En 1930 en el ensayo «Las posibilidades económicas de nuestros nietos», el economista John Keynes predijo semanas laborales de 15 horas para cuando arribara el siglo XXI. Para decepción de muchos, lejos estamos de esas idílicas semanas de cortas horas laborales. De hecho, como señala una editorial de The Atlantic sobre el culto al trabajo en EEUU -sabida cuna del workaholismo-, los economistas del siglo XX no podían imaginarse que el trabajo evolucionaría de un simple medio de producción a culto, y también a forma producción relacionada con la identidad.
Así, durante las últimas décadas el concepto de trabajo evolucionó -al menos para las clases medias educadas y profesionales- y se pasó de hablar de «trabajo» a «carrera» y ahora de «vocación», con el siempre omniprensente slogan de «hacé lo que te guste» como premisa ideal.
Lo interesante es cómo esta nueva premisa aspiracional con la que han crecido muchos jóvenes, no sólo ha actuado en detrimento, sino que se ha combinado junto con otros fenómenos de época y coyunturales para producir un cóctel mortal para cualquier joven. «Para describir la quemazón millennial hay que reconocer una multiplicidad de factores: estamos muy endeudados, trabajando más horas y con más trabajos por menos paga (con menos seguridades), pero luchando por sostener los mismos estándares de vida que nuestros padres, operando en una precariedad psicológica y física, todo esto mientras nos dicen que si trabajamos más la meritocracia prevalecerá, y que amemos lo que hacemos», explica la periodista Anne Helen Petersen, en una nota de Buzzfeed que se viralizó en las redes por captar de manera nítida el estado de muchos jóvenes adultos hoy («Cómo los millennials se volvieron la generación con burnout»).
Acusados una y mil veces de narcisistas y vagos, lo cierto es que esta generación -como la Y antes, y los centennials luego- no la está teniendo nada fácil. En particular si pensamos que gran parte de ella salió al mercado laboral en el peor momento de la economía mundial. Mientras que en lugares como Europa y América del Norte los estudiantes además acumulan deudas millonarias por cuestiones educativas las economías de los países emergentes no han sido mucho más generosas con sus jóvenes.
Arrancar con saldo negativo
«Lo que yo veo, sobre todo en nuestra generación y en la gente que trabaja en medios, comunicación, ventas, publicidad, diseño, dónde tu trabajo sos vos con un celular o una computadora, es que vivimos quemados. En un contexto de clase media normal es muy difícil salir del día a día. Sacar un préstamo para comprar una casa por ejemplo está fuera de todo plan. Eso por un lado desmotiva, pero por otro lado hace que uno encuentre la motivación en el trabajo. Y si bien eso hace que no pienses tanto en la plata a largo plazo es algo que te quema», admite Vanesa (31), quien trabaja en Tribunales.
Ésta es la sensación de muchos jóvenes que ingresan al mercado laboral con menos capacidad adquisitiva que sus padres (y abuelos), pero con más demandas laborales en cantidad de horas y mucho menos capitalizados. Hace varios años ya que los analistas declaran a la generación actual en desventaja respecto de la Generación X o los boomers, y esto no solo se ve en materia sueldos, también en la calidad de vida (seguro médico y jubilación, propiedades o hasta la posibilidad de tener un auto).
Por otro lado los más viejos de esta camada, alcanzando los 30, e inclusive mayores de esa edad, apenas si pueden llegar a fin de mes. Más de la mitad (53%) de los norteamericanos entre los 21 y los 37 reportan haber recibido regularmente ayuda de sus padres o miembros de la familia en una nota de este mes del NYT. Pero atención, no hablamos de poder acceder a una casa o un préstamo para un negocio, sino de los básicos: gastos en servicios, comida, nafta y obra social. Sucede en los países desarrollados también.
A su vez, suficientes estudios se han realizado a la fecha vinculando cómo la deuda estudiantil u otras afecta de manera radical la salud. Por algo también se ha vuelto un latiguillo hablar de que los millennials son una de las generaciones más estresadas. ¿Alguien puede culparlos? Nuevamente en EEUU un estudio de la asociación Blue Cross Blue Shield encontró que los adolescentes y jóvenes adultos eran los que más diagnósticos de depresión habían tenido entre el 2012 y el 2016. En cuanto a las mujeres, se ha demostrado que a mayor nivel educativo, no necesariamente hay un incremento en los ingresos, pero sí en sus horas de trabajo.
