“En la pandemia, con el cierre prolongado de las escuelas y la falencia que tuvo la educación virtual, a los adolescentes les dimos el mensaje de que estudiar es prescindible”, dice Lucila King, quien forma parte de la asociación civil Padres Organizados. Para ella, el gran desafío de este ciclo lectivo que comienza es motivar a los chicos y “revertir los mensajes tales como que la ‘escuela no es segura’, ‘que total no pasa nada si estudio o no estudio’’’.
“Ya antes de la pandemia muchos percibíamos que los adolescentes habían perdido un poco el sentido de la escuela secundaria, que costaba mucho que estudiaran, que no se llevaran materias, que entendieran que podían sacarle provecho para su futuro”, agrega.
Para Patricia Gutiérrez Méndez, madre de un niño de 14 años que asiste a un secundario de zona norte, lo más importante en este ciclo lectivo es que las escuelas se tomen el trabajo de ver los casos puntuales de cada chico: “Sé que es una tarea titánica y casi imposible, pero es importante que se haga”. Por su parte, King dice: “Queremos que los educadores provean el ambiente necesario para poner en marcha el motor y la energía de los adolescentes que deliberadamente se puso en pausa, o se dejó apagar”.
Estos últimos dos años se sintieron para alumnos, padres, docentes y directivos como una montaña rusa de emociones: protocolos cambiantes, clases virtuales, semi presencialidad y, finalmente, presencialidad plena. Este año pareciera prometer mayor estabilidad.
Sin embargo, la comunidad educativa tiene que hacer frente a las secuelas de la pandemia, vestigios de una escuela transformada y agotada por la crisis sanitaria del Covid-19. El principal desafío será recuperar a los alumnos que hayan abandonado la escolaridad, pero los expertos mencionan otros para aquellos que continúen con su trayectoria educativa. “Hay que convencerlos a los que no lo dejaron de que estudiar sirve para algo”, reflexiona Gutiérrez Méndez.
Integrar las diferentes trayectorias educativas
Uno de los grandes desafíos que se plantea hace años en la educación es el concepto de aula heterogénea. Es decir, un aula compuesta por alumnos entre los cuales hay diferencias significativas en cuanto a conocimientos y habilidades. La pandemia ha resaltado en muchas ocasiones estas diferencias, con alumnos que no tuvieron la capacidad material de asistir a clases, o las condiciones emocionales de continuar con su escolaridad. En 2020, 4 de cada 10 estudiantes del nivel secundario tuvieron una vinculación débil con la escuela, sin embargo, ningún alumno repitió, y eso hizo que todos pasaran de año, aunque con conocimientos dispares.
“Tenemos que diseñar un sistema de apoyo escolar para acompañar a alumnos que quedaron atrás en contenidos y habilidades. Para los docentes es un esfuerzo titánico integrar y dar cuenta de la heterogeneidad. El rol de la institución es acompañar e incluso sumar personal para acercar la brecha”, opina Constanza Ezcurra, profesora de secundaria y de metodologías del aprendizaje en la Universidad Católica Argentina.
Guillermina Tiramonti, investigadora del área de Educación de Flacso Argentina, afirma que el problema es utilizar metodologías de enseñanza antiguas. “Es necesario diversificar las consignas para que se adecuen a los diferentes niveles y trayectorias”, aconseja.
Desde 2016, en Finlandia se usa el método “phenomenon learning”, o aprendizaje por fenómenos, los alumnos pueden elegir un tema de su interés y planificar su desarrollo conjuntamente con sus profesores. En esta metodología no importa tanto que los alumnos no tengan conocimientos específicos, porque pueden aprender a su ritmo y no estar atados al de sus compañeros.
El colegio Claver de los jesuitas en Raimat, Cataluña (España), utiliza esta pedagogía de “aprendizaje por descubrimiento guiado”. La metodología de enseñanza no es a través de materias y los alumnos no están quietos en el aula, sino que hay bullicio y libertad. No hay un sólo docente sino tres, de distintas materias, lo cual da una perspectiva multidisciplinar. Los proyectos duran tres semanas y se trabajan en grupos de cuatro o cinco.
Aprender a trabajar con la tecnología
Según un relevamiento realizado por la consultora IPSOS, la Generación Z (nacidos entre 1994 y 2010, quienes están ahora en edad de educación secundaria) pasaba al menos cuatro horas al día frente a una pantalla en 2019. La tecnología fue, sin lugar a dudas, la gran protagonista en la escolaridad de los últimos dos años. Ya sea por mensaje de texto, videollamadas, mail o campus virtual, proveyó el único medio de comunicación. A pesar de las dificultades que trajo aparejadas, introdujo a alumnos y docentes (quienes muchas veces no tenían ninguna idea de cómo manejarlas) en el uso de las herramientas digitales.
