Anastasia Tovorovsky dejó que sus cejas crezcan libres y archivó la pincita de depilar
No se lo propuso de forma consciente, pero de repente se dio cuenta de que ya no lo hacía con la frecuencia de antes. Estar en casa, saliendo solo para lo indispensable en esos primeros días de pandemia, hizo que un hábito tan simple como lavarse el pelo se espaciara más de la cuenta. Pero lejos de lamentarse, descubrió que el pelo no se le engrasaba tanto como antes, y lo adoptó como rutina. “Yo era la típica persona que me lavaba el pelo todos los días antes de salir a trabajar y se horrorizaba de las que le decían que lo hacían cada dos o tres. Pero me pasó de estar en casa y de no sentir la necesidad de lavarme el pelo como antes porque lo tenía bien. Al mismo tiempo, empecé a informarme y la verdad, muchos estilistas desaconsejan el lavado diario porque le quita al pelo la capa protectora natural y hasta hace que se ensucie bastante más rápido”, dice Paola Pardo, que trabaja como administrativa en una oficina.
De bañarse menos y repetir más la ropa a aceptar las canas, dejarse crecer la barba y las cejas o eliminar la depilación, la pandemia relajó costumbres ligadas al cuidado y la higiene personal que no solo nos vuelven más sustentables sino que incluso nos llevan a replantearnos si es tan necesaria la frecuencia con que solíamos realizar estas cosas en nuestra vida diaria. “Yo creo que muchos de estos hábitos los hacíamos de forma automatizada y la pandemia hizo que nos replanteáramos muchos de ellos. Incluso creo que son más amigables con el medio ambiente porque gastás menos shampoo y agua”, reflexiona Paola, que también confiesa que repite la ropa del día anterior sin culpa y hasta se liberó del corpiño, algo que parecía impensado en tiempos prepandémicos. “En casa no lo uso para nada, y cuando salgo muchas veces tampoco. Menos ahora, que usamos tanta ropa encima y ni se nota”.
Una encuesta realizada en el Reino Unido muestra a las claras estos cambios de comportamiento respecto de las rutinas de aseo y cuidado personal. Según el sitio YouGov, dedicado a la investigación y análisis de hábitos a nivel global, el 63% asegura se me maquilla con menos frecuencia que antes, el 50% dice que se arregla el pelo mucho menos, el 34% admite que se deshizo del corpiño y el 29% que dejó de ponerse ropa limpia todos los días. Además, el 25% admitió que se lava con menor frecuencia el pelo y el 17% asegura haber reducido los días que se ducha.
En nuestro país, un estudio elaborado por Philips y Nielsen Argentina también revela cómo la pandemia modificó los hábitos de las personas y provocó una disminución del 56% en la frecuencia del depilado. Este cambio de comportamiento se debe, en un 23%, a que las usuarias salen de sus casas con menos frecuencia y, en un 21%, porque sus centros de estética o especialistas a las que recurrían para mantener su piel libre de vello estaban cerrados. Sin embargo, también revela que un 88% mantuvo la rutina de depilado, lo que demuestra que sigue siendo una costumbre arraigada entre las argentinas.
Anastasia Tovorovsky cuenta que al principio de la pandemia intentó abandonar la depilación pero que tiempo después la retomó. “Cuando empezó la cuarentena dije: ‘No me depilo más, me reconecto con mi cuerpo, con mi naturaleza, con mi ser… pero pasado un tiempo di marcha atrás porque sinceramente no me sentía cómoda –reconoce–. Lo que sí modifiqué para siempre es el hecho de depilarme las cejas, que ahora crecen libres. Antes estaba con la pincita al lado mío, la llevaba todo el tiempo encima. Había un pelito de más y lo sacaba. Pero ese hábito lo abandoné. Como me depilaba mucho las cejas, me costó bastante porque me veía muy diferente –admite–. En cambio las canas nunca me molestaron, no tengo muchas, y nunca me las tapé. No concibo pasar horas en la peluquería para eso.”
Experimentar con la imagen
Otra cosa que Anastasia también modificó durante la pandemia es el tema de las toallitas menstruales: “Aproveché que estaba en casa, con ropa cómoda, holgada, para probar las de tela. Tengo la piel sensible y las tradicionales y los tampones me molestaron siempre. Y también empecé a aplicar el free bleeding (sangrado libre) los últimos días del período, algo que también siempre quise probar y estando en casa pude hacerlo”. Mamá reciente, Anastasia asegura que relajó ciertos hábitos no solo por la pandemia sino también por la maternidad. “Me baño cuando puedo, pero no sé si es por la cuarentena o por la maternidad. Y con el pelo me pasa que lo tengo muy graso desde siempre y no puedo dejar pasar un día sin lavarlo, pero al trabajar en casa tampoco pasa nada si no lo hago –sostiene–. Me parece que esto de la pandemia nos hizo dar cuenta de que algunas cosas no son tan necesarias y nos dio la posibilidad de experimentar con nuestro cuerpo”, sostiene Anastasia, que es psicomotricista gerontóloga y trabaja como administrativa.
