Cuatro científicos argentinos en el corazón de un descubrimiento histórico: La música del universo

Hace cinco años, cuatro científicos argentinos participaron del primer registro de las ondas gravitacionales, halladas por Einstein pero nunca antes detectadas. Aquí, recuerdan el portentoso descubrimiento.

“Tenemos el privilegio de escuchar esta aventura relatada por sus protagonistas, científicos y científicas que estuvieron allí cuando se construyó el laberinto que sería los oídos del experimento, y también alguien gritó “¡tierra!” o “¡eureka!” (o lo que hayan gritado cuando vieron esas agujas moverse al compás de la música del universo). Sí: con paciencia, cálculos y el equipamiento más avanzado que alguna vez se haya construido, nuestros héroes pudieron escuchar los ecos de lo que Einstein había predicho un siglo antes. Un choque de agujeros negros que llegaba hasta nosotros desde los límites del tiempo. Una aguja en un universo”, dice Diego Golombek en el prólogo La Música del universo (Siglo XX Editores). El 11 de febrero de 2016, los científicos argentinos Gabriela González, Jorge Pullin, Mario Díaz y Lidia Díaz, radicados desde hace años en Estados Unidos, participaron en distintos roles en el anuncio del descubrimiento de las ondas gravitacionales. Y en esta entrevista con Ñ cuentan cómo fue ese maravilloso viaje de descubrimiento.

La Antena espacial con interferómetro láser (LISA), es un observatorio espacial de ondas gravitacionales compuesto por tres satélites unidos por un láser.

La Antena espacial con interferómetro láser (LISA), es un observatorio espacial de ondas gravitacionales compuesto por tres satélites unidos por un láser.

–¿Cómo fue el día que “escucharon la música del universo”?

–Gabriela González: La primera noticia que me llegó fue un SMS de un colega, preguntándome si había visto la señal, a las 6.30 de la mañana. ¿Qué señal? contesté, abrí la computadora y vi muchísimos correos electrónicos acerca del evento. Todos pensábamos que había sido una simulación, pero en pocas horas nos convencimos de que teníamos que considerar lo que parecía ser una señal y empezamos a hacer planes para confirmarla. Eso iba a tomar varios meses durante los que –como líder de la colaboración de LIGO (Observatorio de ondas Gravitatorias por Interferometría Láser)– yo estaría cortando clavos. No podíamos equivocarnos, ya había habido otros anuncios de detección de ondas gravitacionales que fueron falsas alarmas ¡si anunciábamos teníamos que estar bien seguros! Por supuesto, todos ansiábamos que no fuera un falso positivo, lo cual hacía todavía más necesario un análisis riguroso. ¡Yo compré la torta más grande que encontré para llevar al Observatorio y celebrar!

–Mario Díaz: Yo estaba en mi oficina y uno de mis estudiantes de doctorado que estaba trabajando ese semestre en el laboratorio de LIGO Livingston me mandó un correo electrónico preguntándome: ¿te enteraste? (habían pasado unas horas desde la detección), y agregó un par de gráficos mostrando la señal detectada. Le comenté que todavía había que estar seguros de la calibración del instrumento y que podía ser una inyección ciega (señal ficticia agregada artificialmente al detector sin que nadie se diera cuenta y a propósito, para probar el sistema). Él me contestó que Gaby González (nuestra coautora) –que estaba en una de las primeras reuniones en las que se discutía el evento ese día– le decía que no era una inyección. Y agregó: ¡estoy emocionado! Ahí empecé a pensar que después de tantos años la detección era una realidad.

–¿Cuándo se usó por primera vez el concepto de onda gravitacional y cómo fue la historia desde que se nombró hasta que se comprobó su existencia?