En el regreso a clases, los dispositivos tecnológicos invadieron las aulas. Muchos de los docentes manifestaron su preocupación respecto a este tema, ya que resulta muy difícil regular lo que hacen los chicos con los dispositivos. Informes hechos en 2020 mostraron que el uso frecuente de las tecnologías en el aula es contraproducente para el desempeño de los alumnos, aunque depende de la materia para la que se aplique y de la metodología de uso. El uso de tecnologías en el aula es mucho más complejo que simplemente tenerla a disposición de estudiantes y docentes.
Los docentes y los alumnos deben aprender a trabajar con esta herramienta: “Para los docentes puede sentirse abrumador sentir que tienen dispositivos que parecen incontrolables, pero si se sale del asiento, se da vueltas por el aula, se chequea que vayan haciendo el deber y se establece un límite de tiempo para hacerlo, es difícil que se dispersen demasiado. En realidad no es nuevo que el alumno busque algo para distraerse y transgredir”, opina Ezcurra. Además, enfatiza que el uso del mundo digital es una habilidad que debe enseñarse, como cualquier otra: “Los alumnos deben aprender seguridad digital, qué puedo publicar, dónde buscar. Tienen que respetar la ciudadanía digital. Y los docentes también deben ver a dónde mandan a los alumnos, qué actividades integran y cómo”.
Entre las posibles razones detrás del bajo desempeño de los alumnos con utilización frecuente de tecnologías, el informe PISA 2015 argumenta que la tecnología puede distraer en los momentos en los que se necesita más concentración y atención, irrumpiendo en la interacción profesor-alumno y en la dinámica colaborativa entre compañeros.
Vanesa D’Alessandre, investigadora asociada del programa educación de CIPPEC, afirma que es necesario universalizar la estructura digital, para que todas las escuelas puedan aprovechar el uso de estas herramientas.
En 2020, el 61% de los niños y niñas de entre 4 y 12 años y el 46% de los y las adolescentes de entre 13 y 17 años no accedió a una computadora. “Ahora bien, más tecnología no es sinónimo de mejor educación. Las TIC solo mejoran la educación cuando enriquecen el vínculo pedagógico, cuando dialogan con el “saber enseñar” de los docentes y facilitan la interacción con los estudiantes”, explica.
“Vivimos en un mundo tecnológico y los chicos deben aprender a desempeñarse en él. La conectividad y la presencia de los dispositivos es una condición elemental, como en otro momento lo imprescindible fueron los libros y los cuadernos”, afirma Tiramonti.
Uno de los últimos documentos del departamento de educación del BID (2020), que repasa y analiza las prácticas de países como Uruguay, Finlandia o Corea del Sur, exitosos en la introducción de la tecnología en la educación, destaca que los mismos fueron guiados por una reforma integral del sistema educativo, dentro de la cual la incorporación de la tecnología se sumaba a nuevas formas de aprendizaje y enseñanza, y a la capacitación continua de los maestros y profesores.
Llamar la atención, y retenerla
Una característica de esta generación es que tienen una capacidad de atención notoriamente menor a la de las anteriores. La atención de la Generación Z dura un 25% menos que la de sus antecesores. En promedio, pueden mantener la atención durante 8 segundos.
Según los expertos, esta pandemia dejó más expuesta que nunca la brecha entre lo que enseñamos en las escuelas y lo que los estudiantes necesitan saber. “Los chicos viven en un mundo en el que están permanentemente estimulados, pero después los mandamos a una escuela en la que están todo el día sentados y eso no sirve.”, explica Tiramonti.
Con respecto a las formas de aproximar a los jóvenes para motivarlos, los expertos hablan de aprendizajes significativos: “Es clave entrar con una pregunta que los interpele, que acerque el aprendizaje a una cuestión de su vida diaria. Que sea un aprendizaje significativo para ellos”, opina Ezcurra. Los expertos coinciden en que las consignas y los trabajos deben tener en cuenta las habilidades que tiene esta generación, que está acostumbrada a buscar en internet: “Es necesario pensar nuevas metodologías, por ejemplo, dar problemas de búsqueda, proyectos de investigación, que puedan usar herramientas”, dice.
“Una forma excelente de interesar a nuestros alumnos en el tema del día es vincularlo con sus intereses personales. Tal vez una canción de moda sea el disparador ideal para abordar escritura creativa, historia argentina o aprender a multiplicar. Debemos desafiarnos constantemente y mantenernos actualizados para que existan puentes entre generaciones y podamos acercarnos a los alumnos mediante sus gustos, preferencias e intereses”, dice Caterina Radzichewski, docente en nivel secundario de Literatura y Prácticas del Lenguaje, en el colegio San José, de Aldo Bonzi, Buenos Aires:
Dar cuenta del estado emocional
Una cuestión clave en el aprendizaje es el estado emocional. En un informe de Unicef, publicado en 2020, se aconsejó a América Latina asegurar el bienestar emocional de toda la comunidad educativa y no descuidar la crisis de salud mental.