«Te subís a la rueda del hamster sin darte cuenta y es difícil bajar. Cada vez más me encuentro con amigas que tienen ataques de pánico o dificultad para dormir, realmente es algo que nunca escuché en mi vida y de repente empieza a pasar. A mí de hecho nunca me había pasado despertarme pensando en qué tengo que hacer, cómo voy a presentarle al cliente o qué me olvidé. Igualmente creo que el mayor logro de este sistema es hacerte creer que eso que estás haciendo para otro, es tuyo, es propio. Que te den una sala de juegos al lado de tu oficina, que te ofrezcan comida y sillones cómodos en un playroom», relata Aurelia (26), publicista, sobre su propia experiencia.
Estrés económico y existencial
«Uno de los síntomas de época y de esta generación en particular -pero que se va extendiendo a las demás generaciones- es la sensación de estar siempre híper demandados, pero no ya desde el afuera -como en tiempos pasados- sino por nosotros mismos. Como lo señala el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en «La sociedad del cansancio»: somos «auto-explotados».
En este contexto, en algunos lugares del mundo ya se habla no tanto del clásico síndrome de burnout sino de algo más intrigante aún: post-office anxiety. Y se la define tanto como la imposibilidad para hacer tareas simples y de funcionar bien, como disfrutar del tiempo libre y llevar una vida saludable por fuera del trabajo. «¿Por qué no puedo lograr hacer estas cosas mundanas?», se pregunta Petersen en la nota sobre elburnout millennial, ya sea que se trate de completar un formulario, pagar un impuesto o pasar a buscar algo por tintorería. La respuesta es que está totalmente estresada y agotada. Se ha internalizado a tal punto la idea de que debemos estar trabajando todo el tiempo, que lo hemos naturalizado y ya no distinguimos lo normal y lo sano, de lo que no lo es.
Paradójicamente, esto también es sabido por especialistas en productividad y management: trabajar más horas no se condice con mayor efectividad o creatividad, puede ser todo lo contrario.
Ser y parecer
«Nunca se puede estar 100% desconectado. En parte es, claro, la situación económica: necesariamente tengo que complementar mi trabajo fulltime con trabajo freelance. La relación constante con la tecnología no ayuda: si para mi tiempo libre necesito laptop, celu y tablets ya sea para pedir comida, ver películas o hacer música, también hay chances de que tenga el trabajo permanentemente en la cabeza, dado que comparto pantalla con los hobbies», comenta Ignacio, periodista, DJ y editor de video.
Otra variable de gran incidencia, aparte de los cambios en la significancia del trabajo, la coyuntura socioeconómica y la autoexigencia, es la tecnología. Si nos ponemos a pensar por qué las generaciones actuales viven con tanta presión el triunfo o fracaso profesional, sin dudas debemos remitirnos a cómo viven sus vidas online. El medio tecnológico ha amplificado las presiones para el «deber ser» o «parecer», en particular en economías deprimidas o si uno es su propio producto. Asimismo, no hay que subestimar los efectos psicológicos de ver el avance profesional y el éxito de otros en tiempo real en las redes.
¿Acaso los millennials se están entrenando para estar quemados pero parecer todo lo contrario? «Hemos creado esta idea de que el significado de la vida debe ser encontrado en el trabajo. Le decimos a la gente joven que su trabajo debe ser su pasión, que deben estar cambiando al mundo», advierte Oren Cass, autor de The Once and Future Worker. Hasta que punto prevalecen estas consignas que según el Pew Research Center, y en medio de esta epidemia de ansiedad, el 95% de los adolescente dice que «tener una carrera o trabajo que disfruten» es su principal meta como adultos, junto con «ayudar a quienes lo necesitan» (81%).
Encontrar el equilibrio entre hacer algo que de satisfacción sin dejar la salud y la vida en eso, y además poder subsistir, parece ser el nuevo leitmotiv generacional. No sin una cuota importante de contradicciones y dificultades.
Demasiado trabajo
«Estamos muy endeudados, trabajando más horas y con más trabajos por menos paga, pero luchando por sostenerlos mismos estándares que nuestros padres». Anne Helen Petersen
«En un contexto de clase media normal es muy difícil salir del día a día. Sacar un préstamo para comprar una casa está fuera de todo plan». Vanesa (31)
«Te subís a la rueda del hamster sin darte cuenta y es difícil bajar. Cada vez más me encuentro con amigas que tienen ataques de pánico o dificultad para dormir». Aurelia (26)