El confinamiento en casa presenta una gran cantidad de desafíos para las familias que de la noche a la mañana se vieron obligadas a pasar semanas enteras bajo un mismo techo (Shutterstock)
El confinamiento en casa presenta una gran cantidad de desafíos para las familias que de la noche a la mañana se vieron obligadas a pasar semanas enteras bajo un mismo techo. Podría pensarse que, para muchos padres a los que las largas horas fuera de casa por motivos laborales privan de un mayor tiempo compartido con los hijos recibirían esto como una bendición, una oportunidad para reafirmar los lazos, las relaciones que en el día a día no pueden profundizar. Sin embargo, pasados seis tediosos meses de confinamiento la cosa puede ponerse un poco más complicada.
El temor y la ansiedad con respecto a una enfermedad pueden ser agobiantes y generar emociones fuertes, tanto en adultos como en niños. Los padres están experimentando un cambio repentino en sus vidas y rutinas, mientras tratan de equilibrar a los niños que están en casa a tiempo completo con el trabajo, las tareas domésticas y las preocupaciones de salud, las preocupaciones financieras y el cuidado de los miembros vulnerables de la familia. Mientras tanto, los niños, niñas y adolescentes no están exentos a esta situación y pueden ser vulnerables a sentimientos de ansiedad, estrés y tristeza.
Un estudio llevado a cabo por Save the Children, en el que se entrevistaron a más de 6.000 niños, niñas y familias en Alemania, Finlandia, España, Estados Unidos y el Reino Unido, ha puesto de manifiesto que uno de cada cuatro niños sufre ansiedad por el aislamiento social derivado del coronavirus, y que “muchos de ellos” corren el riesgo de sufrir trastornos psicológicos permanentes, incluida la depresión.
Y como si eso fuera poco, las relaciones familiares entre los distintos miembros y grupos etarios que la conforman no siempre son sencillas. En este contexto de incertidumbre, estrés y aislamiento, se puede generar una activación emocional importante, en la que los sentimientos de enojo, irritabilidad, tristeza y ansiedad pueden influir en la relación familiar, aumentando el nivel de conflicto. Este escenario requiere la utilización de recursos que permitan adaptarse a la nueva situación y que promuevan el desarrollo de la resiliencia y la salud emocional familiar.
En este contexto de incertidumbre, estrés y aislamiento, se puede generar una activación emocional importante, en la que los sentimientos de enojo, irritabilidad, tristeza y ansiedad pueden influir en la relación familiar (REUTERS)
Recientemente, la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a través del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA), presentó el último informe de una encuesta denominada “Crisis Coronavirus”. La primera edición fue presentada incluso antes de que se estableciera la cuarentena obligatoria en el país y cuenta con una actualización constante cada diez días. Este último documento refiere a los 180 días de cuarentena en el país y cómo el confinamiento afectó a los ciudadanos argentinos en materia de salud mental, económica y de consideración de gestión política.
Según los hallazgos develados por los investigadores, transcurridos más de 180 días de cuarentena, la curva de salud mental sigue presentando indicadores negativos en niveles altos. La mayoría de ellos se han consolidado en los niveles precedentes e incluso algunos indicadores, como “angustia” y “pérdida del sentido de la vida”, se han incrementado. En síntesis, a pesar de la flexibilización de la ASPO y lo que trajo aparejado en términos de “nueva normalidad”, se observa que el abanico de sentimientos y emociones negativas asociadas al malestar psicológico se mantiene en una meseta significativamente alta.
Específicamente, la evaluación que realizan los padres respecto a la experiencia escolar durante el ASPO, con la modalidad de cursada en forma remota presenta cierta negatividad. En efecto, más de la mitad de los padres (56%) califica entre “muy negativa y negativa” la experiencia educativa bajo modalidad virtual.
Por otra parte, el 30% señala que el hecho de tener a los chicos en el hogar realizando sus tareas escolares ha producido un empeoramiento de la dinámica de las relaciones familiares. La configuración evaluativa de este ítem se completa con la percepción que tienen los padres respecto al estado de ánimo que presentan sus hijos como consecuencia de la escolaridad virtual. Diez de las once palabras más evocadas para describir el estado emocional de sus hijos connotan un significado claramente negativo: cansados, ansiosos, aburridos, tristes, angustiados, preocupados, desanimados, hartos y deprimidos.
En conclusión, los resultados son consistentes y permiten inferir que la evaluación general que realizan los padres sobre esta experiencia educativa generó más insatisfacción que aprobación.