En el caso de Julio Villarino, geógrafo e investigador, dejarse crecer la barba respondió más bien a intentar un cambio de imagen que a cierto relax. “Coincidió justo con la pandemia, pero no sentí que fue por descuido, sino que más bien quería un cambio de look. Un día dejé de afeitarme y me fue gustando cómo me quedaba –dice–. Creo que al estar todos los días en casa la cuarentena nos permitió jugar con algunas cuestiones de nuestra imagen y lo hice”, cuenta Julio, que otro de los ítems que cambió fue la ropa: “Estoy el día entero en jogging. Puede pasar de estar toda la semana con el mismo porque no tiene sentido cambiarse tanto de ropa si no salís de tu casa. Y puedo estar un día sin bañarme, pero en general, como hago actividad física, no sucede”.
A Mariana Iglesias la cuarentena la liberó de la esclavitud de la tintura. “Me tiño desde los 16, ya casi no me acordaba cómo era mi pelo. Fue una decisión tomada sin pensarla demasiado hasta que aparecieron las canas y se empezaron a notar. Los primeros días me veía rara y desprolija pero tenía otras preocupaciones y me relajé –recuerda–. Después, cuando se abrieron las peluquerías, me fui a cortar el flequillo y a hacerme las uñas porque eso sí que no lo negocio, y la peluquera me dijo: ‘Qué bien te quedan las canas, si te animás, no te las toques’. Y ahí sí me hice cargo y otras chicas me tiraron buena onda. Vi que me quedaban bien, a mi novio y a mi mama también les gustó”, cuenta la periodista y guía de turismo.
Además, Mariana admite que nunca le gustó ir a teñirse el pelo, calculó el dinero invertido desde que empezó a aplicarse tinturas en la peluquería y reafirmó su decisión: “Elegí no ser más esclava de eso. Para mí fue un acto de libertad en un contexto donde la libertad precisamente no reinaba –reflexiona–. No pienso volver a teñirme el pelo. La plata que antes gastaba en la peluquería hoy la invierto en hacer actividad física, que empecé a practicar durante la cuarentena. Lo necesitaba por las cervicales; el estar todo el día sentada me producía dolores, lo incorporé como hábito saludable y no lo pienso dejar”, cuenta Mariana, que se maquilla, se peina y se arregla solo para sus vivos de Instagram de @Coolturarte, su proyecto personal de talleres de turismo, literatura y cultura.
Esfuerzo por no dejarse estar
Sin embargo, a pesar de la relajación respecto de ciertos hábitos, Mariana sostiene que pasados los tres meses de la cuarentena cree que hubo un clic a nivel personal y general: “Al principio no me importaba, pero después me empecé a cambiar para por lo menos estar un rato en ‘modo persona’. Sin duda todos nos hicimos un poco los rebeldes esos primeros tiempos en los que nos relajarmos, pero después llegó un momento en que se buscó volver a la normalidad. Lo que me quedó de esa época rebeldía fueron las canas”.
De hecho, Ximena Díaz Alarcón, investigadora de tendencias de consumo y co fundadora de la consultora Youniversal, cuenta que a pesar de que la gente tiene los hábitos de cuidado alterados, con una clara tendencia a la informalidad y comodidad, hubo un esfuerzo por mantener ciertas rutinas en relación con la imagen personal: “Una de las cosas más interesantes se dio con el pelo y el cierre de las peluquerías. El ‘hágalo usted mismo’, con tutoriales sobre cómo teñirse o cortarse el pelo fueron furor. Y también hubo una explosión con el tema canas: la tendencia silver, de hacer la transición para ya no teñirse más, también marcó un momento importante de la pandemia. Incluso se hizo presente el tema de la no depilación, que si bien es una tendencia que venía de antes, se potenció más que nada entre las más jóvenes que reivindican los pelos en las axilas y piernas como una cuestión que tiene más que ver con el género que con la pandemia”, analiza Díaz Alarcón.
Si bien la especialista advierte que existe una frecuencia a bañarse o depilarse menos, al mismo tiempo sostiene que hay un esfuerzo por no caer en la dejadez. “Por un lado, estamos viéndonos todo el tiempo en los espejos, en los Zoom y videollamadas. Es decir, hay una hiperobservación de uno mismo que hace que empieces a ‘descubrir todos los defectos’ porque no podés descansar de tu imagen en ningún momento. Y por otro, como es nuestro cuerpo el que está amenazado por la enfermedad, muchos tratan de cuidarlo como una respuesta compensatoria”, plantea Díaz Alarcón.
Y aunque la fundadora de Youniversal asegura que pudo haber un primer impulso al descuido, o ciertas licencias para no bañarse o cambiarse, hay también una parte importante que quiere mantener cierta normalidad. “Si no lo hacés podés caer en un estado anímico complicado. Tener bien el pelo y las uñas, ponerte algo de máscara de pestañas, es tratar de mantener cierta normalidad dentro de la no normalidad. Más que nunca, la imagen es lo menos frívolo que tenemos porque es el ancla de la salud mental. No es coquetería, sino bienestar.”
Fuente: Laura Reina, La Nación