Estamos ingresando a los instantes finales de 2019. En un mundo social, económica y políticamente convulsionado, en materia científica los últimos doce meses arrojaron logros difíciles de imaginar, pero también fracasos estrepitosos. Motivos para la celebración, como la primera imagen de la historia de un agujero negro (un objeto cósmico invisible por definición, ya que su feroz gravedad no deja salir nada, ni siquiera la luz), y también para la inquietud, como los tropiezos en materia de acuerdos para detener la degradación ambiental y el cambio climático. Aquí, algunos de ellos.
Puerta de salida del cosmos
El 11 de abril, una colaboración de 200 investigadores que trabajaron con ocho radiotelescopios (coordinados para que actuaran como una sola antena gigantesca) anunciaron una hazaña histórica: la primera imagen de un agujero negro distante 55 millones de años luz, en el centro de la galaxia Messier 87. La revista Science la eligió como el hito científico de 2019.
Los agujeros negros son regiones del espacio en las que llegan a desvanecerse las leyes de la física. «Donde actúa una masa, actúa la fuerza de la gravedad -explica la astrofísica Gloria Dubner, exdirectora del Instituto de Astronomía y Física del Espacio-. El M87 es equivalente a 6500 millones de soles; es como si juntáramos 6500 millones de soles en una región pequeña. Allí, la gravedad es tan tremenda que permite observar fenómenos que de otra manera no podrían verse. Esa fue la maravilla de este experimento, que llevó más de una década de preparación».
Según la científica, esta imagen no solo es una hazaña teórica, sino también tecnológica. Exigió orientar los radiotelescopios al unísono durante cuatro días hacia M87, y luego, un año y medio de procesamiento de datos. «El conjunto de instrumentos del Telescopio de Horizonte de Eventos, como se lo llamó, tiene una precisión 4000 veces superior a la del Hubble -afirma Dubner-. Los radioastrónomos traducimos temperatura del cielo a color o brillo, y así producimos imágenes. Lo que vemos es el gas a millones de grados de temperatura que está llegando al abismo, a una puerta de salida del universo. Todo lo que entre allí va a ser completamente invisible para nosotros. Está girando al borde de ese círculo del ‘nunca jamás’».
El efecto de la gravedad es tan feroz que los rayos de luz se desvían y podemos ver la parte de atrás. «Es como si nos viéramos la nuca», explica Dubner de estos objetos cosmológicos predichos por Einstein en 1916.
«Sin duda fue el hito del año por lo que significa desde el punto de vista tanto científico como tecnológico -coincide Gastón Giribet, docente del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador del Conicet-. Lo que se ve en realidad es la silueta del agujero negro recortada sobre el fondo. Si bien nadie tenía dudas sobre su existencia, porque teníamos evidencias indirectas, es la primera vez que se puede ver su forma. Y el escrutinio de esa forma dice mucho: por ejemplo, que es compatible con la teoría de Einstein, incluso a más de 50 millones de años de distancia. Las leyes de la teoría de la relatividad funcionan allá también. Es un logro increíble, algo así como ver una manzana en la superficie de la Luna».
El experimento fue tan exitoso que en los Estados Unidos ya aprobaron 12 millones de dólares más para observar el agujero negro que se encuentran en el centro de la Vía Láctea, 2000 veces más chico, pero 2000 veces más cercano.
Nuevo tatarabuelo
El 29 de agosto se presentó un nuevo candidato para el panteón prehistórico de nuestra especie. Se encontró en las llanuras de Etiopía con ayuda de un pastor que merodeaba a un equipo de cazadores de fósiles. Ali Bereino, el pastor, divisó unos dientes que sobresalían de la arena. Se los llevó a Yohannes Haile-Selassie, jefe del grupo del Museo de Historia Natural Cleveland de Ohio, que realizó un hallazgo sensacional. Un cráneo muy completo de 3,8 millones de años perteneciente a un enigmático ancestro del Homo sapiens, el miembro más antiguo hallado hasta ahora del género que eventualmente condujo hasta los humanos modernos.
Computación cuántica
En septiembre, Google anunció haber alcanzado lo que los científicos llaman la «supremacía cuántica», es decir que resolvió con una computadora cuántica un cálculo que hubiera sido imposible para una máquina de arquitectura convencional. En su anuncio, los científicos afirmaron que esta tecnología fue capaz de realizar en 200 segundos un cálculo que le tomaría a la computadora clásica más avanzada unos 10.000 años. Aunque esa operación no tiene aplicación práctica, explicaron, anticipa una nueva era de la informática.
Manipulación embrionaria
A pesar de que fue realizado a fines de 2018, el experimento de He Jiankui, el genetista chino que modificó los embriones de dos mellizas chinas utilizando la técnica Crispr-Cas9, siguió ocupando el centro de la escena durante este año. Se dio a conocer que no solo faltó a las normas éticas que rigen la investigación, sino que el ensayo había sido mal diseñado. El trabajo, afirma la revista Nature, hizo que la posibilidad de alterar nuestro mapa genómico sea no tanto una especulación teórica, sino una posibilidad real, inspiró el debate y estimuló el lanzamiento de esfuerzos internacionales para valorar la necesitad clínica y las condiciones que deberían cumplirse para modificar la línea germinal humana con modificaciones potencialmente heredables.
Biodiversidad y calentamiento
Este año se dieron a conocer también dos informes demoledores sobre nuestra relación con el planeta. El 7 de mayo se presentó en París un trabajo internacional sobre el estado de la biodiversidad. Coconducidos por la argentina Sandra Díaz, después de revisar 15.000 fuentes de referencia durante tres años, 450 investigadores llegaron a la conclusión de que el uso del suelo tiene más impacto que el cambio climático. De las 18 clases de beneficios que la naturaleza le brinda al ser humano, en los últimos 50 años solo tres aumentaron: los relacionados con bienes de mercado, energía y producción agrícola. «Hay una clara señal de que la capacidad del planeta para sostener la vida humana se está deteriorando gravemente. Tenemos que cambiar la relación con nuestra casa», dijo en ese momento Lucas Garibaldi, director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural, del Conicet, y coordinador del grupo de Tendencias del Ipbes. Un par de meses más tarde, en el «Reporte especial de cambio climático, el IPCC agregó que la humanidad ya degradó el 25% de la superficie terrestre libre de océanos. Hace unos días, la COP25, que reunió en Madrid a representantes de 196 países, concluyó con un estrepitoso fracaso. Solo resta esperar que el nuevo año nos traiga mejores noticias.
Fuente: Nora Bär, La Nación