Cuando Bill Clinton terminó su segundo mandato como presidente de Estados Unidos dejó la Casa Blanca con un índice de aprobación del 76 por ciento, el más alto de la historia desde la Segunda Guerra Mundial. Era otra época, otro momento de la historia y todavía el movimiento feminista no había despertado como lo hizo a raíz del #MeToo y las denuncias por acoso sexual al productor de cine Harvey Weinstein. Lo cierto es que si el escándalo sexual que involucró al 42° presidente de Estados Unidos con la joven becaria Monica Lewinsky hubiese ocurrido en estos tiempos, la imagen del ex funcionario seguramente hubiese tenido otro tipo de aprobación -o reprobación-.
Sin embargo, se trató del mayor escándalo para un presidente de Estados Unidos desde Watergate, en la década del 70; o la venta de armas a Irán, a mediados de los 80. Y por supuesto dejó secuelas: algunos analistas políticos le adjudican la derrota de Hillary Clinton en las elecciones de 2016 ante Donald Trump al Sexgate que había protagonizado su marido.
El affaire entre el presidente y Lewinsky se destapó en enero de 1998, pero tiene su raíz en 1991, cuando Clinton era el gobernador de Arkansas. Paula Jones denunció al presidente demócrata por abuso de poder y acoso sexual: dijo que cuando era empleada estatal, Clinton se bajó los pantalones y le pidió que le practicara sexo oral en una habitación de un hotel de Arkansas. El presidente siempre negó la acusación y hasta obtuvo un fallo a favor de una jueza federal, que Jones apeló. Sin embargo, en noviembre de 1998, Clinton acordó pagar 850.000 dólares a Jones para que desistiera con su demanda. La clave fue Lewinsky.
Clinton y Lewinsky en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Monica Lewinsky se había graduado en psicología del Lewis & Clark College y fue contratada para trabajar como pasante en la Casa Blanca, en 1995, durante el primer mandato de Clinton. Luego fue empleada de la Oficina de Asuntos Legislativos de la Casa Blanca. En ese tiempo, cuando Lewinsky tenía 22 años y era una de las secretarias del Despacho Oval, comenzó a tener una relación cercana con el presidente.
La estrechez entre el presidente de Estados Unidos, de 49 años, y la becaria, de 22, era un secreto a voces en la Casa Blanca. En abril de 1996, los superiores de Lewinsky la trasladaron al Pentágono: los demócratas notaban que la cercanía con el jefe de Estado podía ser una amenaza, una granada sin espoleta en las manos del presidente Clinton que finalmente estalló.
Hillary Clinton junto a su esposo, Bill Clinton, en un discurso en pleno escándalo, en 1998.
La noticia del escándalo apareció por primera vez el 17 de enero de 1998, en la web de noticias Drudge Report, pero la historia se publicó en la prensa convencional el 21 de enero en The Washington Post. La voracidad de los medios de comunicación sensacionalistas en Estados Unidos -muchos de ellos respondiendo a los intereses del Partido Republicano- hicieron el resto. El 26 de enero, Clinton tuvo que salir a dar explicaciones en una conferencia de prensa, aunque como dice el refrán, no aclares, que oscurece: «Pero quiero decirle una cosa al pueblo americano. Quiero que me escuchen, voy a decirlo de nuevo: no tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky. Yo nunca le dije a nadie que mintiera, ni una sola vez. Nunca. Estas alegaciones son falsas. Y ahora necesito volver a trabajar para el pueblo americano. Gracias».
¿Por qué se supo? ¿Cómo trascendió en los medios? Quien destapó la olla fue Linda Tripp, amiga íntima de Lewinsky y un personaje clave en toda la historia. Para la mayor parte de la opinión pública de la época parecía hasta «normal» que un presidente mantuviera relaciones sexuales con su secretaria, más allá de lo impuro e inmoral del adulterio; pero pocas personas vieron en el caso -además- una posición de fuerza clara: ¿hasta qué punto Lewinsky podía decir «no»? Tripp entendía que la relación de poder era muy desigual y se hizo cargo de la situación.
Linda Tripp junto a Monica Lewinsky.
En 1996, Linda Tripp era funcionaria del Pentágono y rápidamente se hizo amiga de Lewinsky. La joven secretaria necesitaba hablar con alguien de lo que estaba pasando y encontró en Tripp a su confidente. Le contaba sobre los encuentros con el presidente y cómo se sentía. Tripp sabía de la denuncia por acoso a Clinton de parte de Paula Jones y también de una segunda acusación de otra ex empleada de la Casa Blanca: Kathleen Willey. Por sugerencia de su amiga y agente literaria Lucianne Goldberg, Tripp comenzó a grabar las conversaciones telefónicas que mantenía con Lewinsky. Llegó a tener 20 horas de grabación en cassette.
