Observar un eclipse total es una experiencia emotiva. “Ningún lenguaje podrá describir la belleza divina de este fenómeno”, escribió el astrónomo Willem Jacob Luyten en The New York Times en enero de 1925. “Si lo has visto, la magnificencia de la corona se quedará para siempre en tu memoria como el espectáculo más sobrecogedor que nos ofrece la naturaleza”.
Luyten, quien era un astrónomo en el Observatorio de Harvard College, describía así un eclipse total de sol. Esos fenómenos suceden en algún lugar del mundo cada dieciocho meses más o menos, pero son muy reducidas las posibilidades de encontrarnos en lo que se conoce como el “trayecto de la totalidad”: la sombra entera de la luna. Luyten se subió a un avión para observarlo desde el aire.
Este año el eclipse total solar ocurre el 2 de julio. Y, a menos que seas un amante de los eclipses o que vivas en Suramérica, no podrás apreciarlo en toda su majestuosidad. De hecho, la próxima vez que los habitantes de Nueva York estarán en el trayecto de un fenómeno similar será en 2079. Así que nos sumergimos en los archivos para buscar imágenes de los eclipses sucedidos en décadas pasadas.
Un repaso rápido para los que reprobaron la clase de Astronomía: en un eclipse total de sol, la Luna se interpone entre la Tierra y el Sol y se alinea de manera tan perfecta que oscurece por completo nuestra vista del astro. Un eclipse parcial es menos emocionante porque el Sol, la Luna y la Tierra no se alinean de manera exacta y el Sol solo queda parcialmente cubierto por la Luna. Durante un eclipse anular la Luna está demasiado lejos de la Tierra como para obstruir nuestra vista del Sol.
Si alguna vez has visto un eclipse total, sabes que el deseo de mirar directamente al sol es magnético y cualquier terminología celestial parece insuficiente. La temperatura disminuye rápida y dramáticamente. En unos minutos el día se convierte en noche y vuelve otra vez al día.
La última vez que la ciudad de Nueva York atestiguó un eclipse solar total fue hace casi un siglo, en enero de 1925. Wall Street se quedó en silencio y se pospuso la apertura de la bolsa de valores para que los corredores pudieran ver el fenómeno. En Nueva Inglaterra había trenes especiales para que el público pudiera moverse a ubicaciones con mejor vista. Los científicos le pidieron a la gente que estaba en la trayectoria de la totalidad que usaran cronómetros para ayudar a calcular el paso exacto de la luna.
Unos años más tarde, en 1932, algunos neoyorquinos pudieron ver un eclipse parcial desde el Empire State, en ese entonces el edificio más alto de la ciudad. Por toda la ciudad, la gente miró a través de vidrios ahumados, rollos de negativos fotográficos e incluso lo veían a través de sus dedos (ninguno de esos métodos es idóneo para observar un eclipse y siempre hay que protegerse los ojos con lentes apropiados). El mismo día, en Detroit, Frida Kahlo y Diego Rivera lo vieron desde lo alto del Instituto de las Artes de Detroit.
El eclipse de este año solo tocará una pequeña isla en el Pacífico sur antes de pasar por Suramérica, atravesar los Andes chilenos y arribar a los suburbios de Buenos Aires en la noche. Buenos Aires, si el cielo está despejado y uno elige bien la ubicación, será un buen lugar para observar el eclipse y ver lo que Luyten experimentó en 1925.
“Con todo en la Tierra sumido en la oscuridad”, escribió “con todo bajo colores antinaturales y aspectos extraños, con las aves dispuestas a posarse y la naturaleza en general bajo la apariencia de estar dispuesta a colapsar y abandonar la lucha por la existencia, el maravilloso resplandor de la corona solar fue la última fibra con la que el destino de la humanidad pareció equilibrarse”.
Fuente: The New York Times