El mismo informe reportó que el 22,5% de los adolescentes estaba asustado, el 16% angustiado y el 6% deprimido. Estudios realizados por la organización a finales del 2021 explicaban que “la prolongación temporal de la emergencia sanitaria genera un creciente agotamiento de la capacidad de adaptación de las niñas y niños pequeños, dando lugar estados de mayor irritabilidad, mal humor, enojo, fastidio e intolerancia”.
Los expertos resaltan la necesidad de que las escuelas ofrezcan espacios seguros, en los cuales los alumnos y las familias puedan procesar lo vivido. “Los chicos deben tener el espacio para procesar lo que vivieron en estos dos años. Deben tener un espacio para reflexionar sobre su proceso, su emocionalidad, la sociedad y sus miedos. Las escuelas deben tener una estrategia escolar para abordar especialmente chicos que estén vulnerables”, explica Tiramonti.
Por su parte, Lucrecia Prat Gay, neurosicoeducadora, disertante, autora, co fundadora y directora Colegio Río de la Plata Sur, afirma que aquellos colegios que incluyeron la conciencia emocional dentro de sus currículas pudieron acompañar mejor estos cambios vertiginosos que se vivieron en la pandemia. “Es fundamental validar todas las emociones y ofrecer herramientas concretas de autocuidado, de autoconocimiento y autogestión. La evidencia científica concluye que la habilidad de autorregulación en los estudiantes tiene una relación directa con su desempeño académico”.
El programa RULER, de la Universidad de Yale, significa Reconocer, Entender, Nombrar, Expresar y Regular una emoción, por sus siglas en inglés. Fue desarrollado por el Centro de la Inteligencia Emocional de la universidad y se implementa en escuelas alrededor del mundo desde 2016.
En Argentina, el colegio Esseri, ubicado en City Bell, La Plata, implementa técnicas del mindfulness en las escuelas para enseñar a los chicos a regular sus respuestas emocionales y acompañar su proceso de escolarización. Virginia Martini es directora de bienestar del grupo Esseri, coordinadora del proyecto de conciencia emocional del colegio: “Es un abordaje transversal, lo aprendemos en todas las clases, además de tener talleres con las familias y capacitaciones docentes. Usamos técnicas del mindfulness para reconocer el estado de nuestro cuerpo, mente y emociones antes de empezar la actividad. Aprendemos la conciencia emocional:¿por qué hago lo que hago?. Ser plenamente consciente de cómo nos sentimos, nos da una respuesta para saber cómo actuar”.
A finales de 2021 el colegio realizó el proyecto El jardín de los abrazos, donde cada alumno tuvo la oportunidad de invitar a una persona especial a la que no pudo abrazar durante la pandemia, juntos plantaron un árbol y luego se abrazaron. Se invitó a reflexionar sobre la necesidad de manifestar las emociones, de abrazarse y estar cerca de otros. “Los chicos aprenden cada vez más a reconocer y manifestar sus emociones. Las familias vienen a contarnos que sus hijos los sorprenden con sus respuestas sobre sus habilidades para identificar las emociones”, celebra Martini.
No olvidar lo aprendido en los últimos dos años
“Aquellos que pudieron conectarse a través de la tecnología ganaron en autonomía, independencia y autorregulación. Eso no tiene que perderse. Hay que retomar las estrategias que funcionaron en estos dos años, no todo fue negativo”, dijo Belén Soba Rojo, neuroeducadora y ex-directora del Florida Day School.
A pesar del sentimiento generalizado de que los chicos aprendieron poco o nada durante la pandemia, para los especialistas hay muchos aprendizajes valiosos que deben rescatarse: “Hay que rescatar los últimos dos años, que de cierta manera no se fijaron como conocimientos en la mayoría de los alumnos. Quedaron dando vueltas, cosas dispersas que se conocieron virtualmente… hay que retomarlos, integrarlos y mostrar por qué son importantes, que aportan”, opina Escurra.
El desafío para los educadores es rescatar no solo los aprendizajes curriculares de los alumnos, sino también los suyos propios como docentes. “Creo que el desafío mayor es no volver a la escuela de la pre pandemia. No volver a la automaticidad pedagógica. La pandemia nos sacó de nuestra zona de seguridad, a buscar nuevas formas de asegurar la continuidad pedagógica”, opina Prat Gay
En las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, se planificaron escuelas de verano e invierno: tiene el propósito de intensificar la enseñanza durante los recesos escolares. A la edición 2022 de la Escuela de Verano asistieron 32.400 chicos para reforzar contenidos, según informó el gobierno porteño. Además, se dictarán clases los sábados: la asistencia a los Centros de Acompañamiento a las Trayectorias Escolares (CATE) será obligatoria para todos los estudiantes de secundaria.