El aislamiento para evitar la propagación del coronavirus dejó calles dormidas, que a veces se despiertan con elencos repentinos, de camiones de reparto a la mañana, o de vecinos apurados por hacer la última compra al caer el sol. Otras calles, en cambio, no salen de su letargo. Una de ellas es, vaya paradoja, “la que nunca duerme”: la avenida Corrientes.
Sin oficinistas durante el día, sin público teatral por la noche, sin gente sentada en cafés y restaurantes, la avenida Corrientes lleva todas las de perder en esta cuarentena. Sus rubros protagonistas hablan de encuentros, experiencias, cara a cara. El contexto actual apunta en necesaria dirección contraria.
Daniel (51) es empleado de seguridad y desde hace tres años trabaja en oficinas en Corrientes y Uruguay. A veces le toca ir a otro edificio, a la altura de Reconquista. Para el caso es lo mismo: ahora no ve ni un alma. “Sólo pasan policías y algún que otro repartidor, o un farmacéutico. Antes todo era gente y ruido. Ya ni siquiera para el subte en todas las estaciones. Deprime mucho“, reconoce.
Por la avenida Corrientes sólo se ven policías, repartidores o farmacéuticos. Muy cada tanto aparece algún vecino que salió a hacer compras. Foto: Andres D’Elia
“Todo el tiempo es domingo a la mañana”, observa Gustavo Luraschi, dueño de una farmacia y local de ortopedia en esquina con Suipacha, y presidente de la Asociación de Amigos de la Avenida Corrientes. “Incluso está más desolado que otros barrios o calles de la Ciudad”, agrega.
No son meras sensaciones: la actividad en el tramo más céntrico de la avenida Corrientes, el que va de Callao hasta el Bajo, se redujo a menos de un 10%. Y la teatral fue la primera en darse de baja, mientras la gastronomía intenta sacar cabeza, delivery mediante. Aquí lo único que hay abierto son farmacias, algunos kioscos, un par de supermercados. Todos con horario reducido.
La actividad se redujo a menos del 10%. Algunos locales gastronómicos envían sus platos por delivery. Foto: Andres D’Elia
“Recién hace una semana que pudimos hacer delivery, y tampoco ayuda tanto: es apenas entre un 10% y un 15% del nivel normal de ventas”, ilustra Gabriel Famá detrás del mostrador de la clásica heladería Cadore, a una cuadra de Callao.
En la heladería Cadore se suelen formar largas colas. Ahora no hay nadie, porque helado sólo se manda por delivery. Foto: Andres D’Elia
De Banchero, sólo la sucursal de Talcahuano trabaja con reparto a domicilio, un experimento que arrancó el viernes. “Vamos a ver cómo resulta”, dice expectante Diego Banchero. En Las Cuartetas, entre Suipacha y Esmeralda, mandar pizzas a casas por ahora no es opción. “Es una parte secundaria de la venta en negocios como el nuestro, que son de circulación masiva de gente que va al centro”, explica su gerente, Antonio Vázquez.
La avenida Corrientes sin transeúntes y con mayoría de sus negocios cerrados. Sólo algunos atienden en modalidad delivery. Foto: Andrés D’Elía
De hecho, si finalmente se habilitara el delivery en Las Cuartetas, Vázquez sabe que lo hará menos por las posibles ganancias y más “por el espíritu pizzero”. “El negocio tiene que estar en movimiento. Por eso prendemos los hornos cada dos o tres horas. Si no, se van enfriando y se deterioran”, advierte.
Una imagen desoladora de la pizzería Güerrín. Foto: Andrés D’Elía
De la misma forma, en el bar La Ópera la cafetera de cinco bocas se usa todas las semanas, aunque las puertas no abran hace 20 días. “Cerramos un rato después de que se anunció el aislamiento, pero esa semana ya había sido de terror: la clientela había caído un 75%. No teníamos demanda. Es muy difícil pagar alquiler y sueldos así”, reconoce Nicolás Marques, quien administra el tradicional café de Callao y Corrientes con su primo Gabriel García. Ambos planeaban además reabrir otro clásico: el bar La Giralda, ubicado a pocas cuadras. También habrá que esperar.
En esta avenida hay otro rubro protagonista, pero que ni siquiera tiene el delivery como opción: las librerías. “Sería un golazo que nos dejaran mandar a domicilio por teléfono o a través de plataformas online. Alquilar acá es caro, y los libros no pagan IVA, pero nosotros, los libreros, sí”, remarca Valeria Soutullo, de Edipo, ubicada entre Montevideo y Rodríguez Peña. Allí tienen títulos nuevos y usados. “Bien clasificados, no saldos”, dice la dueña de este local, el mismo que, hasta hace algunos años, era hogar del corpulento Enzo, el gato más querido por los habitués del lugar.
En la avenida Corrientes hay un sinfín de persianas bajas Foto: Andres D’Elia
De todas formas, reconoce Soutullo, “más de un 15% con delivery no sacás”. Con esa comprobación en mente es que los dueños de locales gastronómicos buscan sumar la opción de retiro en el negocio para aumentar un poco ese margen. Preparan un protocolo basado en recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las experiencias de otras empresas del ramo para que esté listo ni bien se habilite el tan esperado take-away, modalidad que en la avenida sólo funciona para la venta de insumos. Como ocurre, por ejemplo, en el café notable El Gato Negro, que sólo sigue abierto para vender sus cafés en grano y sus famosas especias, con clientes parados a más de dos metros del mostrador.
En ese protocolo trabajan tanto las cámaras y asociaciones gastronómicas como la Subsecretaría de Bienestar Ciudadano (BA Capital Gastronómica), el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad y la Agencia Gubernamental de Control (AGC). Aún falta que el Ministerio de Salud porteño le dé el visto bueno al borrador.
Los trabajadores de delivery son los nuevos habitantes de la avenida Corrientes. Foto: Andres D’Elia
Los teatros, marca de identidad de la avenida, son otra historia: uno de los primeros decretos porteños para prevenir el contagio fue el que fijó un tope de 200 personas en cines, salas teatrales y otros espacios de eventos masivos. Esto frenó no sólo funciones sino también ensayos y conciertos, y afectó incluso las ganancias de restaurantes y cocheras.
“La nuestra es una de las primeras actividades productivas en cancelarse y creemos que será la última en volver. Y, cuando lo haga, nada asegura la afluencia de público, porque con esto uno pierde vínculo con él. Igual tratamos de mantenerlo lo más posible: reabrimos los teatros de forma online, con videos de funciones accesibles de forma gratuita”, explica Ariel Stolier, director de producción del Grupo La Plaza, productora de espectáculos que comprende a su vez el paseo del mismo nombre y el teatro Metropolitan Sura.
“Todo esto nos lleva a creer que la recuperación será mucho más larga que el aislamiento y aún más extensa que la reapertura de las salas teatrales en sí misma”, agrega Stolier. Carlos Rottemberg, dueño de Multiteatro Comafi y Multitabaris Comafi, cree que, “en lo que atañe al circuito comercial del espectáculo teatral y musical, el año terminó en marzo. En este momento, lo sanitario se impone”.
La actividad teatral fue una de las primeras en suspenderse y, probablemente, sea una de las últimas en habilitarse. Foto: Andrés D’Elía
“Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo para volver al teatro”, se lee en la marquesina del Multiteatro desde que se dictó el aislamiento. Un grito de advertencia y esperanza en el medio del silencio de la calle que ahora duerme.
Fuente: Clarín