Coronavirus: sin humanos a la vista, los animales salen a explorar los espacios urbanos

La cuarentena les liberó el terreno para que recorran su hábitat, del que fueron desplazados por el hombre. Lejos de una mirada romántica, los expertos dicen que esto no significa que el planeta se esté recuperando.

“El planeta se cura”, “La naturaleza recupera lo que es suyo”, “Los animales reclaman su hábitat”. Las frases circulan por redes sociales y charlas cotidianas, hoy vía WhatsApp o Zoom. Se pronuncian con fascinación cada vez que aparecen imágenes de animales fuera de su lugar habitual. Pero, como toda idealización, es inexacta: según los expertos, estos avistajes son más esperables de lo que se piensa y el ambiente está lejos de rehabilitarse. A lo sumo, está teniendo un respiro por el aislamiento para evitar la propagación del coronavirus.

Por la cuarentena, hay menos gente en la calle, más espacio para que los animales exploren tranquilos y más apariciones que sorprenden, pero que en realidad tienen su lógica. No debería asombrar entonces que aparezca una garza en Vicente López, carpinchos en Necochea, lobos marinos por las calles marplatenses, ciervos de los pantanos en las islas del Delta, un pingüino en una esquina de Miramar, o hasta un coipo en una terraza de La Boca, como ocurrió este miércoles. Están en su hábitat natural.

“Creo que hay que evitar plantear que el planeta se está ‘sanando’ por el coronavirus”, sentencia Martín Mendez, director para el Cono Sur de la Wildlife Conservation Society. Este doctor en Biología Evolutiva y Ecología no se deja llevar por romanticismos y separa la paja del trigo: “Se están viendo más individuos de algunas especies periurbanas en ámbitos urbanos, especies que se habían retraído por el nivel de actividad humana. ¿Esto tiene algún efecto real? No: se espera que la actividad vuelva a aumentar y los animales se retraigan, como ocurría antes de la cuarentena”.

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Es que en realidad la fauna no está cambiando de hábitat, sino desplazándose más y más confiada gracias a nuestro propio repliegue. “Como muchas especies animales están circunscritas a los ambientes a donde los humanos las dejan llegar, no salían de ahí. No iban a cruzar una calle con muchos autos. Ahora ven menos riesgos”, explica Mariano Barros, biólogo del Área de Conservación del Ecoparque porteño. Y da un ejemplo: el ciervo de los pantanos. “Mucha gente se sorprendió por ver ejemplares en el Delta, pero en verdad son naturales de esa zona y de Otamendi, Zárate y Campana”. Lo mismo sucede con las tortugas de agua y lagartos overos -estos últimos conocidos como “iguanas”- “que están en la Costanera Sur y ahora se animaron a ir un poco más allá”.

El Ciervo de los Pantanos es una especie del delta y no es extraño que aparezca. Su Parque Nacional está en Campana.

El Ciervo de los Pantanos es una especie del delta y no es extraño que aparezca. Su Parque Nacional está en Campana.

La bióloga especializada en Zoología Cecilia Morgan, del Museo de La Plata, también va en contra de las idealizaciones y explica por qué falta mucho para que el planeta entre en rehabilitación: “Hay una cuestión muy romántica y optimista de pensar que esta mayor presencia animal indica que la cantidad de individuos se está recuperando. Tendrían que pasar al menos cinco años de cuarentena para que se viera mínimamente el efecto de la naturaleza recuperando su lugar”.

Un carpincho se pasea por las calles de Necochea.

Un carpincho se pasea por las calles de Necochea.

Lo que ocurre entonces es que estos animales, que conviven con personas desde hace muchísimo tiempo, cambian sus patrones de actividad. Un caso paradigmático es el de los carpinchos: “Donde hay más actividad humana, salen sólo por la noche. Pero en los Esteros del Iberá también están activos durante el día. Ahora que no hay gente, adoptan un comportamiento similar en la provincia de Buenos Aires”, explica Morgan.

Una familia de carpinchos camina por las calles de Nordelta.

Una familia de carpinchos camina por las calles de Nordelta.

Este cambio de hábitos, que se ve en muchas otras especies, se da no sólo en busca de comida, sino también por mera curiosidad. “Hay muchos animales que son muy inquisitivos. El pingüino de Magallanes que se vio en las calles de Miramar, por ejemplo, estaba paseando, no buscando comida, porque el alimento lo encuentra en el mar”, analiza Morgan.

Un pingüino camina por las playas de Miramar.

Un pingüino camina por las playas de Miramar.

Cristian Gillet, técnico especialista en Fauna Silvestre y responsable de Rescate y Rehabilitación en la Fundación Temaikén, profundiza: “Existen dos sistemas preponderantes en los animales: el de búsqueda y el de miedo. Ambos movilizan el comportamiento y permiten sobrevivir en la naturaleza, haciéndolos evitar u obtener algo según el caso”.

El ñandú que apareció en Parque Leloir, Ituzaingó.

El ñandú que apareció en Parque Leloir, Ituzaingó.

Con estas explicaciones surge la duda: entonces, ¿nada cambia? Sí, pero no como en principio podría pensarse. Por un lado, las alteraciones en los comportamientos de animales pueden llevar a los humanos a modificar los suyos, sobre todo para circular. “Quienes tengan permiso para andar en ruta deben ir con los ojos bien abiertos, porque pueden cruzarse con un animal silvestre en cualquier momento. Al haber menos tránsito, está más confiado para acercarse al camino”, advierte Gillet.

Por el otro lado, cambia nuestra propia percepción. Es que lo que nos pasa ahora como humanos permite ser conscientes de lo que sufren los animales, especialmente en los zoológicos. “Estamos como en una jaula: encerrados mirando hacia afuera, observando un ambiente en el que no estamos insertos”, señala Morgan.

De la misma forma, Mendez da vuelta el lugar común que reflota tras cada avistaje supuestamente sorpresivo: “Lo que me resulta interesante es el contrario: que nos demos cuenta de lo poco que vemos la fauna en condiciones normales. Nos hemos metido tanto en los ámbitos naturales que lo normal es no ver estas especies. Y cuando relajamos un poco la actividad, vemos algún que otro ejemplar, algo que quizás no ocurra en ningún otro momento de nuestras vidas”.

Que los animales estén explorando el ambiente puede leerse entonces como una buena noticia, aunque no debe hacer olvidar de otra: que su hábitat sigue en peligro. “El lobo de río y la pava de monte son especies amenazadas por el avance humano sobre ámbitos naturales. Hay loteos no muy lejos del parque, donde hace pocos años veíamos animales desarrollándose normalmente -observa Gillet-. Ojalá con esta cuarentena aprendamos a observar en silencio y a estar un poco más quietos. Nos estábamos perdiendo un mundo que está al lado nuestro, pero al cual siempre le dimos la espalda”.

Fuente: Clarín