporando prestaciones que hicieron famoso a Snapchat –historias temporales y RA o AR, del inglés augmented reality–, iba a permitir que terceras partes desarrollaran sus propios filtros.
De pronto aparecieron en los celulares las visualizaciones digitales que permitían probarte los cosméticos de Kylie Jenner o los modelos de zapatillas Adidas, y surgieron imágenes y animaciones sintéticas desarrolladas por la NBA, Vogue, BuzzFeed, Ariana Grande o Rihanna, entre miles de otrxs. Y no termina ahí, no. También por entonces, Facebook lanzó Spark AR Studio, la plataforma para efectos de cámara con la que cualquiera puede hacer filtros para usar en Facebook e Instagram, aunque para esta última la aprobación está “más cuidada” en una instancia de testeo beta.
Arrojar las herramientas creativas a todx interesadx resultó en una catarata caleidoscópica y demente, en la que las ideas más extrañas pueden dar resultados increíbles: desde randomización de colores a figuras en 3D, transformaciones del rostro simulando cuanto material se te ocurra y más. Con esta nueva oleada de filtros, las caritas de perrito que conocimos cayeron en desuso para dar paso a una creatividad más deforme y alucinante.
Al parecer, y eso se debe a que no hay confirmación oficial, en octubre hubo una aprobación casi masiva para beta testers de Instagram que cerró en marzo. Entre las personas aprobadas están Kevin Kripper, Lolo Armendáriz, Guido Corallo y Tomás Tsy (Tokyyto). Convocados por el NO, estos desarrolladores charlaron sobre nuevas dinámicas, arte generativo, educación, Instagram como plataforma de distribución artística y chismes de la industria. “Mi hipótesis es que nos aprobaron por el perfil artístico”, dice Guido. Kevin concuerda: “De hecho, me dejaron subir filtros en dos cuentas y me aprobaron ambas”. Tokyyto: “En realidad, creo que a la larga quieren dar (el permiso) a todos, porque es algo recontra abierto. Justo el otro día, GK3 (George Kedenburg), uno de los desarrolladores de Instagram, dijo ‘Suban los videos de presentación’”. Lolo: “Yo tuve bastante orto porque entré al final”.
No es extraño que alguien del núcleo de Instagram comente en las comunidades. “Están muy activos los desarrolladores tanto de Instagram como de Facebook”, cuenta Tokyyto. “Eso me pareció muy loco, porque estoy acostumbrado a hacer reporte de fallas a un mail. Les mandé y me dijeron ‘Por favor, ponelo en el grupo de Facebook así queda asentado ahí con el hashtag #bug’”, comparte Kevin. El grupo es Spark AR Community, es público y consta de casi 60 mil personas. Y hay otro privado para personas aprobadas a publicar. “No es para resolver dudas sobre cómo hacer tal o cuál cosa sino para aspectos puntuales tipo ‘Mi filtro se aprobó y no está online, ¿qué pasó?’”.
Hasta el momento no hay pibas locales aprobadas para publicar filtros en Instagram, y resulta raro porque es la clase de empresas que parecen promover ese tipo de igualdad. De cualquier manera, sí hay mujeres que han desarrollado filtros como herramientas de activismo para interpelar a lxs usuarixs. Violeta Mal aprendió a hacer filtros mirando tutoriales y leyendo blogs. Es comunicadora de la UBA, pero desde hace unos años se dedica al campo audiovisual: “Ilustro, hago gifs y visuales audiorreactivas”, cuenta la autora del filtro de Se va a caer. “En el campo de AR hay como dos sub grupos: les programadores y les diseñadores de contenido, yo sería del segundo”, distingue Violeta, cuyas creaciones van por el contenido comprometido y artivista: “Me interesa seguir creando filtros que interpelen a les usuaries y los posicione retórica e ideológicamente. Que la AR actúe como puente para llegar a otras audiencias y difundir mensajes de acción”.
Mariela Bond y Milena Pafundi son las artistas audiovisuales responsables del filtro del pañuelo verde que puede encontrarse en Facebook. Desde el colectivo Articiclo, organizan proyectorazos por la ciudad, interviniendo el espacio público con video loops. “La AR nos interesó como una herramienta más de artivismo, así como la idea de que el filtro genere un impacto específico con una idea específica”, sintetiza Mariela.
La gran gracia de distribuir estos contenidos creativos es que probablemente no necesites instalar nada que ya no tengas en tu celular. Basta tener una cuenta de Instagram. “Antes todo requería que bajes una aplicación de realidad aumentada, meter hardware, cámara, lo que fuera. Hoy, con el teléfono así como lo tenés, es un botón nuevo en una aplicación que ya usás hace cinco años. Eso tiene una potencia de escala que lleva a la tecnología a otro nivel de accesibilidad”, resume Guido.
“Mis primeros filtros en el player son pelotudeces de poner la cara, porque no podía creer lo bien que andaba el tracking”, sincera Lolo, en referencia a la tecnología que hace posible que el seguimiento de cara (face tracking) funcione tan increíble. Tokkyto: “Son algoritmos entrenados por datos de Facebook, que tiene la base de datos de rostros más grande jamás”. Guido: “Hay productos que sólo lo pueden sacar estas compañías. Si viniera alguien con un trillón de dólares, igual no podría hacerlo porque no tiene la base de usuarios para entrenar el machine learning que hace falta. Esto es un producto que sólo puede salir de un data factory”.
