De look rockero, el dueño de un parador de playa lleva una cadena de tamaño medio al cuello. Cada extremo alcanza uno de los elásticos del tapabocas negro. A unos metros, un nene almuerza con su familia. Tiene un barbijo a la altura de la panza, colgado del cuello mediante un cordón. Una chica pregunta por el baño: su cadenita tiene unos caracolitos.
Si jugáramos al “de los creadores de” habría que decir que el “mask chain” (collar tapaboca), “mask holder” (sujetador de máscara), o la cadenita para agarrar al tapaboca se parece mucho a las correas que se usan para sostener los anteojos.
Victoria Morbiducci, de 25 años, desayuna con su tapabocas colgado de una cadenita en Pinamar. Foto: Fernando de la Orden
“Son último furor en Buenos Aires, y acá las compré en el centro de Pinamar, en una galería”, cuenta a Clarín Valeria Gómez (35), que pasa con su marido por el deck de madera de El Atlántico, otro balneario en Bunge y el mar. La suya es una cadena negra de eslabones plásticos.
Victoria Morbiducci (25), de Ciudad de Buenos Aires, toma el desayuno en su hotel, mientras trabaja en capital. Tiene el tapabocas negro colgado de una cadenita con mostacillas blancas y negras. Cuando termina de comer, simplemente se coloca el barbijo, sin tener que revolver en la cartera, una forma de ganar en practicidad y también de evitar que tome olor o se ensucie.
“Creo que hace unos dos o tres meses las empecé a ver en los perfiles de instagram de distintos showrooms y me pareció una buena idea. Ya estaban de moda las cadenitas para sujetar los anteojos y esto es prácticamente lo mismo. Así que le pedí a mi mamá que me hiciera algunas”, explica. Otro punto importante: que el sujetador combine con el diseño dele barbijo.
Juan Ignacio Gómez Mattar (20) eligió un collar tapabocas de acero quirúrgico. Foto: Fernando de la Orden
En las galerías comeciales de Cariló, una chica pasea con su tapabocas colocado. Tiene un sujetador de mostacillas, que dice que le hizo una amiga. “Las vi en La Plata y ella se puso a hacerlas”, asegura. En un puesto se exhiben varios tapabocas que ya traen la cinta incluida.
En el local de Filamento, quedan las últimas cuatro cadenitas. “Volaron este verano”, cuenta Victoria Maccarone (37), propietaria del negocio, que además vende bolsos, carteras y otros accesorios.
Las cadenitas para sujetar el tapabocas que más usan las mujeres son las de tiritas de gamuza o cadenitas, detalla la vendedora. Se pueden personalizar con diges, caracoles o mostacillas. “Estas las hace una chica de Pinamar. Y nosotros las ofrecemos desde diciembre, porque ya venían las clientas preguntando si las tenía. Tuvieran muy buena repercución en el verano”, relata Maccarone. En su local, están 350 pesos las de correa o gamuza, y 550 pesos las de acero quirúrgico.
En Cariló, el local de Victoria Maccarone (37) solo tiene los últimos tres collares tapabocas. Foto: Fernando de la Orden
“Este año, nos sorprendió la cantidad de gente. El finde del 8 fue mucha gente y con ganas de consumir muchos, venían reprimido. Se vendió bastante bien, aunque en relación al año pasado los comerciantes vendimos el 70 por ciento de lo normal.
Martín (36) cruza la calle con su tapabocas marrón enganchado con una soguita de yute. “Antes lo guardaba en el bolsillo todo el tiempo y sentía que se contaminaba con otras cosas, así que ahora me parece más seguro llevarlo así”, expresa. Dice que también le compró uno a su hijo Ilario (7), tras que perdiera el tercero.
Las correas para anteojos, esa moda de abuelas que por mucho tiempo quedó en desuso, volvió como tendencia fuerte en 2018 tanto para las gafas de lectura como para las de sol. En muchos casos, los turistas se volcaron a reutilizar esos mismos accesorios adaptándolos a las necesidades de la vida en pandemia.
Fuente: Clarin