–Jorge Pullin: El primero en usar la palabra onda gravitacional fue Poincare. Einstein mismo, en un trabajo de junio de 1916, a los pocos meses de introducir su teoría de la relatividad general, las discutió en detalle. El trabajo tenía un error importante que tuvo que corregir en 1918. Luego, aparecieron varias confusiones y dudas, y en 1936 el propio Einstein estuvo a punto de publicar que no existían, pero se retractó y hubo bastantes polémicas acerca de si eran un efecto real o una ilusión de la matemática de la teoría. Finalmente, la discusión se aquietó cuando en la década de 1980 la existencia de ellas explicó con gran precisión el decaimiento de la órbita de un púlsar binario. Si bien no era una detección directa, era una prueba clara de su existencia. La historia fue azarosa. La razón por la que fue tan difícil descubrir las ondas gravitacionales es porque por muchos años la astrofísica que evidenciaba los campos (o fuerzas) gravitacionales fuertes no se había observado, algo que comienza a darse en los 60. Además, la tecnología necesaria para descubrirlas requería un proceso de maduración que llevó muchos años.

El presidente Macri recibió en su despacho en marzo de 2016 a los científicos en Casa de Gobierno.

El presidente Macri recibió en su despacho en marzo de 2016 a los científicos en Casa de Gobierno.

–¿Qué puertas fue abriendo el descubrimiento de los murmullos del espacio o las ondas gravitacionales?

–Mario Díaz: Aún se están entendiendo las implicaciones de numerosas detecciones (más de cincuenta confirmadas hasta el 2020). Y, definitivamente, se están aportando nuevas evidencias sobre los procesos de evolución de las estrellas. Eventualmente, la astronomía de ondas gravitacionales podría contribuir a dar respuestas a dos grandes enigmas de la física moderna: el origen de la llamada materia oscura (materia que sabemos que debe existir pero que “no vemos”) y la naturaleza de la energía oscura (la fuente de la expansión acelerada de nuestro universo).

–Gabriela González: Ya la primera detección fue revolucionaria: hasta entonces no se sabía si los agujeros negros existían en pares que bailaban (podían existir, pero nadie había visto ninguno, porque no emiten luz), y no se conocía ningún agujero negro estelar (producido por explosiones de estrellas) más grande que 20 veces la masa del sol. Y nuestra primera detección fue de dos agujeros negros, cada uno unas 30 veces la masa del sol, fusionándose en otro más grande. En pocos años, hemos detectado varias docenas de colisiones de agujeros negros estelares, ¡y los astrónomos están tratando de entender por qué hay tantos!

–En el libro se lee, “Otra coincidencia mágica: declarado por la Unesco, ese 11 de febrero de 2016 se celebró por primera vez el Día de la Mujer y la Niña en Ciencia. Es importante notar que de las cinco personas que dieron el anuncio oficial en el National Press Club, dos de ellas – Gabriela y France Córdova, la directora de NSF– eran mujeres: un verdadero homenaje a ese día especial declarado por la Unesco”, ¿cómo recuerdan ese día y por qué creen que sigue costando tanto reconocer el trabajo de la mujer en la ciencia?

–Mario Díaz: En general, la ciencia se ha desarrollado siguiendo un modelo patriarcal que históricamente ha discriminado la participación y el reconocimiento de la labor científica de las mujeres. Es un orgullo destacar que, en la Argentina, el número de astrónomas es mayor que en la mayoría de países desarrollados. En gran medida este logro ha tenido que ver con esfuerzos como el de nuestra colega Gloria Dubner (que fue directora del Instituto de Astronomía y Física del Espacio en Buenos Aires) y otras líderes científicas.

–Gabriela González: Fue una coincidencia hermosa, de la que nos dimos cuenta solo unos días antes del anuncio. Las científicas, técnicas e ingenieras de LIGO, que estábamos en Washington, nos sacamos fotos para poner en Twitter y celebrar ambas cosas ¡fue lindísimo! Ahora menciono esa coincidencia en casi todas las charlas que doy, y por supuesto celebro el 11 de febrero todos los años. Creo que actualmente el trabajo de científicas se reconoce casi tanto como el de científicos, el problema es que para los chicos el estereotipo, sobre todo para físicos, sigue siendo alguien como Einstein, no solo blanco y masculino, sino también viejo, despeinado y con delantal. Es una figura para admirar, pero no para inspirar a una carrera. Presentar a los científicos como gente normal, de todo tipo y color y sobre todo jóvenes (aun Einstein hizo sus grandes descubrimientos cuando era joven) es lo que hace falta para atraer el talento que estamos perdiendo.

