En 1881, el canciller alemán conservador Otto von Bismarck, acosado por el auge de la ideología socialista, propuso un beneficio de jubilación nacional para apaciguar a las masas izquierdistas. Estableció que la edad sea a los 70 años. Sin embargo, en ese momento la esperanza de vida era de aproximadamente 40 años.
Von Bismarck renunció poco tiempo después de que se aprobara esta sanción, pero su legado permaneció y el beneficio de jubilación de Alemania -que se redujo a los 65 años en 1916- se convirtió en el modelo para muchas otras naciones. Cuando el presidente Roosevelt estableció la Ley de Seguridad Social de 1935, también eligió la edad de jubilación nacional a los 65 años, a pesar de que menos del 60% de los adultos estadounidenses tenían la esperanza de vida alta.
Sucede que la edad nacional de jubilación tanto en los Estados Unidos como en otros países del planeta, tiene su origen en algunas estrategias políticas. Comenzó como una ofrenda simbólica, accesible solo para los afortunados ciudadanos que lograban sobrevivir hasta bien entrada la vejez.
Sin embargo, hoy en día, son muchas más las personas que viven lo suficiente como para tener acceso a un fondo de jubilación nacional, a menudo durante años, incluso décadas.La expectativa de vida promedio en los Estados Unidos es de 76 años, y en muchos países europeos es aún mayor. La edad de jubilación nacional de los Estados Unidos, cuando se puede empezar a reclamar los beneficios completos del Seguro Social, ha aumentado mucho más gradualmente, a 67 años para las personas nacidas después de 1960.
En respuesta, varios países —más notoriamente Francia, donde la jubilación es a partir de los 62 años y la expectativa de vida de 82— se está debatiendo elevar dicha edad para tratar de compensar las presiones económicas del envejecimiento y asegurarse de poder mantener estos beneficios en el tiempo.
Desde un punto de vista económico, una edad de jubilación más tardía quizás beneficie el resultado final de todos. Pero dejando de lado las finanzas, ¿cuáles son las implicaciones mentales y físicas de aumentar la edad de jubilación nacional? A continuación, le pedimos a los expertos su opinión.
Esperanza de vida laboral
Una forma de responder a esta pregunta es observar los cambios, no en la duración de la vida sino que en términos de la salud: la cantidad de años que las personas están sanas y sin discapacidades. Hay que pensar en ello como su período hábil de trabajo.
Gal Wettstein, economista investigadora senior del Centro para la Investigación de la Jubilación del Boston College, analizó la edad y el potencial de empleo en un estudio sobre la esperanza de vida laboral de las personas. Allí, descubrió que los estadounidenses que gozan de buena salud a los 50 años, pueden esperar a tener aproximadamente 23 años más sin discapacidad, más unos ocho años más viviendo con discapacidad. En resúmen, la expectativa máxima de vida laboral de las personas, en promedio, es de 73 años.
“No hay duda de que al alargarse la expectativa de vida, también aumentó la capacidad de trabajar”, dijo la Dra. Wettstein. Y ello, “se debe en parte a avances médicos como también a cambios en la forma de trabajo”, agregó la especialista. En 2020, aproximadamente el 45% de los estadounidenses en edad laboral, trabajaba en áreas administrativas, de negocios y finanzas; educación y atención médica. En 1935, por ejemplo, este tipo de profesiones representaban solo el 6% de la fuerza laboral.
En este sentido, el Dr. Pinchas Cohen, decano de la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la Universidad del Sur de California, opinó que de acuerdo a este escenario, “una edad de jubilación menor de 65 años, no tiene sentido”.
“Incluso 65 es un número del siglo XX”, agregó.
“Para las personas que trabajan en este tipo de empleos, basados en el conocimiento, jubilarse a los 70 años también es razonable desde una perspectiva cognitiva”, señaló Lisa Renzi-Hammond, directora del Instituto de Gerontología de la Universidad de Georgia. Y agregó: “Nuestras facultades cognitivas las podemos mantener, por lo general, bastante bien hasta promediar esa edad. Entonces, si el momento de jubilación se establece en función de las capacidades o competencias de los empleados, no hay absolutamente ninguna razón para que sea a los 70 años”.