Los resultados de la investigación son consistentes y permiten inferir que la evaluación general que realizan los padres sobre esta experiencia educativa generó más insatisfacción que aprobación
«Las personas que perciben un empeoramiento en la dinámica de las relaciones familiares -producido por esta nueva forma de educación- reconocen que esto les ha generado un conjunto de estresores causados por la presencia 24/7 de los más chicos en casa, con sus exigencias, ansiedades y dificultades de aprendizaje. En la normalidad prepandemia, las dificultades de aprendizaje las abordaban los maestros y en todo caso, los que se estresaban eran ellos. Ahora, son los padres los que están viviendo la ansiedad, la preocupación y las frustraciones frente a la falta de comprensión de las tareas”, explicó a Infobae Gustavo González, director del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA y uno de los líderes del informe.
En estos días todo nos lleva más tiempo, la dificultad para concentrarse está a la orden del día y todo cuesta más, por eso es importante tratar de hacer lo mejor posible pero sin sobreexigirnos. Establecer un criterio muy estricto o elevado, manejar reglas muy rígidas y estar muy preocupados por el tiempo y la eficiencia, tanto respecto al comportamiento propio como al de los demás y en este contexto en el que ya estamos sometidos a mucha presión, puede ser perjudicial.
“Esta tendencia, lejos de acercarnos a la perfección y producir la sensación de logro, suele implicar un deterioro significativo en el placer, la relajación, la salud, la autoestima y las relaciones interpersonales. El perfeccionismo suele producir sentimientos de presión o dificultad para reducir el ritmo, además de aumentar la tendencia a la hipercrítica hacia uno mismo y los demás”, manifestó en diálogo con Infobae la licenciada María Fernanda Giralt Font, subdirectora del Departamento de Psicoterapia del Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas de Fundación INECO.
Por eso, estimular y estar atentos a la construcción y el cultivo del bienestar, pero sin exigencias extremas, estando atentos a las necesidades personales y las de los que nos rodean, que como sabemos, es lo que podría marcar la diferencia entre vivir esta experiencia de un modo únicamente negativo, incierto o desagradable y vivirla de un modo más apacible, enriquecedor e inclusive con posibilidades impensadas previamente.
Son muchas las cosas que se pueden hacer para cultivar el bienestar, aún en períodos difíciles como el que nos toca enfrentar en la comunidad global. Aquí, algunos consejos sobre cómo mejorar la convivencia y aumentar la resiliencia familiar en tiempos de coronavirus:
¿Qué posición tomar frente a un desacuerdo o conflicto?
Si las dos partes en conflicto, logran correrse de la posición de cada uno para ahondar en los intereses y las necesidades de los dos, para buscar juntos una solución que contemple las necesidades de las dos partes, esa puede constituir la forma más colaborativa de resolver un conflicto (REUTERS)
Frente a una situación de desacuerdo uno puede tomar diferentes posiciones. Si no es algo realmente significativo lo que produce el malestar, podemos elegir evitar esa discusión. Pero si es algo que de verdad nos está afectando, la forma más constructiva de enfrentar un conflicto, puede ser escuchando activamente con atención, sin ponerse a la defensiva, intentando ser empáticos para comprender el punto de vista ajeno, explicando al mismo tiempo con claridad y sin agresión, el punto de vista propio.
Si las dos partes en conflicto, logran correrse de la posición de cada uno para ahondar en los intereses y las necesidades de los dos, para buscar juntos una solución que contemple las necesidades de las dos partes, esa puede constituir la forma más colaborativa de resolver un conflicto.
Si son frecuentes las discusiones y las peleas y fácil o rápidamente se genera un clima hostil y de “escalada” del conflicto, donde lo que predomina es la ira, será necesario tomar distancia y hacer lo que se llama “tiempo fuera” que significa correrse de ese mismo lugar donde está teniendo lugar la discusión, para lograr hacer un stop, tomar distancia, para poder detener el pensamiento y buscar distraer la mente, hasta poder regular la emoción y encontrar las palabras que permitan retomar la conversación de otra manera.
Las sensaciones corporales (taquicardia, tensión muscular, rubor, ansiedad, malestar en el estómago o en la garganta) son las que primero nos avisan que la ira está produciéndose. Esas sensaciones físicas pueden ser buenas aliadas para saber que ese, es el momento de tomar distancia.
Una vez que la intensidad emocional haya disminuido, intentar comunicarse sin atacar y expresando el mensaje hablando de nuestros sentimientos en vez de culpar a la otra persona, puede contribuir a que en lugar de defenderse por sentirse atacada, pueda escuchar más activamente.
Fuente: Infobae