Gabriela Gonzalez confirma la teoria de las ondas gravitacionales predichas en la teoria de la relatividad astrofisica. (AP Photo/Andrew Harnik)

Gabriela Gonzalez confirma la teoria de las ondas gravitacionales predichas en la teoria de la relatividad astrofisica. (AP Photo/Andrew Harnik)

–¿Cómo fueron los días y las experiencias que dejó la visita de Einstein a la Argentina?

–Jorge Pullin: Por lo que muestra la prensa de la época, tuvo gran impacto en la sociedad, casi todos los días salían notas sobre él. Hasta algunos productos trataron de capitalizar su popularidad, como una marca de gomina llamada «La Relatividad», que ponía avisos con la figura de la melena de Einstein. En Einstein mismo, la Argentina dejó una buena impresión, al menos comparada en las notas de su diario con las de visitas a otras regiones del planeta. En Buenos Aires, voló por primera (y quizá única) vez en avión. Lo invitaron a sobrevolar la ciudad en un avión de la marina alemana que estaba de visita y describió con gran entusiasmo la experiencia en su diario.

–Mario Díaz: Bueno, ninguno de nosotros (ni yo que ya tiro para viejito) había nacido cuando Einstein vino a la Argentina. Pero siempre tuve grabada su imagen en la fotografía que lo muestra hablando desde el atril del aula mayor del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde hice mi secundaria –y ese atril sigue estando ahí–. Hace apenas unos años en una reunión de ex-alumnos nos juntamos en ese salón. El aula sigue igual. No cambió nada. Las clases que Einstein dio durante dos meses en 1925 fueron parte de una tradición que de alguna manera empezó Bernardino Rivadavia invitando a científicos, matemáticos y naturalistas a visitar el país. Como cuenta el libro, el físico uruguayo Enrique Loedel Palumbo participó en las clases de Einstein en Buenos Aires y a partir de su interacción con este publicó en una prestigiosa revista científica alemana el primer artículo sobre teoría de la Relatividad General de Einstein.

–¿Por qué en los años 60 hubo un renacimiento de la teoría de la relatividad general?

–Jorge Pullin: Se descubrieron los cuásares, objetos astronómicos que tenían una fuente de energía tan grande en su interior que solo podía ser un agujero negro. Hasta ese momento, muchos pensaban que los agujeros negros que predice la teoría de Einstein eran soluciones matemáticas que no ocurrían en el mundo real.

Un científico observa una representación de las ondas gravitacionales durante una rueda de prensa del Instituto de Max Planck de la Física Gravitacional en la universidad Leibniz de Hannover, Alemania (EFE)

Un científico observa una representación de las ondas gravitacionales durante una rueda de prensa del Instituto de Max Planck de la Física Gravitacional en la universidad Leibniz de Hannover, Alemania (EFE)

–¿Qué importancia tuvo el Encuentro de Huerta Grande de 1992?

–Mario Díaz: Tal vez el evento reflejó la importancia del trabajo de nuevas generaciones de físicos de la Facultad de Matemática Astronomía y Física de Córdoba, como Reinaldo Gleiser, Victor Hamity y sus primeros discípulos Oscar Reula, Osvaldo Moreschi y Carlos Kozameh, quienes formaron un grupo de investigación en relatividad general y gravitación reconocido mundialmente. Jorge estuvo entre los organizadores.

–Gabriela González: Yo había empezado hacía poco a trabajar en mi disertación acerca de ruido en detectores de ondas gravitacionales y asistí a este congreso (¡en la provincia en que nací!) con mi director de tesis, Peter Saulson. Allí, conocí a varios de los líderes de ondas gravitacionales y de gravitación en general, especialmente a Ron Drever de Caltech, y vi una charla con resultados de un proyecto alemán que me gustó tanto, que le pedí al orador (Karsten Danzmann) permiso para fotocopiar las transparencias, las que aún conservo!

–¿Qué recuerdos tienen de cuando investigaban viviendo en la casa rodante? ¿Por qué se fueron todos a vivir a Estados Unidos?