Lolo, el responsable de los vómitos negros o rojos o verdes que anduvieron entre las caras de numerosas personalidades locale, recapitula: “Son proyectos gigantes y lo que te permite es que puedas concentrarte en la parte creativa. No tenés que preocuparte en si la persona tiene anteojos o si es un bebé o un adulto o un gato”. Literal, porque según dice Kevin “los filtros andan con gatos de cara blanca”. “Una amiga me acusó de que con su gato no le andaba mi filtro y con otros sí”, ríe Lolo, cuyo filtro de lágrimas y vómito negro, o rojo, o verde, anduvo entre las caras de numerosas personalidades locales.
En un momento todos hablan al unísono en una nube de voces compartiendo datos. “Los cuatro hacemos filtros y nunca nos juntamos: es la catarsis de comunidad”, tira Lolo entre risas. La charla pasa por cosas técnicas, trivia y chismes: el mercado de Brasil, influencers rusxs, ucranianxs, de Indonesia, la moda de gente que sólo se prueba filtros, la competencia entre Lens Studio vs Spark AR. “Dicen que Lens está muriendo”, arroja Tokyyto y argumenta: “Cada tanto hablo con Exit Simulation, que hacía filtros para Snapchat; era de los capos, lo llevaron a Los Angeles y todo. Se metió con Spark y ahora ya ni le hablan. Me dijo que la plataforma la pasó Lens”.
“Instagram copó todo”, dice Lolo. “A mí la plataforma de Snapchat me pareció más zarpada”, rescata Guido, para quien “está mucho más estabilizada: es un software más viejo y anda mucho mejor”. Kevin agrega: “Tiene features que Spark no tiene”.
La idea que se evidencia es que los filtros nacieron para ser virales o morir en el desuso. De hecho, ellos gozan de grandes mediciones: Kevin tiene nueve filtros online entre su cuenta personal y la de VSynth, y 32,5 millones de personas que los vieron y usaron. Lolo tiene cuatro filtros y 5,6 millones. Guido cinco filtros y 3 millones. Y Tokyyto ocho filtros y 300 millones de personas entras las que vieron y las que usaron sus creaciones.
La primera devolución para quien desarrolla el filtro no viene por lo monetario sino porque se viralice y que a partir de eso aparezcan clientes. “Hoy en día, nuestro CV es la cuenta de Instagram”, dice Tokyyto. Lolo: “Hay que ver de qué te sirve que te sigan un montón de rusos, pero también uno hace el filtro para que lo use un montón de gente y porque está bueno ver que a otra gente le copa algo que hacés”. Guido: “Desde ese punto de vista, vengo haciendo shaders artísticamente hace cinco años, que expuse en galerías de arte, en web, en distintos espacios. No las vio nadie. Ahora tengo filtros con cerca de un millón de usos. Mis filtros son muy abstractos, no son virales, pero comparado con cualquier obra mía es lo más distribuido por lejos”.
Hablan de una herramienta de distribución súper grosa y sobre qué hacer con eso. Lolo: “Por ejemplo, Tokyyto hace música. Si el gancho es que alguien descubra sus filtros y que después reciba más escuchas en Spotify, está buenísimo. Yo todo el tiempo estoy haciendo cosas en Processing y subiéndolas a Instagram, o sea que también estoy produciendo contenido gratis. En un punto siempre estás buscando exponerte. Lo de los filtros es un poco lo mismo. Cada uno hace un filtro que más o menos lo representa”.
La implementación de RA implica también un proceso de entrenamiento para grandes cantidades de personas, que tienen que entender e incorporar su uso con una instrucciones mínimas al cargarlo. “Hace poco saqué el filtro del Pucky, una criaturita que podés poner en el espacio y moverlo, y la gente no entendía cómo manipularlo”, dice Tokyyto. Lolo: “Al de las lágrimas quería ponerle más variables que al final quité porque no podía explicarlas”.
Para que haya una mejor utilización de la experiencia, saber manipular los filtros requiere práctica. “Pasamos de una AR re pedorra, que usábamos en Processing, a una móvil hace unos años, que andaba re bien, y ahora estamos en ésta que tiene posibilidades más artísticas, pero es fundamental para educar acerca de cómo funciona. La otra vez vi un desarrollo de Google, que si querés ir a tu casa te va marcando con AR las flechas de para dónde tenés que ir y a qué distancia estás. Los filtros son la parte más artística, pero lo práctico va a estar increíble.”
Otro reto técnico es que todo tiene que pesar menos de cierta cantidad de megabytes para que funcione en todos los celulares. Y que tanto Spark como Lens sean tan versátiles tienta a sumar y sumar cosas. ¿En qué momento se frena? “Lo que hago es probar de exportarlo, entonces el programa hace un estimativo de cuánto va a pesar en distintos dispositivos”, comparte Kevin. “Se puede recortar en las texturas, bajarle un poco la calidad, recortar los objetos 3D”, dice Tokyyto.
La idea del tiempo empleado para armar un filtro es tan relativa como el proceso de aprendizaje. “Mi filtro más usado es el TK2, el de los colores. Hasta que llegué a la idea esa pasaron cuatro meses, pero un día surgió eso de que cada vez que se toca la pantalla se randomizan los colores”. Hacer filtros es trabajar con una herramienta de desarrollo y eso sin dudas requiere su proceso de capacitación o cierto conocimiento previo. “No es que porque usás filtros vas a poder hacer filtros. Que exista una plataforma abierta y fácil de usar confunde esa distancia”, apunta Guido.
“Si alguien pregunta ‘Che, estuve intentando hacer esto y no me sale, ¿cómo lo hiciste?’ Bueno. Pero alguien que viene de cero y te dice ‘¿cómo lo hago?’… qué sé yo. Hay personas a las que no les interesa el proceso, quieren el filtro y los seguidores. Que te guste el proceso es una parte muy importante en cualquiera de estas cosas que implica sentar el culo y desarrollar algo.”
Fuente: Página12