Tras la derrota de los patriotas chilenos en Rancagua, una de las preocupaciones de José de San Martín había sido establecer un eficaz sistema de información sobre la marcha de los acontecimientos en Chile, combinado con su contracara: la desinformación del enemigo sobre las propias acciones.
Para ello organizó una verdadera red de espionaje y contraespionaje, en la que no faltaron las operaciones de acción psicológica, haciendo circular la mayor cantidad posible de información falsa.
Entre los agentes al otro lado de la cordillera se contaron Antonio Merino, que firmaba su correspondencia secreta como “El Americano”, Juan Pablo Ramírez, cuyo seudónimo era “Antonio Astete”, Jorge Palacios, alias “El Alfajor”, y Manuel Javier Rodríguez Erdoíza, “el Alemán”, que aceptó una verdadera “misión imposible”.
Rodríguez, que se había destacado como patriota desde el inicio de la revolución chilena en septiembre de 1810, había pasado a Mendoza con los refugiados luego de Rancagua.
José de San Martín y el cruce de los Andes. Iconografía clásica.
Para darle “cobertura” a su regreso a Chile, acordó con San Martín fraguar una arriesgada operación: el Libertador, acusándolo de conspiración, lo envió confinado a San Luis, y en el trayecto Rodríguez simuló fugarse y recruzó la cordillera.
De nuevo en Chile, Manuel Rodríguez no solo organizó una red de espionaje, sino que formó guerrillas patriotas.
Ante la evidencia de que seguía actuando en el bando patriota, la correspondencia entre San Martín y Rodríguez estuvo destinada a difundir falsa información, en cartas destinadas a ser interceptadas por los realistas, que creían contar con detalles de su más mortal enemigo, San Martín.
Otro célebre agente patriota en Chile fue Diego Guzmán e Ibáñez, que actuaba bajo el nombre de “Víctor Gutiérrez” y pudo elaborar y enviar al otro lado de la cordillera un listado del cuerpo de oficiales, la composición de las tropas y del armamento y secretos militares del enemigo español.
Un caso notable fue el del vecino de Mendoza Pedro Vargas, quien aceptó ser acusado de realista. Fue detenido y paseado engrillado por las calles de la ciudad en medio del repudio general. Su esposa, una notable patriota, se distanció de él. Gracias a esta cobertura obtuvo valiosa información del bando enemigo.
Cumplida su misión, fue revelada la verdad y obtuvo un público reconocimiento de San Martín.
Pintura de un ya anciano José de San Martín con su hija Mercedes. Archivo
El cuartel general de los espías funcionaba en Mendoza, donde se recibía la información que llegaba de las casas operativas ubicadas en localidades claves en Chile, en general propiedades de “buenos vecinos” que tenían muy buena imagen ante las autoridades españolas.
Tras una paciente tarea de inteligencia, San Martín pudo detectar que el jefe de los espías de Chile en Mendoza era el sacerdote Pedro López y supo quiénes trabajaban para él.
El crucial rol de la «Chingolito»
Las mujeres fueron muy importantes en la guerra de zapa, destacándose entre ellas la agente conocida con el seudónimo de la “Chingolito”, que llegó a infiltrarse en la intimidad de la máxima autoridad española de Chile y convertirse en su amante.
La información aportada por ella fue valiosísima y logró transmitirle al jefe español información falsa que lo llevó a tomar algunas de las decisiones militares equivocadas que necesitaban San Martín y el alto mando del Ejército de los Andes.
Tras una paciente tarea de inteligencia, San Martín pudo detectar que el jefe de los espías de Chile en Mendoza era el sacerdote Pedro López y supo quiénes trabajaban para él.
Algunos fueron detenidos y otros convencidos u obligados a convertirse en agentes dobles que pasaban detallados informes a Marcó del Pont.
Lo que este no sabía era que esos exhaustivos informes sobre los planes, la cantidad de tropas, armas y los pasos cordilleranos elegidos para el cruce eran falsos y estaban redactados por el propio San Martín.
Fuente: Felipe Pigna, historiador. Clarín