–Gabriela González: La idea para mí era ir a Estados Unidos por un par de años, tomar cursos y volver a Córdoba. Después, con Jorge decidimos quedarnos por varias razones: crisis económica en la Argentina (gran inflación, ataques a supermercados…) y nos pareció prudente seguir trabajando en EE.UU. al menos por unos años. Cuando me dediqué al campo de detección de ondas gravitacionales, había pocas oportunidades de hacer eso en la Argentina (muy pocos países estaban construyendo observatorios) y me quedé. Siempre estoy en contacto con mis compañeros de facultad, y visito la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FAMAF) todas las veces que voy a Córdoba. Nunca se deja de extrañar familia y amigos. Para seguir la carrera de físicos en Estados Unidos, Jorge y yo tuvimos que trabajar en lugares alejados por seis años, comenzando a los 3 años de casados (llevamos ahora más de 30). Cuando yo vivía en Nueva York y Jorge en Pensilvania, él o yo manejábamos unas 5 horas para encontrarnos casi todos los fines de semana. Pero cuando me mudé a Boston para trabajar en MIT, era demasiado para manejar, por lo que compramos una casa rodante estacionándola a mitad de camino en un parque hermoso junto a un lago. Fue una solución muy romántica que se le ocurrió a Jorge, nos encantaba, pero preferimos mucho más vivir en el mismo lugar como ahora.

–Mario Díaz: La idea era hacer lo que se llama una estancia de postgrado en Estados Unidos, perfeccionarnos. En nuestro caso (Lidia y yo), ella comenzó a estudiar el doctorado en Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Pittsburgh, y la idea inicial del retorno se fue posponiendo. Luego con los hijos desarrollando su vida en Estados Unidos se hizo difícil volver.

La portavoz del proyecto del observatorio estadounidense de interferometría láser (LIGO), la argentina Gabriela González, posa para Efe durante una entrevista en el National Press Club el jueves 11 de febrero 2016, en Washington, DC (EE.UU.). EFE/Cristina García Casado

La portavoz del proyecto del observatorio estadounidense de interferometría láser (LIGO), la argentina Gabriela González, posa para Efe durante una entrevista en el National Press Club el jueves 11 de febrero 2016, en Washington, DC (EE.UU.). EFE/Cristina García Casado

BÁSICOS

Mario Díaz
Recibió su licenciatura en Física en la Universidad de Córdoba en 1984 y su doctorado en Física en la misma universidad en 1987. Es profesor de la Universidad de Texas del Valle del Río Grande desde 1996 y director de su Centro de Astronomía de Ondas Gravitacionales desde 2003. Es también presidente de la Sociedad Nacional de Físicos Hispanos de los Estados Unidos.

Lidia Díaz
Con un doctorado en Lengua y Literatura Hispanoamericana, colaboró en este proyecto no en calidad de científica sino desde el punto de vista lingüístico: sintaxis, léxico, ortografía, redacción en general, y aportando sugerencias a fin de que el contenido del libro fuera comprensible para lectores no eruditos en la materia.

Jorge Pullin
Obtuvo su doctorado en física en el Instituto Balseiro de Bariloche. Ocupa la cátedra Horace Hearne Jr. en física teórica en la Universidad del Estado de Luisiana. Fue el editor fundador de la revista Physical Review X de la Asociación Física Americana. Es autor de más de 150 trabajos científicos y cuatro libros y es miembro de las Academias Nacionales de Ciencias de Argentina y México y la Academia de Ciencias de América Latina.

Gabriela González
​Es licenciada en Física de la Universidad Nacional de Córdoba, e hizo su doctorado en la universidad de Syracuse en Estados Unidos; es profesora de la Universidad del Estado de Luisiana desde 2001. Lideró la Colaboración Científica de LIGO entre 2011 y 2017, y participó del anuncio en 2016 del primer descubrimiento de ondas gravitacionales. Fue incorporada a las Academias Nacionales de Ciencias de Argentina y Estados Unidos. Es doctora Honoris Causa de las Universidades de Córdoba y de Glasgow, Escocia.

Fuente: Clarín