“Partes del cerebro, en particular la corteza prefrontal, que es fundamental para el funcionamiento ejecutivo, la atención y la memoria de trabajo, comienzan a perder volumen alrededor de los 45 años, pero otras áreas pueden compensarlo”, reveló la Dra. Renzi-Hammond. Entre ellas se destaca la inteligencia cristalizada, que tiene que ver con el conocimiento acumulado durante años y que se puede aplicar a nuevas situaciones. Otra área es la cognición social que implica comportarse adecuadamente en las interacciones interpersonales, son dos aspectos que continúan mejorando durante décadas.
Y lo cierto es que muchos de estos procesos cognitivos se mantienen y fortalecen mientras se permanece laboralmente activo. En consecuencia, algunas personas se deterioran mental y físicamente cuando dejan de trabajar. Un estudio incluso encontró que retrasar la jubilación se asoció con un menor riesgo de muerte, independientemente de la salud que se tuviera previamente. Los expertos especulan que las pérdidas de actividad física relacionada con el trabajo y las interacciones sociales que surgen al dejar el empleo, son en gran parte culpables de los problemas que pueden aparecer después de retirarse.
Equidad de jubilación
Sin embargo, los promedios nacionales de salud y discapacidad no cuentan la historia completa. Mientras que algunas personas se mantienen en forma y continúan trabajando hasta los 80 años, otros trabajos son más exigentes físicamente y afectan la salud de las personas.
“Hay individuos que realizan trabajos manuales, con lo cual a los 65 años realmente no los pueden continuar haciendo porque son muy desafiantes”, estimó el Dr. Cohen. Por lo tanto, “se les debe respetar su necesidad de jubilarse”, dijo el experto.
“Cuando se trata de estos estilos de trabajo, la jubilación, en realidad puede mejorar la salud”, comentó la Dra. Renzi-Hammond. Por ende, “si el trabajo es físicamente dañino y genera estrés y problemas para dormir, entonces retirarse es excelente”, dilucidó la experta.
La expectativa de vida y la duración de la salud, pueden llegar a diferir entre raza y género. Hay grupos poblacionales que se caracterizan por desempeñar ciertas tareas, a diferencia de otros. En base a ello, será por ejemplo, dispar el estrés que se genere en el cuerpo.
En su investigación, la Dra. Wettstein descubrió que, a los 50 años, los hombres negros tienen una esperanza de vida laboral de aproximadamente 17 años más, mientras que las mujeres blancas podrían seguir trabajando durante 24 años más: “Hay una preocupación por la equidad, tanto desde el punto de la esperanza de vida como de la vida laboral activa”, dijo la Dra. Wettstein.
“Sabemos que los afroamericanos, en particular, desarrollan enfermedades a edades más tempranas, viven con más discapacidades y mueren más jóvenes”, dijo la Dra. Lisa Cooper, directora del Centro Johns Hopkins para la Equidad en Salud. “Así que no permitirles jubilarse hasta que sean mayores significa que simplemente no se van a beneficiar tanto del Seguro Social. Y ello también aplica para las personas de niveles de ingresos más bajos y a aquellas que trabajan en puestos físicamente intensos”, sumó.
Como resultado, dijo el Dr. Cooper, “aumentar la edad de jubilación debe hacerse teniendo en cuenta todos estos problemas”.
La intención inicial del Seguro Social cuando se estableció en 1935 era simplemente sostener a las personas una vez que ya no pudieran trabajar físicamente. Pero otra forma de pensar a la jubilación financiada por el gobierno federal, sería recompensar a las personas para que puedan disfrutar de algunos años de ocio.
“Una de las áreas de las que no hablamos lo suficiente es: ¿Qué se merece la gente?” dijo el Dr. Cohen. Y reflexionó: “Cuando todavía estás sano, los años son maravillosos, podés hacer todo tipo de actividades, incluso viajar, por lo tanto, ¿es ese un objetivo nacional?”.
En Francia, y probablemente también en otros lugares, muchos dirían que sí.
Por Dana G. SmithThe New York Times