Pero lo que realmente hizo actuar a Tripp fue la declaración de Lewinsky en el caso de Jones. Lewinsky negó haber tenido relaciones sexuales con Clinton y Tripp no lo pudo soportar. Entonces le entregó su trabajo de inteligencia al fiscal Kenneth Starr, quien llevaba adelante la demanda de Jones. El fiscal tenía elementos para probar la relación entre el presidente y su becaria, pero no era suficiente. Era la palabra de una secretaria contra la del presidente de Estados Unidos. Hasta que apareció el vestido azul. Lewinsky, por consejo de Tripp, había conservado sin lavar la prenda que había utilizado en uno de los encuentros sexuales con Clinton que tenía una mancha de semen. Una tanga rota, un ejemplar del libro «Leaves of Grass» («Hojas de hierba») de Walt Whitman que el presidente le había regalado a su becaria -la misma antología de poesía que antes había regalado a Hillary Clinton- fueron otras de las pruebas. Pero el ADN en la ropa de la becaria fue el golpe de nocaut para Clinton.
El famoso vestido azul de Monica Lewinsky.
Clinton admitió en un testimonio grabado ante el gran jurado el 17 de agosto de 1998 que había tenido una «relación física inapropiada» con Lewinsky. Esa tarde, el presidente dio un discurso televisado en el que reconocía el escándalo. En su testimonio para el caso Jones, Clinton negó haber tenido «relaciones sexuales» con Lewinsky. Sin embargo, basado en la prueba provista por Tripp (murió en abril de este año) y el vestido azul manchado con el semen de Clinton, Starr concluyó que el juramento testimonial del presidente era falso y cometía perjurio.
De esta manera, Clinton se convirtió en el primer presidente en sufrir un impeachment (juicio político) desde 1868, cuando Andrew Johnson logró evitar ser condenado en el Senado tras ser acusado por la Cámara de Representantes. Clinton también logró ser exonerado, aunque recibió una multa de 90.000 dólares por dar falso testimonio. Por otro lado, resolvió -también con dinero- la demanda de Jones. El vendaval había pasado, pero el desastre ya estaba consumado. En las elecciones de 2000, Al Gore -vice de Clinton- lanzó su campaña a presidente, pero no quiso que Clinton participara de la campaña y terminó perdiendo ante George W. Bush, que le devolvió el poder a los republicanos.
Donald Trump y Hillary Clinton en un debate presidencial, en 2016. (AP)
En marzo de este 2020 pandémico se estrenó el documental «Hillary», sobre la vida de la esposa de Clinton y ex candidata a la presidencia en 2016. Allí, Bill Clinton declara, a más de dos décadas del escándalo, cómo fue el momento en que tuvo que admitirle a su pareja que le había sido infiel: «Nos sentamos en la cama y hablé con ella. Le dije exactamente lo que había pasado y cuándo, y que me sentía terriblemente». Hillary decidió perdonarlo.
«Vivimos en tiempos extraños, como cuando la opinión pública cambia y la gente pasa de decir ‘Oh, tan noble, se quedó en su matrimonio’, a ‘Oh, es tan incomprensible que se haya quedado en su matrimonio», declaró Hillary. Uno de los puntos clave en su derrota ante Donald Trump en 2016 fue que su estrategia de tildar de «misógino» a su rival se cayó a pedazos cuando le argumentaban que había aceptado el comportamiento de su marido y de mostrar poca empatía con respecto a las mujeres que lo habían acusado.
Lewinsky en 2019.
Por su parte, Lewinsky reaparecerá en escena cuando se estrene la tercera temporada de American Crime Story que tendrá como eje argumentativo el escándalo entre el presidente y su becaria, basado en el libro de Jeffrey Toobin «A vast conspiracy: The real story of the sex scandal that nearly brought down a president» (“Una gran conspiración: la verdadera historia del escándalo sexual que casi derrocó a un presidente”), y que llevará el título Impeachment. Lewinsky figurará en los créditos como productora ya que el director y productor de la serie, Ryan Murphy, la convocó a participar del proyecto: “Nadie debería contar tu historia excepto tú, y es un poco asqueroso si lo hacen. Si quieres producirlo conmigo, eso me encantaría; pero tú deberías ser el productor, y deberías ganar todo el maldito dinero”, propuso.
En un comunicado enviado en exclusiva a Vanity Fair, Lewinsky aseveró que “estaba indecisa y, sinceramente, un poco asustada de firmar. Pero después de una larga reunión con Ryan, llegué a comprender aún más claramente cuán dedicado está a dar voz a los marginados en todo su brillante trabajo. Tengo el privilegio de trabajar con él y con las otras personas talentosas del equipo, y tengo el privilegio de tener esta oportunidad”. Clive Owen interpretará a Clinton y Beanie Feldstein a Lewinsky. La serie tenía como fecha de estreno el 27 de septiembre de este año, pero se pospuso por la pandemia.
Fuente: Clarín