El Colón tiene un potencial, una capacidad de apertura a nuevos públicos que es cada vez menos ociosa. Entre la programación tradicional se intercalan en horarios alternativos las actividades para chicos. «Este año ha sido muy fructífero», abre un balance María Victoria Alcaraz, directora general del Colón. «Iniciamos el verano con la colonia de vacaciones, luego con el atípico Disney en Concierto, el ciclo Colón para Bebés, los conciertos didácticos para escuelas, las actividades especiales de vacaciones de invierno y el ciclo Colón en Familia, con entradas siempre agotadas.» Más de 93.000 chicos pasaron por el gran teatro lírico este año, que cierra hoy su temporada para niños con una función del ballet La Cenicienta, a las 11, en una reposición coreográfica de Dominic Walsh sobre la puesta original de Ben Stevenson.
«Los resultados se verán a largo plazo, es como la crianza de un niño en la familia -asegura Alcaraz-. El impacto en el público que nunca había venido al Colón es muy fuerte, eso redobla la responsabilidad de programar, ante tierra tan fértil hay que sembrar con cuidado».
No se trata sólo de la formación de nuevos públicos, sino también del despertar de vocaciones. Ya hay chicos que se inscribieron en cursos de danza o de interpretación de instrumentos a partir de su visita al Colón. «Y estoy convencida de que en unos años nos encontraremos con algún bailarín o intérprete de los elencos del Colón que diga que descubrió su vocación asistiendo a alguno de estos ciclos», confía Alcaraz.
La programación destinada a los chicos comenzó en forma sistemática en 2017, con los abonos para familias y las funciones matutinas para chicos de todas las escuelas públicas porteñas. En 2020 está previsto darle forma de ciclo sostenido en el tiempo a las funciones para bebés, iniciadas este año a modo de prueba.
La primera actividad del año entrante será nuevamente la colonia de vacaciones, en enero. Los chicos se sumergen en esta experiencia durante una semana en las salas de ensayo del Colón y pasan en clave lúdica por todas las etapas de la construcción de una representación lírica, desde el canto y el baile, hasta el vestuario y la escenografía. El cupo se duplicará ahora de 200 a 400 vacantes, que según la experiencia de enero pasado son solicitadas por chicos de todo el país.
La estrella naciente del abanico de propuestas para chicos es el ciclo para bebés, que se encuentran sobre el suelo especialmente acondicionado del Salón Dorado con bailarinas e instrumentistas del Colón. «Es un momento mágico de sensibilización por el arte», dice María Victoria Alcaraz. No hace falta pedir que se apaguen los celulares, ni temer que los bebés fueran a llorar, asegura. «Las reglas de juego hablan por sí mismas para grandes y chicos.» Grandes y chicos juegan con las reglas del arte.
Fuente: Juan Garff, La Nación